Monday, November 30, 2015

capitulo 20

-Estabas esperándome en mi dormitorio -dijo el entonces, mirándola con furia-. Con mi hermana pequeña en casa. ¿Es que no tienes vergüenza?
Lali se quedó sorprendida al sentir que su piel quemaba con una sensación que no era la vergüenza que debería sentir. La tensión sexual que había entre ellos podía cortarse con un cuchillo. Lali no podía contarle que había ido a la habitación a llamar por teléfono. Si se lo decía, Peter podría comprobar el número.
-Obviamente no -se oyó decir a sí misma, excitada a su pesar por aquella imagen de si misma como una mujer inmoral y manipuladora. Peter se inclinó sobre su cara, muy cerca.
-Entonces, ¿lo admites?
-No admito nada -murmuró ella, sin aliento.
Peter enredo los dedos en su pelo, sin dejar de mirarla a los ojos.
-Te juro que no ganarás nada con mi deseo, querida.
El peligro excitaba a Lali. Ser deseada, sentirse como una seductora, era algo completamente nuevo para ella. Lali se humedeció los labios con la punta de la lengua.
-Ah, vaya... no sabía que te estaban <arropando> -escucharon entonces la voz de Euguenia desde la puerta.
Peter se apartó rapidamente y salió de la habitación sin decir una palabra.
-Buenas noches, Lali -dijo Euguenia, mirándola con reprobación.
Avergonzada, Lali murmuró las buenas noches y se metió entre las sábanas. Pero no podía dormir. En veintidós años, nunca se había sentido tan viva como en los brazos de Peter.
Era una admisión patética, desde luego. Pero Lali no tenía ninguna experiencia con los hombres.
En el instituto era demasiado tímida como para interesar a los chicos. Tenía diecinueve años cuando conocio a Steve y se enamoró locamente de él. Solían comer juntos y Lali creía que se gustaban, pero había malinterpretado el interés de Steve y se sintió desolada cuando supo que era homosexual. El la veía como una amiga, nada más, y había creído que Lali sabía que su compañero de piso era <algo más> .
Al año siguiente conoció a Larry, un estudiante de ingeniería que no pudo soportar las groserías de su madre el día que decidió ir a visitarla a casa. Ese había sido el final de su relación.
Era normal que al lado de un hombre como Peter, Lali se diera cuenta de lo ingenua que era. Cuidando de su madre había tenido que madurar antes de tiempo, pero en el campo de las relaciones con los hombres seguía siendo una adolescente.
Y era lógico que no reconociera a la mujer sensual en que se convertía cuando estaba cerca de Peter. ¿Cuándo había tenido oportunidad de explorar ese lado de su naturaleza? Ella era una mujer de carne y hueso y era natural que... ¿que quisiera tumbarlo en su cama y arrancarle la ropa? Porque tenía que admitir que eso era lo que deseaba.
¿Pero era normal que cuando Peter estaba a su lado su cerebro dejara de funcionar? ¿Era natural que olvidase que estaba haciéndose pasar por su hermana y que tenía que salir de aquella situación como fuera? ¿Tan consumidora era la atracción sexual? ¿Había vivido como una monja durante demasiado tiempo y estaba, como había dicho Euguenia, “poniéndose en evidencia”?
¿Dónde estaba su cabeza?, se preguntaba Lali. ¿Qué había hecho para intentar solucionar la deuda con Nicolas? No había hecho nada, tuvo que admitir, avergonzada. Aquel día había visto a Peter en dos ocasiones y ni siquiera habia sacado el tema. Pero lo haría al día siguiente, se prometió a sí misma.

capitulo 19

Como respuesta, Peter puso las manos sobre sus hombros. Lali sabía que iba a besarla y... ¡ella deseaba que lo hiciera! De hecho, no podía esperar. Era como una prueba. La última vez que Peter la había besado, ella tenía fiebre. Y desde entonces se había preguntado si realmente habia sentido lo que creía haber sentido.
Con una risa ronca, Peter se sentó sobre la cama y la sentó sobre sus piernas.
-Esto no es... yo no... -empezó a decir Lali, trémula.
Despreocupado, Peter empezó a acariciarla y Lali volvió a perder la cabeza. Cuando miraba aquellos ojos verdes; simplemente deseaba estar entre sus brazos. Sus pechos parecían mas firmes, sus cumbres dolorosamente sensibles. En el centro de su femineidad Lali sentía un dolor placentero.
-Entenderás que esto... no tiene nada que ver con Nicolas -advirtió Peter con voz ronca.
-Bésame -le pidió Lali, olvidada toda timidez.
Y él lo hizo. Lenta y profundamente, con una experiencia contra la que Lali no podía hacer nada. Pero tampoco intento defenderse. El abrió sus labios y la exploró con la punta de la lengua. Lali casi se desmayó y sus brazos, como por deseo propio, se enredaron alrededor del cuello del hombre.
-Bruja... -susurró Peter antes de tomar su boca con ansia.
Y el ansia del hombre la traspasaba. Lali enredó los dedos en su pelo oscuro y Peter se colocó sobre ella. El peso del hombre sobre su cuerpo añadía una dimensión nueva a la experiencia. Con cada embestida de su lengua que imitaba una posesión mucho más íntima, Lali se quemaba.
Estaba tan enganchada a la droga de su boca que apenas podía respirar. Peter empezó a acariciar sus pechos sin dejar de besarla, jugando con sus endurecidas cumbres hasta que ella se abandonó por completo.
En ese momento, alguien llamó a la puerta y Peter se apartó bruscamente. Después, sin ceremonia alguna, la tiró sobre la alfombra y le susurró que no se moviera.
Lali se quedo sorprendida al escuchar la voz de Euguenia. Sólo entonces se percató de su vergonzoso comportamiento. Mientras escuchaba la discusión que mantenían los hermanos, cerró los ojos, sorprendida de sí misma.
Deseaba a Peter. Lo deseaba con todas sus fuerzas. Hasta aquel momento, no había entendido lo poderoso que podía ser el deseo. ¿Y como podía culparlo por aprovecharse de ella después de encontrarla medio desnuda en su dormitorio? Ella lo había dejado... en realidad, lo había animado a hacerle el amor.
El sonido de unos tacones que se alejaban por el pasillo la hizo salir de aquel ensueño. -Arriba -dijo Peter entonces, tomándola de la mano.
-¿Dónde vamos?
-Tú a tu cama -contestó el.
-Por supuesto -murmuró Lali. Pero sabía que, sin la interrupción de Euguenia, no estaba claro donde habría pasado la noche. -No puedo creer que casi he dejado que me seduzcas.
-¿Perdona?
-Sabes muy bien que tienes que hacer para que un hombre se vuelva loco. -¡No te atrevas a hablarme así!
Unos segundos después, Peter la tiró sobre su cama. Lali cayó sobre las almohadas con los rizos alrededor de su cara, más pálida que nunca.

capitulo 18

-Pero ten cuidado. Lanzani no debe enterarse de que eres mi hermana gemela -advirtió Lali, preocupada.
Unos segundos después, la conexión se cortó.
Lali estaba intentando recuperar la calma cuando la puerta del dormitorio se abrió. Asustada; intentó meterse debajo de la cama, pero no había sitio.
Cuando oyó la voz de Peter hablando con alguien en el pasillo, sintió pánico y miró alrededor buscando un sitio para esconderse. Unos segundos después, la puerta se cerró y Lali se dejó caer sobre la alfombra. Estaba en el dormitorio de Peter! Pero era temprano, quizá él volvería a bajar al salón. No podía irse a dormir antes de las once, se decía. Según el artículo de la revista, Peter   era un hombre que hacía una gran vida social,.
Por el sonido, notó que el se estaba quitando la ropa. ¿Qué podía hacer? ¿Cómo podía levantarse a inventar una excusa creíble? Tenía que escapar, pero no sabía cómo hacerlo. La puerta del baño se abrió y cuando Lali iba a incorporarse para salir corriendo, un par de pies masculinos aparecieron en su campo de visión.
-¿Vas a meterte conmigo en la ducha? murmuró Peter, con un tono tan suave como el terciopelo.

Lali se quedó sin habla. -Yo... yo...
Lentamente levantó la cabeza, tan avergonzada que no sabía que decir ni dónde mirar. ¡A sus pies, con aquel camisón de seda, en el dormitorio de Peter! La camisa abierta mostraba un torso poderoso cubierto por un suave vello negro. Frente a aquel impresionante físico, Lali tuvo que tragar saliva. -Te he visto desde la puerta, querida -dijo Peter.
Cuando alargó la mano para ayudarla, ella levantó la cara y se encontró de frente con aquellos ojos verde esmeralda. Era como sentir una corriente eléctrica. Cualquier excusa que hubiera pensado inventar, desapareció de su mente.
-Lali... Lali... -empezó a decir el con un tono sensual, mientras acariciaba su cara. Lali sentía que se le iba la cabeza-. No me digas que has perdido el valor.
-Lali estaba estudiando aquel rostro soberbio. <Estás loca por mi hermano>, le había dicho Euguenia. Y tenía razón. -No, yo...
Peter levantó una ceja.
-No me esperabas tan pronto, ¿verdad?
Teníia que liberarse del efecto que aquel hombre ejercía en ella, pensó Lali, intentando concentrarse. -Yo no...
-No importa.
El sentido común le decía que se moviera, pero estar al lado de Peter era una sensación deliciosa. Estaba tan cerca que podía oler su piel. La cabeza le daba vueltas y le temblaban las piernas.
Peter soltó la cinta de la bata. Lo hizo de una forma tan natural que Lali no protestó cuando vio caer la prenda a sus pies. -Peter... ¿qué estás haciendo? -preguntó, demasiado tarde.

capitulo 17

-Pablo me enseñó la fotografía de una casa increíble... y estaba en un hotel de cinco estrellas cuando nos conocimos. Me mintió...¡me mintió sobre su familia y su dinero!
-Mira, yo no se nada de eso -admitió Lali, repitiendo de nuevo lo que Peter y Euguenia le habían contado sobre Nicolas.
-Si Nicolas no podía enviarme dinero, no debería haberlo hecho.
-Marianela... Peter quiere que se lo devuelvas todo. Cuando vendas el apartamento que compraste para mamá y para mí, podrías mandarle el dinero a Nicolas. ¿Te queda algo del seguro de papá?
-¿De verdad esperas que me quede sin un céntimo por esta tontería? -preguntó Marianela, incrédula.
-Tienes que devolverle a Nicolas todo lo que puedas...
-¡Yo no le he robado su dinero! Se lo pedí y el me to dio y siento mucho que ahora este arruinado, pero no es culpa mía -gritó Marianela al otro lado del hilo.
-Marianela...
-Ese Lanzani esta intentando asustarte, Lali -la interrumpió su hermana-. Mira, olvídate del apartamento porque Rama y yo pensamos comprar una casa. Y no pienso contarle nada de esto... ¡No puedo hacerlo!
-Peter es un hombre muy poderoso y no va a dejar el asunto sin solucionar... -¡Pues si tiene tanto dinero, que se lo de él a Nicolas! -Pero Marianela...
Lali escuchó un golpe, como si el teléfono se hubiera caído al suelo. Su hermana estaba llorando. No eran lágrimas de pena, sino de rabia y Lali estaba sorprendida por su reacción.
Pero quizá había sido una ingenua esperando otra reacción de su hermana gemela. Tenía que ponerse en su lugar. Marianela había creído que Nicolas era un hombre muy rico y si tenía que devolverle el dinero se quedaría sin nada. Ademas, tendria que contarle aquella historia a su prometido y Rama era uu hombre muy conservador, que solia darle charlas sobre el valor del dinero y no sabía nada sobre su pasado. Lali sentía pena por su hermana. Era lógico que estuviera asustada y furiosa. ¿Cómo se tomaría Rama todo aquello, unas semanas antes de su boda?
-¿Qué voy a hacer, Lali?
-Buscaremos una solución. Encontraré un trabajo y te ayudaré...
-¡Después de la boda! Prométeme que mantendrás ocupado a ese Lanzani hasta que me haya casado. Lali se quedó pálida.
-Pero Marianela, yo...
-Rama me dejará si se lo cuento. El sabe que no tengo dinero y si le digo que tengo que pagar una deuda tan grande, me dejara, estoy segura -sollozó Marianela, histérica-. Prométemelo, Lali. Prométemelo.
Lali sabía que no debía hacerlo, que no estaba bien seguir engañando a Peter, pero tuvo que asentir. ¿Cómo podía exigirle que le contara la verdad a Rama? ¿Y si el rompía el compromiso? Lali no quería que ser responsable de una ruptura.
-De acuerdo -dijo por fin.
-Pase lo que pase, no vuelvas a llamarme. ¡Y no firmes ese papel en mi nombre!
-¿Firmar? -repitió Lali, a quien nunca se le habría ocurrido falsificar la firma de su hermana. -Lo único que puedo hacer es pagarle poco a poco.
-Intentaré solucionarlo...

capitulo 16

-Llevas un traje... -comentó Lali tontamente, observando el precioso traje de color beige que remarcaba aún más el poderoso físico del hombre-. Y pareces... pareces mas civilizado.
-¿Más civilizado? ¡Ahora mismo tengo que hacer un esfuerzo para no sacarte de esa cama y ponerte a cavar zanjas, como te mereces! -le espetó Peter furioso. Lali se quedó pálida-. Pero debo tratarte con la consideración que se debe a una persona enferma y quiero que sepas que no he querido hacerte daño. El médico dice que no te habías recuperado de una gripe. Si hubiera sabido que no te encontrabas bien, habríamos ido en coche a casa de Nicolas.
Aquel hombre podía hablar mucho sin pedir disculpas, pensó Lali. El agotador viaje a caballo había sido completamente absurdo para un hombre con sus recursos. Sólo lo había hecho para castigarla.
-¿Deseas que llame a tu prometido para decirle que has estado enferma? -preguntó entonces Peter con voz de hielo.
-Yo no tengo ningun prometido... -empezó a decir Lali.
-¿También has dejado a Rama Ordóñez? Debería haberlo imaginado. Era lo único que no tenía sentido. ¿Por qué una mujer como tú iba a casarse con un simple contable?
Recordando entonces que estaba haciéndose pasar por Marianela, Lali se incorporó un poco en la cama.
-Yo...
-¿Sólo estabas jugando con Ordóñez?-¿Divirtiéndote mientras esperabas a tu próximo amante rico? -preguntó Peter con desdén-. Me has privado del placer de decirle lo que eres. Ningún hombre debería casarse con una mujer como tú sin ser advertido.
En ese momento, una mujer de cabello gris entró en la habitación y dijo algo en voz baja antes de ponerle un termómetro a Lali. Cuando vio lo pálida que estaba, la mujer miró a Peter con cara de reproche.
-Seguiremos hablando de esto cuando te encuentres mejor -dijo él con gesto glacial.
Como un pez que se ha soltado del anzuelo, Lali volvió a dejarse caer sobre la almohada. Una hora más tarde, mientras cenaba en la cama con platos de porcelana y copas de cristal, entendió la cólera de Peter.
La había llevado a Guatemala para castigarla, había intentado acorralarla para que pagase la deuda contraída con Nicolas y, sin embargo, allí estaba, atendida por el servicio de su casa como si fuera una invitada de honor.
Tenía que encontrar un teléfono y llamar a Marianela. Eso era lo más urgente. <Ningún hombre debería casarse con una mujer como tú sin ser advertido> . El recuerdo de aquella frase llenó a Lali de temor. La boda de su hermana debia tener lugar unas semanas mas tarde y seguramente Peter lo sabría. Que el la creyera Marianela era, por el momento, la única protección que tenían.
Con decisión, Lali saltó de la cama. Eran las diez de la noche y seguramente todos los ocupantes de la casa estarían cenando, pensó mientras se ponía una Bata. Salió al pasillo y, nerviosa, pasó por delante de varias puertas cerradas. A unos metros de ella, en una galería con los techos muy altos, había una puerta entreabierta. De puntillas, se acercó y abrió con cuidado.
Era un dormitorio formidable y, afortunadamente, estaba vacío. Lali cerró la puerta y buscó el teléfono. Esconderse como una ladrona no era lo suyo y su corazón latía con tal fuerza que amenazaba con ahogarla, pero marcó el número de su hermana, rezando para que Marianela estuviera en casa.
-Llevo tres días esperando que llames -dijo su hermana cuando reconoció su voz.
-Me parece que tenemos un problema muy serio, Marianela.
En la menor cantidad de tiempo posible, Lali le explicó la situación.
Pero era un dialógo difícil porque su hermana no dejaba de interrumpirla.

capitulo 15

-Nicolas empezo a trabajar para mi familia cuando tenía quince años -dijo la joven-. Incluso le hicimos una fiesta cuando se jubiló. Imagina como nos sentimos al enteramos de que estaba trabajando para un vecino porque le daba vergüenza decirle a Nicolas que necesitaba dinero.
-Y entonces Nicolas le contó a tu hermano lo que había pasado con sus ahorros -murmuró Lali.
-No. Nicolas no sabe que lo le engañaste para quedarte con su dinero. Peter tuvo que contratar un detective -explicó Euguenia. Lali dejó caer la cabeza, derrotada-. Y ya que hablamos de mi hermano, por favor deja de ponerte en evidencia -añadió. Lali levanto la cabeza, con los ojos como platos-. Por tu forma de comportarte, creí que eras la amante de mi hermano.
-¿Su... amante?
-Todas las amantes de Peter son extranjeras, como tú. Las chicas guatemaltecas no se acuestan con un hombre sin casarse con él -dijo Euguenia con aire de superioridad.
-¿Por qué iba a ser su amante? -pregunto Lali, harta de tanta crítica.
-Porque no dejabas de murmurar que tenía unos ojos preciosos y le pedias que lo besara... ¡por favor, qué corte! -dijo Euguenia. Lali tuvo que apartar la mirada. Sus ojos se habían llenado de lágrimas y no sabía por que-. La verdad es que a mí no me pareces una buscavidas.
Lali se mordió los labios.
-Es que he estado enferma...
-Déjate de rollos. Estás loca por mi hermano -replicó la joven-. Y estás metida en un buen lío, Lali.
-Después de eso, Euguenia salió de la habitación. Respirando profundamente, Lali tomó la revista. Se sentía terriblemente humillada. Evidentemente, mientras tenía fiebre había estado sufriendo alucinaciones.
En la portada de la revista había una fotografía de Peter saliendo de un descapotable con una rubia preciosa. Era una revista americana dedicada a la vida de los ricos y famosos. La vida de los muy ricos, en realidad.
Peter era el propietario de un montón de mansiones por todo el mundo. Había fotografías de varias casas rodeadas de altos muros y puertas de seguridad. Con el corazón acelerado, Lali empezó a leer el artículo. Peter era descrito como “un hacendado multimillonario” y un “playboy reformado” que pasaba la mayoría de su tiempo dedicado a sus negocios. Tenía treinta años, era soltero y cambiaba de mujer como de camisa.
Lali cerró la revista, asustada. Marianela se había buscado un enemigo muy peligroso.
-¿Lali...? -sin abrir los ojos, Lali sabía que quien hablaba era Peter porque nadie había conseguido nunca hacer que su nombre sonara tan excitante. Aquel acento tan singular, tan masculino, había poblado sus suenos durante varios días-. Despierta, Lali. Lali miró al hombre que estaba al pie de su cama. Estaba anocheciendo, pero incluso sin luz sus fabulosos ojos verdes brillaban como joyas. Que Peter fuera espectacularmente guapo no debería seguir siendo una sorpresa, pero lo era.
Con un suspiro, Lali se estiró, intentando no mirarlo. Pero entonces se dio cuenta de que la curva de sus pechos se marcaba claramente bajo el camisón de seda y tiró de la sábana para cubrirse.
Peter seguía mirándola con un gesto cínico.
-Obviamente, te encuentras mucho mejor dijo, tuteándola.
-¿Te importaría decirme dónde estoy? preguntó ella, tuteándolo a su vez.
-En mi casa. Llevas tres días enferma.

capitulo 14

A pesar de sus esfuerzos, había llegado a los veintidós años sin un sólo momento de tentación. Y el hombre más odioso de Guatemala que, desgraciadamente, poseía un rostro y unas técnicas de seducción admirables, se había aprovechado de ella. Lali tembló recordando los brazos del hombre, la forma en la que había chupado su dedo...
Tenía que llamar a Marianela, pero no había teléfono en la habitación.
Lali saltó de la cama con las piernas temblorosas y entró en el cuarto de bano para darse una ducha. Despues, estudió su imagen en el espejo y suspiró al comprobar que estaba demacrada. Llevaba un camisón de seda color verde menta. Era precioso, como todo to que habia llevado a Guatemala de su hermana. La tela moldeaba cada una de sus curvas y era bien diferente de las camisetas de algodón que ella solía usar para dormitorio.
El esfuerzo de ducharse y lavarse el pelo la había dejado agotada de nuevo. Lali se dirigió hacia la ventana del dormitorio y al ver el paisaje, su corazón se encogió. Frente a ella, colinas cubiertas de hierba y un hermoso paisaje tropical. Aquello no tenía nada que ver con la casucha de Nicolas. ¿Dónde estaba entonces?
-Bienvenida al sitio más aburrido de la tierra -escuchó una voz femenina tras ella. Lali se dio la vuelta tan rápido que casi se mareó. En la puerta, una chica morena la miraba sonriente. Era muy guapa y parecía ir vestida para una fiesta-. La Hacienda de Oro. El sumo de los arqueólogos, pero el ataúd para una chica como yo.
-¿Cómo?
-Soy Euguenia, la hermana de Peter. ¿Te gusta mi vestido?
Lali asintió. La joven parecía una modelo. O una de esas chicas de la alta sociedad que solían salir en los periódicos. Una existencia tan diferente de la suya que Lali sólo podia mirar a Euguenia  como si fuera una aparición. -Hablas muy bien inglés.
-¿Dónde crees que me educaron? -rió la joven.
Seguramente en un colegio inglés, pensó Lali. Como todas las niñas ricas del mundo. -¿Dónde estoy?
-En Peten.
-¿Y cómo he llegado aquí?
-Peter te trajo en avioneta.
-¿En avioneta? -preguntó Lali, incrédula.
-No sabes quien es mi hermano, ¿verdad? -suspiró Euguenia, mirando al techo con gesto dramático-. Espera un momento...
-Euguenia... ¿puedo usar el teléfono? -preguntó Lali antes de que la joven desapareciera.
-No sé por que no tienes uno al lado de la cama. Puede que seas una buscavidas, pero quitarte el teléfono es una canallada. Yo me moriría sin teléfono.
Lali se quedo pálida.
-¿Ya sabes...? Quiero decir...
Euguenia se encogió de hombros.
-Me han contado lo que hiciste. Y es horrible. Nicolas es un hombre encantador.
-Pero...
Avergonzada, Lali se dejó caer sobre la cama. Unos minutos después, Euguenia reaparecio con una revista.

capitulo 13

-Sí... -dijo Peter levantando su arrogante cabeza.
-Sí... -murmuró Lali, sin saber to que estaba diciendo, completamente borracha de él.
Peter tomo sus labios entreabiertos con los suyos y fue como si una ola gigante la envolviera. Lali siempre había sonado con experimentar algo como aquello. La hambrienta boca de Peter  era una revelación. La pasión que sentía la controlaba por completo. Aunque necesitaba respirar, no podía apartarse de el ni un centímetro.
-La cara de un angel de Boticelli, el cerebro de una calculadora y el apetito sexual de una cualquiera -dijo Peter entonces, apartándola de sí-. Me gustaría tirarla al suelo y tomarla aquí mismo... usarla como usted usó a Pablo. Pero creo que puedo resistir la tentación -añadió, con desdén. Lali apenas podía oír lo que decía. Sorprendida por su propia reacción con aquel extraño, un extraño que la despreciaba profundamente, dio un paso atrás-. Ese gesto patético tampoco va a servir de nada.
Lali se dio cuenta entonces de que el estaba excitado. Mucho. Podía ver la excitación marcada claramente bajo sus vaqueros. Y, de repente, se sentía inmensamente aliviada de que las cosas no hubieran llegado más lejos... Su madre le había advertido muchas veces sobre la brutalidad los hombres.
-Me siento enferma... -murmuró, temblorosa.
-No va a engañarme -dijo Peter, sin piedad-. Pretendo que sufra las privaciones que Nicolas tendra que sufrir cuando no pueda seguir trabajando.
Lali no se encontraba bien. Eso era lo que le pasaba. De hecho, se sentia como si tuviera la gripe de nuevo. ¿Había imaginado el beso de Peter? ¿Cómo podía haberla besado? Era imposible.
-Los hombres son animales -murmuró, sin saber que lo estaba diciendo-... Usted es un buen ejemplo. Debería haber escuchado a mi madre...
-¿Qué dice?
Lali se pasó una mano por el pelo, incapaz de concentrarse, incapaz de mantenerse en pie.
-Me siento... mal.
Las botas de Peter aparecieron ante sus ojos un segundo después.
-No voy a dejarme engañar por ese teatro, señora.
Lali intentó decir algo, pero la habitacion empezó a dar vueltas. Un segundo después, se había desmayado.

Lali se movió un poco, pero antes de abrir los ojos se vio asaltada por unas poderosas imágenes.
Peter mirándola, con aquellos fabulosos ojos verdes. Peter murmurando palabras suaves mientras ella se revolvía, ardiendo de fiebre. Peter riendo. Tan confusas eran esas imágenes que pensó que había sido un sumo.
Cuando abrió los ojos, descubrió que no había soñado el increíble dormitorio en el que estaba sufriendo su segundo ataque de gripe. El sol de la tarde iluminaba antiguedades y hermosos cuadros en las paredes. Era una habitación elegante e increfblemente lujosa. Lali acarició el encaje de las sábanas que la cubrían, pensando en Peter. ¿Sería aquella su casa? Si lo era, debia ser un hombre muy rico.

capitulo 12

Lali lo miró, desesperada. Lo tenía todo planeado. -Yo no podría volver a Santa Angelita sin su ayuda.
Peter se encogió de hombros.
-Y no volverá a menos que firme el documento. Por cierto, no pierda el tiempo intentando sobornar a Mateo. No habla su idioma y, como todos los amigos de Nicolas, esta asqueado por lo que le ha hecho. Lali dio un paso adelante, temblando.
-No puedo firmar el documento... No tengo ese dinero. Tiene que haber alguna otra forma de solucionar esta situación...
Peter clavó en ella sus ojos verdes y Lali se quedó sin aliento. De repente, sentía como si un centenar de mariposas se agitaran dentro de su estómago. Se sentía paralizada por una extraordinaria excitación.
-¿Otra forma? Supongo que se refiere a la única que conoce -replicó el con voz ronca-. El sexo es su moneda de cambio y veo que no sería un castigo para usted tumbarse debajo de mí.
-¿Qué...? -empezó a decir Lali, incrédula y ofendida.
-Ese aire de inocencia y fragilidad es muy convincente... o lo sería si no supiera que ha sido la amante de dos hombres casados. -¿Cómo... se atreve? -exclamó Lali, con las mejillas encendidas.
-Qué fácil debió resultarle hacer creer a Pablo que era el amor de su vida.
Marianela había adorado a Pablo y se había sentido desolada tras su muerte. Furiosa, Lali levantó la mano para golpearlo, pero él la sujetó por las muñecas y la levantó del suelo como si fuera una pluma.
-¡Suélteme, suélteme... canalla! -exclamó, a punto de llorar.
-Hay algo muy excitante en su aparente fragilidad -dijo Peter, sin piedad-. Parece una muñeca, pero tiene el temperamento de una fiera...
-¡Suélteme, canalla!
-Ahora veo a la auténtica mujer -rió él, mirándola de arriba abajo, con una cruda sexualidad que no se molestaba en disimular-. Y menuda tigresa debe ser entre las sábanas.
Lali parpadeó, sin habla. Nunca un hombre le había hablado de esa forma. Se sentía mas confusa que insultada por la imagen que Peter tenía de ella. Cuando volvió a mirarlo a los ojos, se dio cuenta de que parecía un animal a punto de saltar sobre su presa.
-No...
-La palabra que debe usar conmigo es <sí> y me gustaría oírla -la interrumpió él con voz ronca; una voz que parecía recorrer su espina dorsal como una caricia. Entonces, Peter la atrajo hacia sí, sujetando sus manos a la espalda-. Diga que sí. Una extraña sensación empezo a despertarse en la pelvis de Lali, impidiéndola concentrarse. -No...
-Sí... -insistió Peter, aplastando sus pechos contra su musculoso torso-. Lo dirá porque yo se lo pido.
-Porque usted me lo pide... -repitió Lali. Su corazón latía con tanta fuerza que tenía miedo de sufrir un infarto. El la soltó entonces y, como impulsada por una fuerza desconocida, Lali paso una mano por su cara.
Peter inclinó la cabeza para capturar un dedo entre sus labios y Lali lo observó, fascinada. Y se volvió loca cuando el empezó a chupar el dedo suavemente. Como un helado sobre una estufa, podía sentir su carne derritiéndose en una dulce agonía de deseo, tan nuevo para ella que la abrumaba.

capitulo 11

Lali tomó el documento que, afortunadamente, estaba escrito en su idioma. Era un documento legal en el que se mencionaba una enorme suma de dinero que, supuestamente, Marianela debía devolverle a Nicolas. Según el documento, su hermana había recibido dinero de Nicolas durante los últimos cinco años. Y el documento la obligaba a devolverlo inmediatamente.
Lali se sintió desfallecer. Lo creyera o no aquel monstruo, aquello era un malentendido. Marianela había creído que su suegro era rico y si le había pedido dinero era porque creia sinceramente que Nicolas podía enviárselo.
Nicolas tenía setenta anos. Con el salario de un capataz, debía haber tardado toda su vida en reunir aquella cantidad. Pero el dinero se habia evaporado y con él, la tranquilidad del anciano. ¿Cómo iban a devolverle esa enorme suma de dinero?
El apartamento que Marianela había comprado para Lali y su madre estaba en venta, recordó entonces. Pero aunque lo vendieran inmediatamente, eso ni siquiera cubriría la mitad de la deuda.
<Ya sé que gasto demasiado», solia decir su hermana. <Rama se enfada mucho conmigo, pero es que el ha tenido una vida muy fácil. No tiene ni idea de lo que era vivir con papá. Rama nunca tuvo que pedir dinero prestado para comprar comida porque su padre se lo gastara en alcohol>.
El recuerdo de aquella conversación era como un dedo acusador. Lali no había tenido que sufrir a su padre, enloquecido por el alcohol, y siempre habia vivido protegida por su madre.
-¿Va a firmar, señora? -la retó Peter.
Lali empezó a temblar. Se sentía tentada de decirle que estaba reteniendo a la hermana equivocada. Pero sabía que no podía hacerlo. La confesión de su verdadera identidad lo pondría aún más furioso. Y Lali se había dado cuenta de que Peter no era un simple empleado.
El documento que tenía en la mano había sido redactado por un importante bufete de Londres y Peter había hecho averiguaciones sobre su hermana, seguramente a través de una agencia de detectives. Todo eso costaba mucho dinero. Además, llevaba un Rolex, uno de los relojes más caros del mercado y los hombres del bar se habían quitado el sombrero como sepal de respeto. -¿Quién es usted? -preguntó, asustada.
-Ya sabe quien soy, señora.
-Lo único que se de usted es su nombre.
-No tiene que saber nada más -dijo Peter con desdén-. ¿Va a firmar el documento o no?
Lali levantó la barbilla.
-No pienso firmar nada hasta que deje de presionarme.
-Muy bien. Ya veremos que dice dentro de una semana -dijo el entonces.
-¿La semana que viene? Supongo que lo dirá de broma.
-¿Por qué iba a ser una broma?
-¡No puede dejarme aquí una semana!
-¿Por qué no?
-Porque no quiero estar aquí y usted no tiene ningún derecho a retenerme contra mi voluntad...¡Podría llamar a la policia! -exclamó Lali, levantándose de la silla con las rodillas temblorosas.
-¿Y de qué va a acusarme, señora? -preguntó Peter, irónico-. Ni siquiera esta en mis tierras. Ha venido a Guatemala por deseo propio y esta viviendo en la casa de su suegro. ¿Qué tiene eso que ver conmigo?

Sunday, November 29, 2015

capitulo 10

-Lo ha entendido perfectamente. Pero supongo que no puede creer que se ha quedado sin la gallina de los huevos de oro -la interrumpió él-. Y que, aunque sus patéticas cartas pidiendo dinero podían ablandar el corazón de Nicolas, el mío no se ablanda tan fácilmente.
-¿Cartas pidiendo dinero? -repitió Lali, confusa.
Con una mirada de desprecio, Peter levantó una caja de madera que reposaba sobre la chimenea.
-Sus cartas, señora. En cada una de ellas habla de su pobreza, su desesperada necesidad de ayuda económica...
Como si estuviera viviendo una pesadilla, Lali alargó la mano y sacó un sobre de la caja, reconociendo inmediatamente la letra de su hermana. Pobreza... necesidad de ayuda económica... ,Marianela? Marianela, que había heredado el dinero del seguro de vida de su padre?
¿Marianela, que gastaba como si fuera millonaria y sólo compraba ropa de diseño?
-Y mientras tanto, usted vivía rodeada de lujos -añadió Peter con tono de condena.
-¿Cómo sabe eso?
-He hecho algunas averiguaciones en Londres. Sé que tiene un carísimo apartamento y que suele viajar a menudo. Ha disfrutado de una vida de lujo a expensas de Nicolas. ¡Se ha aprovechado del buen corazón y la credulidad de un anciano y en cinco años lo ha dejado arruinado!
-Dios mío... -murmuró Lali, entendiendo por fin.
-Sus constantes demandas de dinero lo han dejado en la ruina. Antes de que usted apareciera en su vida, Nicolas tenía dinero suficiento para arreglar esta casa y disfrutar de un retiro agradable, pero ahora, a su edad, se ha visto obligado a seguir trabajando para poder sobrevivir.
-Creí que Nicolas era un hombre rico.
-¿Como podía pensar que un capataz era rico, señora? –preguntó Peter, incrédulo.
-¿Un capataz? Me parece que ha habido un malentendido -murmuró Lali, horrorizada.
Peter se inclinó sobre ella, haciendo que Lali se sintiera prisionera.
-No se haga la tonta conmigo -dijo, amenazándola con sus fríos ojos verdes-. No ha habido ningun malentendido y usted no va a salir de aquí...
-¿Qué no voy a salir de aquí? ¿Me está amenazando?
-Hasta que firme un documento en el que se comprometa a devolverle a Nicolas todo lo que le ha robado, no saldrá de aquí -la informó Peter-. Pero no se asuste, no voy a hacerle daño. No me mancharía las manos con usted.
-¿Se supone que eso debe tranquilizarme?
Lali estaba tan asustada que no podía pensar con claridad. Por un lado, se apartaba de él como una doncella victoriana y por otro no podía dejar de mirar aquellos extraordinarios ojos verdes, maravillada de su belleza.
-¿Cree que le haría daño? Yo soy un Lanzani, señora, nunca maltrataría a una mujer -dijo él con los ojos de color jade clavados en ella. Toda esa pasión, ese fuego, escondidos durante el viaje. Era lógico que Peter no hubiera abierto la boca. Sus esfuerzos para disimular debían haber sido como una mordaza. El hombre volvió a incorporarse, con las facciones rígidas-. Mateo estara cerca para asegurarse de que no le ocurre nada. Y le aconsejo que no intente escapar. Este es .un lugar muy peligroso para alguien que no lo conoce.
-No puede obligarme a permanecer aquí protestó Lali.
Peter saco un papel del bolsillo y lo puso frente a ella.
-Si firma esto, podra marcharse inmediatamente.

capitulo 9

Peter le dio una taza de café y un trozo de pan con queso. El comió de pie, con los movimientos rápidos de un hombre que tiene prisa.
Cuando Peter la subió sobre la yegua, Lali se dijo a sí misma que solo le quedaban un par de horas, pero el camino se convirtió en una tortura.
-¿Por qué nos hemos parado? -preguntó cuando la yegua se paró inesperadamente.
Peter la bajó de la silla y, durante unos segundos, estuvo en contacto con aquel soberbio cuerpo masculino. Cuando la dejaba en el suelo; sus pechos rozaron el torso de Peter y sus pezones se endurecieron. Lali tuvo que ahogar un suspiro.
El la obligó a darse la vuelta y Lali abrió los ojos como platos. Frente a ella había una casucha hecha de adobe. Una verja de madera rota por todas partes acentuaba el aire de pobreza y abandono.
-¿Dónde estamos? -preguntó, atónita.
-Este es el rancho de Nicolas, señora -contestó Peter, mirándola con frialdad-. Espero que disfrute de su estancia.
-¿Esto... esto es el rancho de Nicolas? -preguntó Lali, incrédula.
-Supongo que habría esperado algo mucho más lujoso -contestó él. Lali se sintió avergonzada. El pobre anciano había debido perder su fortuna en los últimos cinco años y estaba atravesando un mal momento. Su compasivo corazón sangraba por el y entendía por que Peter habia insistido en que Marianela fuera a visitarlo-. Esta hurnilde casa es una sorpresa para usted, ¿verdad? Los dos sabemos que no se habría molestado en hacer este viaje si no hubiera imaginado que merecería la pena venir a visitar a un moribundo -dijo entonces Peter con aspereza.
Confundida, Lali miró a su autoritario y sombrio companero.
-¿De qué esta hablando? Quiero ver a Nicolas...
Peter soltó una carcajada.
-Afortunadamente para él, Nicolas no esta ahí dentro.
-¿Quiere decir que está en el hospital?
-Sólo los enfermos van al hospital y Nicolas no está enfermo.
Un hombre de piel oscura apareció entonces por detrás de la casa. -¿Quién es ese hombre?
-Mateo trabaja para mí -contestó Peter, saludando a su empleado. Los dos hombres intercambiaron unas palabras y después Mateo desapareció sin ni siquiera mirar a Lali-. Nicolas no está en su lecho de muerte -dijo entonces Peter, abriendo la puerta de la casucha-. Está trabajando a muchos kilómetros de aquí y no tiene ni idea de que usted ha venido a Guatemala.
-No lo entiendo...
-Ya imagino -la interrumpió Peter, haciendo un gesto para que entrase en la casa, cuyo interior contenfa un par de muebles decrépitos-. Pensaba que iba a enriquecerse a expensas de Nicolas, ¿no es así?
-No sé de que esta hablando -protestó Lali.
-Entonces escuche y se enterara. Fue decisión mía traerla aquí y aquí se quedara hasta que decida que puede marcharse.
Lali se dejó caer sobre una silla de madera, perpleja.
-Nicolas no esta en su casa. No está enfermo... y usted dice que piensa retenerme aquí. Creo que no he entendido bien...

capitulo 8

-Un jaguar. Cazan de noche.
Ella se acercó un poco más al fuego, temblando. Peter le dio una taza de café que Lali tomó con manos temblorosas.
-¿A qué hora llegaremos al rancho de Nicolas?
A la luz de la hoguera, las facciones de Peter eran aún más atractivas. -Temprano.
-Supongo que si yo hubiera sabido montar a caballo, ya habríamos llegado -dijo Lali, intentando hacer las paces con él. Quizá Peter la despreciaba, pero había sido él quien envió los billetes de avión. No parecía un hombre rico, pero aquel había sido un gesto generoso. Sin duda, Nicolas tenía un vecino amable y considerado que se preocupaba mucho por él. Podía odiarlo y podían dolerle todos los huesos del cuerpo, pero los motivos por los que prácticamente le había exigido a Marianela que fuera a visitar a su suegro eran respetables.
Peter le pasó un trozo de pan con queso que Lali comió con sorprendente apetito.
Despues de comer, sintió que el silencio pesaba sobre ella.
-Quizá podría hablarme de Nicolas -dijo, con una sonrisa de ánimo.
-Entenderá la situación cuando lleguemos a su casa -murmuró él, sin mirarla.
Era de noche y estaba a solas con un extraño en un país que no conocía, pero Lali se decía a sí misma que no debía tener miedo.
Su madre la había educado advirtiéndola constantemente contra los hombres. Lali tenía siete años cuando su padre conoció a una mujer más joven y pidió el divorcio. Su madre cambió por completo desde entonces. Se había vuelto una mujer amargada y rencorosa. Marianela se había ido a vivir con su padre y ella se quedó con su madre. Al final, Mariano y Emilia  habían dividido a las niñas como habían repartido todo lo demás.
Marianela se había ido a vivir a Escocia, donde su padre había abierto un negocio. Les habían prometido que se visitarían a menudo,pero no fue así. Y, amargada a causa de la deserción de su marido por una mujer más joven, Emilia se había aferrado a la hija que le quedaba de forma exageradamente protectora. Un romance posterior en el que su madre volvió a ser traicionada habia hecho que odiase a los hombres. Y la adolescencia de Lali fue envenenada por aquel odio. Las prohibiciones de todo tipo habían impedido que pudiera salir con sus amigos.
Cuando cumplió una edad en la que podría haber exigido libertad, su madre se había puesto enferma y Lali iba del trabajo a casa y de casa al trabajo. Cuando intentaba salir en alguna ocasión, tenía que enfrentarse con llantos histericos y amenazas de suicidio.
Pero su hermana había sufrido mucho más viviendo con su padre. Su madre al menos la había querido. Pero cuando el negocio de su padre falló y su novia lo abandonó, Mariano se había convertido en un alcohólico, siempre con deudas e incapaz de conservar un puesto de trabajo. Su hermana lo había pasado muy mal.
Envolviéndose en la manta, Lali volvió a tumbarse y se quedó mirando las estrellas. Podría soportar el frío antagonismo de Peter durante unas horas. Daba igual, se decía.
Ella estaba allí para ver a Nicolas y en lugar de sentirse amenazada por to diferente y extraño de Guatemala, debería estar aprovechando la oportunidad de disfrutar lo que pudiera de la experiencia.
Le dolían todos los músculos del cuerpo cuando intentó levantarse a la mañana siguiente. Y el duro suelo no había hecho nada para aliviar las agujetas. Dolorida por todas partes, Lali aceptó la cantimplora de agua que Peter le ofrecía y se acercó al riachuelo para arreglarse un poco.
Apenas podía caminar y, temblando violentamente, se cubrió con el poncho.

capitulo 7

-Irá conmigo -dijo él, colocándola sobre el semental y saltando después sobre la silla con tal rapidez que Lali no pudo protestar. Cuando intentó apartarse de aquel cuerpo duro y musculoso, el la sujetó apretándola contra su pecho con fuerza-. No se mueva -ordenó, impaciente.
Lali intentaba respirar con normalidad, pero le resultaba imposible. Se le había quedado la boca seca. Peter olía a cuero, a caballo y... a hombre. Lali sintió un calor extraño en el vientre, un calor que la hacía sentir extrañamente relajada y sumisa. Las suaves cumbres de sus pechos se habían endurecido al contacto con el torso masculino y la dejaba atónita comprobar que, sin que ella pudiera evitarlo, su cuerpo respondía a la sexualidad que emanaba Peter.
-Me aprieta demasiado -murmuró, intentando apartar las manos del hombre.
-No se preocupe -dijo él-. No me gustan las mujeres con el pelo teñido.
-¿Yo no llevo el pelo teñido! -protestó Lali-. Es usted el hombre más desagradable que he conocido nunca. Estoy deseando perderlo de vista. ¿Cuándo llegaremos al rancho de Nicolas? -Mañana...
-¿Mañana? -lo interrumpió ella, incrédula. -Acamparemos dentro de una hora para pasar la noche. Lali no tenía intención de pasar la noche al aire libre y menos con aquel hombre.
-Pero yo pensé que llegaríamos enseguida.
-Se está haciendo de noche, señora.
-No tenía ni idea de que el rancho estuviera tan lejos -murmuró ella, angustiada.
Siguieron galopando en silencio durante una hora y lentamente el sol empezó a desaparecer en el horizonte. Lali estaba exhausta. Cuando Peter la tomó en brazos para bajarla del caballo, le temblaban las piernas.
El mes anterior había estado en la cama con gripe y se encontraba fatal. Ni a ella ni a Marianela se les había ocurrido pensar que el rancho de Nicolas estuviera en un lugar tan remoto.
Alejada de la gran ciudad, se sentía muy vulnerable. Marianela había viajado por todo el mundo, pero aquel era el primer viaje de Lali.
Peter llevó los caballos al río y ella se dejó caer al suelo. Le temblaban tanto las piernas que no podía sostenerse.
-Supongo que tendrá hambre -dijo el unos segundos después, ofreciéndole una manta.
Lali negó con la cabeza y lentamente, como un juguete que se queda sin pilas, se tumbó sobre la hierba. Peter extendió la manta y la tumbó sobre ella con delicadeza. Era un hombre contradictorio. Recortado contra el horizonte, parecia una sombra amenazadora.
-Parece el demonio -murmuró ella, medio dormida.
-No voy a quedarme con su alma, señora... pero tengo intención de quitarle todo lo demás.
El cerebro de Lali no registró aquellas palabras. Estaba demasiado cansada.

Lali abrió los ojos lentamente. A su lado, crepitaba, una hoguera y podía ver la silueta de Peter   recortada a la luz de la luna.
Lali se sentó de golpe al escuchar un sonido aterrador, una especie de grito inhumano. -¿Qué ha sido eso?

capitulo 6

Lali se puso colorada-. Está tan bien como cabe esperar en sus circunstancias.
Peter subió a su caballo de un salto. Se movía como si formara parte del semental, mientras Lali estaba tan tensa que le dolían todos los músculos.
-¡No vaya tan rápido! -gritó cuando los caballos empezaron a galopar.
-¿Qué pasa?
-Si me rompo una pierna, no le serviré de nada a Nicolas.
-Pronto se hará de noche y...
-Me estoy asfixiando con este poncho -lo interrumpió ella, agobiada. -Siento mucho que esta forma de viajar no sea de su gusto, señora.
-Llámeme Lali. Llamarme «señora» con tan mala educación es ridículo -le espetó ella, furiosa. Peter la miró como si quisiera matarla-. Sé que no le gusto y no soporto la hipocresía.
-Se llama Marianela, ¿por qué voy a llamarla Lali? -preguntó él entonces.
Lali apartó la mirada, molesta por su propio despiste. Afortunadamente, sus padres las habían llamado Marianela y Mariana.
-La mayoría de la gente me llama Lali.
-Lali -pronunció el lentamente, antes que clavar los talones en el semental.
Lali intentó no caerse de la yegua mientras. Seguían galopando por aquel camino polvoriento.
El paisaje era irreal. El cielo y la hierba... y el calor, como un ente físico golpeándola sin remordimientos. No había casas, ni gente, ni siquiera el ganado que había esperado. Cuando vio una colina con palmeras, estuvo a punto de lanzar el sombrero al aire. Pero no le quedaba energía. Ni siquiera sabía la hora que era, pero apartarse el poncho y levantar el brazo le parecía un esfuerzo imposible.
-Necesito beber algo -dijo por fin, con la boca seca.
-Hay una cantimplora colgada en su silla dijo Peter, sin mirarla-. Pero no beba demasiado o se pondrá enferma.
-Tendrá que, darmela usted. Si miro hacia abajo, me mareo.
Peter obligo a su caballo a cruzarse con la yegua para que se detuviera y, con una habilidad que la dejó sorprendida, saltó del semental y desató la cantimplora con una mano.
-Una vez vi a un cosaco hacer eso en el circo.
-Yo no aprendí a montar en un circo, señora -replicó él, ofendido.
-Era un cumplido -murmuro Lali, antes de llevarse la cantimplora a la boca. -Ya es suficiente.
Lali le devolvió la cantimplora y se seco los labios con una mano temblorosa. En realidad, le temblaba todo el cuerpo y estaba muy pálida.
Con una imprecación en español, Peter la tomó por la cintura. -¿Pero que haré...?

capitulo 5

Ajeno a su reacción, Peter le colocó un sombrero de paja sobre la cabeza.
-Hay que tener cuidado con el sol.
-¿Dónde esta mi maleta? -insistió ella.
-He colocado algunas de sus cosas en la silla. Vamos, no tenemos tiempo que perder.
-¿Ha sacado las cosas de mi maleta? -preguntó Lali, incrédula. No podía imaginar que aquel hombre había estado tocando sus braguitas y sujetadores...
-Vamos -insistió él, impaciente-. Ponga el pie izquierdo en el estribo y salte sobre la silla.
Lali apretó los dientes al oír risas detrás de ella. Afortunadamente, se había puesto unas cómodas zapatillas de deporte y decidida, colocó un pie en el estribo. Pero la yegua se movió y Lali cayó al suelo.
Peter la levantó de un tirón.
-¿Quiere que la ayude, señora? -preguntó, irónico. Lali se soltó de un tirón.
-¡Hubiera podido subir si ese maldito caballo no se hubiera movido! -exclamó, irritada. Aunque no estaba acostumbrada a gritarle a nadie, aquel hombre la ponía de los nervios-. Y lo haré sin su ayuda aunque me mate... asi que quedese ahí detrás riéndose con sus amigotes.
-Como usted diga... pero no me gustaría que se hiciera daño -replicó él, sin mover un músculo.
-¡Apártese! -gritó Lali, sorprendiéndose a sí misma. Sentía tal rabia que habría podido montar sobre un elefante. Segundos después, estaba montada sobre el animal.
-Voy a atar una rienda de paseo a la yegua -murmuró Peter, sin mirarla.
Aquel tipo parecía un aristócrata dándole órdenes a su criado, pensó Lali cada vez mas furiosa. Unos segundos después, el animal que había debajo de ella empezó a moverse, inquieto.
-El caballo se está moviendo...
-Es una yegua -la interrumpió él-. Chica se pone nerviosa cuando la monta alguien que no conoce. Pero no va a pasarle nada, no se asuste.
Lali lo observó mientras ataba la yegua a un semental negro que movía las pezuñas como un toro.
-Espero que pueda controlar a ese monstruo...
-No es un monstruo, señora -murmuró el entre dientes.
Peter era un tipo de hombre desconocido para Lali. Un hombre temperamental y machista. Y orgulloso de serlo. No parecía haber en el ninguna debilidad.
¿Pero por qué era tan grosero con ella? Después de todo, Lali había ido a visitar a Nicolas, como el quería. Y, lo supiera o no, debía alegrarse de que ella no fuera Marianela. Su hermana ya estaría de vuelta en el aeropuerto. Marianela, acostumbrada a la admiración masculina, no habría soportado ni un segundo a aquel hombre.
Irónicamente, su hermana le había dicho que la tratarían como a una princesa. Nicolas era un caballero a la antigua usanza, pero Peter no parecía saber nada sobre la galantería latina. Evidentemente veía a Marianela como una oportunista sólo porque se había acostado con Pablo la primera noche. ¿Como se atrevía a juzgarla tan duramente? -¿Cómo está Nicolas? -preguntó Lali entonces.
Peter la miró muy serio.
-¿Por fin se ha acordado de él? -preguntó.

capitulo 4

-¿No lo dirá en serio?
-Nicolas ha vendido su camioneta, de modo que tenemos que ir a caballo.
-¿A caballo? -repitió Lali, atónita.
-Dentro de un par de horas empezara a oscurecer. Le sugiero que entre en el bar y se ponga algo más apropiado.
-¿Nicolas había vendido su camioneta? Lali no entendía nada. Marianela le había dicho que Nicolas  era un hombre muy rico.
-Pero yo no se montar a caballo...
El hombre se encogió de hombros y la miró de arriba abajo. El sol iluminó sus facciones entonces y Lali pudo ver su cara por primera vez.
Y se quedó sin aliento. Peter era el hombre más guapo que había visto en su vida. Tanto que no podía dejar de mirarlo. Tenía los ojos de color verde claro, los pómulos altos, la nariz recta y una boca tan apasionada y tan perversa como un pecado. Era tan atractivo que Lali se quedó clavada en el suelo.
Cuando sus ojos se encontraron, sintió un escalofrío y su corazón empezó a latir con violencia. Los ojos de Peter eran verde esmeralda, verdes como el fuego. Un pensamiento completamente absurdo, desde luego, pero nada de lo que Lali experimentaba en aquel momento tenía sentido.
Furiosa consigo misma, apartó la mirada. Debería estar eligiendo ropa de la maleta, no mirándolo como una adolescente atontada.
-No se montar a caballo -repitió. . -La yegua es muy tranquila -dijo el hombre, con aquel tono de voz ronco y suave como la seda.
A Lali le temblabqn las manos mientras elegía algo de ropa. Y él seguía mirandola con expresión irónica. Peter parecía una estrella de cine, pero tenía las maneras de un asno. Seguramente se había criado en aquel lugar desértico, alejado del mundo y rodeado de vacas, se decía a sí misma. Lali sacó unos vaqueros de diseño y una blusa bordada,lo único remotamente informal que Marianela había guardado en la maleta.
-No puedo cambiarme en público.
-No es usted tímida...¿por qué quiere aparentarlo? Dos meses después de la muerte de Pablo, apareció enseñandolo todo en una revista.
Lali cerró los ojos, horrorizada. Ella sabía muy poco sobre la vida de su hermana. Y aquel hombre horrible parecia divertirse ofendiéndola. ¿Cómo sabía tantas cosas sobre Marianela? ¿Realmente había aparecido desnuda en una revista? Lali sabía que era demasiado gazmoña, pero no podia evitar sentir vergüenza por el comportamiento de su hermana gemela.
Aunque, en realidad, desnudarse delante de una cámara no era algo tan infame. Muchas actrices famosas lo hacían. ¿Cómo se atrevía aquel pueblerino a criticar a su hermana?
-Le he pedido que no me dirija la palabra a menos que sea absolutamente necesario -le recordó Lali, intentando aparentar severidad.
Cuando salió del servicio vestida con los vaqueros y la blusa, Peter la hizo objeto de un largo y lento escrutinio al que ella no estaba en absoluto acostumbrada. Los vaqueros eran muy ajustados y la blusa demasiado escotada, pero no había encontrado nada mejor.
El silencio se alargó durante lo que a Lali le pareció una eternidad. Bajo la mirada intensa del hombre, se sentía consciente de su cuerpo como nunca to habia sido antes. Era como si él la estuviera acariciando con aquellos increíbles ojos verdes. Y eso la ponía muy nerviosa.
-¿Dónde esta mi maleta? -preguntó. Sin molestarse en contestar, Peter colocó un maloliente poncho sobre sus hombros-. ¿Que pace?

capitulo 3

¿Y si Nicolas se daba cuenta de que no era Marianela? ¿Y si hacía o decía algo que la desenmascaraba? Pero no había tenido alternativa, pensó Lali. La idea de que Nicolas muriera sin tener a su lado un sólo familiar, por lejano que fuera, la llenaba de compación. Lali levantó la mirada en ese momento. Un hombre muy alto que parecía salido de una película del oeste la miraba desde la puerta del bar. Intimidada, Lali tragó saliva a intentó encoger su metro cincuenta un poco más.
Los hombres se quitaron el sombrero y un murmullo de respeto rompió el silencio. El hombre se acerco a ella con un ruido de espuelas.
-¿Lali Esposito?
Lali se quedó mirando el cinturón de cuero con una hebilla de plata. Después, sintiéndose diminuta al lado de aquel gigante, se puso en pie. Pero los tacones de diez centímetros no ayudaban mucho. Aquel hombre debía medir más de un metro noventa y ella no le llegaba ni a los hombros. Preguntándose si iba a necesitar un diccionario de español para entenderse con él, Lali levantó la cara. -¿Ha venido a buscarme? -preguntó-. No he oído el coche.
-Será porque he venido a caballo.
El fluído inglés del extraño la tomó por sorpresa. Lali se echó a reír. Tenía que ser una broma. Nadie iba a buscar a otra persona a caballo en el siglo XX. Sobre todo, si esa persona llevaba maletas.
-¿Puede mostrarme alguna identificación?
-Soy Juan Pedro Lanzani y no estoy acostumbrado a que duden de mi identidad -contestó él, ofendido.
Lali intentó no acobardarse.
-Y yo no estoy acostumbrada a irme con hombres que no conozco...
-Ya, clam. Por eso conocio a Pablo en un bar y se fue a la cama con el esa misma noche. No creo que sea usted particularmente selectiva con los hombres -replicó él entonces.
Lali se quedó paralizada. No podia creer que le hubiera dicho algo tan ofensivo a la cara.
-¿Cómo se atreve? -exclamó, poniéndose colorada-. ¡Eso no es verdad!
-Pablo y yo crecimos juntos, así que esta perdiendo el tiempo. Guárdese el numerito para Nicolas. ¿Va a venir conmigo o piensa quedarse aquí?
-¡Yo no voy a ningún sitio con usted! Que manden a otra persona a buscarme...
-No hay nadie más, señora -la interrumpió el, dándose la vuelta. Lali se quedó mirando aquella espalda increíble, como hipnotizada. Los hombres empezaron a murmurar y Lali se preguntó si alguno de ellos hablaba inglés y habría entendido la grosería de Peter Lanzani. Con la cara roja de vergüenza, Lali tomó su maleta y salió del bar.
Peter la estaba esperando en la puerta.
-Es usted el hombre más grosero y desagradable que he conocido en toda mi vida -le espetó-. Por favor, no vuelva a dirigirme la palabra a menos que sea absolutamente necesario.
-No puede llevar eso.
Antes de que Lali pudiera replicar, el hombre le quitó la maleta de las manos. -¿Qué está haciendo?
-Es un camino muy largo y quiero llegar antes de que se haga de noche. En el rancho no le va a hacer falta nada de esto -dijo Peter-. Elija lo que necesite y lo colocare en la silla. El dueño del bar se quedara con la maleta hasta que vuelva.

capitulo 2

Lali miro a su gemela, sorprendida.
-¿Le debes dinero a Nicolas?
-Pues... la verdad es que durante estos años me ha estado enviando dinero -admitió Marianela, incómoda. Lali se quedó atónita.
-¿Por qué te ha enviado dinero?
-¿Y por qué no iba a hacerlo? Está forrado y cuando Pablo murió, yo no tenía nada –explicó su hermana. Lali estaba sorprendida por la revelación-. No todo ha sido fácil para mí, Lali.
-Ya - murmuró ella.
-Rama no sabe nada de Nicolas y yo no quiero que sepa nada del dinero que me ha enviado porque... pensaría que soy una egoísta por no haber ido a visitarlo -le confió Marianela, con los ojos llenos de lágrimas-. Hay muchas cosas que Rama no sabe sobre mí. Pero he cambiado. Desde el año pasado no he vuelto a aceptar un céntimo de Nicolas y... -No llores -intentó consolarla Lali.
-Sé que te estoy pidiendo mucho, sobre todo cuando... le he mentido sobre ciertas cosas -siguió Marianela-. Pero necesito tu ayuda, Lali. Tienes que ir a Guatemala por mí.
-Marianela, yo...
Su hermana la abrazó con lágrimas en los ojos y Lali se emocionó. Marianela no solía ser tan cariñosa.
Tras el divorcio de sus padres habían estado quince años separadas y, por primera vez desde que eran niñas, Marianela le estaba pidiendo ayuda. La idea de que su elegante y sofisticada hermana la necesitase hacía que Lali se sintiera orgullosa. Más discreta y reservada que su hermana gemela, Lali se quedó desolada cuando Marianela desapareció de su vida. Aquel sentimiento de pérdida nunca se había borrado del todo y que ahora Marianela la necesitara era una forma de recuperar el pasado. Intentando olvidar que lo que iban a hacer no estaba bien, Lali decidió ayudar a su hermana en todo lo que fuera posible. -Está bien. Lo haré.
Marianela dio un paso atrás y miró a Lali con el ojo crítico de una maquilladora, una mujer que se tomaba gran interés en su apariencia. Irónicamente, pocas gemelas idénticas podrían ser tan diferentes. Lali nunca se ponía maquillaje y se sujetaba la rizada melena rubia con una coleta. Llevaba vaqueros gastados, una camiseta de algodón y zapatos planos.
-El año pasado le envie una fotografia mía a Nicolas y... bueno, ya me conoces, me puse de cine. ¡Voy a tener que trabajar mucho para convertirte en mí! -confesó marianela con una sonrisa de culpabilidad.
Lali miró a su hermana con expresión escéptica. Marianela vestía como una modelo y solía mostrar más de lo que escondía. Su larga melena rubia café por su espalda, peinada por el mejor peluquero de Londres y se maquillaba como una actriz. Todo en ella era perfecto, pensó Lali metiendo estómago.
Un hombre vestido con un poncho entró en el bar y se acercó a los vaqueros que miraban a Lali con la boca abierta. Con un vestido rosa de diseño y zapatos de tacón, la joven rubia era como una aparición en aquel remoto pueblo de Guatemala.
Marianela había insistido en que tenía que vestirse para impresionar a Nicolas, pero ella se sentía horriblemente incómoda. Además, los tacones la estaban destrozando.
Lali había encontrado una nota en el hotel diciendo que irían a buscarla a un pueblo llamado Santa Angelita y sin deshacer la maleta, pidió un taxi. Una vez que salieron de la autopista, la carretera se había convertido en un camino de tierra. Aquella increíble jornada
Rena de polvo la había llevado hasta un grupo de edificios abandonados en medio de un valle situado bajo la sombra de lo que parecía un volcán y, según su guía, lo era. Exhausta y desesperada por un baño, Lali miraba a aquellos hombres sin saber que hacer.

capitulo 1

PERO yo no puedo hacerme pasar por ti... -murmuró Lali, incrédula.
-¿Por qué no? -insistió Marianela-. Guatemala está al otro lado del mundo y Nicolas Vasques nunca me ha visto. El no sabe que tengo una hermana gemela.
-Pero, ¿por qué no le escribes para decir que no puedes ir a visitarlo? -pregunto Lali, intentando entender por que su hermana sugería tan absurda mascarada. -Ojalá fuera tan sencillo.
-Vas a casarte dentro de un mes -le recordó Lali-. En mi opinión, esa es muy buena excusa para decirle que no puedes ir.
-No lo entiendes. No fue Nicolas quien me escribió. Fue un vecino suyo, un metomentodo que se llama Peter Lanzani -explicó Marianela-. Exige que vaya allí y me quede durante un tiempo...
-¿Y quién es él para exigirte nada?
-El cree que como nuera de Nicolas, la única familia que le queda... bueno, que estoy obligada a visitarlo porque esta enfermo.
Mientras trabajaba en Los Angeles, Marianela había tenido un romance con el hijo de un rico hacendado guatemalteco. Pero su hermana había quedado viuda unos días después de casarse. Un hombre joven y aparentemente sano, Pablo había muerto de un infarto. En aquel momento, Guatemala sufría terribles inundaciones y el país estaba en estado de emergencia, con las comunicaciones cortadas. El padre de Pablo no pudo acudir al funeral y Marianela había tenido que volver a Londres.
-No sabía que seguías en contacto con el padre de Pablo -dijo Lali, mirando a su hermana gemela con sus ojos color cafe.
Marianela se puso colorada.
-Pensé que seguir en contacto con el era lo mínimo que podía hacer. Y ahora que Nicolas está enfermo... -¿Es grave?
-Muy grave por lo visto. ¿Cómo voy a decirle que no puedo ir a verlo porque voy a casarme otra vez? Le rompería el corazón -contestó su hermana. Lali hizo una mueca. Su hermana tenía razón. Para Nicolas, aquello sería un cruel recordatorio de la trágica muerte de su hijo-. Ese hombre, el vecino, incluso me ha enviado los billetes de avión. Pero, aunque no estuviera a punto de casarme con Rama, tampoco iría confesó Marianela, nerviosa-. No soporto tener gente enferma alrededor. No lo aguanto. No serviría de nada que fuera a Guatemala.
-Ya -suspiró Lali. Conocía bien a su hermana gemela. Marianela se había limitado a ayudarla económicamente cuando ella se vio obligada a dejar su trabajo para cuidar de su madre, inválida. Marianela les había comprado entonces un apartamento cerca del hospital que, tras la muerte de su madre, habían puesto a la venta.
-Pero tú podrías ayudar a Nicolas -insistió su hermana-. Fuiste una enfermera maravillosa para mamá.
-No estaría bien enganar a Nicolas. Creo que deberías hablarlo con Rama...
-¿Con Rama? ¡Yo no quiero que Rama sepa nada de esto! -exclamó Marianela-. Si Rama supiera cuánto dinero le debo a Nicolas seguramente cancelaría la boda... ¡y yo no podría soportarlo!

Sin salida

Peter Lanzani había decidido solucionar el problema de su más antiguo y leal empleado, a quien una joven debía mucho dinero. Él atraería a esa mujer a Guatemala y allí se quedaría hasta que pagase la deuda. Lo curioso era que, al principio, Lali le pareció una elegante buscavidas, pero pronto se dio cuenta de que en el fondo era una inocente. El orgullo de Peter había desatado consecuencias impredecibles, y su odio por ella rivalizaba con su deseo. Lali vio cómo todas sus fantasías se hacían realidad cuando comenzó aquel romance de ensueño con el irresistible Peter Lanzani; todo su encanto y caballerosidad hacían que se sintiera como una verdadera princesa. Por desgracia, el padre de Peter no veía con buenos ojos aquella relación y pronto consiguió acabar con ella por medio del chantaje. Muchos años después, Lali se encontraba en una situación desesperada y buscó ayuda en su antiguo amor. Tan arrogante como guapo, Peter accedió a ayudarla con una sola condición: que se convirtiera en su amante
chicas esta historia ya la subi, voy a subir otra

Saturday, November 28, 2015

capitulo 68

La admisión salió de sus labios con facilidad, como si fuera algo que llevara mucho tiempo esperando decir. Y se dio cuenta de que no era tan difícil como había anticipado.
—Te amo —repitió, con más convicción, aunque ella lo miraba con escepticismo— . Sé que te resultará difícil creerme, pero te juro por mi vida y por Reyware que es verdad.
—No tienes que...
—Tú eres una parte de mí, Lali. Una parte fundamental de mí mismo. Me encanta tu cara, tus ojos, tu pelo... me gusta como ríes y que siempre sepas lo que estoy pensando. Eres mi inspiración, cariño. Cuando volví de Nueva York me decía a mí mismo que sólo había sido una aventura, que siempre podría encontrar otra ayudante y, desde luego, otras amantes. E intenté ponerme a trabajar, pero fue imposible. Era como si estuviera intentando construir un satélite espacial en el sótano. No ‘podía pensar, no podía concentrarme, no podía recordar códigos que usaba todos los días... Sin ti, no podía hacer nada en absoluto Lali abrió la boca para decir algo, pero Peter puso un dedo sobre sus labios. Tenía miedo de recibir un «no» antes de haber terminado su confesión.
—No, no digas nada. Aún no. Sé que puedes pensar que quiero que vuelvas porque necesito un ayudante, pero no es así.
—Peter...
—¿Es que no lo ves? Tú eres la razón por la que el mundo gira para mí. Tú eres la única persona por la que me levanto de la cama todos los días... para verte, para estar contigo. Pero los hechos hablan mejor que las palabras, así que quiero hacerte una proposición.
Peter sacó un papel del maletín y lo puso en sus manos.
—¿Qué es esto?
Lali no podía leer. Estaba demasiado confusa. Quería que Peter hablara en serio, que lo dijera de verdad, quería que aquello no fuera un sueño. Quería que la amase aunque sólo fuera una fracción de lo que ella lo amaba. Pero temía que sólo dijera lo que pensaba que ella quería oír.
—Quiero que vuelvas a trabajar para mí —dijo Peter entonces.
—¿Cómo?
—Te pagaré el doble de lo que te pague Gaston. Y esto... lee esto, Lali.
—No puedo...
—Quiero que seas socia de mi empresa. Lo compartiremos todo, el diseño, los beneficios, las decisiones, todo. Iremos a medias. Pero hay una trampa.
Entonces se puso de rodillas, apretando su mano y mirándola a los ojos. La sinceridad que había en ellos hizo que el corazón de Lali se acelerase corno nunca y que sus ojos se llenaran de lágrimas.

—Cásate conmigo, Lali. Por favor, no digas que no, no puedo vivir sin ti. Dame una oportunidad para demostrarte que puedo ser un buen marido y un buen padre y que puedo seguir dirigiendo mi empresa. Ya sé que dije que eso no podía ser, pero lo he pensado mejor y quiero intentarlo. Contigo, con nadie más. Y aunque fracasara, aunque perdiera mi empresa, no me importa. Prefiero vivir en la calle contigo que vivir sin ti.
Ella tragó saliva, intentando encontrar su voz mientras su corazón latía como si quisiera salirse de su pecho. Las lágrimas rodaban por su rostro y tuvo que parpadear varias veces para ver la cara de Peter.
—Me da igual tu dinero, nunca me ha importado —musitó, acariciando su pelo—. Y tampoco había venido sólo para buscar mis cosas. Gaston me dijo que si no venía a decirle lo que sentía por ti, si no te daba una oportunidad, lo lamentaría toda mi vida. Y tenía razón. Porque tú me quieres —dijo entonces, aún sorprendida por la confesión—. Y yo también te quiero. Te quiero tanto...
—Lali...
—¿Estás seguro, Peter? Tú estabas en contra de todo esto... ¿estás seguro de que quieres formar una familia?
—Completamente —contestó él—. Quiero estar contigo durante el resto de mi vida, Lali Esposito. Quiero ir a la iglesia y casarme contigo delante de todo el mundo. Quiero tener hijos contigo... Estoy esperando especialmente el momento de «hacer hijos» contigo —añadió, moviendo cómicamente las cejas.
—Serás tonto...
—Quiero hacer todo lo posible por ser un buen marido y un buen padre. Pero admito que necesitaré ayuda. Necesito que me digas lo que debo hacer, Lali. Dime lo que funciona y lo que no, dime si trabajo demasiado, si no presto suficiente atención a los, niños... Dame una torta si hace falta, pero quiero que sepas que tú eres lo más importante para mí, que deseo que esto funcione para’ siempre.
Lali se inclinó hacia delante hasta que sus narices se rozaban.
—Entonces funcionará. Los dos haremos que funcione, cariño.
Y entonces pasó la mano por su pelo, despeinándolo, aunque seguramente se había pasado media mañana intentando ponerlo en orden.
—Claro que sí.
—Si no hubiera venido nunca habría sabido lo que sentías por mí.
—Sí lo habrías sabido. Gaston me dijo lo mismo que a ti y tenía razón... debía pensar lo que quería de la vida antes de que fuera demasiado tarde. Y una vez que lo supe... te habría buscado hasta en los confines de la tierra para decirte lo que significas para mí.
Los ojos de Lali volvieron a llenarse de lágrimas.
—Gracias a Dios. Tu amigo es un chico muy listo.

—Dímelo a mí —sonrió Peter, tirando de ella para sentarla sobre sus rodillas, en el suelo—. Porque su amigo no ha actuado de forma muy inteligente.
—No sé... yo creo que has sentado la cabeza por fin.
—Justo a tiempo. No sé que habría hecho si te hubiera perdido por mi absurda obstinación.
—No lo sabremos nunca. Y ahora que te tengo, no pienso dejarte ir.
—Eso significa que te casarás conmigo? En realidad, no me has contestado.
—Claro que sí. Es lo que siempre he querido.
Una sonrisa más grande que el río Potomac ilumina el rostro de Peter.
—Yo también, aunque he tardado un poco en darme cuenta. Menos mal que eres una mujer paciente.
—Muy paciente.
Peter metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó una cajita de terciopelo negro.
—Esto es para ti.
Lali abrió la caja. Dentro había un anillo de compromiso con un enorme diamante montado en oro viejo. Era una verdadera joya, una preciosidad.
Peter había decidido comprar el anillo más espectacular, el más caro que pudiese encontrar en Georgetown para demostrarle su amor.
—Ay, Dios mío. Es precioso.
El se lo puso en el dedo y Lali lo admiró un momento moviendo la mano para que el diamante reflejara la luz. Y luego se volvió hacia él.
—Qué te parece? ¿Deberíamos ir a ver a Gaston para darle las gracias?
Peter volvió a mover las cejas.
—En realidad, yo había pensado que subiéramos a mi habitación para celebrarlo... y para compensar el tiempo perdido.
—Ah, eso tampoco suena mal. Pero después deberíamos ir a darle las gracias a tu amigo. Además, tengo que decirle que ya no puedo trabajar para él.
—Lo haremos —asintió Peter, ayudándola a levantarse—. Quiero pedirle que sea el padrino en la boda.
—Eso está bien —rió Lali, mientas desabrochaba los botones de su camisa—. Es tu mejor amigo, después de todo. Y ha hecho el papel de celestina a la perfección.
—Sí, es cierto —murmuró Peter, tomándola en brazos—. Pero también tenemos que darle gracias al apagón.

epílogo
Peter se pasó una mano por los ojos, mientras trabajaba en su último programa informático. Bostezando, se volvió cuando su mujer entró en el despacho de puntillas para no hacer ruido.
Le encantaba esa expresión: su mujer. Pero ella le gustaba aún más.
Llevaba el mismo camisón de satén azul que cuando se habían ido a la cama un par de horas antes. Por supuesto, él se lo había quitado para hacer el amor, pero Lali debía haber vuelto a ponérselo después.
Peter seguía trabajando hasta las tantas de la mañana, pero a su mujer no parecía importarle. Simplemente iba a buscarlo cuando le parecía que llevaba mucho tiempo en el despacho y lo «convencía» para que volviese a la cama.
Como en aquel momento.
Lali se colocó detrás de su silla, pasando seductoramente las manos por sus hombros.
—¿Qué tal va?
—Ya casi está. Estoy esperando una secuencia de números antes de apagar el ordenador.
—¿Crees que será tan popular como Soldados de poca fortuna?
—Eso espero.
Ella suspiró, apoyando la cara en su cuello.
—Seguro que sí. ¿Ves como yo tenía razón? Sigues dirigiendo tu empresa sin ningún problema y eres un marido maravilloso.
Peter sonrió, encantado.
—Cuando tienes razón, tienes razón. Y ésta es una de esas ocasiones en las que no me molesta nada admitir que yo estaba equivocado.
—Me alegro.
Después de apagar el ordenador, Peter se levantó y la tomó entre sus brazos.
—Yo también.
—Y me alegro de que estés despierto hasta las tantas de la mañana. Así será más fácil.
Peter frunció el ceño.
—¿Qué será más fácil?
—Ya sabes. Darle el biberón a cualquier hora, cambiar el pañal... De eso te encargarás tú para que yo pueda dormir.
El parpadeó.
—¿Darle el biberón, cambiar el pañal? ¿Quieres decir que...? ¿Estás...?
—Vamos a tener un niño —le confirmó Lali.
Peter la tomó en brazos, lanzando un grito de alegría.
—Veo que te hace ilusión.
—¿Que si me hace ilusión? Estoy deseando... ¿cuándo nacerá?
—Dentro de siete meses. El ginecólogo me ha dicho que en junio.
—En junio. Voy a ser padre en el mes de junio —murmuró Peter, mirándola a los ojos—. Seré un buen padre, te lo juro.
—Lo sé —murmuró Lali, poniéndose de puntillas para darle un beso—. Siempre he sabido que sería así. Eres mucho mejor persona de lo que crees, Peter Lanzani.
Peter carraspeó para disimular que tenía un nudo en la garganta.
—Te quiero, Lali Esposito.
—Eso también lo sé —sonrió ella.
Fin.

capitulo 67

Esperó y esperó, pero nadie abrió la puerta, de modo que volvió a llamar al timbre.
Entonces oyó pasos en la escalera. Peter abrió la puerta, con un traje azul y una corbata amarilla. Sus zapatos estaban limpios, brillantes, el pelo correctamente peinado. Lali se quedó sin palabras.
—Lali.
El nombre salió de sus labios como un suspiro, sin aliento, seguramente porque había bajado la escalera corriendo.
—Peter, yo... he venido a buscar mis cosas. ¡Cobarde! Se dijo a sí misma. «No ibas a decir eso».
Pero él dio un paso atrás. —Entra, por favor. Me alegro de verte. En realidad, había pensado ir a la discoteca de Gaston para hablar contigo. Parece que me has ahorrado el viaje...
—Ah, ya.
—Perdona, no quería decir eso —se disculpó Peter—. Lo que quiero decir... es que debemos estar pensando lo mismo porque yo iba hacia allí en este momento.
Aquél era el Peter que conocía, siempre cordial, siempre considerado. El traje la había dejado un poco sorprendida, pero el pelo, los ojos, los labios, la mandíbula, todo eso le resultaba tiernamente familiar.
—Tus cosas están donde las dejaste —dijo él, cerrando la puerta—. Esperaba que volvieras a trabajar conmigo, la verdad. —En realidad, no he venido por mis cosas —se atrevió a decir Lali entonces.
—¿No?
—No. Quería que hablásemos... de nosotros.
Lali vio que él suspiraba profundamente y pensó que aquello iba mal. Peter no había cambiado de opinión. No quería que volviera con él... o si quería, era sólo como ayudante.
Pero entonces él tomó su mano y la llevó al despacho.
—Espera un momento. Vuelvo enseguida. Lali se quedó esperando, sin saber qué. Peter subió la escalera corriendo y volvió unos minutos después con un maletín de piel marrón en la mano.
—Siéntate —le ordenó, dejando el maletín sobre la mesa.
—No hace falta que me siente —replicó ella, un poco molesta—. Pero tengo algo que decirte...
—Yo también tengo algo que decirte.
Seguramente quería pedirle que volviera a trabajar para él, pero no podía hacer eso.
—Por favor, deja que hable yo primero.
Tenía que decírselo antes de que explotase. Además, si Peter le pedía que volviera a ser su secretaria se llevaría tal desilusión...
—Dime.
—Siento mucho haber salido corriendo en Nueva York. No quería disgustarte, pero es que no podía controlar lo que me estaba pasando y... tuve que marcharme.
Lali puso una mano sobre la de Peter y el calor de su piel la consoló más de lo que había esperado.
—El hecho es que siento algo por ti. Seguramente tú ya sabrás eso, claro, pero debes saber que he sentido esto durante dos años, desde que empecé a trabajar para ti.
El miedo hizo que Peter abriera mucho los ojos.
—Espera, espera! No digas nada más. Entonces se levantó y empezó a buscar unos papeles dentro del maletín. Lali estaba a punto de decirle que lo quería, estaba seguro. Y aunque él quería oír esas palabras más que cualquier otra cosa en el mundo, tenía que ser él quien las dijera primero. Había luchado durante tanto tiempo, le había dado tantas vueltas hasta descubrir la verdad que quería que supiera lo que sentía antes de que ella dijera nada.
Cuando encontró lo que buscaba, se volvió hacia Lali, que estaba completamente perpleja.
—Soy yo el que debería pedir disculpas. Tú has sido tan buena conmigo... siempre lo has sido. Y aunque te resulte difícil creerlo, significas para mí mucho más de lo que crees.
—Pero...
—Eres una secretaria estupenda y haría lo que fuera por tenerte de nuevo conmigo, pero hay algo que me importa mucho más que tu capacidad como secretaria —siguió Peter, apartando el pelo de su frente con una mano—. Quiero que estés conmigo, Lali. Quédate conmigo, vive conmigo, cásate conmigo... quiéreme.
—Ella parpadeó, incrédula. Y Peter tuvo miedo. Sabía que no iba a ser fácil, sabía que dudaría de él después de haberle dicho que no pensaba casarse nunca.
——Escúchame, por favor —dijo, apretando su mano—. Cuando volví a la habitación y descubrí que te habías ido, no sabía qué pensar. Para mí todo iba estupendamente. Podríamos ser amantes, sin compromisos, pasarlo bien sin que significara nada más... Pero cuando me di cuenta de que te habías ido de verdad, que no pensabas volver.., entonces supe que necesitaba algo más.
Peter bajó la mirada un momento, inseguro.
—Fue uno de esos momentos que cambian tu vida —admitió——. Y entonces supe que debía tomar una decisión o arriesgarme a perderte para siempre. No quiero perderte, Lali. Te amo.

capitulo 66

Lali tragó saliva.
—Yo pienso lo mismo.
—Pues díselo —sonrió Gaston—. Tú puedes convencerlo.
Tres días. Tres días sin Lali y no podía ni dormir, ni comer, ni cambiarse de ropa. No se había duchado en tres días, no se había afeitado y apenas había tocado la caja de coca—colas que ella siempre guardaba en la nevera para él.
En cuanto volvió a casa de la discoteca, en lugar de seguir el consejo de Gaston y dormir la mañana, se quitó la ropa y se puso trabajar en su nuevo programa informático.
Había trabajado durante horas, pero nada parecía ir como esperaba. Las ideas eran lentas, los códigos difíciles de descifrar y las soluciones imposibles. No podía dejar de pensar en Lali y en cuánto la echaba de menos. En lo que podría haber sido...
Sin ella, la casa parecía más grande, más vacía, con paredes desnudas y habitaciones lúgubres. Y todo estaba a oscuras porque ni siquiera se había molestado en encender la luz.
El teléfono sonaba, pero Peter no se molestaba en contestar En aquel momento no quería hablar con nadie excepto con Lali y dudaba que ella estuviera dispuesta a llamarlo.
Gaston le había dicho que debía pensarlo, decidir qué quería hacer con su vida. Desde entonces, lo único que había hecho era pensar, pero seguía sin tener una respuesta.
Sabía lo que quería, pero sólo en líneas generales: a Lali.
Quería que volviese a trabajar para él, quería que todo fuera como antes. Quería volver a acostarse con ella. Pero se daba cuenta de que había perdido el tren. No podía decirle: «Mira, ¿qué tal si eres mi amante y mi ayudante a la vez, pero sin ataduras emocionales?».


Sospechaba que eso no le caería nada bien.
Y si era sincero, tampoco estaba seguro de que eso fuera lo que él quería. Seguía pensando que no era buena idea mezclar los negocios con el placer.
Su padre había sido un fracaso como hombre de familia, pero empezaba a preguntarse si existía una posibilidad, por pequeña que fuera, de que él no hubiera heredado esos genes. Intentarlo y fracasar era mejor que no intentarlo en absoluto.
Especialmente si eso marcaba la diferencia entre tener a Lali en su vida o no tenerla en absoluto.
Porque no tenerla sería insoportable.
Imaginaba su vida en diez años, sin Lali, y lo único que veía era oscuridad y tristeza.
Bueno, podría ser rico y famoso por sus diseños de software, pero estaría solo y viviría como un anacoreta.
Sus ayudantes serían estudiantes universitarios con granos en la cara y no se quedarían el tiempo suficiente como para que recordase sus nombres.
Las mujeres tontearían con él, pero ninguna de ellas le interesaría como Lali. Y sabía con certeza que ninguna otra lo afectaría como ella, que ninguna podría tocarlo ni física ni espiritualmente como lo había tocado Lali.
Entonces, ¿qué iba a hacer?, le preguntó una vocecita.
Buena pregunta.
Aún no había encontrado la respuesta, pero tenía tiempo para pensar.
Lali estaba frente a la puerta de la casa de Peter, respirando profundamente, concentrándose para no hiperventilar.
No quería estar allí. Había esperado que le enviara sus cosas para no tener que volver a verlo...
No, eso no era verdad. Deseaba verlo todos los días.., por no hablar de tocarlo, besarlo, oír su voz.
Lo echaba tanto de menos.., y sólo habían estado separados una semana.
Su estómago dio un vuelco y tuvo que apretar los dientes para no vomitar. Estaba nerviosa. Había ido a buscar sus cosas, pero sólo porque el plan A no había funcionado.
Gaston era el plan A. Y no había podido olvidar lo que le dijo que luchara en lugar de rendirse.
De modo que allí estaba, preparándose para enfrentarse con Peter y poner las cartas sobre la mesa. Se le rompería el corazón si él le decía que no, pero estaba dispuesta a arriesgarse. Aunque las posibilidades fueran mínimas, tenía que estar segura.
Tragando saliva, levantó la mano para llamar a la puerta. Seguía teniendo la llave, pero no le parecía adecuado usarla ahora que ya no trabajaba para él.

capitulo 65

Gaston volvió a entrar en el local y, al ver que subía la escalera, Lali volvió a su escritorio y fingió estar muy ocupada con el ordenador.
—Peter se acaba de ir —dijo Gaston, a modo de saludo.
—¿Ha estado aquí? —preguntó ella, como si no lo supiera.
—Peter estaba demasiado borracho como para verte, pero yo sí te he visto — sonrió Gaston entonces—. Mira que sois raritos los dos... Disimulando que sentís algo el uno por el otro como si fuerais dos críos.
—No es eso —suspiró Lali—. ¿Para qué voy a decirle lo que siento?
—¿Para qué? Estáis enamorados, Lali. Deberíais estar juntos, celebrando vuestro amor, no haciendo lo imposible por disimular.
—¿Qué pasa, que eres un experto en el tema? —replicó ella, irritada.
—No, la verdad es que yo tengo poca experiencia en esto del amor, pero es más fácil entender la situación cuando uno no está involucrado personalmente. Y está bien claro que Peter y tú sentís lo mismo el uno por el otro. Lo que pasa es que sois muy cabezotas y no queréis reconocerlo.
Los ojos de Lali se llenaron de lágrimas. ¿Tendría razón? ¿Estarían perdiendo el tiempo? ¿Estaba siendo una cobarde? Si le decía a Peter lo que sentía, ¿la sorprendería él diciendo que sentía lo mismo?
El instinto le decía que no, que insistiría en que lo del matrimonio y la familia no era para él. Volvería a decir que no podía tener una relación seria con nadie porque lo único importante en su vida era el trabajo.
Pero una vocecita le preguntaba: ¿y si no fuera así?
¿Y si estaba equivocada?
¿Y si Peter estaba enamorado de ella?
¿Y si se callaba por miedo cuando lo único que debía hacer era formular la pregunta para que todos sus sueños se hicieran realidad?
¿Se atrevería? No estaba segura. Pero Gaston la había hecho pensar... Quizá debería intentarlo.
—Por qué no hablas con él, Lali?
Ella asintió, parpadeando para controlar las lágrimas.
—¿Sabes por qué Peter no quiere saber nada de compromisos?
—Sí, lo sé. Y si quieres mi opinión, algún día se dará cuenta de que él no es como su padre. Algún día descubrirá que puede tener una empresa y una familia. Sólo necesita encontrar a la mujer adecuada.

capitulo 64

Sabía que Lali quería un marido y una familia, pero no se le había ocurrido pensar que quería que él fuera ese marido, no se le había ocurrido pensar que quisiera formar una familia con él.
—A ver si lo entiendes, yo soy el nuevo jefe de Lali. Vino de Nueva York disgustada y le ofrecí un trabajo porque sabía que no podría soportar seguir trabajando para ti. Ahora mismo está arriba, en la oficina.
—¿Qué? —Peter saltó del taburete.
—Ni lo pienses. No quiere verte y le prometí que no te diría nada. Si intentas subir le diré a Archie que te eche a patadas.
Archie era el mazas de la discoteca. Mejor no provocarlo. Pero el deseo de subir a verla era insoportable.
—Has metido la pata, chico, y no sé si se puede arreglar —suspiró Gaston—. Pero antes de nada, tienes que irte a casa a dormir la mona. No te preocupes, ya he llamado a un taxi. Cuando despiertes, mírate al espejo, piensa en lo que sientes por Lali y entonces quizá podrás hablar con ella.
Sintiendo como si estuviera perdido en medio de la niebla, Peter asintió con la cabeza. Las palabras de su amigo no tenían mucho sentido en aquel momento, pero sabía que Gaston lo apreciaba y siempre estaba de su parte. Aunque hubiera contratado a Lali a sus espaldas. Aunque no lo dejara subir a verla.
Eran buenos amigos y no quería robársela, seguro. Porque si quería robársela...
Gaston lo acompañó a la puerta y lo ayudó a entrar en un taxi.
—Descansa un poco. Hablaremos mañana. Y no te preocupes por Lali, yo cuidaré de ella hasta que decidas qué quieres hacer con tu vida.
Peter cerró los ojos. Eso era precisamente lo que temía: que otra persona cuidara de Lali porque él era demasiado idiota para hacerlo.
Lali asomó la cabeza por las cortinas de la oficina, con cuidado para que Peter no la viera.
Sospechaba que Gaston le había dicho que estaba allí. Si no fuera así, él no estaría mirando hacia arriba con cara de pocos amigos. Pero no subió a la oficina para pedirle explicaciones. Si lo hubiera hecho, seguramente ella habría escapado por la escalera de incendios.
Lali vio que Gaston le pasaba un brazo por los hombros y lo acompañaba a la puerta. Seguramente habría llamado a un taxi porque Peter no estaba en condiciones de conducir.
Peter no solía beber tanto. Algunas veces tomaba una copa; pero nunca lo había visto borracho. Su mayor vicio era tomar litros y litros de coca—cola.
Eso la molestaba, probablemente más de lo que debería. Ya no trabajaba para él y eso significaba que lo que hiciera con su vida no debería importarle.
Pero seguía enamorada de Peter, a pesar de sus esfuerzos por olvidarlo. Y, naturalmente, le preocupaba que no se cuidase.

capitulo 63

—¿Qué quieres decir? —murmuró Peter, preguntándose por qué seguía siendo amigo de aquel pesado.
—Que Lali no es como esas mujeres y tú lo sabes bien. Lo sabías antes de que os quedarais atrapados en ese ascensor.
—Y qué?
—Lali no es la clase de chica con la que uno se acuesta y luego le dice adiós por la mañana. La clase de chica que no espera nada más que pasar un buen rato. Ella no está buscando una aventura pasajera.
Peter apoyó la cabeza en la barra del bar.
—Déjame en paz.
—Desde cuándo eres tan tonto? Está enamorada de ti, hombre. Probablemente desde que empezó a trabajar para ti.
Peter levantó la cabeza de golpe. No se habría quedado más sorprendido si la propia Lali hubiera aparecido de repente en tanga y se hubiera puesto a bailar sobre la barra.
—De qué estás hablando? Lali no siente nada por mí. Es una chica estupenda, pero el problema no es que esté enamorada de mí, es que soy su jefe. El conflicto de intereses la hacía sentir incómoda.
Gas levantó los ojos al cielo.
—Una chica estupenda, conflicto de intereses... De verdad, me sorprende que puedas vestirte solo por las mañanas. ¿Qué pasa, el alcohol ha matado tu última neurona?
—¿Qué?
—¿No te has dado cuenta de cómo te mira? ¿O cómo cuida tu casa, cómo cuida de ti?
—Me mira como mira a todo el mundo. Y en cuanto a limpiar mi casa... eso es parte de su trabajo.
—¿Ah, sí? ¿Desde cuándo? Lali te mira como si fueras el hombre más maravilloso del mundo.
—¿Tú crees?
—Desde luego, a mí no me mira así, ya me gustaría. Y también piensa que eres el más listo y el más brillante. Habla de ti como si fueras Bill Gates, Mahatma Gandhi y el presidente de Estados Unidos, todo en uno. Y cuida de ti porque le importas no porque sea tu ayudante. Está enamorada de ti, idiota.
Peter apretó los dientes. Su corazón latía a mil por hora. Gaston estaba equivocado. Tenía que estarlo.
Si Lali sentía algo por él... no se había dado cuenta.
—No puede ser.

capitulo 62

De repente, Peter lo vio todo rojo.
¿No quería saber nada de él? Muy bien. Pues él tampoco quería saber nada de ella.
Lo que sentía por Lali no era más que deseo físico. Y quizá cierta dependencia porque estaba acostumbrado a que ella lo hiciera todo. Pero eso se había terminado. Lali se había marchado y a partir de aquel momento no estaría allí, no la vería, no podría fantasear con ella.
Seguramente era lo mejor. Que hubieran pasado un par de momentos memorables en la cama, y en un ascensor, no significaba que hubiera un futuro para ellos. Él lo sabía desde el principio y no quería hacerle daño. De modo que quizá aquello era lo mejor para todos.
Sonaba bien y en unos días, unas semanas quizá sería capaz de creerlo.
—Ponme otra.
—Seguro? Ya has tomado más que suficientes —suspiró Gas.
Peter miró a su amigo con expresión agria.
—No me des una charla y sírveme otra copa.
Era muy temprano y la discoteca estaba cerrada, pero Gas y algunos empleados estaban allí trabajando. En aquel momento sonaba una balada en los altavoces, pero a partir de las ocho sería rock, disco, rap... lo que pidieran los clientes.
La idea de que la gente bebiera, riera, lo pasara bien, hizo que Peter frunciese el ceño. El estaba hecho polvo y el resto del mundo debería estarlo también.
—Bueno... —empezó a decir Gas—. ¿Vas a contarme qué te pasa o tendré que esperar a que me dejes sin whisky?
—Lali —contestó Peter, tragando saliva—. Eso es lo que me pasa.
—¿Qué pasa con Lali?
—Me ha dejado.
—¿Ha encontrado otro trabajo?
—Sí —contestó él—. Me ha dejado y se ha ido a trabajar para otro.
—Pues qué suerte tiene ese otro. Es un tesoro Lali ¿Y qué le has hecho para que saliera corriendo?
Por qué crees que le he hecho algo?
—Para empezar, porque te acostaste con ella. Y te conozco, chaval. A ti no se te da bien eso del compromiso. Las mujeres con las que te acuestas puede que tengan un aspecto diferente: altas, bajitas, morenas, rubias, pelirrojas.., pero todas tienen algo en común.
—¿Qué?
—Que no quieren saber nada de compromisos. No les prometes nada y ellas no quieren ninguna promesa. Sólo un par de buenos revolcones y quizá una foto en algún evento social.

capitulo 61

Peter no sabía cómo pedirle perdón porque no sabía lo que había hecho mal, pero sí sabía algo sobre las mujeres: que eran mucho más complicadas que los hombres, que siempre tenían razón y que los hombres tenían que disculparse antes de que el asunto se les escapara de las manos.
Y eso podía hacerlo. Porque en parte sentía que debía pedirle perdón... por lo que fuera. Por no haberse controlado, por haberle hecho el amor dos veces sin saber lo que iba a pasar después. Y por no ser el hombre que ella quería que fuera: un hombre con el que formar una familia.
Pasándose una mano por la cara, Peter decidió comprobar los mensajes, por si le había dejado alguno. Aunque era poco probable.
Con un cuaderno y un lápiz en la mano, pulsó el botón del contestador y se dispuso a anotar. Llamadas de trabajo, más llamadas de trabajo, publicidad, más llamadas de trabajo, la compañía telefónica para preguntar si querían instalar una segunda línea...
Lo anotó todo hasta que oyó su voz. Al oírla, su corazón se aceleró. Parecía muy seria, muy rara. Y no quería explicarle por qué se había ido de Nueva York ni pedirle un par de días libres mientras ponía en orden sus ideas.
No, le estaba diciendo adiós.
«Peter, soy Lali. Llamo para decirte que he aceptado otro puesto de trabajo. Iré dentro de unos días a tu casa para recoger mis cosas... a menos que prefieras enviármelas. Siento no haberte avisado con más tiempo, pero mi nuevo trabajo empieza inmediatamente. Seguro que enseguida encontrarás alguien que me sustituya».
Peter se quedó mirando el contestador, atónito.
¿Por qué? ¿Por qué había aceptado otro trabajo? No había pasado nada entre ellos que fuera tan horrible como para dejarlo plantado.
«Alguien que me sustituya?».
¿Cómo iba a encontrar a alguien que la sustituyera? Alguien competente, capaz, de confianza, alguien que quisiera encargarse de todo lo que se encargaba Lali... Había sido un milagro encontrarla. ¿Cómo iba a encontrar a alguien como ella? ¿Dónde?
¿Pero era eso lo que le dolía, perder a su secretaria?
No. Estaba a punto de tener un ataque de ansiedad por perder a Lali, no a su secretaria.
No iba a saber por qué se marchó de Nueva York sin decirle nada. No podría pedirle perdón... por lo que fuera y prometerle que, a partir de aquel momento, todo iría mejor entre ellos.
Aparentemente Lali no estaba interesada en mantener una relación con él... ni siquiera una relación profesional.

Friday, November 27, 2015

capitulo 59 y 60

Habían sido los dos días más largos y más dolorosos de su vida.
Normalmente le encantaba su trabajo, pero en aquel momento le resultaba insoportable. Cada palabra de Will Dawsofl, cada broma, lo ponía de los nervios.
Después de hacer lo mínimo para aumentar la productividad de la empresa Dawson y prometer que volvería unas semanas más tarde para seguir con el programa, Peter tomó un avión con destino a Georgetown.
Eran las dos de la tarde cuando llegó a casa, pero la hora no importaba porque sabía que Lali estaría allí, trabajando. Y tendría la oportunidad de hablar con ella para aclarar las cosas sin tener que esperar un día más.
Peter dejó la maleta en el suelo y la buscó con la mirada. No la veía por allí, no la oía teclear en el ordenador y tampoco oía la emisora de música clásica que solía poner cuando estaba sola.
No oía nada, pero eso no significaba que no estuviera allí.
Pero cuando vio el correo tirado en el suelo, empezó a dudar. Normalmente, eso era lo primero que hacía. Pero quizá lo había olvidado, quizá estaba haciendo algo más importante.
«Sí», le dijo una vocecita irónica. «Se le ha olvidado recoger el correo cuando es algo que lleva haciendo automáticamente todos los días durante los últimos dos años».
Pero no pensaba rendirse. Comprobó que no estaba en la oficina, pero no le prestó atención al hecho de que su ordenador estuviera apagado o que la luz del contestador parpadease locamente.
Muy bien, podía estar en la cocina, se dijo. Pero tampoco estaba allí.
Se le encogió el corazón al comprobar que tampoco estaba en su despacho. Por la cantidad de correo, aparentemente no había pasado por allí desde que se marchó de Nueva York.
Peter intentó no asustarse. Seguramente estaba enfadada con él, por la razón que fuera, y necesitaba unos días para calmarse.
O a lo mejor estaba esperando que él la llamase.

capitulo 58

—Ni loca —dijo ella entonces—. Aunque fueras el último hombre sobre la faz de la tierra. Especialmente si fueras el último hombre sobre la faz de la tierra porque no querría que otro ser humano heredase tu ADN.
—Pero Lali...
—Creo que es mejor que te marches, Gas.
—Oye, que estaba de broma —protestó él—. Y has contestado exactamente como yo quería. Para tu información, yo no le haría eso a un amigo. Al menos, a un amigo que estuviera genuinamente interesado por una mujer.
Lali se dejó caer sobre un sillón.
—Lo dices como si lo creyeras de verdad.
—Y así es.
—Ojalá fuera verdad.
—Yo creo que Peter no se ha enterado, Lali. O tiene miedo de hacerlo. Pero si Salieras conmigo lo sabríamos seguro, ¿no?
—No te entiendo.
—Si le da igual no dirá nada, pero si siente algo por ti... en ese caso me matará.
—Sí, bueno, mejor no arriesgarse.
—Hay otra alternativa, trabaja para mí.
Ella levantó una ceja.
—¿Qué?
—La verdad es que necesito un ayudante, tengo miles de papeles por archivar. Aléjate de Peter durante un tiempo. Dale tiempo y espacio para que te eche de menos. Siempre puedes volver con él. Sería idiota si no quisiera recuperarte.
Lali se quedó pensativa.
—¿De verdad crees que debo hacer eso?
—Mira, Peter y yo somos amigos desde hace muchos años. Sé cómo es y lo difícil que te va a resultar seguir trabajando con él ahora...
—No creo que pudiera hacerlo.
—Pues por eso. Considera mi discoteca como un trabajo temporal hasta que bayas tomado una decisión.
Lali se quedó pensando en la oferta. La verdad era que tenía razón: no podría seguir trabajando con Peter después de haber hecho el amor con él, ni siquiera podría mirarlo a los ojos sabiendo que no sentía nada por ella.
Respirando profundamente miró a Gas, su nuevo jefe, aunque sólo fuera temporalmente, y asintió con la cabeza.