Monday, November 23, 2015

capitulo 18

Ella rió, sabiendo cuánto se preocupaba al pensar que sus juegos de ordenador eran demasiado maduros para el público que los compraba.
—Concéntrate. Estás en tu despacho, sentado delante del ordenador, con una lata de coca—cola en la mano... Yo entraré dentro de un minuto para castigarte por tomar tantos refrescos con azúcar.
—Néctar de los dioses.
—Los dioses de la diabetes quizá —dijo Lali, jugando con su pelo, intentando evitar que se diera con la cabeza en la pared del ascensor.
—Te preocupas demasiado por mí.
El comentario la dejó tan sorprendida que tardó un minuto en contestar. Se preocupaba demasiado por él, era verdad. Porque le importaba... demasiado.
Le importaba que trabajase tantas horas, que no durmiera lo suficiente, que no comiera lo que debería comer, que tomase coca—cola y café a todas horas.
Y le importaba que sufriera claustrofobia.
—No me preocupo demasiado. Sólo lo suficiente.
¿Era su imaginación o Peter empezaba a calmarse? Su respiración parecía menos agitada y había dejado de temblar.
Pasó un minuto, en silencio. Quizá se había quedado dormido o de verdad creía estar en su despacho delante del ordenador.
Pero de repente empezó a temblar de nuevo. Era peor que antes y se levantó de un salto.
—Esto no funciona. Tengo que salir de aquí antes de que nos quedemos sin aire. ¿Por qué no nos ayuda nadie?
Peter empezó a golpear con los puños las puertas del ascensor, pidiendo ayuda a gritos, a punto de hiperventilar. Lali se levantó, intentando llamar su atención.
—Peter, Peter, escucha —dijo, tomando su cara entre las manos—. Estás bien. No pasa nada, absolutamente nada.
—No, no, no... No puedo respirar.
Ella le tomó el pulso y supo que tenía un serio problema. ¿Qué podía hacer? ¿Cómo se calma a una persona que está a punto de sufrir un ataque de ansiedad?, se preguntó.
La respuesta llegó enseguida. Era lo único que podía hacer.
Poniéndose de puntillas buscó sus labios y lo besó como siempre había imaginado que lo besaría.
Sabía a whisky, a calor y... a Peter, y se preguntó por qué había esperado dos años para hacer eso. Era una locura, no debía hacerlo, pero le gustaba tanto... que estaba a punto de derretirse.

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