Monday, November 30, 2015

capitulo 16

-Llevas un traje... -comentó Lali tontamente, observando el precioso traje de color beige que remarcaba aún más el poderoso físico del hombre-. Y pareces... pareces mas civilizado.
-¿Más civilizado? ¡Ahora mismo tengo que hacer un esfuerzo para no sacarte de esa cama y ponerte a cavar zanjas, como te mereces! -le espetó Peter furioso. Lali se quedó pálida-. Pero debo tratarte con la consideración que se debe a una persona enferma y quiero que sepas que no he querido hacerte daño. El médico dice que no te habías recuperado de una gripe. Si hubiera sabido que no te encontrabas bien, habríamos ido en coche a casa de Nicolas.
Aquel hombre podía hablar mucho sin pedir disculpas, pensó Lali. El agotador viaje a caballo había sido completamente absurdo para un hombre con sus recursos. Sólo lo había hecho para castigarla.
-¿Deseas que llame a tu prometido para decirle que has estado enferma? -preguntó entonces Peter con voz de hielo.
-Yo no tengo ningun prometido... -empezó a decir Lali.
-¿También has dejado a Rama Ordóñez? Debería haberlo imaginado. Era lo único que no tenía sentido. ¿Por qué una mujer como tú iba a casarse con un simple contable?
Recordando entonces que estaba haciéndose pasar por Marianela, Lali se incorporó un poco en la cama.
-Yo...
-¿Sólo estabas jugando con Ordóñez?-¿Divirtiéndote mientras esperabas a tu próximo amante rico? -preguntó Peter con desdén-. Me has privado del placer de decirle lo que eres. Ningún hombre debería casarse con una mujer como tú sin ser advertido.
En ese momento, una mujer de cabello gris entró en la habitación y dijo algo en voz baja antes de ponerle un termómetro a Lali. Cuando vio lo pálida que estaba, la mujer miró a Peter con cara de reproche.
-Seguiremos hablando de esto cuando te encuentres mejor -dijo él con gesto glacial.
Como un pez que se ha soltado del anzuelo, Lali volvió a dejarse caer sobre la almohada. Una hora más tarde, mientras cenaba en la cama con platos de porcelana y copas de cristal, entendió la cólera de Peter.
La había llevado a Guatemala para castigarla, había intentado acorralarla para que pagase la deuda contraída con Nicolas y, sin embargo, allí estaba, atendida por el servicio de su casa como si fuera una invitada de honor.
Tenía que encontrar un teléfono y llamar a Marianela. Eso era lo más urgente. <Ningún hombre debería casarse con una mujer como tú sin ser advertido> . El recuerdo de aquella frase llenó a Lali de temor. La boda de su hermana debia tener lugar unas semanas mas tarde y seguramente Peter lo sabría. Que el la creyera Marianela era, por el momento, la única protección que tenían.
Con decisión, Lali saltó de la cama. Eran las diez de la noche y seguramente todos los ocupantes de la casa estarían cenando, pensó mientras se ponía una Bata. Salió al pasillo y, nerviosa, pasó por delante de varias puertas cerradas. A unos metros de ella, en una galería con los techos muy altos, había una puerta entreabierta. De puntillas, se acercó y abrió con cuidado.
Era un dormitorio formidable y, afortunadamente, estaba vacío. Lali cerró la puerta y buscó el teléfono. Esconderse como una ladrona no era lo suyo y su corazón latía con tal fuerza que amenazaba con ahogarla, pero marcó el número de su hermana, rezando para que Marianela estuviera en casa.
-Llevo tres días esperando que llames -dijo su hermana cuando reconoció su voz.
-Me parece que tenemos un problema muy serio, Marianela.
En la menor cantidad de tiempo posible, Lali le explicó la situación.
Pero era un dialógo difícil porque su hermana no dejaba de interrumpirla.

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