Sunday, August 16, 2015

capitulo 86

—Que sepamos, no. Aunque, desde entonces, se han encontrado los cadáveres descompuestos de dos mujeres jóvenes en los pantanos de la zona.
—Podría haber una relación —comentó Peter.
—Estoy seguro de ello, Peter.
—~~,Por qué?
— Escucha esto... Todas las mujeres involucradas eran rubias.
Inmediatamente después de colgar, Peter llamó a Marge Krell. Marge no estaba segura de hasta qué punto podría ayudar, pero lo intentaría.
— Solamente dos de esas mujeres han hablado conmigo. Claire Engle, quien ahora niega lo sucedido. Por entonces estaba separada, pero luego volvió con su marido, tuvo un hijo y se trasladó a Iowa. Y Josie Morgan. Accederá a hablar con usted, no me cabe duda. Nos hemos hecho buenas amigas. Lo malo es que ahora está en un crucero y no regresará hasta dentro de unos días. Es una buena chica. En cuanto llegue, iremos juntas a hablar con usted. Tendré que consultarlo con mi capitán, por supuesto...
—El FBI lo arreglará —le aseguró Peter—. ¿Le parece bien que quedemos para almorzar? —Sí, estupendo.
—~,Adónde le gustaría ir?
Marge optó por un restaurante italiano de Coconut Grove. Peter colgó, esperando haber encontrado por fin la pista que necesitaba. Siguió sentado a la mesa de Jimmy, repasando los informes una y otra vez. Finalmente, se frotó la nuca.
—Eh.
Peter alzó la mirada. Era Jimmy.
—¿No piensas irte? Ya son las diez.
Peter dio un respingo, consultando el reloj. Recogió rápidamente los papeles. Las diez.
Maldición. ¿Por qué, de repente, tenía tanta miedo por Lali?
Aquel sueño era distinto.
Estaba en un coche. Sí, era ella en un cocho pero, al mismo tiempo, no era ella. Estaba conduciendo.
Él estaba a su lado. Le decía a dónde debía dirigirse, pero ella ya lo sabía. Había estado allí antes. Mucho tiempo atrás, cuando era una niña pequeña.
Se dirigieron a un lugar situado en los pantanos. Antaño, antes de que la ciudad creciera tanto, antes de que los ecologistas comprendieran que el ecosistema único de los Everglades de Florida se estaba destruyendo, había cabañas de caza en los pantanos. Los cazadores iban allí a cazar caimanes. Tanto Nicolas como Mariano tenían cabañas en los Everglades.
—Te quiero, y tú también me quieres a mí, y esta noche vas a demostrármelo.
Él estaba a su lado, en el asiento del pasajero. Ella no podía verlo, pero estaba aterrada. Tan aterrada que habría detenido el coche y habría corrido hacia el pantano, con la esperanza de escapar. Salvo que...
Había alguien más en el asiento de atrás.
— ¿Mamá? — susurraba. Una y otra vez, con voz atemorizada.
—Vas a amarme... puta. No me harás daño, ni me arrancarás el corazón. Vas a devolver todo lo que quitaste.
— ¿Mamá?
Ella abrió la boca, y luego emitió un jadeo ahogado, notando algo puntiagudo en el costado Bajó la mirada.
Un cuchillo. Enorme, con una hoja de quince centímetros. Era plateado y relucía al sol. El reflejo la cegaba cuando intentaba mirarlo a la cara. El cuchillo solo la rozaba. No
penetraba en su carne. Aún no. Pero, mientras lo miraba...
Parecía brotar sangre de él, y ella comprendió que era la sangre de aquellas que la habían precedido...
Se despertó empapada en un sudor helado.
Y se dio cuenta de que había alguien en el cuarto. Observándola. Esperando... Empezó a gritar.

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