Saturday, November 28, 2015

capitulo 68

La admisión salió de sus labios con facilidad, como si fuera algo que llevara mucho tiempo esperando decir. Y se dio cuenta de que no era tan difícil como había anticipado.
—Te amo —repitió, con más convicción, aunque ella lo miraba con escepticismo— . Sé que te resultará difícil creerme, pero te juro por mi vida y por Reyware que es verdad.
—No tienes que...
—Tú eres una parte de mí, Lali. Una parte fundamental de mí mismo. Me encanta tu cara, tus ojos, tu pelo... me gusta como ríes y que siempre sepas lo que estoy pensando. Eres mi inspiración, cariño. Cuando volví de Nueva York me decía a mí mismo que sólo había sido una aventura, que siempre podría encontrar otra ayudante y, desde luego, otras amantes. E intenté ponerme a trabajar, pero fue imposible. Era como si estuviera intentando construir un satélite espacial en el sótano. No ‘podía pensar, no podía concentrarme, no podía recordar códigos que usaba todos los días... Sin ti, no podía hacer nada en absoluto Lali abrió la boca para decir algo, pero Peter puso un dedo sobre sus labios. Tenía miedo de recibir un «no» antes de haber terminado su confesión.
—No, no digas nada. Aún no. Sé que puedes pensar que quiero que vuelvas porque necesito un ayudante, pero no es así.
—Peter...
—¿Es que no lo ves? Tú eres la razón por la que el mundo gira para mí. Tú eres la única persona por la que me levanto de la cama todos los días... para verte, para estar contigo. Pero los hechos hablan mejor que las palabras, así que quiero hacerte una proposición.
Peter sacó un papel del maletín y lo puso en sus manos.
—¿Qué es esto?
Lali no podía leer. Estaba demasiado confusa. Quería que Peter hablara en serio, que lo dijera de verdad, quería que aquello no fuera un sueño. Quería que la amase aunque sólo fuera una fracción de lo que ella lo amaba. Pero temía que sólo dijera lo que pensaba que ella quería oír.
—Quiero que vuelvas a trabajar para mí —dijo Peter entonces.
—¿Cómo?
—Te pagaré el doble de lo que te pague Gaston. Y esto... lee esto, Lali.
—No puedo...
—Quiero que seas socia de mi empresa. Lo compartiremos todo, el diseño, los beneficios, las decisiones, todo. Iremos a medias. Pero hay una trampa.
Entonces se puso de rodillas, apretando su mano y mirándola a los ojos. La sinceridad que había en ellos hizo que el corazón de Lali se acelerase corno nunca y que sus ojos se llenaran de lágrimas.

—Cásate conmigo, Lali. Por favor, no digas que no, no puedo vivir sin ti. Dame una oportunidad para demostrarte que puedo ser un buen marido y un buen padre y que puedo seguir dirigiendo mi empresa. Ya sé que dije que eso no podía ser, pero lo he pensado mejor y quiero intentarlo. Contigo, con nadie más. Y aunque fracasara, aunque perdiera mi empresa, no me importa. Prefiero vivir en la calle contigo que vivir sin ti.
Ella tragó saliva, intentando encontrar su voz mientras su corazón latía como si quisiera salirse de su pecho. Las lágrimas rodaban por su rostro y tuvo que parpadear varias veces para ver la cara de Peter.
—Me da igual tu dinero, nunca me ha importado —musitó, acariciando su pelo—. Y tampoco había venido sólo para buscar mis cosas. Gaston me dijo que si no venía a decirle lo que sentía por ti, si no te daba una oportunidad, lo lamentaría toda mi vida. Y tenía razón. Porque tú me quieres —dijo entonces, aún sorprendida por la confesión—. Y yo también te quiero. Te quiero tanto...
—Lali...
—¿Estás seguro, Peter? Tú estabas en contra de todo esto... ¿estás seguro de que quieres formar una familia?
—Completamente —contestó él—. Quiero estar contigo durante el resto de mi vida, Lali Esposito. Quiero ir a la iglesia y casarme contigo delante de todo el mundo. Quiero tener hijos contigo... Estoy esperando especialmente el momento de «hacer hijos» contigo —añadió, moviendo cómicamente las cejas.
—Serás tonto...
—Quiero hacer todo lo posible por ser un buen marido y un buen padre. Pero admito que necesitaré ayuda. Necesito que me digas lo que debo hacer, Lali. Dime lo que funciona y lo que no, dime si trabajo demasiado, si no presto suficiente atención a los, niños... Dame una torta si hace falta, pero quiero que sepas que tú eres lo más importante para mí, que deseo que esto funcione para’ siempre.
Lali se inclinó hacia delante hasta que sus narices se rozaban.
—Entonces funcionará. Los dos haremos que funcione, cariño.
Y entonces pasó la mano por su pelo, despeinándolo, aunque seguramente se había pasado media mañana intentando ponerlo en orden.
—Claro que sí.
—Si no hubiera venido nunca habría sabido lo que sentías por mí.
—Sí lo habrías sabido. Gaston me dijo lo mismo que a ti y tenía razón... debía pensar lo que quería de la vida antes de que fuera demasiado tarde. Y una vez que lo supe... te habría buscado hasta en los confines de la tierra para decirte lo que significas para mí.
Los ojos de Lali volvieron a llenarse de lágrimas.
—Gracias a Dios. Tu amigo es un chico muy listo.

—Dímelo a mí —sonrió Peter, tirando de ella para sentarla sobre sus rodillas, en el suelo—. Porque su amigo no ha actuado de forma muy inteligente.
—No sé... yo creo que has sentado la cabeza por fin.
—Justo a tiempo. No sé que habría hecho si te hubiera perdido por mi absurda obstinación.
—No lo sabremos nunca. Y ahora que te tengo, no pienso dejarte ir.
—Eso significa que te casarás conmigo? En realidad, no me has contestado.
—Claro que sí. Es lo que siempre he querido.
Una sonrisa más grande que el río Potomac ilumina el rostro de Peter.
—Yo también, aunque he tardado un poco en darme cuenta. Menos mal que eres una mujer paciente.
—Muy paciente.
Peter metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó una cajita de terciopelo negro.
—Esto es para ti.
Lali abrió la caja. Dentro había un anillo de compromiso con un enorme diamante montado en oro viejo. Era una verdadera joya, una preciosidad.
Peter había decidido comprar el anillo más espectacular, el más caro que pudiese encontrar en Georgetown para demostrarle su amor.
—Ay, Dios mío. Es precioso.
El se lo puso en el dedo y Lali lo admiró un momento moviendo la mano para que el diamante reflejara la luz. Y luego se volvió hacia él.
—Qué te parece? ¿Deberíamos ir a ver a Gaston para darle las gracias?
Peter volvió a mover las cejas.
—En realidad, yo había pensado que subiéramos a mi habitación para celebrarlo... y para compensar el tiempo perdido.
—Ah, eso tampoco suena mal. Pero después deberíamos ir a darle las gracias a tu amigo. Además, tengo que decirle que ya no puedo trabajar para él.
—Lo haremos —asintió Peter, ayudándola a levantarse—. Quiero pedirle que sea el padrino en la boda.
—Eso está bien —rió Lali, mientas desabrochaba los botones de su camisa—. Es tu mejor amigo, después de todo. Y ha hecho el papel de celestina a la perfección.
—Sí, es cierto —murmuró Peter, tomándola en brazos—. Pero también tenemos que darle gracias al apagón.

epílogo
Peter se pasó una mano por los ojos, mientras trabajaba en su último programa informático. Bostezando, se volvió cuando su mujer entró en el despacho de puntillas para no hacer ruido.
Le encantaba esa expresión: su mujer. Pero ella le gustaba aún más.
Llevaba el mismo camisón de satén azul que cuando se habían ido a la cama un par de horas antes. Por supuesto, él se lo había quitado para hacer el amor, pero Lali debía haber vuelto a ponérselo después.
Peter seguía trabajando hasta las tantas de la mañana, pero a su mujer no parecía importarle. Simplemente iba a buscarlo cuando le parecía que llevaba mucho tiempo en el despacho y lo «convencía» para que volviese a la cama.
Como en aquel momento.
Lali se colocó detrás de su silla, pasando seductoramente las manos por sus hombros.
—¿Qué tal va?
—Ya casi está. Estoy esperando una secuencia de números antes de apagar el ordenador.
—¿Crees que será tan popular como Soldados de poca fortuna?
—Eso espero.
Ella suspiró, apoyando la cara en su cuello.
—Seguro que sí. ¿Ves como yo tenía razón? Sigues dirigiendo tu empresa sin ningún problema y eres un marido maravilloso.
Peter sonrió, encantado.
—Cuando tienes razón, tienes razón. Y ésta es una de esas ocasiones en las que no me molesta nada admitir que yo estaba equivocado.
—Me alegro.
Después de apagar el ordenador, Peter se levantó y la tomó entre sus brazos.
—Yo también.
—Y me alegro de que estés despierto hasta las tantas de la mañana. Así será más fácil.
Peter frunció el ceño.
—¿Qué será más fácil?
—Ya sabes. Darle el biberón a cualquier hora, cambiar el pañal... De eso te encargarás tú para que yo pueda dormir.
El parpadeó.
—¿Darle el biberón, cambiar el pañal? ¿Quieres decir que...? ¿Estás...?
—Vamos a tener un niño —le confirmó Lali.
Peter la tomó en brazos, lanzando un grito de alegría.
—Veo que te hace ilusión.
—¿Que si me hace ilusión? Estoy deseando... ¿cuándo nacerá?
—Dentro de siete meses. El ginecólogo me ha dicho que en junio.
—En junio. Voy a ser padre en el mes de junio —murmuró Peter, mirándola a los ojos—. Seré un buen padre, te lo juro.
—Lo sé —murmuró Lali, poniéndose de puntillas para darle un beso—. Siempre he sabido que sería así. Eres mucho mejor persona de lo que crees, Peter Lanzani.
Peter carraspeó para disimular que tenía un nudo en la garganta.
—Te quiero, Lali Esposito.
—Eso también lo sé —sonrió ella.
Fin.

10 comments: