Sunday, November 22, 2015

capitulo 3

Lali sacó una bolsa de basura para recoger varias latas vacías de coca—cola. Su jefe bebía demasiada coca—cola, especialmente cuando estaba muy ocupado y se obsesionaba con algún proyecto.
Dos de las latas se le cayeron de las manos y salieron rodando por el suelo. El ruido despertó a Peter, que se incorporó, sobresaltado, mirando alrededor como si no supiera dónde estaba.
—Lo siento —se disculpó Lali—. No quería despertarte.
El se pasó una mano por el pelo, bostezando —¿Qué hora es?
—Poco más de las nueve. ¿Cuánto tiempo llevas trabajando?
—Empecé después de cenar. A las nueve, creo.
Peter se levantó para estirarse casi rozando el techo con las manos. La postura ensanchaba su torso, mostrando un estómago plano...
Lali tuvo que apartar la mirada.
—Estoy trabajando en ese proyecto para Globalcom. He tardado más de lo que pensaba, pero creo que el problema está solucionado. — Lali guardó las latas en la bolsa, para reciclarlas más tarde.
—Entonces, tendrás que cobrarles todas esas horas de trabajo. ¿A qué hora terminaste?
—No tengo ni idea. La última vez que miré el reloj eran las tres de la mañana.
Ella asintió, preguntándose si Globalcom y los otros clientes de Peter sabrían cuántas horas trabajaba en cada proyecto. Sí, sus servicios eran caros, pero era el mejor. Y como nunca controlaba las horas que trabajaba en cada proyecto, las facturas eran meras estimaciones.
—¿Por qué no duermes un rato? Pareces agotado.
La sonrisa de Peter hizo que su corazón se acelerase.
—No, ahora que estoy despierto, será mejor que me dé una ducha. Peter en la ducha. Esa era una imagen que estaría en su cabeza durante toda la mañana. Como si no la mantuviera despierta casi todas las noches...
—Además, quiero llamar a Globalcom para decirles que el problema ya está resuelto. Y luego me pondré a trabajar en Soldados de poca fortuna.
Soldados de poca fortuna era la última obsesión de Peter, un juego de guerrillas con sangre y vísceras que mantendría a los adolescentes pegados al ordenador durante horas. A Lali no le gustaban esos juegos, pero debía reconocer que, de vez en cuando, también ella jugaba y lo pasaba bien. Y, por el momento, no había comprado una escopeta para liarse a tiros desde el tejado.
—No olvides probarte el esmoquin para ver si necesitas arreglarlo antes de mañana.

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