Saturday, August 22, 2015

capitulo 15

 
  Lali asintió. Aquellas noticias no la sorprendía real mente. Agustin había perdido a sus padres a los diez años, y Alejo lo había criado desde entonces  concediéndole cada uno de sus deseos para, finalmente, renegar del resultado de tanta indulgencia. Alejo esperaba que Agustin se hiciera cargo de la propiedad, pero este demostró una y otra vez una profunda aversión al trabajo. En realidad, las disputas a causa de sus extravagancias y de su pereza habían sido frecuentes y explosivas a lo largo de los años. Agustin había disfrutado de una generosa suma mensual en la época en que ella vivía allí, y siempre se había jactado de la suerte que tenía al proceder de la línea masculina de la familia. No como su primo Peter que, hijo de una insignificante hermana de su padre, jamás heredaría Court
— ¿No tienes ningún comentario que hacer? —preguntó Peter.
  Lali frunció el ceño y sostuvo su penetrante mirada de ojos verdes comprendiendo al fin el porqué de tanto escrutinio. Naturalmente, Peter había esperado una fuerte reacción por su parte ante el anuncio de que el padre de su hijo vivía al otro lado del Atlántico.
  Lali bajó la cabeza y observó la taza de café. Por supuesto, debería haberlo imaginado. Agustin vivía apartado de la familia. ¿Cómo si no podría haber surgido la idea de que él era el padre de su hijo? Después de todo, de haber vivido Agustin en Inglaterra, se habría defendido de la acusación y habría afirmado no tener nada que ver, ni remotamente, con su embarazo. De pronto, Lali se sintió terriblemente aliviada pensando que Agustin estaba a miles de kilómetros de distancia. De otro modo, ella no habría podido conservar su orgullo aprovechándose del error de Peter al creer que Santino era de su primo.
—Francamente, después del tiempo transcurrido, no podría importarme menos dónde viva Agustin. Y desde luego ni su ausencia, ni menos aún su presencia, podrían su poner para mí diferencia alguna en lo relativo a la decisión de volver a Deveraux Court.
—Pero irás, de un modo u otro —afirmó Peter con calma.
— ¿Cómo? —preguntó Lali burlona—. ¿Es que piensas atarme y meterme en el maletero del coche?
  Peter suspiró casi lánguidamente y después contestó:
—No me obligues a ejercer la fuerza, Lali. No estoy acostumbrado, pero si me obligas lo haré.
  Lali sintió que palidecía. Aquella amenaza, proferida con voz de seda, resultaba infinitamente más efectiva que cualquier grito. Y la penetrante mirada que la  acompañaba la hizo estremecerse.
—No puedes intimidarme.
—Acabo de hacerlo... y no debería ser necesario. Le debes una visita a Alejo.
— ¿Y cómo encaja eso con lo que me propusiste anoche? —saltó Lali confusa.
—No encaja. Tú y yo somos un asunto, y mi abuelo y tú otro —le informó Peter secamente—. Y, teniendo en cuenta su edad, cito que él debe ir primero, ¿no te parece?

La mañana en que Peter debía estar de vuelta, Epifania iba de un lado a otro de la casa murmurando. Santino jugaba con la arena en el jardín de atrás, y Lali lo observaba metiendo las manos frías por dentro de las mangas de la chaqueta. Su traje más elegante, una falda azul a juego con una chaqueta, era de tela ligera, propia del verano. Le dolía la cabeza y la garganta con un principio de constipado, y tenía frío hasta dentro de la casa. Solo le faltaba tener que volver a Deveraux Court.
  Alejo conseguiría conocer a su bisnieto simplemente porque tenía menos de cinco libras en el bolsillo y era una cobarde, incapaz de enfrentarse a las amenazas de Peter. Lo cierto era que se había confesado culpable de un robo, y aún podían detenerla. Naturalmente Peter utilizaría eso en su contra, no había tenido necesidad siquiera de decirlo en voz alta.
Al llegar Peter se detuvo para observarla, sentada en un banco, con la melena al viento y las piernas cruzadas.  Santino fue el primero en verlo. Se puso en pie y corrió por la gravilla para arrojarse a sus rodillas.
— ¡Es el hombre que trajo a Waff! —gritó nervioso.
Era difícil decidir quién de los dos, Peter o Lali, se quedó más sorprendido por la reacción de Santino. Lali se quedó helada, y a Peter se le veía tenso. A él siempre le habían gustado los niños, solo que no quería tener nada que ver con su hijo. Resultaba repugnante. De pronto, Peter se inclinó y levantó a Santino, y el niño, incapaz de distinguir un gesto sincero de uno falso, lo estrechó entre sus brazos.
—Déjalo en el suelo... —dijo Lali, incapaz de soportar aquella hipocresía.
Ver a padre e hijo juntos, y al mismo tiempo tan distante, tan inconsciente de su propia relación, la destrozaba. Repugnante. Pero la mentira que había hecho posible concebir a Santino también había sido repugnante, reflexionó.
—Cada vez que lo miro pienso en ti y en Agustin —confesó Peter serio—. Pero la culpa no es de tu hijo, ¿verdad? Espero ser lo suficientemente hombre como pan reconocer mis propios fallos.
— Me alegro de que reconozcas tus errores..., porque desde luego no querías que...
—No quería dejarte marchar, ni permanecer en un segundo plano, observándote y viendo cómo hacías el ridículo con mi primo —respondió Peter amargamente, en tono de reproche.
—Eso no es cierto. Déjame en paz, Peter. Me rechazaste como a un trapo viejo.
—Eres muy directa, pan ser una mujer —comento Peter apretando los dientes.
—Tú me enseñaste a serlo.
  Lali se aclaró la garganta. Sentía curiosidad por saber cómo se había enterado Peter de que estaba embarazada
— ¿Y cuándo te dijo =Alejo que estaba embarazada?—preguntó tensa.
—No me lo dijo Alejo...
—Entonces. ¿cómo...?
—Fue Agustin quien no pudo esperar para contármelo. De hecho, no hacía más que jactarse de su virilidad.
— ¿Qué Agustin se jac… jactaba...? —tartamudeo Lali. 

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