Monday, August 31, 2015

capitulo 28

Lali frunció el ceño, sin entender la razón de aquel comentario, hasta que vio a Peter y a su abuelo salir al patio. Se fue hacia la puerta y miró la mesa, las sillas y las plantas decorativas que embellecían el espacio que en un tiempo estaba reservado para el perro pastor de Gino.
-Cuando los Frestinis se fueron, tu abuelo compró la casa y la unió a esta -anunció Teresa con orgullo-. Ahora tenemos cuatro habitaciones.
-¿Y de dónde sacó el dinero? -preguntó Lali asombrada.
-Gino se encarga de gestionar todas las tierras que Peter tiene en el pueblo y cuidamos tu casa -contestó Maddalena, muy alegre-. Ahora vivimos con todas las comodidades.
Cuando entraron en la cocina, Lali las siguió. Había un nuevo fogón y también un cuarto de baño, del que Teresa se sentía orgullosa. Luego fueron a los dormitorios, todos muy pequeños, pero muy bien amueblados.
-Aquí es donde tú y Peter dormiréis esta noche -le informó Maddalena, con cierto recato, después de abrir la puerta.
Se asomó y admiró los motivos florales que había en el alféizar de la ventana y la colcha de algodón sobre la cama de hierro forjado, de tamaño muy reducido. La perspectiva de tener que compartir aquella cama tan estrecha con Peter, casi la hizo perder la compostura.
-Te pones colorada, como una recién casada -comentó Teresa, moviendo la cabeza-. ¿No crees que ya va siendo hora de que le des un hijo a tu marido?
-Peter quiso que Lali terminase antes sus estudios -recordó Maddalena a su hermana-Gino dice que Peter quiere que su familia tenga estudios.
-Cuando Lali estaba yendo al colegio aquí, sólo le interesaba Peter. ¿Le escribió alguna vez? ¿Le mandó alguna carta, o un paquete? -decía Teresa con aire de desaprobación-Y cuando Peter venía de visita con su tío, había que tener mucho cuidado contigo. La de cotilleos que han dicho los vecinos de ti, Lali. Por suerte Peter te tomó como esposa...
Lali se puso más colorada aún. De repente se sintió como si tuviera otra vez catorce años, sentada en un rincón escuchando a Teresa recriminarle que era impropio perseguir a Peter de la manera que ella lo hacía. -Pero ahora están casados -comentó Maddalena.
Bajaron al piso de abajo, donde empezaron a preparar la merienda. Los hombres seguían en el jardín, bebiendo vino. Lali pensó que sus tías abuelas pensaban que Peter la había seguido hasta Inglaterra y había resuelto el conflicto entre ellos. Pensaban que había estado viviendo con su madre, para terminar sus estudios. Lo grave era que Peter también había pensado lo mismo.
Gracias a su generosidad su familia de Italia había prosperado como nunca antes lo había hecho. Peter no sólo no había vendido la casa en la que ellos estaban viviendo, sino que los había nombrado administradores. Sin herirles su orgullo, Peter les había dado la oportunidad de mejorar sus vidas.
De pronto se dio cuenta de que tenía los ojos clavados en Peter, con intensidad compulsiva. Su pelo negro brillaba bajo el sol. Era un hombre muy sensual. Era su marido...
Peter volvió la cabeza y se sintió traspasada por su mirada. Se sintió como si hubiera tocado una verja electrificada. No podía apartar la mirada de él. Fue Peter el primero en retirarla. Le dijo algo a su abuelo y se levantó.
-Sacaré tu maleta del coche -comentó.
-¿No crees que es mejor pasar la noche en otro sitio? -sugirió ella.

capitulo 27

Pero en su inocencia, nunca se le ocurrió pensar que Peter podría estar satisfaciendo su apetito sexual con otra. Porque confiaba en él de forma absoluta. Y nunca se habría enterado de que había otra mujer en su vida, si no se le hubiera ocurrido ir a Cagliari entre semana.
Un vecino la había llevado a la estación y allí había tomado el tren. Le había dado mucha vergüenza entrar en el banco y preguntar por Peter. Había esperado hasta la hora de la comida, tratando de reunir fuerzas, cuando vio a Peter salir riendo y del brazo de una mujer. Ni siquiera se había dado cuenta de su presencia, cuando los dos pasaron a su lado. Pero, después de pensar que a lo mejor era una compañera, decidió seguirlos. Los vio que se metían en un bloque de pisos.
Cuando intentó entrar, el guarda de seguridad le preguntó dónde iba. Lali vio cómo Peter y su acompañante se metían en el ascensor. Después vio como sus cuerpos se juntaban y se besaban con la impaciencia típica de los amantes. Segundos antes de que las puertas del ascensor se cerraran, Peter había levantado la cabeza y había visto a Lali. Nunca pudo olvidar la forma en que la miró...
Cinco años más vieja y todavía aquel recuerdo le dolía. Hasta el suceso del ascensor, siempre había pensado que su matrimonio con Peter era real. Pero desde el principio, él había pensado pedir la anulación, para volver a conseguir la libertad.
Empezaba a anochecer cuando llegaron a los pueblos de montaña, pueblos de olivares y viñedos. Conforme se iba subiendo por la carretera, el bosque iba desapareciendo. Los pastos aparecían desolados. Sólo de vez en cuando se veía un rebaño de ovejas con un pastor. Llegaron a la cima y empezaron a bajar por la carretera que iba a Sienta.
Tiesa como una vela, Lali observó aquellas vistas, tan familiares para ella. Manzanos, nogales y robles rodeaban el pueblo. Pequeñas casas aterrazadas, sus muros cubiertos de parras, se extendían a lo largo de la carretera. Peter aparcó el coche cerca de la casa de Gino Esposito, en el centro del pueblo y la miró.
-¿A qué estás esperando? -le preguntó. Lali salió del coche muy despacio. Vio a su tía abuela, Maddalena, mirando por la puerta. Insegura de sí misma, se puso tensa y después, de pronto, se empezó a emocionar. A los pocos segundos estaba en brazos de una mujer en lágrimas, intentando conversar en un idioma que ella creía haber olvidado, pero que le salía con naturalidad de sus labios.
-Entra, entra... -instó Teresa, que estaba detrás de su hermana-. Todos los vecinos nos están viendo.
A los pocos segundos estaba frente a su abuelo, quien la saludó y le dio un abrazo menos efusivo.
-No te habría admitido en esta casa, si no hubieras venido con tu marido -admitió Gino Esposito-. Pero veo que has vuelto donde debes estar, a su lado.
Lali no quiso discutir en aquel momento. Se sonrojó y se mantuvo en silencio, emocionada por el recibimiento tan cálido después de cinco años de silencio. Sintió que era más de lo que se merecía.
Veía cosas que no había sido capaz de ver en su época de adolescente, cuando todos sus pensamientos se centraban en Peter y en escapar de Sienta. Vio el brillo de desconfianza y satisfacción en la mirada de su abuelo y la cara de rechazo de Teresa. Lali se fue hacia ella y la abrazó.
-Sácale a Peter un vaso de vino -le dijo Teresa a Maddalena, sonriendo de una forma un tanto extraña-. Yo le voya enseñar a Lali la casa.

capitulo 26

Peter le había revelado algo que Lali siempre había sospechado. Su joven y bella madre había seguido viviendo su vida cuando se deshizo de su hija, feliz y aliviada del peso que le quitaban de encima.
-Gracias por decírmelo -contestó Lali, con la boca apretada-. Pero eso deberíais habérmelo dicho hace mucho tiempo.  Peter arrancó el coche.
-Yo no era el que lo tenía que decidir.
Lali sintió un nudo en la garganta. Despreciaba y temía la intensidad de sus emociones. Pero toda su vida había tenido que aprender a ocultarlos. En presencia de Peter, sin embargo, aquello era casi imposible. En ese momento le parecía que nunca nadie la había querido...
Ni su madre, ni su padre, que la había apartado de su madre sólo como castigo a su esposa, ni la familia de su padre, que no tuvo otra opción más que aceptarla y cuidarla.
Ni siquiera Peter, que había accedido a casarse con ella porque le daba pena.
-Llora si quieres, así te sentirás mejor -sugirió Peter.
-Te odio, Peter... -y se odiaba incluso más a sí misma, por haberlo dicho como si todavía fuera una adolescente.
-Sin embargo todavía sigues mirándome como un niño en una tienda de caramelos. En eso no has cambiado.
Lali se puso roja de ira.
-Lo que sí ha cambiado entre nosotros es que ya no me parece injusto aprovecharme de una inocencia que ya no tienes desde hace mucho tiempo...
-¿Pero tú qué te crees? ¿Crees que al verte en brazos de aquella despampanante rubia iba a abandonar el sexo para siempre?
Peter se quedó helado. Lali enderezó los hombros, como un gato dispuesto a saltar sobre su presa.
-Supongo que pensaste que me habías roto el corazón. ¡Pues no! Se me pasó a los pocos días y encontré muy pronto un hombre que me quería...
-Dejemos de lado los detalles sórdidos de tu desfloramiento -interrumpió Peter, con tono glacial.
Lali se sonrojó e inclinó la cabeza, avergonzada por haberle respondido de aquella manera, sobre todo porque lo que le había dicho era mentira. Le costó mucho superar la experiencia con Peter y le fue muy difícil confiar en otro hombre. Había tenido novios, pero nunca había tenido una relación íntima con ellos. Hasta ese momento no había conocido a un hombre al que quisiera tanto como había querido a Peter.
-Tu familia cree que terminaste una carrera en Inglaterra.
-¿Los sigues viendo? -preguntó Lali.
-Naturalmente. Para ellos, yo sigo siendo tu marido y por tanto soy de la familia también- explicó Peter.
Lali se puso tensa al oír la palabra «tu marido». Tres semanas en Cerdeña con Peter. No podía imaginarse a Peter en la cama con ella. Aquél era el mismo hombre que la había tratado como a una niña durante los seis meses que vivieron bajo el mismo techo.
Lali siempre había pensado que un matrimonio no era matrimonio de verdad hasta no haberlo consumado. Peter había dormido en otra habitación. Y ella no había podido entender por qué no hacía con ella lo que Teresa le había dicho que hacían todos los
hombres, cuando se les daba la mínima ocasión. Lali se había sentido avergonzada de su falta de atractivo.

capitulo 25

-¿Y por qué trabajabas en ese banco de Cagliari? -le preguntó con voz temblorosa, porque todavía no se podía creer que el hombre con el que se había casado cuando tenía dieciséis años, fuera el dueño del banco.
-Era el director. Mi padre pensaba que antes de ocupar un puesto en el consejo de administración, era mejor conocer la empresa. No quiso que estuviera en la sucursal de Cerdeña. Pero no sabía la razón por la que yo prefería esa localidad...
-¿Y el castillo que hay en la isla es tuyo?
-Heredé ese castillo el año pasado -le contestó él-. Pertenecía a mi padre, que lo tenía antes alquilado.
-Nunca me contaste nada de ti...
-A mí no me gusta mentir. Te contaba sólo lo que podía contarte. Además estabas tan contenta viviendo en tu mundo. Tienes que recordar que eras bastante inmadura y que nunca me preguntaste de qué vivía yo -comentó Peter-. De lo único que te quejabas era de que mi trabajo me tenía alejado de ti toda la semana.
Lali se sonrojó.
-¿Dónde vamos? -le preguntó, cambiando de conversación-. Este no es el camino por el que hemos venido...
-Vamos a Sienta, a ver a los Esposito -le contestó Peter.
Al oír que se dirigían a casa de su abuelo, Lali se quedó boquiabierta.
-¿Sienta? -repitió.
-No quiero que tu familia se entere de que has venido a Cerdeña y te has ido sin verlos... -¡No te hagas ahora el piadoso conmigo! -le recriminó Lali-. ¡Sabes tan bien como nadie lo desdichada que me sentí en ese pueblo! Mi abuelo podría haberle escrito a mi madre si hubiera querido y ella habría venido a buscarme de haber sabido donde estaba...
Peter detuvo el coche de nuevo. La miró con los labios apretados.
-No estoy dispuesto a decirte más mentiras, o medias verdades, para protegerte. Ya eres mayorcita para enfrentarte a la realidad. ¡Tu madre nunca intentó conseguir tu custodia! -¿Cómo lo iba a hacer, si no sabía dónde estaba? Mi padre siempre se estaba moviendo de un sitio para otro y ella pensó que yo estaría con él.
Peter suspiró.
-Cuando se enteró de que su hijo había muerto, Gino me dio permiso para que me pusiera en contacto con tu madre...
-¡No te creo! -gritó Lali.
-Tu abuelo me dijo que lo mejor era llamar a tu madre para que viniera a hablar con nosotros y decidir lo mejor para ti. Cuando fui a Londres, me acerqué a casa de Emilia y se lo dije. También le dije que estabas muy triste. Tu madre no movió un dedo.
-¡Eso no es verdad!
-Lo siento, pero sí lo es -aseguró Peter, su velada mirada encontrando sus negros ojos, retirándola con diplomacia a continuación.
-Tu madre supo en todo momento dónde estabas, porque tu padre la llamó el día que se fue de casa, para decirle que te llevaba a vivir con su familia. Emilia no tiene instinto maternal. El día que fui a visitarla, estaba en una fiesta con su segundo marido. A pesar de decirle que Nicolas había muerto, prefirió que siguieras viviendo donde vivías.  Lali giró la cabeza, las lágrimas le arrasaban los ojos. Peter le puso una mano sobre sus dedos y ella se la apartó con brusquedad.
-Creo que es mejor que hayas oído toda la verdad. Gino no quería que sufrieras y lo único que ha conseguido a cambio ha sido amargura y resentimiento. Cuando murió tu
padre, tú le echaste la culpa por retenerte en Cerdeña. Y yo no podía dejar que volvieras a Londres, después de ver lo que vi.

capitulo 24

Lo último que recordaba era dejar el vaso de vino vacío en el mantel. Había logrado dormir un par de horas. Lali se estiró un poco los pantalones y se pasó la mano por el pelo.
-¿Por qué no me has despertado antes?
-Porque pensé que era mejor que descansaras un poco -Peter dobló la manta. La cesta de la merienda ya no estaba allí.
-¿Y por qué me has traído a este sitio? -preguntó Lali por curiosidad.
-Porque a lo mejor estaba intentando que resurgieran recuerdos de la familia que abandonaste en Italia.
-¿Cómo dices?
-Gino, Maddalena y Teresa -precisó Peter-. Aunque no me lo hayas preguntado, tu abuelo y tus tías abuelas están todavía vivos y muy bien.
Peter se dio la vuelta y empezó a caminar en dirección a la carretera. Lali lo siguió.
-¡Escribí muchas veces a mi abuelo y él nunca contestó!
-No digas más mentiras -le aconsejó Peter con un tono frío, cuando ella se puso a su lado-. No escribiste. Si lo hubieras hecho, me habría enterado.
-¡Sí escribí! -protestó Lali, pero de pronto se acordó de que en aquel tiempo había sido Emilia la que se había encargado de echar las cartas. ¿Cómo habría sido capaz su madre de hacer una cosa así? Estaba claro que veía como un peligro, la comunicación que pudiera haber entre ella y Gino Esposito.
-¡Seguro que mi madre no echó las cartas! -exclamó Lali.
Peter la miró, y permaneció en silencio. Lali giró la cabeza, consciente de que él no se había creído aquella excusa. Pero lo cierto era que había escrito varias veces a su familia. Aunque los primeros meses que pasó en Londres fue un tiempo que se sintió muy desorientada...
De vuelta otra vez al mundo del que su padre la había apartado, se sintió perdida. Se encerró en el piso de su madre, como un animal herido. Después de ver a Peter en brazos de otra mujer, se sintió desdichada. Peter había sido todo para ella, la única persona que había amado y en la que había confiado, la persona en la que se había apoyado en tiempos de crisis.
De pronto, se había dado cuenta de la realidad de su matrimonio, un matrimonio que era sólo una charada. Pero a lo que no estaba dispuesta era a decirle a Peter lo destrozada que se había sentido al dejarlo y lo mucho que había tardado en recuperarse. Lali se metió en el cuatro por cuatro. Le había dicho que era un hombre muy rico. Lanzani... el banco de Cagliari. Recordó haber visto anunciado ese banco en algunas revistas. Recordó haber leído un artículo sobre la legendaria familia de banqueros en Italia, una familia que no quería salir en las revistas, porque treinta años antes habían secuestrado a uno de los componentes de la familia.
Dos meses después de conocer a Peter, él había ido a decirle a su abuelo que su hijo, el padre de Lali, Nicolas, había muerto en un accidente de automóvil.
-Cuando tu padre te contó aquello de que estaba intentando reconciliarse con tu madre, cuando te trajo aquí y te dejó con una familia que no conocías, admito que fue un acto irresponsable y egoísta, piccola mia -recordó que le había respondido en su momento Peter-. Pero nunca digas que te han raptado, porque tengo un tío que todavía te puede enseñar las marcas de un verdadero secuestro.
Volviendo al presente, Lali miró a Peter, cuando encendió el motor de su potente coche.

capitulo 23

Peter se acercó a ella, la miró con sus ojos esmeralda, con tal intensidad que casi sintió su piel arder. Después estiró la mano y le quitó el pasador del pelo.
-Me gustas con el pelo suelto.
Con una paciencia desconcertante, se lo fue desenredando. Lali se quedó quieta, casi sin respirar, pero cada vez que le tocaba la piel con sus dedos, su corazón empezaba a latir con tanta fuerza que la dejaba sin sentido.
-Muy guapa y muy sensual -repitió Peter, acercándose un poco más.
No supo cómo reaccionar. El sol calentaba su cuerpo, sintió que los pechos se le hinchaban y los pezones se endurecían, empujando contra la tela de algodón que los constreñía. Cuando encontró su mirada, para ella en el mundo sólo estaba su esmeralda mirada.
-Y tan sumisa de repente. Pero aunque te digas a ti misma que es para salvar a Emilia, sabes que en el fondo eso no es verdad, píccola mía. Porque eres una mujer que te dejas llevar por los sentimientos. Y ahora mismo lo que estás es excitada.
Lali permaneció en silencio, sabiendo que lo que decía era verdad. Su cuerpo la delataba. Durante unos instantes le había deseado con una intensidad incontrolable. Y no había sido un recuerdo del pasado, lo que una vez sintió por él, era un sentimiento del presente.
Peter se inclinó, sacó dos vasos de la cesta y le ofreció uno.
-No me estoy quejando -murmuró él-. A mí nunca me han atraído los sacrificados. Como tampoco me atrae mucho en lo que te has convertido...
-¿Qué quieres decir?
-Que de momento creo que con tres semanas me conformo -Peter la miró con gesto de frío desprecio-. Tres semanas será suficiente.
Tres semanas era el tiempo que ella había pensado pasar de vacaciones por Italia. Le tembló la mano y se le derramó el vino de la copa. -¿Me estás pidiendo que pase mis vacaciones contigo?
-Algo así. Después nos separamos y te concedo el divorcio. Emilia se va de la casa y yo le perdono lo que me debe. Es una oferta muy generosa -le aseguró.
Pero Lali no pensaba lo mismo. Era una oferta humillante y degradante. Recordó el desprecio en su mirada y se recogió en sí misma. Cuando lo vio en el bar, Peter le había parecido un extraño, pero según fue pasando el tiempo empezó a recordarlo tal y como era. Pero en esos momentos le volvió a parecer un extraño.
-Tienes que decidir.
-No tengo otra elección -si no se quedaba, denunciaría a Emilia. No podía permitir que su madre sufriera de aquel modo, por mucho que se lo mereciera.
Peter sacó un teléfono móvil del bolsillo, marcó los números y empezó a hablar en italiano con alguien. Cuando terminó, se lo guardó de nuevo y le dijo:
-La orden de desahucio ha sido anulada.
Lali se sentó en la manta y dio un trago de vino, para humedecer sus resecos labios.

Lali abrió los ojos, cuando sintió que una mano le agitaba el hombro. El sol había cambiado su posición en el cielo.
-Ya es hora de marchar -Peter se agachó y la levantó con mucha delicadeza.

Sunday, August 30, 2015

capitulo 22

Lali era incapaz de concentrarse. Estaba demasiado alterada por todo lo que estaba pasando. Las sienes le palpitaban de la tensión. Pero parecía que ella era la única que sufría, porque Peter estaba tan tranquilo descorchando la botella de vino.
-En estos momentos tiene visitas... mi madre, quiero decir -comentó Lali, incapaz de organizar sus pensamientos-. No estoy tratando de justificarla, pero no lo ha tenido muy fácil...
-Hasta que yo aparecí...
Lali se sonrojó.
-Podría haberse convertido en una modelo muy importante si no se hubiera quedado embarazada de mí. Luego mi padre la apartó de mi lado y no pudo encontrarme. Y terminó casándose con Mariano, y él...
-Quedó en la bancarota, porque ella es una derrochona.  Lali se puso muy tensa, -No es eso lo que yo he oído.
-Imagino que ella no te lo contó así. Estas gastando saliva -le informó Peter-. Emilia es la avaricia en persona. Créeme cuando te digo que ha demostrado un talento criminal increíble en todos los fraudes que ha hecho. No trates de justificarla, porque tú también te llevaste tu buena parte.
-¿Qué intentas, llevarnos a juicio a las dos?
-¿Crees que voy a llevar a mi propia esposa a juicio? Pero a tu madre... -Peter miró sus ojos asustados y continuó-: No tengo el mayor problema en llevarla a juicio.
-¡Pero si crees que yo también soy culpable, lo más justo es que arremetas contra mí también!- protestó Lali, a quien le horrorizaba la posibilidad de que a su madre la llevaran a los tribunales.
-¿Quieres decir que estabas enterada de todo?- preguntó Peter-. Porque me ha parecido entender que Emilia sólo te dio un pequeño porcentaje de todo el dinero que recibió.
-Yo sabía lo que Emilia estaba haciendo, desde el principio -mintió, tratando que no dirigiese toda su furia contra su madre.
Peter se quedó muy quieto, mirándola con los ojos entornados.
-¿Estás cambiando tu versión, ahora?
-Yo sabía que lo que estábamos haciendo no estaba bien, pero después de verte con aquella mujer en Calgiari, te odié -lanzó Lali, para proteger a su madre.
-Eso me lo puedo creer, pero también me dijiste una vez que preferirías morirte de hambre antes de aceptar mi dinero. Por eso enviaba el dinero en secreto. Fui muy ingenuo -Peter la miró entrecerrando los ojos, poniendo un gesto cínico en la boca-.
Parece que hace cinco años no sólo eras tú la que tenía que madurar.
Lali no lo estaba escuchando.
-No le hagas eso a mi madre, por favor -suplicó-. Dale tiempo para que se vaya de la casa con dignidad...
-¿Y yo qué voy a obtener a cambio?
El silencio cayó sobre ellos como una losa. No se oía ni el aire. El calor era sofocante. El sudor mojaba su ropa. Respiró hondo y lo miró a los ojos.
-La verdad, no sé lo que quieres...
-¿No? -Peter sonrió con gesto de desprecio-. Te quiero a ti, en mi cama.
-Eso no es posible... -murmuró Lali, muy nerviosa-. Es imposible que sea eso lo que quieras.
-¿No es lo que cualquier hombre querría hacer con una mujer tan guapa como tú?
-Yo no soy guapa...

capitulo 21

-Santo cielo... las ratas empiezan a saltar del barco -murmuró Peter con ironía-. No te preocupes. A mí no me tiembla el pulso cuando empiezo a hacer justicia. Ya me encargaré que Emilia reciba lo suyo.
-¿Qué quieres decir?
-Que le voy a enviar una notificación de desahucio hoy mismo.
Lali lo miró horrorizada. Peter frenó hasta detener el coche y salió.Lali hizo lo mismo.
-¡No puedes hacerle eso!
-Dime porqué no.
Lali intentó buscar una respuesta, pero no la encontraba.
Peter la miró con sus ojos verdes medio entornados, mientras sacaba una cesta y una manta del maletero del coche.
-No puedo creer que seas tan cruel -le dijo Lali.
-Es que no me conoces bien. Yo sólo he sido blando contigo, pero eso ya ha pasado -comentó Peter, mirándola con un brillo como el del hielo dorado bajo el sol-. En los negocios yo no perdono, Lali. Y siento mucho decirte que tanto contigo, como con tu madre, mantengo ahora una relación comercial.
Lali sacó la punta de la lengua para humedecerse los labios. No podía creerse que fuera Peter el que estuviera hablando de aquella manera. Tenía razón en todo lo que estaba diciendo. Pero era muy distinto del hombre cálido y amable que ella recordaba. Se fijó en la cesta que llevaba en la mano-. ¿Y qué vas a hacer con eso?
-Es nuestra comida -respondió Peter. Lali abrió la boca y la cerró de inmediato. Hasta ese momento no se había preguntado por qué se habían parado allí.
-¿La comida? -le preguntó-. Aclaremos un poco las cosas. ¿Crees que después de decirme que vas a desahuciar a mi madre, voy a irme contigo a comer al campo? -A mí sin embargo, pensar que la voy a desahuciar me ha abierto el apetito -confesó Peter, sin ningún tipo de remordimiento.
Lali lo observó dirigirse hacia un prado con unos árboles que se veían al otro lado de la carretera.
Apretó los dientes y se fue tras él. Peter puso la manta en un punto desde donde se veía el pueblo.
-Peter -empezó a decirle-. Mi...
-Eso es la Rocca -interrumpió-. Mi abuela nació en el bar en el que nos vimos ayer. En aquel tiempo era un hotel también. Su padre tenía aspiraciones que nunca vio cumplidas.  Lali frunció el ceño.
-Yo...
-Calla y escucha -la atravesó con su mirada, apretando al mismo tiempo los labios-.
¿Qué más ves desde aquí?
Lali tragó saliva y miró a su alrededor, preguntándose a qué diablos estaba jugando. -Mi abuelo nació en esa casa en ruinas -le dijo, con deliberada paciencia-. Uno de los once niños de su familia, de los cuales sólo seis llegaron a viejos. Él me trajo aquí cuando yo tenía ocho años y me dijo que este lugar era donde la familia Lanzani había echado sus raíces. Unos comienzos muy humildes, de los que, aunque no te lo creas, me siento muy orgulloso.
-Ya se ve -comentó Lali-. Pero...
-¡Tú no ves nada! -le dijo Peter con desprecio, alejándose de ella.

capitulo 20

-Por eso, ayer cuando te vi, no esperaba encontrarme con un ángel. Te has llevado muchas decepciones en tu vida. Sabía también que había perdido tu confianza, pero sí que esperaba que siguieras siendo honesta, como antes lo eras. Debí haberme imaginado que Emilia te estropearía...
-¡No hables así de mi madre! -gritó Lali.
-Creo que ya es hora de que alguien lo haga. ¿Cuándo empezaste a trabajar en Finlay, a los dieciocho?
-¿Cómo te has enterado de eso? -le preguntó.
-No fue difícil. Lali... -murmuró de nuevo-. Pero dime, cuando invertiste ese dinero en la empresa, ¿esperabas con ello ganarte su afecto?
Lali se puso rígida.
-¿Cómo te atreves a...?
-Es una pregunta razonable. A la mayoría de los adolescentes con una considerable suma de dinero, se les ocurriría hacer un montón de cosas con él, pero a ninguno se le ocurriría invertirlo en una empresa.
Lali apretó los labios, para no responderle con un insulto. Cuando recibió aquel dinero caído del cielo, había querido tener algo seguro. Hasta que se casó con Peter, todas las personas con las que había convivido habían pasado por dificultades económicas. Sus padres habían tenido violentas discusiones acerca del dinero. Y de allí se fue a vivir con su abuelo, que tenía lo justo para mantenerse. -Me aconsejaron que lo hiciera -contestó Lali.
-¿Quién te lo aconsejó, Lali? Te lo pregunto porque ahora mismo esa inversión es poco segura. El mercado de las agencias de viaje está ya muy saturado.
-Yo estoy contenta con los intereses que me han dado...
-¿Un hueco en su cama, que no es exclusivamente tuyo? Porque sé que no eres la única mujer en su vida...
Lali se estaba poniendo cada vez más furiosa.
-A lo mejor él no es el único hombre en la mía.
-Muy pocas mujeres quieren tener una relación abierta a tu edad. ¿Estás muy enamorada de él?
Lali abrió sus manos, en un gesto de frustración.
-Yo no estoy enamorada de Gas. Somos amigos y yo soy el socio más joven...
-¿Entonces por qué vivís juntos?
-Tengo tanto derecho a vivir en ese apartamento como él. ¿O no te lo ha dicho eso tu espía? ¡El bloque de pisos es de Finlay Travel!
-Perdón por tener que corregirte. El banco es el propietario del edificio.
-¡Pues ahora tienes una parte de lo que el banco posee!
-Ahora entiendo por qué tu amante aparece ahora como un amigo. Pero estás loca si piensas que voy a financiarlo -le contestó Peter-. ¡Ese es un barco que se hundirá solo! -Haz lo que quieras. Porque si es verdad que es tu dinero, puedes hacer lo que quieras con él. Pero no hagas que Gas pague por algo en lo que no tiene nada que ver -argumentó Lali, con vehemencia-. La agencia necesita esas villas. No tendrá ningún problema para alquilarlas durante el verano. Necesitamos con urgencia casas de calidad.
Peter le dirigió una sonrisa que la dejó helada.
-Eres increíble. Me quitas hasta la piel y pretendes que te ayude.
-¡Yo no te he quitado nada! ¡Yo no sabía nada de lo del dinero! -razonó, sintiéndose cada vez más resentida-. Tú a mis espaldas llegaste a algún acuerdo con Emilia del que yo no tenía noticia. ¿Cómo puedes echarme ahora la culpa de todo?

capitulo 19

-Al principio pensé que me estabas diciendo la verdad. Pensé que no sabías que yo te estaba manteniendo, hasta que me enteré de que comprabas acciones de Finlay Travel. Me enfadé mucho cuando me enteré de que no habías ido a los colegios que yo había pagado, pero podía habértelo perdonado. Pero lo que no te perdono es que seas una mentirosa y una ladrona, como tu madre.
-Para el coche... quiero vomitar -Lali se puso la mano en la boca. Cuando salió, casi se cae del coche. Se agarró a la puerta y respiró aire fresco.
-Te has puesto enferma de verdad -le dijo Peter, saliendo del coche y acercándose a ella-. Creí que estabas fingiendo.
Lali ni siquiera pudo levantar la cabeza para mirarlo. Tenía los nervios agarrados al estómago. Se preguntaba cuánto dinero se habría guardado Emilia a lo largo de aquellos cinco años. Incluso era posible que Emilia se hubiera vuelto tan exigente, que Peter empezara a sospechar.
-Siéntate... -la agarró con mucha suavidad por los hombros y la volvió a sentar en el asiento del coche-. Baja la cabeza, si todavía estás mareada -le indicó él, sin soltarla.
Lali se fijo en sus zapatos hechos a mano.
-¿Estás mejor? -le preguntó Peter, soltándola.
Ella asintió, miró hacia arriba y se encontró con unos ojos verdes brillantes entre unas pestañas negras largas y sensuales. Aquellos ojos tenían un efecto extraordinario en ella. La hacían sentirse débil. Sin darse cuenta, se quedó mirándolo, como si la hubiera hipnotizado. Peter se irguió y ella se quedó mirando al vacío.
¿Qué le estaba pasando? ¿Le habría hecho perder la cabeza la noticia de que su madre se había quedado con todo el dinero? Tenía que concentrarse. Peter era un hombre muy guapo, pero ella ya era lo suficientemente madura como para controlarlo.
Peter era el propietario de la casa de Emilia, recordó con desesperación. Era posible que todo lo demás que le había contado, fuera cierto también. Con lo cual las participaciones que tenía en Finlay Travel, también le pertenecían. Aunque le diera todas las acciones, con ello no pagaría ni una décima parte de lo que le debía. En cierto modo, ella también era responsable de lo que su madre había hecho.
Si no se hubiera creído lo que le había contado su madre sobre la anulación del matrimonio, no la habría engañado con tanta facilidad. Habrían conseguido la anulación cuando era el momento, Peter hubiera recuperado su libertad y no les habría estado enviando dinero a su madre y a ella. Pero Lali nunca le pidió que lo hiciera. Además, no quería nada de Peter.
-Parece que piensas que te pertenezco, y ahora me doy cuenta del porqué -Peter se limitó a sonreír-. Pero siento mucho decirte que la gente no se compra...
-El amor es lo que no se compra. Comprar a la gente es muy fácil -contestó Peter-. Sólo tienes que saber qué es lo que quieren.
-¿Y qué es lo que quiero yo?
-Ser querida. Me di cuenta antes de que fueras mujer. Necesitabas con desesperación ser querida. Pero eras tan cabezota, que lo buscaste en los sitios equivocados, donde no podías reconocerlo, aunque lo hubieras encontrado.
Lali perdió el color de la cara. Le había respondido a sus ironías con seriedad, recordándole las muchas decepciones que había sufrido a lo largo de su vida.

capitulo 18

-¿Por qué me haces esa pregunta tan estúpida?- le preguntó Peter, frunciendo el ceño, mirando la pálida expresión en su cara-. ¡No me digas que no te ha dicho de dónde venía todo el dinero!
-A mi madre le quedó una asignación bastante generosa de su segundo matrimonio -murmuró Lali, con voz temblorosa, mientras intentaba calmarse un poco-. De ahí es de donde procedía el dinero. Y por lo que se refiere a mis participaciones en Finlay... -Tu madre dejó a Giles Jensen cuando se vino abajo su nightclub. No le quedó dinero para poder pagar a nadie. Cuando tú volviste a casa de tu madre, ella tenía un montón de deudas. ¡Yo fui el que os saqué de la miseria!
-Yo no...
De pronto, le tiró una carpeta de plástico a las piernas.
-Yo soy el propietario de la casa de tu madre. A mí no me importó mantener a mi suegra, porque de esa manera sabía que tú tendrías todas las comodidades. Pero lo que más me molesta es saber que tú estabas enterada de todo.
Abrió la carpeta y vio las escrituras de la casa que su madre tenía en Kensington, en las que aparecía el nombre de Peter como propietario. Era una prueba irrefutable que dejaba sin respiración. Era algo incontestable.
-¡Si no se hubieran puesto en contacto conmigo por un asunto relacionado con la hipoteca, ahora no tendría esas escrituras para enseñártelas! -gritó Peter-. Tengo un cajón lleno de facturas en mi despacho. ¡Falsas! Dime, ¿de verdad alguna vez fuiste al colegio por el que yo pagué?
-Asistí al instituto tecnológico durante un tiempo... -le dijo Lali, mientras iba asimilando el origen de toda aquella ira.
-Per meraviglia... ¿y no asististe a clases de montar a caballo, música y esquí? ¿No aprendiste idiomas? ¿No fuiste de vacaciones? Yo creo que ni siquiera has estado un solo curso en la universidad.
Lali empezó a mover la cabeza. Todas las piezas del rompecabezas iban encajando. Emilia era la persona que había engañado a Peter. Su madre, su propia madre. Empezó a sentirse enferma. Emilia había estado llevando una vida de lujo. No trabajaba. Poseía una casa, con muebles muy caros, un ropero bastante extenso y se iba de vacaciones con bastante frecuencia. Cuando se dio cuenta de que Peter había sido el que había estado pagando todo aquello, Lali se sintió desolada.
-Yo no sabía nada... ¡te lo juro! -le dijo.
-Muy bien. Pues siéntate y relájate, porque voy a denunciar a tu madre por gastarse el dinero que enviaba para ti.
Lali se quedó pálida.
-Pero todavía tienes que explicarme de dónde sacaste el dinero que invertiste en Finlay Travel...
-¡Ese dinero no era tuyo! -protestó ella-. Ese dinero fue del seguro que mi padre se hizó cuando yo era niña...
-¿Nicolas, el jugador compulsivo, se hizó un seguro? -murmuró Peter-. Pero si a ese hombre le quemaba el dinero en el bolsillo. Si tu padre hubiera tenido un seguro, hubiera intentado recuperar el dinero al mes siguiente. No habría sido capaz de pagar las mensualidades.
Lali trataba de concentrarse. La verdad era que no tenía constancia de que la procedencia de aquel dinero fuera de una póliza de seguro. Cuando ocurrió, tenía sólo dieciocho años y no se le había pasado por la cabeza cuestionar a su madre. Emilia había metido el dinero en su cuenta corriente. Y a partir de ese momento, Emilia no le había
dado nada más. ¿Qué había pretendido Emilia con todo ello? ¿Engañar a Peter, para que pensara que Lali estaba enterada de todo aquel engaño? Sólo de pensarlo, se le revolvía el estómago.

capitulo 17

Lali trató de tragar saliva, pero no pudo. Se había quedado paralizada. Peter le estaba hablando de su madre. Estaba acusando a Emilia de avariciosa. ¿Por qué? ¿Cómo podía hacer una cosa así, cuando ni siquiera la conocía?
Aquello no tenía sentido. Ella había comprado participaciones en Finlay Travel con el dinero que sacó de una póliza de seguros.
-Cuando pienso en todo lo que hice para protegerte, más me molesta tu conducta -abrió la puerta del dormitorio y entró a por la maleta. Salió y le puso una mano en la espalda, encaminándola hacia la escalera de caracol, que daba a un salón muy grande.
-Dio mio... lo que tuve que pagar a tu madre para recuperarte. Incluso tuve que sobornarla para que te acogiera en su casa cuando me abandonaste.
-¿Le pagaste a mi madre? -repitió Lali, sin creerse lo que estaba oyendo.
Peter soltó poco a poco el aire de sus pulmones.
-Tenía que haber exigido una anulación inmediata. No me tenía que haber dejado convencer de que la anulación iba a ser un trauma para ti...
-¿Un trauma...? -repitió Lali. cuando llegó al vestíbulo. Parecía que las piernas se le iban a doblar de un momento a otro. Gotas de sudor aparecieron en el labio superior. -Fui un imbécil -se quejó Peter-. Sin hacer ninguna pregunta pagué un montón de dinero para que terminaras tus estudios y tuvieras todas las comodidades. ¿Y qué me dan a cambio? Una esposa que no sabe más que balbucear italiano. Pero eso no es lo peor. Lo peor es que has preferido vivir con tu amante en pecado, antes que darme mi libertad.
-Peter... -murmuró Lali.
-No me digas nada. ¡No quiero oír más mentiras! -la interrumpió Peter-. Ya me dejé engañar ayer. Incluso te pregunté si te dedicabas al negocio del turismo. ¡Dio mio, dame fuerzas! Lo que más me duele es que me dijeran que tenía que mandar dinero para pagar tu tratamiento. ¡Estoy seguro de que te casaste conmigo porque sabes que soy rico! ¡Sólo un hombre rico puede permitirse manteneros a ti y a tu madre durante estos cinco años!
Cuando terminó, Peter abrió la puerta de su Toyota Landcruiser que estaba en el aparcamiento, mientras ella se quedó mirándolo asombrada, sin saber qué responder. La agarró en brazos, la levantó del suelo, la puso en el asiento y cerró la puerta de un portazo.
Lali empezó a respirar como si estuviera a punto de ahogarse. Se puso las manos en las sienes.
-¡Así que no me mires con esos ojos y me digas que estoy bromeando cuando digo que quiero que me den lo que es mío, porque para eso he pagado! -continuó Peter, cuando Lali se colocó a su lado-. ¡Una palabra más y te juro que os hundo a ti y a tu amante! Y luego denuncio a Emilia por todas las facturas falsas que ha presentado en tu nombre, pretendiendo que todavía seguías estudiando.
Lali luchaba por razonar de nuevo, pero estaba tan impresionada que le parecía imposible hacerlo. No podía quitarse de la cabeza lo que le había dicho, que había pagado a su madre para que la acogiera en casa.
-¿Conoces a Emilia? -le preguntó con voz muy débil, mientras él ponía en marcha el coche.

Saturday, August 29, 2015

capitulo 16

Lali se quedó mirando el suelo, sintiendo un nudo en la garganta, al recordar lo que había pasado. Se había enfadado mucho con Peter por haberla llevado de vuelta a Sienta.
Se había escondido en el asiento de atrás de su coche, para escaparse. Había sido un acto impulsivo, de pura desesperación.
El tío abuelo de Peter, el padre Vassari, había muerto esa misma semana. Ella había sido consciente de que Peter ya no iba a tener razón alguna para acercarse al pueblo. En aquellas circunstancias, no había sido capaz de ocultar sus sentimientos por él y en el pueblo se habían oído cotilleos, lo cual había puesto furioso a su abuelo. Por eso le había prohibido escribir más a Peter.
Peter no descubrió que ella estaba en el coche hasta que paró en una gasolinera de un pueblo de la costa. Aquella ocasión fue la única vez que ella recordaba que él había perdido los estribos. Sin escuchar sus súplicas, la había metido en el coche y la había llevado de vuelta a casa. Cuando llegaron, ya había oscurecido. Ante los ojos de Gino Esposito, pasar una noche en compañía de un hombre arruinaba completamente su reputación, con muy pocas posibilidades de redención. En aquel mismo instante le exigió a Peter que se casara con ella.
-Mi abuelo sabía que entre nosotros no había pasado nada -empezó a decirle Lali con voz temblorosa, intentando defenderse.
-Pero yo sabía que si no me hubiera casado contigo, no habrías podido soportar vivir en aquella casa. Dejé que mi conciencia me convenciera de que eras responsabilidad mía. ¿Y qué recibí a cambio? -le preguntó Peter-. Una mujer que se llevaba el osito de peluche a la cama a dormir. Pero te puedo decir que aquello fue más eficaz para no tener relaciones contigo, que un cinturón de castidad de los de la edad media. -Tú dijiste que querías tener una esposa...
-Ya tengo una. También tengo la custodia del osito -le informó Peter con sarcasmo.
-¡Tú no tienes ningún derecho sobre mí!
-¿Has hecho ya las maletas? -le preguntó Peter, sin hacerla caso.
-Sí pero...
-Bene... Como ya no tienes que descansar, no gastaremos más tiempo aquí -Peter abrió la puerta y la miró.
Lali sacó un poco la lengua y se humedeció los labios.
-¿Por qué haces todo esto? ¿Qué pretendes?
-La verdad, Lali... ¿Siempre eres tan lenta para comprender las cosas? -le dijo, dirigiéndole una mirada que helaba-. No deberías haberme mentido.
-¿Mentido? -repitió Lali, cuando él le puso la mano en los hombros, para ayudarla a bajar por la escalera de caracol-. ¡Yo no te he mentido!
-Habría sido más comprensible si hubiera confesado todo cuando nos encontramos. Pero las mentiras me ponen furioso -gruñó Peter-. Cuando esta mañana supe la verdad, estuvo a punto de subir y zarandarte hasta que te hubieran sonado todos los dientes de esa pérfida cabeza que tienes.
-¿De qué diablos me hablas? -exclamó Lali.
-De tu cuarenta y ocho por ciento en la empresa Finlay Travel -replicó Peter en un tono de acusación-. ¡Sacaste de un apuro a tu amante con mi dinero!
Lali se quedó tan sorprendida que no supo qué decir.
-Yo no esperaba recibir a mi esposa en puro estado virginal. Ni tampoco esperaba que me recibieras con los brazos abiertos. ¡Pero lo que nunca me imaginé era que durante los últimos cinco años hayas estado en connivencia con esa zorra que te trajo a este mundo!

capitulo 15

Peter no había querido herir sus sentimientos. Incluso le llegó a decir que la iba a echar mucho de menos, pero que era lo mejor para ella. Lali le había acusado de que en realidad lo que le pasaba era que se avergonzaba de ella, y se había ido a su habitación a llorar desconsoladamente. Se pasó todo el fin de semana sin comer, llorando a lágrima viva, cada vez que él había querido hacerla entrar en razón.
-Tenemos que hablar de muchas cosas -comentó Peter.
Se respiraba tensión en el aire. Lali la percibió y le sorprendió la frialdad con la que le hablaba Peter. Hasta ese momento, él le había estado tomando el pelo, pero de pronto se había mostrado frío y distante. No le había visto nunca con esa actitud. Aquello la desconcertó y la hizo ponerse a la defensiva.
-Yo creo que no tenemos nada de que hablar. Por mi parte, lo único que te deseo es que tengas suerte con lo del fraude -le dijo Lali, sonriendo-. Pero si lo que quieres es que hablemos de...
-Si mencionas lo de las villas otra vez, te prometo que me voy a enfadar. Para mí no suponen nada -la interrumpió Peter, haciendo un gesto con la mano-. Ése fue el cebo para que vinieras, nada más.
-Me temo que no sé bien lo que esperas de mí, ni tampoco me voy a quedar por aquí para averiguarlo -le aseguró Lali.
-Lo harás. Te he cortado las alas. Ya no puedes volar libre -respondió Peter-. Porque todavía estamos casados.
-¿Por qué sigues repitiéndome lo mismo? -preguntó Lali-. ¡Eso no es verdad!
-Hace cinco años comunicaste sólo tus deseos a un abogado que ahora ya se ha jubilado. Hablé con su hijo ayer. Buscó tu carpeta y me dijo que su padre te había enviado una carta en la que te comunicaba que consultaras a otro abogado con más experiencia en matrimonios. No inició ninguna otra acción -finalizó.
Lali se quedó temblando. El tono en que le había hablado Peter era totalmente convincente.
-Si a alguien se le ha olvidado comunicártelo, lo siento, pero te prometo que yo me ocuparé de todo tan pronto vuelva a casa...
-¡No, por no haberlo consumado! -interrumpió Peter de repente.
-Por cualquier cosa, a mí me da igual -murmuró Lali, quien todavía se estremecía al pensar que todavía pudieran estar casados.
-Hace cinco años hubiera estado dispuesto a que declararan el matrimonio nulo -Peter la miró con los ojos entrecerrados-. Porque pensaba que lo mejor para ti era vivir en libertad. Pero ya no pienso igual. Para serte sincero, Lali, ahora quiero a la mujer por la que pagué.
-¿Qué dices? -preguntó Lali, asustada.
-Que quiero recuperar la posesión por la que pagué un precio. Estoy en mi derecho.
Lali se echó a reír. Después lo miró con expresión de incredulidad.
-Estás loco, o estás bromeando... Prefiero pensar que estás bromeando.
-¿Por qué? -Peter le dirigió una mirada fulminante-. Para empezar tú fuiste la que me atrapaste. -Eso no es cierto...
-¡Cómo te atreves a negarlo! ¿Quieres que te recuerde que no te opusiste cuando te lo propuso tu abuelo? Yo nunca te había puesto la mano encima, pero tú no dijiste nada para que pensaran lo contrario.

capitulo 14

Lali se sobresaltó al oír la voz de Peter. Casi sin aliento, se dio la vuelta. Se dirigía a ella con una actitud bastante familiar. Llevaba unos vaqueros viejos, ajustados a sus caderas y potentes piernas y una camisa blanca de algodón de manga corta, con los botones de arriba desabrochados. Parecía el rey de la jungla buscando una presa.
Muy sensual, pensó Lali, luchando por apartar su mirada de aquel físico tan impresionante. Increíblemente sensual. Exhibía una actitud relajada, indolente, muy seguro de sí mismo. Se sentó en el borde del parapeto, sin importarle lo más mínimo a la altura a la que se encontraba.
-Te vi desde la torre. Pensé que todavía estarías en la cama -admitió él.
-Soy bastante resistente -replicó Lali, pensando que le daba igual que pudiera caerse, aunque prefería que no se moviera.
-Veo que eres una mujer muy comprometida con tu profesión -comentó Peter, mirándola con sus ojos brillantes como el safiro-. Pensar que antes me lavabas las camisas, y me las encogías.
Lali se sintió avergonzada al recordar la atracción que había sentido por aquel hombre en la adolescencia. Algo que no era de extrañar, porque era un hombre guapísimo. Peter podía poner en ridículo a cualquiera de los dioses griegos en comparación, porque era un hombre que poseía una fuerza y energía difícil de igualar.
-¿Hacía yo eso?
-Siempre me pregunté si las cocías -musitó Peter.
-Esas quejas tendrías que habérmelas dicho en su momento.
-Sin embargo eras una cocinera maravillosa.
-¡Me gustaba cocinar tanto como me gustaba fregar el suelo de tu cocina! -mintió. Y no se sintió a gusto mintiéndole, porque seguro que él se había dado cuenta.
Pero la verdad, lo único que sabía hacer en la adolescencia eran las labores del hogar, porque había sido educada para ser una buena esposa. Aquél era el destino que había trazado su padre para ella. Una forma de vida en la que el lugar de la mujer era la casa, haciendo los trabajos más duros y complaciendo cualquier deseo de su marido. Aquello fue lo primero que aprendió, a pesar de que ella siempre intentó mantener su identidad. Recordó que incluso cantaba mientras fregaba el suelo de la cocina. En aquel tiempo, había pensado que lo sabía todo. Había pensado que Peter era diferente, porque le pedía las cosas por favor y le daba las gracias. Había estado dispuesta a abandonar todo, con tal de estar a su lado. Durante los seis meses que vivió con él, no la habrían sacado de Cerdeña ni a la fuerza.
-Yo intenté convencerte para que siguieras estudiando -le recordó él.
-¡Deja ya el pasado en paz. Me pones enferma! -espetó Lali, dándose la vuelta.
Lo cierto era que él había querido que fuera a un colegio en Florencia. ¡Florencia! Los Esposito palidecieron al oír aquello. ¿Qué clase de marido enviaría a su mujer a un colegio? Ella sabía leer, escribir y aritmética, ¿qué más quería? Tampoco a ella le había apetecido marcharse a una ciudad que no conocía, donde todos los demás estudiantes se iban a reír de su ignorancia, aparte de que no iba a poder estar cerca de Peter.
En su inocencia, incluso le había preguntado a Peter si se iba a marchar a Florencia con ella. Él le había contestado que sólo la visitaría de vez en cuando, porque los compromisos de su trabajo se lo impedían. Aquél fue uno de los primeros intentos de
Peter de poner fin a un matrimonio tan ridículo. Se había dado cuenta de que ella se había encaprichado de él y que separándose lograría una mayor independencia.

capitulo 13

Su tímida tía abuela, una persona a la que dominaba su hermana mayor y su malhumorado hermano, había sido el único miembro de la familia que había hecho algún esfuerzo por alegrar la existencia de Lali. Nunca le había gritado, cuando la había oído llorar por la noche. Siempre había intentado consolarla.
-Te prometo que intentaré localizar a tu padre, pero me tienes que prometer una cosa -le había informado Peter, muy serio-. Una promesa que te tendrás que pensar bien.
-¿Qué promesa?
-Que dejes de huir. Porque eso pone cada vez más furioso a tu abuelo y cree que eres una niña malcriada, en la que no se puede confiar. Es un hombre muy estricto y tus continuos desafíos provocan una respuesta muy desagradable en él...
-¿Dijo el padre Vassari que el abuelo era desagradable? -le había preguntado Lali.
-No, no -Peter se había sonrojado-. Pero Gino Esposito tiene fama de ser un hombre muy testarudo, que nunca da su brazo a torcer. Lo que debes hacer es morderte la lengua y fingir que estás dispuesta a obedecerlo, aunque no quieras...
-No creo que el sacerdote te haya dicho que sea una hipócrita.
-¡Eres muy lista, para tener sólo doce años! -había respondido Peter, medio riendo-. Lo único que quiero que sepas es que a mi tío abuelo no le gusta verte triste. Quería que te dijera que lo mejor que puedes hacer es obedecer a tu abuelo...
-Yo sólo quiero volver a Londres -había murmurado ella, con lágrimas en los ojos-, a ver a mi mamá, a mis amigos, mi colegio...
-Pero ahora tienes que acostumbrarte a vivir con la familia que tienes en Cerdeña, piccola mia -le había respondido Peter.
Había sido tan claro con ella, después de todos aquellos meses de haber sido tratada como una niña impertinente, que sus palabras le habían llegado al corazón. Y había creído que él sería el que encontraría a su padre.
Pero cuando, a la vuelta de unos meses, le había comunicado la noticia de que su padre había muerto en un accidente, se había sentido desolada. A lo largo de los años, Peter se convirtió en el salvavidas de Lali.
Cada dos meses iba a visitar a su tío abuelo, y con bastante más frecuencia, cuando la salud del anciano sacerdote se había empezado a deteriorar. Y siempre la había ido a visitar a ella también.
Lali no tenía nada en común con la familia de su padre. Se había sentido contenta y aliviada de haber podido censurar a aquella gente delante de Peter. El le enviaba libros en inglés y algunos periódicos. Ella había comenzado a escribirle cartas. El amor que había surgido en ella por Peter, había sido un proceso natural.
Lali también se acordó de Gino, Maddalena y Teresa. Se puso tensa e intentó borrarlos de su imaginación. Durante los últimos cinco años, su abuelo no había contestado a ninguna de sus cartas, lo cual no era una sorpresa. Seguro que no entendía la conducta de su nieta, que había abandonado a su marido. La familia de su padre adoraba a Peter.
Lali salió de la habitación y se encontró en un pasillo en el que se veían cuadros con escenas medievales y cubierto de preciosas alfombras. Cuando vio la escalera en forma de caracol, estuvo a punto de subir por ella, para averiguar dónde iba. Recordó que tenía que llamar a Gas. Seguro que estaría preocupado, porque hacía tres días que no lo llamaba.
Abrió la puerta de roble macizo que encontró al final de la escalera y salió a un tejado, ¿o eran las murallas de un castillo? Se fijó en las torres cuadradas que se alzaban frente a
ella, se dirigió al parapeto, miró hacia abajo y le horrorizó la altura. A continuación miró a su alrededor, contemplando las montañas nevadas y los fértiles valles.
-Parece que ya te has recuperado.

Friday, August 28, 2015

capitulo 12

 De repente
sintió pena de Peter. Estaba claro que no era tan inteligente como parecía, de lo contrario habría comprobado el método de pago. Su maleta estaba en una esquina de la habitación. Mientras se vestía, suspiró. ¿Por qué se hospedaba Peter en un hotel, cuando su casa estaba muy cerca de allí? Además un hotel de lujo. ¿Cómo podía pagar una habitación de esas características? A menos que aquello no fuera un hotel, sino su casa... Lali empezó a reír a carcajadas ante esa idea tan ridícula, aunque su abuelo Gino le había contado que Peter era un hombre muy rico y por tanto un buen partido. A ella, en aquel momento también le pareció que Peter era muy rico. Compró una de las casas más grandes de Sienta, una granja a las afueras de la ciudad... Un día, incluso le llevó una lavadora a casa. Ella no pudo leer las instrucciones, porque estaban en italiano, y en varias ocasiones inundó la cocina de agua. Pero no sólo porque tuviera casa y coche, se podía decir que Peter fuera un hombre rico. Aquello tenía que ser un hotel. Sin perder más el tiempo, Lali se puso unos pantalones de algodón de color verde, y una blusa haciendo juego. Se miró al espejo y se descubrió otras dos nuevas pecas cerca del puente de la nariz. Se oyeron golpes en la puerta. Entró un hombre uniformado con la bandeja del desayuno. No esperó a que le diera propina.
Mientras comía con apetito, Lali volvía a mirar una y otra vez la fotografía en aquel marco de plata. Al cabo de un rato, se decidió y la puso boca abajo.
¿Por qué la habría besado Peter el día anterior? ¿Lo habría hecho por curiosidad? ¿O sería porque no entendía que una mujer lo pudiera rechazar? ¿Qué creía, que seguiría sonrojándose y adulándolo como cuando era una adolescente?
Lali se estremeció, deseando haber podido mantenerse a una prudente distancia de Peter. Porque lo que había sentido por él en la adolescencia, lo había vuelto a sentir. Durante unos segundos se sintió como si los años no hubieran transcurrido y hubiera caído víctima de emociones y deseos tan fuertes que eran difíciles de controlar.
Casi podía recordar, sin hacer el menor esfuerzo, a Peter mucho más joven. Un chico muy alto, grácil, de piel dorada, que guardaba un cierto parecido con algún dios pagano de la mitología. Uno de los días que él había ido a visitar a su tío abuelo, el padre Vassari, el sacerdote le había llevado a la casa de su abuelo, sólo porque Peter hablaba inglés y nadie más en la isla lo hablaba.
En aquel tiempo, Lali había aprendido un dialecto de raíz latina, que hablaban su abuelo y sus hermanas, Maddalena y Teresa. Después de pasar meses y meses aislada, el sonido de su lengua materna había provocado en ella un mar de emociones. Le había pedido a Peter que localizase a su padre y le preguntara cuándo iba a ir a llevársela para Inglaterra.
Peter le propuso dar un paseo.
-No voy a hablarte como si fueras una niña pequeña -recordó que le había dicho Peter-. Seré franco contigo. El padre Vassari cree que serías mucho más feliz si aceptaras este pueblo como tu hogar.
Después de observar su reacción, Peter había suspirado.
-Sabe que no estás acostumbrada a este tipo de vida y que te sientes aprisionada, pero también tienes que entender que es muy difícil que tu abuelo cambie de actitud...
-¡Lo odio! -le había respondido Lali-. ¡Odio a todo el mundo en este pueblo! -Pero tú tienes la sangre de tu padre en las venas, y por tanto la de tu abuelo también -le había recordado Peter-. Gino acepta ese vínculo. Si no, no estarías viviendo en esta casa. Tú formas parte de la familia...
-¡Ellos no son mi familia! -había replicado ella, casi sollozando.
-Maddalena se pondría muy triste si te oyera hablar de esa manera.

capitulo 11

Alguien en Cerdeña; alguien muy cercano a él, pensó Lali. De pronto se sintió más aliviada, al quitarse de encima el peso de la responsabilidad. Estaba muy cansada, pero sin embargo pensó que se lo tenía que repetir otra vez:
-Por nada del mundo hubiera aceptado tu dinero, Peter.
Peter sonrió.
-Te creo -respondió-. Pero tendremos que descubrir al culpable, ¿no crees?
-Claro, claro -contestó Lali, agradeciendo que él hubiera aceptado que ella estaba diciendo la verdad, pero un poco avergonzada por toda aquella situación.
Pero de pronto, se dio cuenta de la razón por la que Peter la había querido ver. ¡Para hablar del dinero! Por mucho que odiara a su ex marido, el hecho de que la hubiera estado enviando todo aquel dinero para mantenerla, la hacía sentirse culpable.
-¿Y crees que debería caer todo el peso de la ley sobre esa persona?
-¡Nunca pensé que fueras tan alfeñique! Quien sea el culpable tendrán que juzgarlo y meterlo en prisión. No descansaré hasta no pague por lo que ha hecho.
Peter le estiró la sábana, sin que ella se diera cuenta.
-Entonces me has invitado para hablar de lo del dinero...
-Tengo que admitir que en un principio pensé que tú estabas enterada del fraude. -Ya entiendo -respondió ella, intentando ser justa, mientras se le entornaban los ojos de cansancio-. Será mejor que me traslades a otro sitio, Peter...
-¿Porqué?
-Porque no creo que mi seguro pague por estos lujos...
-No te preocupes. No tendrás que reclamar ningún gasto.
Peter tenía una voz tan suave que no pudo evitar bostezar.
-No quiero que pagues tú la factura.
-No hay que pagar nada.
-¿Cómo dices?
-Duérmete, cara.
Justo antes de caer en un profundo sueño, se preguntó cómo se le habría ocurrido a Peter sacar aquella fotografía de la boda en la enfermería de un convento. Pero tampoco era tan importante, y seguro que habría alguna explicación razonable. Por lo menos, sabía la razón por la que Peter pensaba que todavía estaban casados. La persona que había cometido aquel fraude no le había comunicado que el matrimonio había sido anulado, para así seguir recibiendo el dinero.
Cuando Lali despertó de nuevo, era casi medio día. Salió de la cama. Aparte de un ligero dolor de cabeza en la nuca, se sentía mucho mejor. Se dirigió al cuarto de baño y lo miró con admiración. Era un baño muy lujoso. Era imposible que hubiera un baño de esas características en la enfermería de un convento. Seguro que estaba alojada en un hotel. Sacó el cepillo de dientes que había en la repisa y clavó la mirada en el espejo.
¿Sería aquélla la habitación de Peter? ¿Se la habría cedido para que descansara? ¿Sería esa la razón por la que estaba allí aquella foto? ¿Por qué conservaba todavía Peter una fotografía enmarcada? Sólo se le ocurría una explicación. Apretó tanto los labios que casi se le duermen. Seguro que la había utilizado para no comprometerse demasiado con sus amantes. Aunque si de verdad Peter seguía pensando que estaba casado con ella... Diamond Lil... ¿Cuánto dinero habría enviado a los bolsillos de la persona que había cometido el fraude? Había gente que era despreciable.

capitulo 10

-¡Aun estamos casados, porque nuestro matrimonio ni fue anulado, ni disuelto por un divorcio.
-¡El matrimonio fue anulado! -gritó Lali.
-¿De verdad lo crees? -objetó Peter, en un tono que la hizo palidecer.
-No es sólo una creencia -argumentó Lali, con vehemencia-. ¡Es la pura verdad! -¿Te tramitó los papeles la empresa de abogados Sweetberry and Hutchins? -preguntó Peter.
Lali parpadeó, insegura. Sólo había ido a ver a los abogados una vez, y de eso ya hacía cinco años.
-Sí, creo que era así como se llamaba. Y el hecho de que conozcas el nombre, implica que sabes que ya llevamos bastantes años separados.
-¿Sí? -Peter se fue hacia la ventana, dándose la vuelta antes de llegar-. La anulación de un matrimonio es como si ese matrimonio nunca hubiera existido. ¿Tu crees que si lo hubieran anulado hace tanto tiempo, habría dejado de tener algún tipo de obligación económica contigo?
Un tanto confusa, al no saber a dónde quería ir a parar, Lali asintió con la cabeza.
-Claro.
-Entonces me tendrás que explicar por qué te he estado manteniendo desde que te fuiste de Cerdeña -le dijo Peter.
-¿Manteniéndome? -Lali repitió, sin creerse lo que estaba oyendo-. ¿Tú?
-Yo esperaba que viniera a verme Diamond Lil al hotel La Rocca. Cuando vi aparecer el Fiat, me quedé sorprendido. Hubiera sido más correcto una limusina -musitó Peter.
Lali empezó a reír.
-No sé de lo que estás hablando. Llevo tres años trabajando. Yo nunca he recibido dinero tuyo.
Peter abrió las manos, en gesto muy expresivo.
-Pues si eso es cierto, alguien ha estado cometiendo un fraude desde la última vez que nos vimos.
Lali se quedó mirándolo.
-¿Fraude? -repitió ella. Aquella palabra la dejó un tanto asombrada-. ¿Quién ha podido cometer un fraude? ¿Cómo enviabas el dinero?
-Por medio de mi abogado.
-Pues debe ser un buen elemento -murmuró Lali, sintiéndose más débil que nunca. ¿Peter había estado enviándole dinero todos aquellos años? Aquello la desconcertó bastante, a pesar de no haber recibido ni una peseta. Porque en definitiva, no le debía nada. Incluso se sentía humillada, ante la idea de que él hubiera considerado que tenía obligaciones con ella.
-Lo mejor será no sacar conclusiones precipitadas -murmuró Peter, a quien no parecía preocuparle que alguien le hubiera estado timando durante años.
Lali recordó su encuentro con el señor Sweetberry en el destartalado despacho que aquel anciano abogado tenía. Un abogado que parecía sacado de una novela de Charles Dickens, al que sólo le faltaban unos mitones. Cuando se enteró de que ella se había casado en el extranjero, la miró con cara de sorpresa, seguramente porque nunca se le habría ocurrido que hubiera alguien que se pudiera casar fuera de Inglaterra.
-Es posible -comentó Peter-, que el culpable sea alguien mucho más cerca de ti que tu abogado...

capitulo 9

Cuando Lali levantó la cabeza otra vez, el médico estaba abriendo su maletín. Miró a Peter y se aclaró la garganta.
-Este hombre estuvo una vez casado conmigo, pero ya no lo está. De hecho...
-Cara... -le dijo Peter, en tono indulgente.
-¡Me ha robado el coche! -le atacó Lali, muy furiosa.
Sin mirarla, el doctor Orsini le dijo algo a Peter, en voz baja. Peter suspiró, intentando aparentar que aquella situación era un sufrimiento para él.
-¿Ha oído lo que le he dicho? -inquirió Lali.
El médico no contestó y Peter se acercó a la cama.
-Lali... -murmuró-. Ya sé que en estos momentos no se puede decir que sea uno de tus mejores amigos, pero todo esto está empezando a sonar un poco extraño.
Lali se quedó boquiabierta. Se puso colorada como un tomate. Lo miró con tanta fuerza, que hubiera sido capaz de tirar un rinoceronte con la mirada. Pero a él, pareció darle igual. Por primera vez, se acordó del retorcido sentido del humor de Peter.
-Grazie, cara...
-He de informarle que las radiografías están bastante claras -le dijo el doctor Orsini.
Aquel hombre no había creído una palabra de lo que le había dicho.
-¿La radiografías? -murmuró Lali.
-Anoche te hicimos unas radiografías, mientras estabas inconsciente -le informó Peter.
-¿Anoche...? -preguntó, un tanto confusa. Peter asintió con la cabeza.
-No te has despertado hasta esta mañana.
-¿Dónde me hicieron las radiografías?
-En la enfermería del convento de Santa María. Estoy en un convento, se dijo Lali. -Su marido se ha preocupado de que tomásemos todas las precauciones posibles -le explicó el médico-. Intente calmarse un poco, signora.
-Yo no estoy nerviosa -replicó Lali, pero por la cara que pusieron no parecían estar muy de acuerdo con ella.
Le dolía mucho la cabeza, además de darle vueltas. Dejó que el médico la examinara e incluso le respondió a las preguntas que le formulaba, llegando a preguntarse en un momento determinado si no estaría soñando. Pero por la conversación que mantuvo Peter con el médico, cuando lo acompañó a la puerta, dándole las gracias por las molestias y deseándole que llegara bien a casa, estaba claro que estaba despierta y bien despierta.
Cuando Peter se puso otra vez al lado de la cama, Lali abandonó definitivamente la idea de que estaba soñando. Estiró la mano, levantó el vaso de agua que había en la mesilla de noche y dio un trago.
-¿Tienes hambre? -preguntó Peter.
Lali negó con la cabeza. Tenía el estómago revuelto.
-Quiero que me cuentes lo que me ha pasado.
Peter la observó con un brillo esmeralda en su mirada, dibujando una curva muy sardónica en su boca.
-He decidido que ya es hora de que te recuerde que tienes marido.
Lali se quedó helada.
-¡Por última vez te repito que no eres mi marido!

capitulo 8

Por el rabillo del ojo percibió un objeto en movimiento, y volvió la cabeza. Una figura masculina salió de la oscuridad y se puso en la cortina de luz que había al lado de la cama. Todo empezaba a encajar. Puso las dos manos en el colchón, debajo de ella, y se colocó en posición de sentado. -¡Tú! -exclamó, en tono de acusación.
-Voy a llamar al médico -respondió Peter, estirando la mano, para tirar del cordón de terciopelo que había al lado de la cama.
-No te preocupes -le aseguró Lali, con los dientes apretados, apartando la sábana, con la intención de levantarse. Todo empezó a darle vueltas.
Cuando se puso las manos en la cabeza, para ver si podía controlar aquella sensación, Peter la agarró por los hombros y la obligó a sentarse.
-¡Quítame las manos de encima! -gritó Lali, luchando por no caer en la tentación. -Cállate -le ordenó Peter, acercándose a ella, con una expresión de amenaza en su cara-. Por tu mal humor estás en la cama y por él podrías estar muerta.
Lali se quedó mirándolo, con la boca abierta, sus ojos negros saliéndosele casi de las órbitas.
-Por tus jueguecitos estoy aquí en la cama.
-Las heridas podrían haber sido mucho más graves -le dijo Peter, condenándola-. Si no llega a ser por mí, podrías haber sufrido algo más grave que un dolor de cabeza. Llevas horas inconsciente.
-¡Todo ha sido por tu culpa!
-¿Por mi culpa? -repitió Peter, incrédulo-. Pero si fuiste tú la que intentaste golpearme. -La próxima vez, no fallaré. ¿Dónde estoy? -le preguntó, enfurecida-. Quiero irme a casa.
-Estás conmigo, así que estás en casa -respondió Peter, con un tono grave de voz. -¡Tú estás como una cabra! -exclamó Lali, clavando su mirada en él-. ¿Qué has hecho con mi coche?
-Como no lo vas a necesitar más, se lo he devuelto a la empresa de alquiler.
La puerta se abrió y apareció un hombre alto, de unos cincuenta años.
-Soy el doctor Orsini, señora Lanzani -dejó un maletín en la cama-. ¿Qué tal se encuentra? -Yo no soy la señora Lanzani -respondió Lali, empezando a pensar que estaba desempeñando el papel principal en una farsa.
El médico miró a Peter. Peter sonrió, levantó la mirada al cielo y se encogió de hombros.
-¿Por qué lo mira así? -preguntó Lali-. Le puedo asegurar, doctor Orsini, que yo no soy su mujer. De hecho, no he visto a este hombre jamás en mi vida -concluyó, con convicción.
El médico la miró entrecerrando los ojos y frunciendo el ceño. Lali miró con actitud de triunfo a Peter, pero Peter estaba levantando algo de la mesa y entregándoselo al médico.
-¿Qué es eso? ¿Qué le estás enseñando? -preguntó Lali, muy tensa, sintiéndose un poco paranoica.
-Una de las fotografías de nuestra boda, cara mia -replicó Peter, mirándola de reojo, mientras le entregaba la fotografía, para que la viera.
Lali prefirió aferrarse con las dos manos a la cama, al tiempo que la miraba. Al verla, se le puso un nudo en la garganta. Allí estaba ella, vestida de novia, a sus dieciséis años, mirando a Peter como si estuviera adorándolo.
Los ojos se le arrasaron de lágrimas. Se dio cuenta de que, aunque fuera injusto, odiaba a Peter. Nunca debió acceder a casarse con ella. Lo que tenía que haber hecho, nada
más darse cuenta de la situación, era haberla enviado a casa de su madre, en Londres. No podía creerse que él no hubiera encontrado otra solución que aceptar la exigencia de su abuelo de que se tenía que casar con ella.

capitulo 7

Aquel beso fue la experiencia más erótica que Lali había tenido en toda su vida. Los muslos se le encendieron y su cuerpo empezó a temblar de placer. De forma instintiva, acercó su cuerpo al de él. En ese momento, él levantó la cabeza y la miró.
-Todo este tiempo me he estado haciendo una pregunta... ahora ya sé la respuesta -le dijo, con marcada satisfacción.
Lali se puso roja. Tenía sus ojos negros clavados en los de él. Retrocedió unos pasos. -¡Tú no me conoces! -le contestó.
Su único deseo era poder escapar cuanto antes de aquella situación. Salió fuera, a la plaza, y se quedó boquiabierta al ver que no estaba su coche.
-¡Y ahora, por tu culpa, me han robado el coche! -le gritó Lali, cuando Peter apareció en la puerta del bar.
Se estiró el traje y se acercó a ella.
-Yo lo robé -le informó, con una descarada seguridad que la puso furiosa.
-¿Cómo has dicho?
-Que yo soy el responsable de la desaparición de tu coche.
Una furia descontrolada, que Lali no sentía desde que superó la adolescencia, se apoderó de ella. Aquel tono en el que la hablaba, era como la parafina en una hoguera. -¡Pues mejor será que me lo devuelvas cuanto antes! -le gritó, apretando los puños con fuerza-. No sé a qué estás jugando... -Yo no estoy jugando a nada -replicó Peter.
-¡Quiero que me devuelvas el coche ahora mismo! -le dijo Lali, agarrándolo por las solapas de su traje.
-La maldición de los Esposito -comentó Peter, muy tranquilo, sin prestarle la menor atención-Y pensar que yo creí que el rumor era exagerado. No me sorprende que tu abuelo estuviera deseando que te casaras cuanto antes.
Y era verdad. Al recordarle el apodo tan odiado por el que se la conocía en el pueblo de su abuelo, Lali se estremeció. Cuando Peter le recordó que a él lo habían obligado a casarse con ella, no pudo evitar el insulto.
-¡Eres un cerdo! -le dijo, al tiempo que trataba de darle una patada.
Pero Peter era más rápido de lo que ella había anticipado y le agarró la pierna. Ella perdió el equilibrio y acabó en el suelo, golpeándose la cabeza. Primero sintió dolor y luego perdió el conocimiento.

Cuando se despertó, Lali tenía un fuerte dolor de cabeza. Pero lo peor estaba aún por venir. Abrió los pesados párpados, enfocó la mirada y se encontró en una habitación completamente desconocida. Aquella experiencia la dejó desorientada.
¿Muros de piedra? Muebles inmensos de madera, que conservaban todo su esplendor gótico. Cuando vio las ventanas, se quedó boquiabierta. Eran iguales que las ventanas de un castillo. Tanto la habitación como la cama que había en medio eran de considerables proporciones.
Justo en ese momento le empezaron a venir a la memoria recuerdos vagos. Recordó una monja. ¿Una monja? Recordó sentirse muy enferma. Recordó que le habían dicho que tenía que permanecer despierta, cuando lo que más le apetecía era dormir, porque le dolía mucho la cabeza. Todas las piezas aparecían sin orden, pero había una imagen que se repetía de forma constante, y era la imagen de Peter.

Thursday, August 27, 2015

capitulo 6

-Tenía mis razones al elegir un sitio tan discreto para hablar.
-¿Sí?
-Creo que estás de vacaciones y me gustaría que te hospedaras en mi casa -propuso Peter.
Lali se lo quedó mirando con los ojos como platos y se le escapó la risa.
-¿Me estás tomando el pelo?
-¿Por qué lo iba a hacer?
-He venido sólo de paso. Tengo que irme a Italia -le dijo, sin acabarse de creer que le hubiera hecho esa invitación-. Así que me temo que tendremos que hablar de negocios ahora, o nunca.
-A mí me importan un comino las villas -contestó Peter.
-Pues a mí no, porque ése es mi trabajo -aquella situación cada vez le parecía más irreal. ¿Para qué quería Peter hablar con ella, después de tanto tiempo?
¿Por curiosidad? Estaba claro que había averiguado en qué trabajaba en Londres. ¿Había sido por eso, por lo que le habían ofrecido las villas a Finlay Travel? ¿Cómo habría descubierto Peter dónde trabajaba?
Mientras daba un sorbo de su vaso, lo observó. Era una persona tan fría, tan controlado, tan calculador. Sintió un cosquilleo en la espalda. Miró sus facciones agitanadas, absorbiendo la perfecta simetría de cada una de ellas. La frente ancha, arrogante nariz, la curva de su boca.
En aquellos momentos, Peter era para ella un completo extraño, con un aire de autoridad y mando que parecía algo innato en él. No era el Peter Lanzani que ella recordaba. ¿O sería que lo miraba con otros ojos?
-Lali...
-Nadie me llama así -murmuró Lali. Aquel encuentro se estaba convirtiendo en una pesadilla. A los dieciséis años había estado muy enamorada de Peter. Le había dicho y hecho cosas que ninguna mujer en su sano juicio le gustaría recordar en su madurez. Le había declarado su amor hasta la muerte. En aquel tiempo no era Lali la que cerraba la puerta de su habitación, para evitar que él entrara, sino que era Peter el que cerraba la suya. Aquellos recuerdos la hicieron sentirse mal.
-Mírame... -le dijo, mientras le acariciaba la mano-. Por favor Lali...
Sintió su mano como si le hubieran puesto un hierro al rojo vivo. Retiró la mano al instante, conmovida por la forma que reaccionó su cuerpo. Abrió los ojos y encontró su mirada. Sintió un nudo en la garganta y el corazón empezó a latirle con fuerza.
-¿Qué quieres? -le preguntó.
-Tres semanas de tu vida -admitió Peter-. Quiero que estemos juntos tres semanas.
-¡Yo no quiero estar contigo! -se levantó muy enfadada.
Peter se levantó, tomándose su tiempo, con una sonrisa en sus labios. De un solo y ágil paso, se puso a su lado, poniéndole la mano en el hombro. Lali se quedó tan sorprendida, que no pudo hacer otra cosa que quedarse quieta, mirándolo. No podía creerse que Peter estuviera insinuándose.
-Relájate -le instó Peter, apartándole un mechón de pelo de la cara.
Cuando sintió la mano en su cara, el corazón le empezó a latir de forma violenta y se le puso un nudo en la garganta. No podía casi ni respirar. Peter inclinó la cabeza y la miró a los ojos. Aquel gesto la excitó tanto que casi se le doblan las piernas. Y de pronto, cuando estaba a punto de poder respirar otra vez, Peter la besó, obligándola a abrir sus suaves labios con la lengua, introduciéndosela en la boca.

capitulo 5

Su cara se encendió de ira. Su insistencia la enfurecía.
-Cuando vuelva a Inglaterra, yo te los enviaré. Lo que sí te garantizo es que no estamos casados.
-La verdad es que nunca lo estuvimos, como los adultos lo están, me refiero -concedió Peter.
Lali palideció al revivir en su memoria la última vez que había visto a Peter. Lo vio en brazos de otra mujer, una rubia muy guapa, sus uñas pintadas de color melocotón entre su pelo negro, mientras lo besaba, con su cuerpo pegado al de él. Desde entonces no lo había vuelto a ver.
-Me arrepiento de la forma en que nos separamos.
Lali se puso rígida. Clavó sus ojos en la mesa. Casi no podía creerse que estuviera otra vez con Peter. Con renovada decisión, intentó borrar los recuerdos que se le venían a la mente.
-A lo mejor no te lo tenía que haber dicho tan pronto, pero siento que es como un muro entre nosotros -comento Peter.
Aquel comentario disparó la imaginación de Lali otra vez. Dibujó en su cara una sonrisa de desprecio.
-Creo que te estás imaginando cosas raras -levantó el hombro con desdén-. Y ahora, si de verdad esas villas son tuyas, hablemos de negocios.
-Ya veo que has estado fuera de aquí mucho tiempo -Peter hizo una señal al camarero-. Esa no es la forma de hacer negocios aquí. Primero tomamos algo, luego hablamos y a lo mejor te invito a casa a cenar. Después de cenar, a lo mejor, podemos hablar de negocios.
-Yo no voy a ir a cenar a tu casa... -protestó.
-Espera primero a que te invite -contestó Peter. Se sonrojó y apretó los dientes.
-Todo esto es una charada juvenil.
-Recuerdo que te gustaba lo inesperado -Peter se recostó de forma indolente en la silla, sin prestar atención a su creciente ira y frustración.
-Yo era una cría entonces...
-Sí, pero en aquel momento no te cansabas de repetir que eras mujer -le recordó Peter, con su voz aterciopelada.
Lali se sonrojó aún más si cabe.
-Bueno, dime -le dijo, intentando cambiar de asunto-, ¿te dedicas ahora al negocio del turismo?
-Sí y no -con los ojos entornados, levantó un poco el hombro y le sonrió.
Era absurdo que ella no conociera a lo que aquel hombre se dedicaba, absurdo que supiera tan pocas cosas del hombre con el que se casó. Cuando se casó con él, todo lo que sabía era que Peter era el sobrino del cura del pueblo y que durante la semana trabajaba en un banco, en Cagliari, donde tenía también un apartamento.
Pero se dedicase a lo que se dedicase Peter en aquellos momentos, estaba claro que le iba muy bien. Llevaba un traje muy caro. Si bien había que tener en cuenta que era un hombre latino y los hombres latinos podían gastarse todo lo que tenían por un buen traje. Sin embargo, ella no estaba acostumbrada a verlo con ropa tan formal. Cuando iba a visitarla los fines de semana, siempre llevaba vaqueros y camiseta. Se había convertido en todo un hombre de negocios, muy sofisticado. Aquello la desconcertaba.
Peter la estaba observando con los ojos entrecerrados.

capitulo 4

-¿Te apetece tomar algo conmigo? -unos ojos verdes y brillantes recorrieron su cuerpo. Agarró su mano de forma muy suave-. Tienes frío -Peter suspiró, mientras se quitaba la gabardina y se la ponía sobre los hombros de ella.
Lali permaneció inmóvil, como una figura de cera, sin saber qué decir. Tampoco podía apartar la mirada de él. Era mucho más alto que ella, era muy baja. Un hombre muy atractivo y viril. Sin poderlo evitar, de pronto se sintió humillada y palideció. Todo lo que durante los últimos cinco años Lali había tratado de olvidar, le vino de pronto a su mente.
-Este es el hotel La Rocca -murmuró Peter.
-¿Esto? -repitió Lali con una voz un poco chillona.
-¿Has venido a ver al señor Megras?
-¿Y tú cómo lo sabes? -le preguntó Lali, medio temblando-. ¿Además, qué estás haciendo aquí? -¿Por qué no te sientas?
-¿Sentarme? -repitió ella, mirándolo como si él fuera a desaparecer entre una nube de humo en cualquier momento.
-¿Por qué no? Por aquí no se ve al señor Megras -Peter retiró una silla y la invitó a sentarse. El camarero se apresuró a limpiar el cenicero y se retiró con prudencia-. ¿No quieres tomar algo conmigo?
Un rayo de sol iluminó los deteriorados posters en la pared y el gastado suelo de piedra. La reacción natural de Lali fue la de salir corriendo. Casi sin darse cuenta estaba abriendo la puerta del bar.
-¿Es que te doy miedo?
Lali se detuvo, se puso rígida y se apoderó de ella una terrible confusión. Por un momento se sentía otra vez una adolescente, una muchachita de quince años que obedecía todas y cada una de las instrucciones que le daba Peter. Porque en aquel tiempo, le había asustado tanto la posibilidad de perderlo, que había hecho todo lo que le pedía. Pero Peter no la había enseñado a tener miedo de él. Ella sola había tenido que aprender a controlar las emociones que surgían de su interior, cada vez que estaba a su lado.
¿Sería culpa de Peter que ella lo odiara? La verdad, no quería decidir en aquellos momentos si estaba siendo justa o no. Se dio la vuelta para mirarlo otra vez, en parte como respuesta a una necesidad que surgió muy dentro de ella. Y fue como salir de la oscuridad. Muy lentamente se fue hacia la mesa y se sentó en la silla.
-¿Qué estás haciendo por aquí? -le preguntó ella.
-El señor Megras no va a venir. Todas las villas son mías.
-No te creo -respondió Lali, poniendo cara de incredulidad.
Peter dibujó una sonrisa en su boca sensual.
-Es verdad. Yo te traje aquí, porque quería verte otra vez.
-¿Por qué? -la cabeza empezó a darle vueltas.
-Porque eres mi esposa. A lo mejor he tardado mucho tiempo en recordártelo, pero has de saber que eres mi esposa -le dijo Peter.
-Nada más volver a Inglaterra solicité la anulación del matrimonio -le respondió-. ¿No recibiste los papeles?
Peter se limitó a sonreír de nuevo.
-¿Los enviaste?
-Como yo era menor de edad, mi madre se ocupó de todo...
-¿Eso es lo que te dijeron?
-¡Mira, yo sé que esa ceremonia la declararon nula!
-Pues te han engañado -le replicó.

capitulo 3

Pero los recuerdos persistían. La conmoción cultural que supuso, a sus once años, pasar de vivir en un mundo civilizado como el de Londres, para trasladarse a una familia de campesinos analfabetos, que ni siquiera la querían, el horror que sintió cuando le dijeron que nunca más volvería a ver Londres, ni a su madre. El abandono de su padre a los pocos días, la soledad, el miedo, el aislamiento. Todos esos sentimientos todavía estaban muy dentro de ella y sabía que nunca los iba a poder olvidar.
Su madre era modelo. Se quedó embarazada de ella cuando tenía dieciocho años, de un hombre llamado Nicolas Vasques, un fotógrafo muy atractivo. Sus padres se separaron cuando ella tenía tan solo ocho años. Su padre la llamaba muy de vez en cuando, apareciendo cuando menos se lo esperaba. En un par de ocasiones había intentado volver a compartir el mismo techo con su madre. En esas ocasiones, Lali había confiado con desesperación que sus padres se volvieran a unir.
Por eso, posiblemente, se enfadó mucho cuando su madre conoció a otro hombre y decidió solicitar el divorcio. Su padre puso el grito en el cielo, cuando se enteró. Discutieron. Un día, después de aquel incidente, Nicolas la fue a recoger al colegio. Le dijo que se iban de vacaciones y que no era necesario que fuese a casa a hacer las maletas, mostrándola una bolsa en la que dijo que había metido todo lo que necesitaba para el viaje tan maravilloso que iban a hacer.
-¿Lo sabe mamá? -le preguntó ella, frunciendo el ceño. Nicolas le contó un secreto que a ella le pareció maravilloso. Mamá y papá iban a vivir juntos otra vez. Le dijo que su madre iría a Cerdeña a finales de esa semana. Intentando olvidarse de aquella mentira tan cruel, Lali tomó otra de las sinuosas curvas de la carretera y vio la señal al final de un puente que decía «La Rocca». Al fin, pensó, acelerando para llegar al pueblo, teniendo que frenar para no atropellar a una cabra y dos cerdos. Era un pueblo en el que se respiraba pobreza y aquella sensación la hizo estremecerse. Le trajo a la mente el recuerdo de otro pueblo mucho más alejado de la civilización. A ese conjunto de casuchas le habían llamado Sienta. El lugar donde nació su abuelo paterno. Sienta era un punto en el mapa que pertenecía a otro mundo. El silencio crispaba los nervios. ¿Dónde estaba el hotel? Confiaba en que fuera un hotel razonable, porque no tenía más remedio que pasar la noche allí. A unos diez metros, vio un bar. Cuando entró en el interior hizo un gesto de desagrado con la nariz. El hombre fornido que había detrás del mostrador la miró.
-¿Puede indicarme dónde está el hotel La Rocca? -le preguntó en italiano.
-¿Lali...?
Cuando oyó su nombre en italiano, se le puso la carne de gallina. Lo dijo una voz suave, melosa, con las sílabas aterciopeladas y fluidas como la miel, pero tan vigorizantes como la sirena de un coche de policía justo detrás de ella.
Muy lentamente empezó a girar sus pies. Su cuerpo delgado se puso en tensión, intentando superar su estado de desorientación, no queriendo aceptar que había reconocido aquella voz.
Peter Lanzani levantó su cuerpo y surgió de entre las sombras. Lali sintió la lengua pegada al paladar. Las manos le sudaban. Por un momento, incluso llegó a dudar de su estado de salud mental. Vestido con un traje gris plateado, con una gabardina sobre sus hombros, Peter era un elemento exótico en aquel escenario de mesas desvencijadas y grasientas paredes.

capitulo 2

-Gas pensó que lo ibas aceptar mejor si te lo decía él. Además, te vas de vacaciones a Italia -comentó Euguenia, mientras se daba la vuelta, para contestar el teléfono.
Lali subió las escaleras del espacioso apartamento de dos habitaciones que había estado compartiendo con Gas, desde que Euguenia se había casado. Hacía tres años que trabajaba con los hermanos Dalmau. Con el dinero que consiguió de una póliza de seguro, compró acciones de la empresa. La agencia estaba situada en los bajos del edificio. Se sentía muy a gusto allí, porque se pasaba el tiempo viajando, viendo propiedades inmobiliarias y negociando.
El problema era que Gas había empezado a exteriorizar demasiado sus sentimientos. Sus familiaridades y requiebros no habían pasado desapercibidos para el resto de los compañeros. Los comentarios y cotilleos que se oían en la oficina la sacaban un poco de quicio. Hacía tiempo que había aprendido que las habladurías podían arruinarle a uno la vida. Al menos eso fue lo que le pasó a ella en una ocasión. Pero era mejor no acordarse de ello. ¿Se habría impuesto Gas el reto de conseguirla por cualquier medio? ¿Por qué se comportaban los hombres de esa forma?
Llamó por teléfono a su madre. Respondió la criada y le pasó la llamada.
-¿Mami? Me voy a ir de viaje antes de lo esperado -le dijo, disculpándose.
-Lali... ¿no crees que ya estás bastante crecidita como para seguir llamándome mami? -le espetó Emilia, con petulancia-. Me haces sentir como si ya estuviera cobrando la pensión.
-Lo siento -Lali se mordió el labio-. Tengo que marcharme...
-Yo también tengo que ir a la peluquería dentro de una hora -interrumpió Emilia-. Te llamaré el mes que viene.
Lali colgó el teléfono, temblándole un poco la mano. A pesar de la frecuencia, le seguía doliendo aquella respuesta de su madre. Recordaba todas y cada una de las excusas que le había dado a lo largo del tiempo. No era una persona que le gustara demostrar sus sentimientos. Todos los años que había pasado separada de ella, cuando Lali estuvo viviendo en Cerdeña, habían dañado la relación. El problema era que, en el fondo, temía que de no haber vuelto jamás, su madre ni se hubiera preocupado. No obstante, se avergonzó por pensar de esa manera.
Los ojos de Lali echaban chispas de desesperación. La tarde no había hecho más que empezar y ya estaba harta. Se suponía que, en esos momentos, debía estar en el transbordador con destino a Génova, Italia. ¿Dónde estaba? Metida en un Fiat ruidoso y pequeñísimo, viajando por las sinuosas carreteras de Cerdeña, a paso de tortuga. ¿Por qué? El señor Megras, el dueño de las villas, no se había dignado a quedar con ella en su casa.
El viaje se estaba prolongando más de lo esperado. Bien podría haber aceptado el ofrecimiento que le hizo Pietro, uno de los empleados. Un hombre con unos ojos azules impresionantes y sexualmente muy atractivo, muy inclinado a manifestar sus sentimientos con las manos. Estaba en Cerdeña, la tierra de los machos...
Trató de no pensar en esas cosas. Debía ser el efecto de las montañas, las mismas montañas en las que había pasado cinco años inolvidables. Se le ponía la carne de
gallina, al recordarlo. Pero aquello pertenecía al pasado. Ya tenía veintiún años y sabía controlar su destino.

capitulo 1

Gaston Dalmau escudriñó el rostro atónito de Lali y sonrió.
-Yo creo que el viaje a Cerdeña te puede servir de terapia. Es un sitio perfecto para superar los amores...
-¡Peter ya no es el amor de mi vida! -contraatacó Lali, con los dientes apretados y su cuerpo tenso como la cuerda de una ballesta.
Gas frunció el ceño, fingiendo concentración.
-Pues creo recordar que cada vez que has visto a ese tipo las piernas se te hacían mantequilla.
Le estaba recordando algo que a ella se le había escapado en una fiesta que dieron en la oficina, en la que bebió demasiado. En aquella fiesta, había intentado que la aceptaran como una más del grupo. Debería haberse imaginado que Gas se lo repetiría en cuanto se le presentara la ocasión.
-Pasé cinco años horribles en Cerdeña. No puedes recriminarme el que no quiera volver.
-Tampoco tienes que quedarte. Ni siquiera tienes que cambiar tu plan de vacaciones. ¿Quién más hay allí? Dan está todavía en Francia y la mujer de Marty va a dar a luz cualquier día de estos...
Lali no quiso presionarlo. La agencia de viajes, de la cual tenía una buena parte de las acciones, se especializaba en alojamiento con autoservicio en el extranjero, y el negocio no había ido muy bien en los últimos meses.
Lali era una mujer joven, grácil y delgada. Llevaba un traje de chaqueta negro, elegido para que no resaltaran sus formas femeninas. Tenía los ojos negros , pestañas negras y largas, con cejas del mismo color. El pelo, castaño, lo llevaba recogido en una coleta, sujeta por un prendedor. El prendedor era la única concesión que hacía a su condición de mujer.
-Además eres de allí -musitó Gas con satisfación-. Esa es una ventaja.
-Yo soy inglesa -le recordó Lali.
-Seis villas en Costa Esmeralda. Vas a verlas, firmas el contrato con el propietario, te vuelves a Italia y ya está. A lo mejor, cuando vuelvas de vacaciones te apetece celebrarlo conmigo en una romántica cena para dos -sugirió Gas, sonriendo de forma muy sugerente.
Lali se puso colorada. Eran amigos, pero últimamente Gas había tratado de convencerla para que tuvieran una relación más íntima. Ella le había respondido, con mucha delicadeza, que no y su insistencia la estaba poniendo en una situación bastante incómoda. Después de todo, no sólo trabajaban juntos, sino que además estaban viviendo bajo el mismo techo.
-Ni lo pienses -le contestó sonriendo, mientras se dirigía a la puerta de salida.
-Hay veces que odio a tu hermano -le informó Lali a la rubia que estaba en la recepción.
Euguenia se limitó a sonreír.
-¿Cerdeña?
-¿Lo sabías? -Lali se sintió traicionada, pero también sabía que estaba demasiado sensibilizada. Ninguno de sus amigos podía saber lo que significaba para ella volver a
pisar aquella isla de nuevo. Porque, al fin y al cabo, no les había contado todo lo que le había pasado allí.
-¿Por qué no me lo dijiste?

Wednesday, August 26, 2015

otra oportunida

Lali pensó que nunca más volvería a ver a su marido, Peter Lanzani, hasta que apareció otra vez en escena con noticias que la hicieron tambalearse. Su matrimonio no había sido anulado y él quería pasar con ella la noche de bodas que nunca pasó.
Peter lo tenía todo calculado. Si estaban juntos tres semanas, Lali habría pagado su deuda con él y podría irse de Cerdeña, solicitar el divorcio y olvidarse de todo para siempre...
Pero Peter no había pensado que podía enamorarse de ella otra vez, ni que Lali se iba a quedar embarazada...

capitulo 41

¿Habría revelado su rostro el intenso alivio que sintió cuando, al abrir la puerta del salón, se encontró con Peter? El observó su vestido verde jade y su chaqueta. Lali se quedó mirándolo impotente, con las pupilas dilatadas y un nudo en la garganta. Peter tenía el pelo húmedo aún de la ducha, y llevaba un traje increíblemente elegante con un suéter gris plateado. Su aspecto era devastadoramente sexy, tremendamente masculino.
— ¿Nos vamos? —sugirió él mirándolos a todos para, volviéndose a Lali añadir —. Supongo que te pondrás un abrigo, ¿no?
Tendria oportunidad de hablar con él durante el trayecto, pensó. Pero no fue así. Los cinco subieron juntos a la limusina. Enseguida llegaron al único restaurante de los alrededores en el que Alejo se sentía a sus anchas. Para cuando entraron Lali ya estaba desesperada por conseguir hablar a solas con Peter. Le tiró de la manga y susurró:
—Peter...
—Este no es el lugar apropiado —respondió él secamente.
  Lali retiró la mano angustiada. Estuvo observándolo durante toda la cena Sus ojos brillaban fríos, pero él charlaba animadamente.
  Lali miró para arriba al acercarse un grupo de personas a su mesa y pararse a saludar a Peter. Una Alta rubia, de enormes ojos cafe, se la quedó mirando abiertamente para, al final, sonreír Luego, alargó una mano hacia ella.
—Creo que nadie nos ha presentado, Lali.
—Maria...
  Lali sonrió poniéndose en pie. Se sentía muy bajita al lado de ella.
—Estoy muy contenta por vosotros dos —le confesó Maria con una calidez y una sinceridad que parecían auténticas.
—Es una mujer encantadora —comentó Alejo cuando Maria se fue—. Es un misterio para mí que no esté casada. Esa tontería de ser una profesional… creo que... es la dueña de una de esas empresas de decoración, ¿no?
—Sí tiene un estudio de decoración interior que vale unos cuantos millones— respondió Peter.
— ¡No puede ser...! —exclamó Alejo perplejo.
  Lali estaba destrozada. Maria era guapa, tenía éxito en los negocios, era verdaderamente encantadora. Peter debía compararlas constantemente, y ella siempre saldría perdiendo. Tally y Agustin salieron a bailar. Un caballero mayor de una mesa cercana llamó a Alejo, que se fue a charlar con él. Peter se apoyó sobre el respaldo de la silla y observó a  Lali en silencio.
—Estás enfadado conmigo...
—Vamos a tomar el aire… —respondió él levantándose bruscamente de la silla.
—Peter... Agustin vino a mi habitación a pedirme disculpas por todo lo que me había hecho —musitó Lali mientras él la ayudaba a ponerse el abrigo en el vestíbulo.
—Estabas llorando -dijo él.
—Estaba enamorada de ti hace dos años y medio -respondió Lali respirando hondo. — Lo sé... -dijo Peter sin más, abriendo la puerta y guiándola afuera, donde todo estaba blanco-. No soy tonto — tras aquella afirmación se hizo el silencio. Lali se mordió el labio inferior hasta sentir el sabor de la sangre-. Pero eras muy joven -continuó Peter en un murmullo —. Era perfectamente posible que te olvidaras de mí y te enamoraras de él en el espacio de unas pocas semanas
— Pero no fue así... y Agustin sabía desde el principio que te quería a ti...
— ¿Se lo dijiste? -preguntó Peter mirándola perplejo-.Es la primera vez en la vida que mi primo me da pena.
—Esa es la razón por la que solo fuimos amigos.
-¡No es de extrañar que le diera a la botella como lo hizo cuando estaba contigo!
Tenerte y no tenerte -añadió
  Peter respirando fuerte-. Yo jamás habría soportado una relación como esa.
—Además me pasaba la vida hablando de ti — confesó Lali sintiéndose culpable. Yo no sabía lo que él sentía por mí, te lo aseguro. Esta noche él dijo algo que me inquietó, por eso estaba llorando. Dijo que... dijo que aquella vez, cuando viniste de viaje y te quedaste solo veinticuatro horas... dijo que creía que habías venido por mí.
—y es cierto — confirmó Peter rodeándola con un brazo y estrechándola mientras caminaban bajo la silueta de los árboles.
—Entonces, ¿por qué me rechazaste? -exigió saber Lali perpleja, con el rostro convulso por la fuerza de las emociones que la embargaban.
  Peter se quedó quieto y posó las manos sobre sus hombros. Sus ojos verdes brillantes estaban llenos de dolor y arrepentimiento.
— Necesitaba estar un tiempo sin ti para comprender lo que me estaba ocurriendo. Yo no había sido feliz con Belen, a pesar de haberla elegido... ¿cómo podía fiarme de mi propio juicio, después de un solo fin semana contigo? Apenas podía explorar mis propios sentimientos, nuestras familias estaban justamente enfadadas por la intimidad que habíamos compartido.
— ¿Estás diciendo que creías estar e...enamorado de mí? -preguntó Lali tan temblorosa que apenas era capaz de pronunciar las palabras.
—Tenía miedo de que se tratara solo de un capricho pasajero... y tú eras tan vulnerable... Tenía que marcharme, no podía hacerte ninguna promesa. No sabía si iba a volver.
—Pero podías haberme dicho la verdad -dijo Lali en tono de condena-. Podías haberme pedido que te esperara...
—Era tan arrogante que estaba convencido de que ni siquiera me hacía falta pedirlo -contestó Peter soltando una carcajada-. No estaba preparado para verte con Agustin, pero recordaba, por mis propias experiencias de la adolescencia, que no hay nada tan volátil y pasajero como las emociones de la juventud. Parecías tan feliz con él...
— ¿Dónde tenías los ojos? -preguntó Lali llena de lágrimas, con un nudo en la garganta-. Era terriblemente infeliz.
—Estaba muy enfadado... Y, aunque pueda parecerte extraño, tenía la sensación de que habías sido tú quien se había reído de mí... Había pasado seis semanas luchando
contra mi propio deseo de tenerte -confesó Peter con crudeza-. Y ahí estabas tú, de fiesta, con mi primo. Deseaba matarte, pero me dije a mí mismo que había tenido suerte de haber escapado por los pelos de un ridículo mayor. -No quería que supieras cuánto daño me habías hecho.
—Dios mío... -dijo Peter entre dientes, estrechándola con fuerza y tomando su cabeza entre las manos para mirarla con ojos verdes, intensos y posesivos-. Y ahora que te tengo de nuevo en mis brazos no voy a dejarte escapar.
La voraz boca de Peter tomó la de Lali. El sabor y la fragancia de él, su fuerza, la llenaban de excitación Lali se rindió, se abrazó a él. Peter no necesitaba que lo animara más. Alejo tosió haciéndose notar desde lo escalones del restaurante .Pero el beso continuó y continuó hasta que Agustin silbó desde la limusina, parada al otro lado del camino.
  Lali no recordó el camino de vuelta a Court. Para ella era muy importante que Peter hubiera vuelto a buscarla después de aquel fin de semana. Tanto, que no sabía ni dónde estaba. Entraron en casa. Lali iba medio flotando, del brazo de Peter. Hicieron un brindis de Navidad con los sirvientes reunidos en el Great Hall, riendo y charlando Peter hizo un discurso sobre cuánto apreciaba el trabajo de todos. Lali lo observó prestándole la atención exclusiva de una mujer enamorada.
Se dirigieron por fin hacia las escaleras Entonces el mozo de cuadras se abalanzó entre los sirvientes con expresión de preocupación.
—Me temo que la yegua va a parir muy pronto, señor. He llamado al veterinario pero está atendiendo a otro animal y como es su primer parto...
—Esta bien... yo iré a ocuparme de ella. No me esperes despierta —advirtió mirando a Lali.
—Puedo ir contigo…
—No tiene sentido que nos pasemos los dos la noche en vela —con Peter sacudiendo la cabeza.
  Lali se fue a la cama sola. Tal vez no fuera tan experta como Peter con los caballos pero aquel no sería el primer parto que veía. Aunque lo cierto era que Peter no la necesitaba constantemente a su alrededor. Solo un hombre enamorado habría deseado que lo acompañara.
Dos años atrás, sin embargo, si hubieran tenido tiempo, si se hubieran dado las circunstancias, Peter podría ha berse enamorado, de ella. Eso era duro de asimilar Sin embargo después de verla con Agustin. sus sentimiento hacia ella se habían desvanecido Desde entonces había vivido convencido de que se había acostado con Agustin, de que se había quedado embarazada de él... por no mencionar que la creía una ladrona.
  Peter había vuelto a entrar en su vida solo a causa de Alejo, y al principio lo había desganado darse cuenta de que aún se sentía atraído hacia ella. Luego, había llegado al convencimiento de que lo mejor era acostarse con ella para conseguir olvidarla. Y probablemente lo había logrado, se dijo Lali deprimida, de no haber descubierto que era la madre de su hijo.
La engañosa idea de que podía meterse en la cama de Peter y esperar allí su vuelta le sonaba de pronto imposible, solo de pensarlo le daba vergüenza. Lali se abrazó a la almohada melancólicamente. Jamás volvería a arrojarse en brazos de Peter.
A la mañana siguiente, su padre le llevó el desayuno a la cama. Ella se sentó y prácticamente le quitó la bandeja.
— ¡Papa… no quiero que me sirvas… no está bien!
—Bueno, ahora hay tantos empleados que lo más que tengo que levantar es el periódico. Quería hablar contigo. ¿Tienes ya vestido de novia? Supongo que es un poco tarde para preguntado. pero...
—No, no llegas tarde.
  Nicolas sonrió y le informó de que se alegraba, porque su deber era comprárselo. En aquellos días tenía buenos ahorros. Antes de que Lali se diera cuenta, su padre le había organizado las actividades de todo el día. Tenía que salir de compras a Exeter con su madrastra, a comprar el vestido más bonito que pudiera encontrar.
— ¿Y qué hay de los regalos? ¿Has comprado ya regalos para todos? continuó su padre sacudiendo la cabeza—. Lo ves, Peter no piensa en todo.
—A Peter jamás se le ocurriría pensar que voy por ahí, con menos de cinco libras en el bolsillo… ni siquiera podría imaginar tanta penuria... ¡Dios, si lo has llamado Peter, papá!
—Me sentiría como un idiota llamando de otro modo a mi futuro yerno. Como dice Alejo, tenemos que ir con los tiempos. Aunque es difícil romper los hábitos de toda una vida.
Según parecía, Peter había pasado la noche en los establos, había aparecido para desayunar a las siete de la mañana y se había ido a la cama. La yegua había parido sin problemas, pero Lali no pudo ver a Peter antes de marcharse de casa.
Aquel fue un día frenético. Lali se enamoró de un vestido de novia en la segunda tienda que visitaron. Tenía un top ajustado de escote bajo y un color marfil precioso.   Lali se miró al espejo y vio reflejado en él a una romántica princesa medieval.
Comprar los regalos de Navidad fue lo peor. Un libro sobre las nuevas costumbres para su padre, otro, de humor, para Alejo. Para Agustin, cigarrillos. Para Tally, un pañuelo de seda. Lali compró una blusa para Gimena mientras ella tomaba café. Y después Peter. Peter, un hombre que lo tenía todo. Lali arrastró a su madrastra de tienda en tienda para decidirse finalmente por un libro de poesía. Poemas de amor. Siempre cabía la posibilidad de que la inspiración produjera el cambio.
Era de noche cuando volvieron a Court, pero la mansión, rodeada de nieve, tenía las ventanas cálidamente iluminadas. Junto a la puerta, había un muñeco de nieve, algo poco frecuente en esa casa. Llevaba barba y gafas.
  Lali, que llevaba el día entero sin ver a Peter, estaba ansiosa por estar con él. Se apresuró a entrar en el Great Hall y vio a Agustin y Tally de pie junto a la chimenea, violentos y ruborizados, de modo que fingió no verlos.
— ¿Dónde está Peter? —le preguntó a su padre, que bajaba las escaleras.
—Sabes, no tengo ni idea —contestó Nicolas sorprendido.
—Dijo que tenía que hacer unas compras de última hora —explicó Agustin colocándose el jersey.
—Ha aprovechado que estabas fuera para salir —dijo Alejo cuando ella entró en el salón—. Se levantó a la hora de la comida, hizo el muñeco de nieve con Santino y después se pasó el resto de la tarde mirando por la ventana. No conseguí sacarle ni una palabra.
—Oh... —exclamó Lali pensando que Alejo exageraba.
El anciano continué quejándose de que Agustin y Tally no hacían más que besarse por los rincones, y luego volvió a su libro alegando que era mejor compañía. Al salir del salón su padre la esperaba.
—Gimena y yo queremos que pases esta última noche con nosotros, abajo. Es nuestra última oportunidad —añadió esperanzado—. Aunque, por supuesto, si tienes otros planes...
—No, no tengo otros planes —mintió Lali, ruborizándose—. Es una idea estupenda... Bajaré en cuanto acueste a Santino.
Sí, lo cierto era que tenía que mostrarse fría con Peter, no comportarse como una mujer enamorada, se reprochó.
A las once de la noche, estaba en la estrecha cama de las dependencias de la servidumbre. No parecía la misma habitación en la que había dormido de joven, pero sus cosas seguían ahí. Al día siguiente sería Nochebuena, el día de la boda. Seguía sin poder creerlo. Además era el día de su cumpleaños. Veintidós años. Sin embargo, en una fecha tan señalada, jamás nadie le había concedido demasiada importancia. Ni siquiera ella.
Alguien golpeó la ventana llamando. Lali se levanto sobresaltada y vio a Peter a la luz de la luna. Abrió la ventana sin vacilar.
— ¿Sales tú, o entro yo?
  Lali salió descalza por la ventana, pero se quedó helada al pisar la nieve. Peter se quitó el abrigo, la envolvió en él y la tomó en brazos. Lali no tuvo oportunidad de preguntar a dónde la llevaba, porque él estaba demasiado ocupado besándola. Se abrazó a él como si llevaran un mes separados y notó que la cabeza le daba vueltas.
  Peter la sentó en el antepecho de la ventana y levantó la cabeza. Respiraba profunda y sonoramente- Lali tardó en recuperarse.
— ¿Por qué caminabas de un lado a otro hoy mientras estaba fuera?
—Porque te habías ido en coche... Belen y Jenny tuvieron un accidente en un día como este —contestó Peter tenso.
¡Oh, demonios Peter., ni siquiera se me había ocurrido pensarlo! —suspiró Lali abrazándolo aún con más fuerza para consolarlo.
—Ha sido una estupidez —añadió él encogiéndose de hombros—, pero a veces puede caer un rayo dos veces en el mismo sitio. Por eso salí. Me estaba volviendo loco esperándote.
  Lali posó la frente sobre su hombro y olió su fragancia, Peter había estado preocupado por ella. Una ola de amor la embargó al recordar su infeliz matrimonio y eso la hizo sentirse generosa.
—Firmaré el acuerdo prenupcial, si quieres.
—Pero si solo era una broma, que al final se volvió contra mí... no tenía intención de que firmaras nada. Solo quería vengarme de ti por fingir que no eras más que una cazafortunas.
— ¿Vengarte? —repitió Lali abriendo enormemente los ojos y levantando la cabeza.
— Aquella primera noche, cuando volvía a verte, me dijiste que habías estado muy enamorada del padre de tu hijo... —explicó Peter escrutándola divertida Lali abrió la boca atónita—. Y lo dijiste con tal pasión… me lo dijiste a la cara, para picarme. Cuando comprendí que Santino era mío volví a acordarme de esa conversación, y entonces encontré por fin la respuesta a la pregunta que tanto me había torturado.
—Más me torturó a mí, que me había encaprichado de ti a los trece años —confeso Lali.
— ¡Lali…Lali...! —exclamó Peter abrazándola divertido.
—Decidí conseguirte como fuera... quería resarcirte por lo de Jenny —continuó Lali—. Fue una estupidez.
—No, no lo fue... me has bendecido con un niño que ha sido concebido en el amor — contestó Leo suspirando y obligándola a entrar de nuevo en la habitación—. Y como no quiero que concibamos a nuestro próximo hijo fuera de casa, será mejor que te dé las buenas noches, amor mío.
Peter la esperaba en el altar de la pequeña iglesia de la ciudad. Agustin parecía más serio de lo normal en su papel de padrino. Lali caminó hacia el altar del brazo de su padre, consciente, a cada paso, de la intensa mirada que Peter le dirigía.
Cada palabra de aquel servicio religioso tuvo para Lali un significado muy especial. Cuando intercambiaron los anillos, Leo retuvo su mano. SAntino se sentó entre los dos en el coche, de vuelta a Court. Las flores de su cabello fueron un gran entretenimiento para el niño, así que Peter tuvo que distraerlo. Lali era incapaz de hacer otra cosa más que contemplar su anillo y a su marido.
Al llegar a Court, un fotógrafo los esperaba. Tras posar casi en todas partes, dentro y fuera de la casa, Lali miro a Peter con ojos suplicantes.
—Jamás había tenido una foto tuya... ¿es que no te das cuenta? —dijo él.
—Creo que va a llenar el despacho de fotos tuyas, así podrá soportar estar todo el día sin ti —bromeó Agustin.
—Espero que no os importe que no vallamos —anuncio Peter después de la sesión fotográfica, enlazando los dedos con los de Lali y guiándola hacia la puerta principal.
— ¿Adónde vamos?
Un coche de caballos abierto y con cochero los espe raba. Lali se quedó perpleja.
—No hagas más preguntas, espera y verás.
Los caballos trotaron por el sendero que daba la vuelta a la casa y se detuvieron en el establo. Peter la ayudó a bajar del coche y la levantó por encima de uno de los boxers.
—Feliz cumpleaños. La yegua se llama Roba, pero el potrillo aún no tiene nombre. Son tuyos.
— ¡Pero si nadie hace caso nunca de mi cumpleaños!
—Yo sí —aseguró Peter—. ¿Cómo vas a llamar al potrillo?
—Joy.
Desde los establos, el coche volvió a girar por el camino que atravesaba la propiedad pasando por el bosque y subiendo por la colina.
—Cierra los ojos —rogó Peter.
Tras unos minutos, los caballos se detuvieron. Peter la tomó en brazos. Lali trató de ver algo, pero Peter la besó. Lali siempre cerraba los ojos cuando Peter la besaba. Cuando volvió a dejarla en el suelo, ella no estaba muy segura de tener los pies en la tierra, pero tampoco lo estuvo cuando abrió los ojos. Estaban en el Folly. pero había sido transformado una vez más, Por completo.
Solo que en esa ocasión se había transformado en un lugar cálido, acogedor y de buen gusto. Lali dejó que su vista vagara por la chimenea encendida, la mullida alfombra, los sofás y el precioso árbol de Navidad, y sintió que se le hacía un nudo en el estómago.
—Esto es lo que no quería que supieras que planeaba explicó Peter.
— ¡Oh, Peter!
—Ha sido Marisa quien ha hecho el milagro. Y es también la razón por la que insistí en llevarte a Londres. Quería que fuera una sorpresa.
Maria y su estudio de diseño de interiores. Arreglar el Folly para su noche de bodas, de eso era de lo que Peter y ella habían hablado.
—Es… —comenzó a decir Lali—... es la sorpresa más maravillosa que me ha dado nadie jamás.
— Fue el fin de semana más feliz que pasé en m vida—contestó él respirando tenso—. Y sin embargo huí por que tenía miedo de cometer de nuevo otro error.
—Yo solo tenía diecinueve años... —continué Lali con los ojos llenos de lágrimas— … no puedo culparle por dudar de que tuviéramos un futuro.
  Peter la atrajo hacia el sofá y l a hizo sentarse junto al fuego de la chimenea.
—Comencé a buscarte tres meses después de que te marcharas de Court,
—Pero, ¿por qué? En aquel entonces, tú pensabas que yo estaba esperando el bebé de Agustin.
—Sí. pero él no había salido a buscarte. Quería asegurarme de que estabas bien, porque me sentía culpable. Te había rechazado después de darte muchas razones para esperar algo más de mí —continuó Peter respirando profundamente, lleno de arrepentimiento—. Pero no pude encontrarte. Si habías dejado alguna pista. para entonces ya se bahía borrado.
— Las Lágrimas nublaron la vista de Lali, que no po dia dejar de imaginar a Peter buscándola sin éxito. Ella hubiera sido feliz de que él la encontrara. En aquel instante, Peter la abrazaba con tal fuerza, que apenas podía respirar,
—Los investigadores siguieron trabajando, pero yo me rendí, más o menos —confesó Peter serio—. Sin embargo después, hace un par de meses ¡bingo!, te inscribiste en el censo para poder votar. Dejaste de estar perdida.
— ¿Hace un par de meses?
—Antes de informar a Alejo. pedí un informe completo. Lo sabía todo sobre ti antes de llamar a la puerta de la casa de los Amadeo. Incluso me aseguré de que ellos no estuvieran esa noche —confesó Peter—. Traté de convencerme a mi mismo de que encontrarte no tenía por qué significar nada personal para mí, pero...
— ¿Pero?
— ¡Dios mío... me engañaba! Con solo mirarte una vez no deseaba otra cosa que abrazarte y llevarte conmigo a casa.
—Pero al principio no aguantabas la idea de que tuviera un hijo...
—Si al principio… cuando llegamos a Court ya se me había pasado. Pero entonces llegó Agustin, y todo fue un jaleo... o quizá fui yo el que se hizo un jaleo. De pronto no sabía a quien de los dos querías, estaba aterrado, tenía miedo de perderte.
—Peter... jamás podrías perderme... tonto —afirmó Lali temblorosa, acariciando su mejilla—. Te amo locamente; ¿es que no lo sabías?
¿Y acaso yo debilité tanto tu autoestima que tampoco tú sabes cuándo un hombre te ama locamente? —preguntó Peter levantándola en brazos y subiéndola por las escaleras.
—Jugaste conmigo, Peter.
—Tú no estabas dispuesta a admitir que me amabas.
— ¿Y por qué no lo admitiste tu?
—Traté de demostrártelo por todos los medios posibles —protestó él a la defensiva—. ¿Es que no viste lo feliz que estaba el día que te pedí que te casaras conmigo?
—Me lo dijiste, no me lo pediste.
—Habíamos malgastado demasiado tiempo separados, no podía esperar ni un segundo a hacerte mía.
  Lali observó el candelabro y la cama festoneada de encaje de la planta de arriba.
—Desde luego es lo suficientemente grande para dos.
— ¿Es que oíste eso? —preguntó Peter—.¡ No me extraña que sospecharas! Maria no hacía más que tomarme el pelo: ¿qué clase de cama?, ¿qué clase de sábanas? Le dije que hiciera lo que quisiera.
—Y entonces, ¿qué hiciste con Maria aquella noche, hasta las dos de la madrugada?
—Nos separamos hacia las once estuve por ahí, conduciendo, pensando en ti.
  Lali enredó una mano posesiva en sus cabellos y volvió a preguntar:
—Entonces, ¿con quién tenías una cita? Aquella primera noche dijiste que tenías una cita.
—Fue una bravuconada —confesó Peter contento, dejándola sobre la cama—. Tenía una cena de negocios —. debería haber comprendido que acabarías por pescarme.   Lali se alzó y lo besó. Peter se tumbó junto a ella con una sonrisa que la derritió —Te adoro, señora Lanzani Ser romántico contigo no me cuesta nada.
  Lali se tumbó tentadoramente, suspirando, y preguntó sin la menor vergüenza:
— ¡Más niños?
—Para mí eres perfecta —sonrió Peter.
—Y tú pata mi —susurró Lali
Las ropas fueron cayendo al suelo, y las frases se fueron haciendo cada vez más inconexas hasta que, finalmente, se desvanecieron ante la pasión que los arrastró a celebrar su amor.
A las seis de la madrugada, salieron de la cama y probaron la cena que habían dejado la noche anterior. Peter o había planeado todo tan bien, que tenían hasta ropa para cambiarse. Unidos, caminaron de vuelta a Court en la oscuridad y fueron a ver a Santino. que seguía dormido.
 Nicolas había colocado los regalos bajo el árbol. Lali y Peter intercambiaron sus regalos Lali recibió un montón de cosas y a cambio, le tendió a Peter un único paquete con cierta culpabilidad. Cuando Peter comenzó a exclamar, alborozado de recibir tal regalo, Lali le dio un puñetazo en las costillas. Peter la atrajo hacia sí y borró su rubor con un beso largo y apasionado, poco apropiado para el Great Hall.
— ¿Qué cómo te amo? Deja que cuente —leyó Peter del libro con los ojos brillantes, puestos sobre lali, que no dejaba de desenvolver regalos—. Sí... podría amarte así.
  Santino bajó en pijama. Echó un vistazo al coche de juguete y ya no tuvo ganas de abrir nada más. Condujo por el vestíbulo tocando el claxon y entró en la habitación de su abuelo.
— ¡Abuelo… abuelo!
—La felicidad de los niños en Navidad…! —comenté Leo riendo-. Apuesto a que Alejo se está tapando los oídos con la almohada.
Diez minutos más tarde, Lali seguía abriendo regalos. Joyas, una enorme caja de cosméticos, otro abrigo, una pila de libros, un montón de cosas bonitas, insignificantes. Peter lo había comprado todo para ella.
— ¡Oh Peter… y yo solo te he comprado un libro! — gimió Lali.
—En realidad estas navidades no me ha ido nada mal, amor mío —contestó Peter satisfecho, a trayéndola a sus brazos—. Te he conseguido a ti... y a Santino.
  Lali alzó los labios para encontrarse con los de él.
— ¡Como volváis a hacer eso a estas horas del día me voy a la cama! —los amenazó Alejo vestido con una bata roja de lana. Se sentó en una silla junto a la chimenea, Nicolas. con su inmaculado uniforme, se colocó detrás—. ¡Oh, vamos Nicolas ! ¡Siéntate, por el amor de Dios! Somos viejos, no vas a quedarte ahí de pie con tu rodilla artrítica. Bien, ¿dónde están mis periódicos? Fin