Monday, November 23, 2015

capitulo 20

Las suaves, delicadas manos de Lali, exploraban su cuerpo como un ciego explorando una obra de arte. Sus uñas dejaban una huella en su espalda... y eso lo volvía loco. Estaba fuera de sí.
Pero era Lali, una mujer que le importaba y a la que nunca haría daño intencionadamente. Sólo por eso se contenía, sólo por eso no la tiraba al suelo para tomarla como un animal.
Peter la tumbó suavemente sobre el suelo de moqueta del ascensor. La camisa, enredada en los codos, impedía sus movimientos, pero no perdió el tiempo quitándose los gemelos y desnudándose del todo. Levantó el vestido de satén y empezó a acariciar su pierna, envuelta en aquella media de seda... que llegaba hasta la mitad del muslo. Cuando tocó el liguero estuvo a punto de desmayarse. No tenía que luchar contra unas medias, sólo un conveniente liguero y unas braguitas diminutas que podían apartarse cuando llegara el momento.
Que sería pronto porque no aguantaría mucho. Acariciando sus duros pezones, notando la humedad que mojaba las braguitas...
Peter apretó los dientes al encontrar esa humedad y apoyó la cabeza en su frente por un momento, rezando para no perderse de inmediato.
Pero o su sentido común estaba de vacaciones o Lali estaba decidida a cargarse su autocontrol porque arqueó la espalda, apretando la pelvis contra su erección y gimió su nombre.
Fue el nombre lo que lo volvió loco. Si sólo hubiera gemido podría haberse controlado. Pero al oír su nombre se percató de que ella sabía exactamente quién la estaba tocando, quién le estaba haciendo el amor... y no tenía intención de recuperar el sentido común y pedirle que parase.
Peter empezó a desabrochar la cremallera de su pantalón, bajándolo lo suficiente para liberar su rígido miembro. Al mismo tiempo, le quitó el diminuto triángulo de satén negro y separó sus piernas. Con las manos en su trasero, encontró la íntima cueva que lo llamaba como un canto de sirena y la penetró de una fiera embestida.
Lali gritó al sentirlo dentro. Estaba ardiendo. Levantó las piernas, cruzando los tobillos en su cintura y clavó las uñas en su espalda, implorándole que se moviera más rápido, que pusiera fin a aquella tortura.
—Por favor —gemía, sorprendida de poder hablar. Todo su ser vibraba de deseo. Si no la llevaba al orgasmo enseguida, podría morirse.
—Sí, ahora, por favor —dijo Peter con voz ronca mientras empujaba y se apartaba. Dentro y fuera, cada vez más rápido, y los movimientos enviaban olas de placer por, todo su cuerpo. Cuanto más rápidas las embestidas, más rápida la respiración, los jadeos.
Y cuando metió la mano entre sus cuerpos para acariciar el delicioso capullo escondido en el triángulo de rizos, Lali se volvió loca.
Levantó las caderas, sus músculos internos convulsionándose, apretándolo hasta que él dejó escapar un gemido gutural y se dejó ir dentro de ella.

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