Monday, November 23, 2015

capitulo 14

—Lo harás bien —dijo Lali—. Y será mejor que vayas a saludar antes de que la señora Harper-Whitfield empiece a llamarte a gritos.
—No, por favor. La señora Harper-Whitfleid no.
Riendo, se abrieron paso saludando a la gente, parándose a charlar sólo cuando no tenían más remedio. Cuando por fin llegaron a su mesa, la presidenta de la asociación y los miembros del patronato se acercaron a Peter para darle las gracias por acudir... y por sus generosos donativos.
Lali se sentó a su lado, con una sonrisa en los labios al ver el desfile de admiradores hasta que, por fin, se sirvió la cena y los dejaron solos para disfrutar de una deliciosa ternera servida en filetes muy finos, con guarnición de verduras al vapor y, como postre, tartaletas de frutas del bosque. Había cientos de invitados, todos hablando a la vez, de modo que mantener una conversación privada era más bien difícil.
Lali se percató de que Peter parecía extrañamente nervioso. Aunque no era la primera vez que hablaba en público. Quizá lo que le asustaba era que hubiese tantas mujeres, pensó.
Por fin, terminaron de cenar y la presidenta de la asociación subió al estrado para hablar sobre la asociación y contar algunas emotivas historias.
En cuanto empezó a hablar de un contribuyente en especial que había ayudado aportando ordenadores a los albergues, Lali vio que Peter se ponía tenso y apretaba una pobre servilleta como si quisiera estrangularla.
—Tranquilo —murmuró, metiendo la mano en el bolsillo del esmoquin para sacar un fajo de tarjetitas que ella misma había confeccionado.
—Estoy tranquilo.
—Respira profundamente. Has hecho esto un millón de veces, no pasa nada. Y si todo lo demás falla, recuerda... debes imaginar a todo el mundo desnudo.
El la miró entonces con sus intensos ojos verdes. Miró su cara y luego miró su escote.
—A mí no, tonto —lo regañó Lali.
La presidenta de la asociación sonrió mientras hacía la presentación oficial y el foco se dirigió hacia Peter. Lali puso las tarjetas en su mano y lo empujó para que se levantara.
Su discurso fue emotivo y divertido a la vez. Encantador. Por supuesto, porque Peter  era un hombre que podría convencer a una monja para que dejara los hábitos. Antes de terminar, Peter prometió seguir ofreciendo ordenadores a la organización y la presidenta le ofreció una placa conmemorativa como agradecimiento.
A partir de ese momento, todos los asistentes se dirigieron hacia otro salón en el que había una orquesta y cuatro barras en las que los invitados pagaban con dinero en efectivo.., ese dinero iría a los albergues, naturalmente.

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