Sunday, August 30, 2015

capitulo 21

-Santo cielo... las ratas empiezan a saltar del barco -murmuró Peter con ironía-. No te preocupes. A mí no me tiembla el pulso cuando empiezo a hacer justicia. Ya me encargaré que Emilia reciba lo suyo.
-¿Qué quieres decir?
-Que le voy a enviar una notificación de desahucio hoy mismo.
Lali lo miró horrorizada. Peter frenó hasta detener el coche y salió.Lali hizo lo mismo.
-¡No puedes hacerle eso!
-Dime porqué no.
Lali intentó buscar una respuesta, pero no la encontraba.
Peter la miró con sus ojos verdes medio entornados, mientras sacaba una cesta y una manta del maletero del coche.
-No puedo creer que seas tan cruel -le dijo Lali.
-Es que no me conoces bien. Yo sólo he sido blando contigo, pero eso ya ha pasado -comentó Peter, mirándola con un brillo como el del hielo dorado bajo el sol-. En los negocios yo no perdono, Lali. Y siento mucho decirte que tanto contigo, como con tu madre, mantengo ahora una relación comercial.
Lali sacó la punta de la lengua para humedecerse los labios. No podía creerse que fuera Peter el que estuviera hablando de aquella manera. Tenía razón en todo lo que estaba diciendo. Pero era muy distinto del hombre cálido y amable que ella recordaba. Se fijó en la cesta que llevaba en la mano-. ¿Y qué vas a hacer con eso?
-Es nuestra comida -respondió Peter. Lali abrió la boca y la cerró de inmediato. Hasta ese momento no se había preguntado por qué se habían parado allí.
-¿La comida? -le preguntó-. Aclaremos un poco las cosas. ¿Crees que después de decirme que vas a desahuciar a mi madre, voy a irme contigo a comer al campo? -A mí sin embargo, pensar que la voy a desahuciar me ha abierto el apetito -confesó Peter, sin ningún tipo de remordimiento.
Lali lo observó dirigirse hacia un prado con unos árboles que se veían al otro lado de la carretera.
Apretó los dientes y se fue tras él. Peter puso la manta en un punto desde donde se veía el pueblo.
-Peter -empezó a decirle-. Mi...
-Eso es la Rocca -interrumpió-. Mi abuela nació en el bar en el que nos vimos ayer. En aquel tiempo era un hotel también. Su padre tenía aspiraciones que nunca vio cumplidas.  Lali frunció el ceño.
-Yo...
-Calla y escucha -la atravesó con su mirada, apretando al mismo tiempo los labios-.
¿Qué más ves desde aquí?
Lali tragó saliva y miró a su alrededor, preguntándose a qué diablos estaba jugando. -Mi abuelo nació en esa casa en ruinas -le dijo, con deliberada paciencia-. Uno de los once niños de su familia, de los cuales sólo seis llegaron a viejos. Él me trajo aquí cuando yo tenía ocho años y me dijo que este lugar era donde la familia Lanzani había echado sus raíces. Unos comienzos muy humildes, de los que, aunque no te lo creas, me siento muy orgulloso.
-Ya se ve -comentó Lali-. Pero...
-¡Tú no ves nada! -le dijo Peter con desprecio, alejándose de ella.

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