Saturday, October 31, 2015

capitulo 40

Alguien le estaba gritando a Lali, la sacudía. La joven tosió y jadeó espasmódicamente en accesos que sacudieron todo su cuerpo. Sólo por el tacto reconoció los brazos de Peter. Abrió los ojos y vio una noche desdibujada que le recordó el infiernno. Ya no estaba oscuro. Escuchó un estrépito. Era el crujido y el crepitar de las llamas anaranjadas y amarillas que se perdían en el cielo y que enviaban en todas direcciones chispas de todos colores. No podía ver el albergue, y mucho menos comprender qué era lo que alimentaba ese fuego.
En seguida se produjo un fuerte resplandor y un gran ruido. Entonces escondió la cabeza en la chaqueta de Peter. Él temblaba y ella podía percibir la ira feroz que se esforzaba por contener. Alguien la envolvió en una sábana.
Lali no estaba segura de si ese alguien había sido Peter u otra persona. Aunque no lo veía, sentía su presencia.
-Sí -farfulló sin pensar-. He dicho sí.
De repente apareció en una habitación extraña y muy iluminada. Centró la mirada en Peter; estaba discutiendo acerca de algo. Una mujer con una bata blanca, de complexión robusta, le decía en voz alta que no hiciera tanto ruido, pero Lali no pudo mantener abiertos los ojos. Con una sonrisa se dio la vuelta.
-¿Cómo te sientes?
Vio una carita angustiada que se cernía sobre ella. «¿Tina?», se preguntó. Quejándose, movió la cabeza.
-¿De verdad vas a vivir en mi casa para siempre? -le preguntó Tina con voz excitada.
-Déjala descansar, aún no se encuentra bien -Peter apareció de pronto y apartó con delicadeza a Tina de la cama. La levantó en brazos y luego volvió a dejarla en el suelo-. Por favor, ve a pedirle a Jessie que nos traiga una taza de té.
Lali miró con agrado lo que la rodeaba: muebles agradables, pero desconocidos para ella.
-¿Dónde estoy? -susurró.
-En Torbeck. Son las cinco de la tarde del día siguiente al del incendio.
Lali frunció el ceño. Tenía recuerdos muy vagos de todo, retazos sueltos que carecían de sentido.
-¿Ha habido un incendio?
-O lo hubo o se trata de un montón de gente que sufrió una alucinación masiva -sentado al pie de la cama, Peter la contempló y puso atención especial a su palidez-. Me he pasado casi todo el día hablando con la policía y los bomberos. Según parece, llegaron demasiado tarde. La casa es un montón de ruinas. Todo se ha perdido. ¿Te das cuenta de lo afortunada que eres por estar viva?
Lali se llevó una mano temblorosa a la cabeza.
-¡Dios mío! Lo último que recuerdo es estar sentada en el sofá... y tal vez dos o tres cosas más. -El incendio comenzó en tu cuarto. Nada te habría salvado si hubieras estado allí.
-Me dejé encendida la calefacción eléctrica -murmuró ella.
-Te corrijo. Te dejaste encendida la calefacción eléctrica defectuosa. Tu abuela sabía que era peligrosa, para también era lo suficientemente tacaña como para no arreglarla. Si no hubiera estado cerrada la puerta que comunicaba la cocina con el vestíbulo, ahora mismo estarías muerta.
-Por favor, ya no lo digas.
-Sólo quiero recalcarlo. Te salvé por cuestión de mnnutos.
-Me sentía muy mal. Me olvidé de apagar la calefacción.
-Provocaste un buen incendio, te lo concedo -repuso él con voz apagada-. Ya te advertí acerca del estado de la instalación eléctrica.
-Está bien, tú me salvaste. Arriesgaste tu vida... -declaró tajante, pues quería hablar de otra cosa.
Había cierta violencia en la mirada de Peter.
-No hubo nada de heroico en lo que hice... No recuerdo cómo salí del coche, ni cuándo rompí la ventana. Lo único que recuerdo es que pensé que había sacado un cadáver. Lali sintió un intenso escalofrío.
-Me gritaste...
-Tal vez te sorprenda, pero la posibilidad de vivir sin ti no me entusiasmó en absoluto. Grité después, cuando ya habías vuelto a la vida. No me enteré de que estabas enferma hasta que te abrazaste a mí.
-Lo siento.
-Yo no. Ahora estás bajo mi techo -suspiró Peter. Se sentó en el borde de la cama y la atrajo hacia sí. Con un breve suspiro ella se apretó contra él y la envolvió el aroma familiar de su cuerpo, encantadoramente familiar.

capitulo 39

-¿Crees que eso es razón para que me sienta mejor? ¿Es que has perdido el juicio? -inquirió-.
Traté de evitar que volvieras allí. ¿Por qué no me hiciste caso?
Lali comprendió que debía confesárselo todo de inmediato.
-Es que todavía lo amo.
-¡Oh, Dios mío!
Lali escuchó su queja lastimera y pudo imaginar perfectamente su rostro de hermosos rasgos atravesado por una expresión de cinismo y desdén. Por una parte se sentía emocionado; por otra, furioso.
-La verdad es que así es como me siento, y tú no me vas a hacer cambiar.
-Por lo que veo no necesitas ayuda para eso. La verdad es que últimamente hemos tenido muchos desacuerdos, pero siempre he jugado limpio -repuso con ironía.
-Ahora no necesito nada de eso. Simplemente quería se sincera contigo.
-Puedo prescindir perfectamente de ese tipo de sinceridad.
-Estás haciendo un ridículo terrible. ¿No te das cuenta? ¿Es que necesitas que te lo recuerde? Te buscó y luego te hizo a un lado, Lali. Probablemente Ahora no tienes eso presente. Después de todo tú has limado tus asperezas, amén de que ahora vales unos cuantos millones. No me sorprende que se haya acercado a ti, pero sí que tú seas lo suficientemente débil como para caer por segunda vez en una trampa similar.
Siguió un tenso silencio.
-Basta ya -musitó Lali, porque sus palabras habían dado en el blanco.
-Me apena que te disgusten las noticias que te estoy dando, pero de ningún modo pienso disculparme por decírtelas. ¿Qué se trae entre manos ese tipejo? Si se trata de una satisfacción egoísta podría entenderlo, pero no puedo pensar en ninguna otra cosa más.
-Nunca me entendiste -murmuró ella, furiosa.
-Has estado trabajando mucho, Lali. Estoy dispuesto a reconocer que te he presionado mucho. Mira, coge el primer avión y vente para aquí. Es demasiado tarde para la película, pero me atrevería a decir que alguien como tú no se quedará sin trabajo. Tu agente ha estado en contacto conmigo. Está pendiente una oferta de una miniserie...
-No puedo irme, no puedo huir de esto.
-Mándalo al infierno y coge un avión. No me importa cómo lo hagas. Dime. ¿Cómo se está desarrollando el trabajo literario?
Le contó lo de su trabajo y después se desplomó en un sofá. Por último colgó el auricular.
Se dijo que jamás había existido la más remota posibilidad de casarse con Peter. Se consoló pensando en lo duro que le resultaría a Peter una ruptura definitiva. Pero dado que la posibilidad de no verlo la deprimiría terriblemente, se trataba de un proceder carente de significado.
Peter había mencionado algo acerca de un viaje a York y sabía que estaría trabajando esa noche. Ella se iría al amanecer del día siguiente. Poco a poco fue cerrado sus doloridos ojos.
Se despertó sin saber durante cuánto tiempo había dormido, y sin poder respirar. Hizo un vano intento por levantarse. La asfixia la dominó. Sus frenéticos movimientos hicieron que cayera al suelo. El humo invisible en la oscuridad la ahogaba.
El cristal de la ventana estalló en mil pedazos. Unas manos se apoderaron de ella. De repente ya no las sintió. Cayó en la inconsciencia, mientras su cabeza daba vueltas.

capitulo 38

Lali estaba asombrada. La telenovela Casi angeles la había hecho famosa en todos los hogares. Peter estaba hablando de algo muy preciado para ella.
-Seré franco. No imagino un matrimonio de idas y venidas. Al menos no en un principio. Se trata de algo que debemos discutir con calma -explicó con tono tranquilo.
Lali se volvió de nuevo, pues no quería que la siguiera observando. No consideraba la posibilidad de decir que sí. No era tan tonta. Se aclaró la garganta y repuso con aplomo:
-Sucede, Peter, que no veo a mí misma como la esposa de nadie.
-Podríamos considerarlo como un tipo de compromiso. Por mi parte podría tener un ama de casa y una esposa, del mismo modo que tú podrías preocuparte de tu carrera sin necesitar una semana de siete días de trabajo.
-Una carrera activa requiere una atención total. Si no está uno en el lugar apropiado en el momento indicado, lo mejor es renunciar -replicó, y en seguida se preguntó por qué le importaba tanto discutir con él.
-Yo creí que querías ser escritora -declaró con firmeza.
-Lo más probable es que no lo consiga. Mira, de verdad no sé por qué estoy hablando de esto.
Lali paseaba constantemente por la habitación, apartándose de Peter lo máximo posible. Él se aprovechó del elemento sorpresa cuando la sujetó repentinamente y la besó. Su resistencia se desplomó. Peter buscaba anhelante el contacto de su piel. Vencida por él, la joven se sintió transportada al cielo. Sus sentidos se centraron totalmente en Peter. El lugar, la hora y las razones que había tenido para evitar esa situación se desvanecieron con su autodominio.
Lali se despertó sola tras un inquieto sueño. Al sentarse se tambaleó, mareada, y se llevó las manos a la cabeza. Se sentía mal, realmente muy mal. Tiritando, se arrastró fuera de la cama para encender la calefacción eléctrica. Todos sus músculos protestaron por ese pequeño movimiento. Una bebida caliente, eso era lo que necesitaba.
¿Cuánto tiempo había dormido? Había caído la tarde y sólo tenía un vago recuerdo de la despedida de Peter. Débil y sudorosa, bajó las escaleras:
El teléfono hacía un ruido peculiar, pues estaba mal coIgado. Pensó que seguramente Peter lo habría dejado así. Con esfuerzo volvió a colocar el auricular en su sitio.
En sólo veinticuatro horas Peter la había privado de toda cordura. Por la noche, el deseo era lo bastante fuerte como para aplacar sus temores... pero a las seis de la tarde el poder que ejercía sobre ella le parecía enorme. Peter le había hablado de matrimonio, pero el poco sentido común que aún le quedaba había desaparecido.
Lali pensó que esa rendición final y traicionera suya tal vez había sido interpretada por Peter como una respuesta positiva. En realidad, si quería ser totalmente sincera consigo misma, no sabía qué pensar. En lo más profundo de su corazón su respuesta siempre había sido de duda, pero tenía un terror instintivo a tales impulsos internos.
Su propuesta debió haber sido motivada por el hambre física que los dos sentían. En otras palabras, Peter seguía siendo esclavo de su deseo sexual. Después de su fracaso matrimonial con Paula, sin duda pensaba que no tenía mucho que perder en una segunda oportunidad. Por si fuera poco, sentía unos celos violentos de Grant. ¿Hasta qué punto la llamada de su padre había contribuido a despertar en Peter la necesidad posesiva y primitiva de considerarla como algo de su propiedad? ¿No era verdad que lo sucedido esa mañana había sido simplemente la repetición de una catástrofe ocurrida ocho años atrás?
Titubeó cuando el teléfono sonó con insistencia. Pensó que realmente era una cobardía que no quisiera contestar de inmediato. El insistente timbre era como una aguja que perforaba su dolorida cabeza. Con una exclamación de derrota levantó el auricular.
-¿La señorita Esposito? -la voz de Becky, la eficiente secretaria de Grant, tenía un tono desusadamente molesto y esperó a que Lali confirmara su presencia antes de añadir con fría decisión-: le habla el señor Maxwell.
Por su parte, Lali se preparó para recibir una buena regañina.
-No se te ocurra decirme que no tengo derecho a pedir una explicación -el tono de Grant resonó en la línea como un latigazo-. ¡Lanzani!
Lali se llevó una mano a la frente, que estaba empapada de sudor.
-Ya no está casado -declaró, apretando los dientes.

capitulo 37

-Ni siquiera sabes cómo me siento. Esto ha sido como traspasar los límites que tú fijaste. Límites mezquinos, odiosos. Aunque no lo creas, anoche no vine simplemente a hacerte el amor.
-¿No? -inquirió a la defensiva.
-No. No quiero tener sólo un amorío contigo.
Lali se quedó perpleja. Sin saber cómo llenar el silencio, volvió a preguntar: -¿Quieres café?
Peter soltó una maldición, al tiempo que la miraba agresiva y dolorosamente.
-Quiero casarme contigo.
Lali sospechó que le estaba gastando una broma macabra.
-Y ahora te ríes -observó asombrada-. Te juro que no respondo de mí -le espetó con furia.
Era la más extraordinaria propuesta de matrimonio que había oído nunca; en realidad, era la única. Era incapaz de reír; se había quedado sin habla. Ante ella Peter se erguía invulnerable. Sabía sobrevivir. El orgullo y la obstinación de los Lanzani formaban una combinación invencible.
Lali apenas alcanzó a humedecerse los labios con la lengua. Se sentía débil...
-¿Estás diciendo que me quieres?
-No estoy proponiendo una relación sin compromisos. Quiero terminar con mis noches de insomnio y las peleas inútiles. Quiero verte junto a mí al despertar por la mañana. En pocas palabras, quiero vivir contigo. No me importa lo que hayas tenido que ver con Maxwell. Sigo pensando que entre tú y yo hay mucho en común. Lo suficiente como para construir algo importante.
-¿Después de sólo una noche?
-Nunca he querido a ninguna mujer como a ti. Lo reconozco. Has estado en mi vida nada menos que ocho años, y después de lo de anoche, seguramente estarás conmigo durante los próximos ochenta años. Recuerda que el matrimonio es mucho más que sexo. Sigo deseando comprarte esta casa.
Un rubor suave cubrió las mejillas de Lali.
-Peter, eso no es...
-A propósito, la herencia de Paula está vinculada a un fideicomiso a favor de Tina. Así lo decidí. Mientras Paula vivió no tomé ni un solo céntimo de allí, y después de su muerte no cambié mi manera de pensar.
«¡Santo cielo!», exclamó Lali para sus adentros. Peter seguía ignorando su verdadera posición económica. Ella era muy rica. ¿Le habría propuesto matrimonio de haber conocido el monto de su fortuna? Sintió una tensión en el estómago.
-Tú no me amas -dijo sin pensar. Peter soltó una risita falsa:
-¿Me estás diciendo que habría ganado puntos contigo si te hubiera dicho lo contrario?
-No. Y agradezco que no mencionaras nada de eso.
-¿Qué quieres decir? -le preguntó con tono cortante.
-Estuviste con Belen hace unos cuantos días -afirmó en tono defensivo.
-Belen es un pretexto, una mentira. No fui a tu lecho después de estar en el de otra mujer.
-Es verdad.
-Tú me querías, me necesitabas, Lali, tanto como yo a ti.
Ruborizada se acercó a la ventana. Peter había puesto el dedo en la llaga, y ella lo sabía.
-Eso no significa que quiera casarme contigo.
-Pero sí significa mucho más de lo que estás preparada para aceptar.
-¿Por qué yo?
-No creo que hayas tenido muchos amantes, excepto en tu imaginación.
-Últimamente me he sentido muy inquieta y transtornada -hizo esa confesión en su prisa por cambiar de tema.
Con manos firmes él la obligó a mirarlo. Lali se apartó, pues sabía que si la tocaba tendría una ventaja total sobre ella. Se dijo que antes de que se diera cuenta estaría dando de comer a las gallinas de Jessie y remendando su ropa. Sus esfuerzos por revitalizar su sentido del humor no cayeron en terreno apropiado. Todo su pensamiento estaba centrado en el pánico y en otro sentimiento que ella se negaba enérgicamente a reconocer. Él no apartó la mirada de su perfil sonrojado.
-Debemos pensar también en Tina, y en tu carrera. No creo que puedas trabajar en la televisión, aquí en Inglaterra.

capitulo 36

La aurora se había abierto paso por entre la noche. El brazo de Peter era como una fuerte ancla que la retenía.
Lali no había podido dormir, pues una especie de fascinación infantil la dominaba al verlo allí, junto a ella. Ocho años de necesidades y anhelos insatisfechos embargaban sus emociones.
Por ello, perder uno de esos momentos durmiendo le parecía inconcebible. Pensó que lo que sentía por él era verdadero amor, grandes oleadas que la inundaban con un vigor que crecía hora tras hora.
¿Cuántas mujeres habrían experimentado ese abandono en los brazos de Peter? Tensó los músculos tratando de dominar esa inquietante inseguridad.
La víspera, Peter le había dicho que Belen apreciaba su libertad tanto como él. ¿Por qué había de recordarlo en ese momento? ¿Por qué estaba allí, herida de amor, soñando idioteces, analizando su propio corazón?
Peter no había hecho otra cosa que tomar lo que le ofrecían. No había tenido la intención de relacionarse con ella. Al principio la había esquivado, pero más adelante había decidido que bien podría permitirse alguna debilidad. ¿Por una noche, por dos? Poco a poco fue liberándose de su tibio abrazo. Peter no la amaba. La deseaba. Nada había cambiado.
La noche anterior se había prometido a sí misma que se iría. Había sido una promesa desesperada hecha por una mujer igualmente desesperada, que había perdido todo control de sus emociones. Él la atraía hacia la ruina como un imán.
Flexionó las piernas, poniendo la barbilla entre las rodillas, furiosa consigo misma. Pero el efecto de esas sensaciones fue compensado por la atormentadora convicción de lo mucho que lo amaba.
Cuando salía del baño oyó el timbré del teléfono. Se vistió sin hacer ruido y salió.
Al volver, vio que la puerta de la alcoba estaba entreabierta. De espaldas, Peter procedía a abrocharse el pantalón. Ciertamente la había oído entrar.
-¿Te vas? ¿No quieres desayunar?
Ella creyó distinguir una tensión muy fuerte en los músculos de su espalda. Al ver los rasguños que le había hecho, se ruborizó. Peter se metió los faldones de la camisa y se dio la vuelta. -Me mentiste -la espetó.
-¿Mentirte, yo?
-¿Cuándo le informaste a Maxwell que estabas aquí? -le preguntó rabioso.
-Pero yo no... ¡Oh, el teléfono! -horrorizada comprendió que Peter había contestado la llamada.
-Te arrastraste hacia él. No lo niegues.
Ella se llevó las manos a las mejillas.
-¿Qué ha dicho?
-Digámoslo de otro modo. No habló con su habitual tono amable cuando contesté -repuso con tono burlón-. Ciertamente mostró incredulidad y desazón, algo impropio en un rastrero que ha estado engañándote desde el primer día.
Lali se sentía enferma.
-¿Qué le has dicho?
-Quería saber qué estaba haciendo yo aquí a estas horas. Seguía rabiando cuando colgué el teléfono -murmuró burlón-. Dudo mucho que pueda perdonarte. Es un egoísta integral.
Atormentada, ella negó con la cabeza.
-Te juro que no sé cómo ha podido averiguar que estaba aquí. Simplemente lo habrá supuesto.
Probablemente fue el mismo que telefoneó anoche, cuando no contesté a tiempo.
-¡Qué contrariedad! -exclamó él con tono agresivo-. Todo un caso de mala sincronización.
-No tenía por qué mentirte -declaró Lali, dolorida.
Él la miró con fiereza.
-¿Cómo demonios crees que me he sentido al contestar la llamada de ese estúpido? -preguntó furioso. ¿Qué estaría pensando su padre? ¿Se habría enterado de que era Peter?, se preguntaba Lali. Entre Peter y Grant sólo había un elemento de paralelismo, un odio mutuo ante la sola mención de sus nombres. Suspiró. Debería haber telefoneado a Grant desde hacía mucho tiempo. Él no era rencoroso. Además, ella nunca había creído que la expulsaría por completo de su vida. Pero él la había herido, y cuando alguien lo hacía, tardaba mucho en abandonar su coraza defensiva.
Cuando Peter bajaba por la escalera, Lali estaba reponiendo la leña de la chimenea. Le dirigió una mirada furtiva, dándose cuenta de que aquella quietud no presagiaba nada bueno. En su escrutadora mirada todavía existía un terrible fulgor.
-Siento mucho haberte gritado, pero debes comprender que esa era la última voz que esperaba oír.
Ella alcanzó a murmurar: -¿Quieres café?
Peter le respondió con un dejo de amargura.

capitulo 35

Lali pensó que, cuando supuestamente se había preocupado por ella, al mismo tiempo había disfrutado de su luna de miel con Paula. Despecho y dolor se mezclaron en su réplica mordaz.
-El hecho de que nos hayamos acostado no te da derecho a...
-¿A hablar o a sentirme con derecho sobre ti? ¿Eso es lo que te molesta?
Una humedad ardiente le quemaba los párpados, apenas entreabiertos. Dos minutos de conversación y ya se estaban peleando como lobos, buscando la victoria, pero con la diferencia de que ahora ella sabía que saldría derrotada.
-No quiero hablar del pasado. ¿Cuántas veces he de repetírtelo?
-¿Para ti Maxwell forma parte del pasado? ¿O estás alentando la esperanza de que todavía se cierna sobre el horizonte? ¿Te has mantenido en contacto con él? -preguntó con tono áspero.
Hizo a un lado las sábanas y se bajó de la cama.
-No soy tuya. No tienes ningún derecho sobre mí. Lo de Grant no te importa, en absoluto. Cogió su falda y huyó escaleras abajo. Temblando, se vistió en la cocina. Dolorosas emociones la debilitaban cada vez más. Era preciso que Peter se marchara. Había conseguido lo que quería y eso era todo. Se estremeció. Resultaba degradante pensar en el regalo de su cuerpo, pero le dolía terriblemente comprender que ella se había traicionado debido a la necesidad que tenía de él.
Desesperada, comprendió que durante todos esos años, le había pertenecido por completo. Peor aún, seguía perteneciéndole en cuerpo y alma. Ese mismo día estaba tan obsesionada por Peter como lo había estado en su adolescencia, y una vez más él había sido la parte dominadora. Una desigualdad que humillaba su orgullo y confianza en sí misma.
-Según mi modo de pensar, esa cama que acabamos de compartir hace que todo lo referente a Maxwell me interese -gritó él con tono duro y frío.
Lali se sobresaltó. Como estaba descalzo no había hecho ruido en la escalera al dirigirse a la cocina y acercarse a ella.
Cuando ella hizo un intento de alejarse, Peter la tomó por la cintura. Sin hacer caso de su grito de alarma, la levantó en brazos obligándola a sentarse en la mesa que estaba detrás de ella. -Tal vez pienses que mi actitud es extemporánea o anticuada, pero sucede que soy así y no es probable que cambie.
-Déjame bajar -le espetó.
-Contéstame antes.
-¡No!
-¿No quieres responderme o no te has mantenido en contacto con él?
-¡No, no he vuelto a verlo!
De inmediato Peter le soltó las manos.
-Eso es todo lo que quería saber. Has sido tú la que ha hecho un drama de todo esto -murmuró furioso, a la vez que deslizaba las manos bajo sus muslos y la atraía hacia sí.
-¿Qué estás haciendo? -alcanzó a decir.
Peter inclinó la cabeza para acariciarle el cuello con los labios. Rió triunfalmente cuando advirtió su excitación; la devoró con la ardiente intimidad de un amante, y ella se desmoronó.
-Te quiero y te sigo deseando -gimió, inclinándose ante ella para recorrer con los labios sus senos desnudos.
Su húmeda lengua jugueteaba con sus pezones, ansiosos de caricias. Casi gritando, ella hundió los dedos en su pelo.
Enredó las piernas de Lali alrededor de su cintura y la llevó escaleras arriba, mientras le decía lo que pensaba hacer a continuación.
Cuando la dejó sobre la cama, ella extendió los brazos hacia él, pero Peter no parecía tener ninguna prisa. Su control era infinitamente superior al de Lali.

capitulo 34

-Siento muchas cosas en este momento. Y ninguna de ellas es sensata.
El corazón de Lali latía furiosamente. El colchón se había hundido bajo el peso de Peter. «Sólo esta vez, sólo esta vez», se decía a sabiendas de que se estaba mintiendo. Estaba atada a él a pesar de que sabía que era como una peligrosa adicción. El paso del tiempo había profundizado su dependencia.
La atrajo con suavidad al calor de su abrazo. Pasó los labios en un punto sensible, situado debajo de ta oreja de Lali, mientras ella comenzaba a entregarse. Conforme los diestros dedos de Peter le desabrochaban el camisón, ella temblaba y se preguntaba con locura qué era lo que esperaba. ¿Y si se quedaba inmóvil? ¿Y si se daba cuenta de lo poco experimentada que era?
¿Por qué él no advertía todo esto?
-Estás temblando como una hoja -declaró con una voz tan profunda que la dejó desarmada.
-Es que tengo frío -mintió.
A punto de salir huyendo, tropezó involuntariamente con su hipnótica mirada. Sintió que el corazón se le detenía. Con un dedo él le acarició el tenso labio inferior.
-¡Oh, Peter, por favor...!
Peter bajó la cabeza para permitir que sus labios exploraran ardientemente la curva esbelta de su cuello. Todo su cuerpo había adquirido una sensibilidad intolerable. Toda ella se derretía. Con suavidad separó los bordes del camisón para dejar al descubierto la plenitud de sus senos; luego acarició con la lengua el valle que se abría entre ellos y con los pulgares exploró los tensos pezones. Se apoderó de un pezón con los labios y entonces un dulce tormento recorrió en oleadas sus temblorosos miembros. Por un instante pensó que podría morir del placer que él le provocaba.
Ese primer contacto de su cuerpo la excitó más allá de lo imaginable. Peter deslizó una mano por su espalda atrayéndola hacia sí. El abandono, la entrega de Lali, le arrancó un suspiro. La mano que se deslizaba por sus caderas, hasta el húmedo centro de su femineidad, se detuvo cuando liberó su boca de la prisión de sus labios.
-¡Cálmate! Quiero que esto sea perfecto -expresó agitadamente.
Lali no aceptaba que hubiera ni siquiera un solo centímetro de separación entre ellos. Sus ojos inundados de pasión no se apartaban de Peter.
-No te detengas... -pidió, buscando su lengua con la suya, arrancándole un gemido del alma. La destreza de sus dedos acabó con los últimos restos de su control. Un salvaje y atormentado apetito se apoderó de ella. En cuanto llegó a la suave redondez de sus caderas, Peter la atrajo hacia sí. Arrodillándose entre sus muslos la poseyó.
Lali no creía posible sentir más placer, pero entonces se encontró de repente sumida en un clímax que la dejó abrumada, vencida.
Flotando entre nubes volvió a la realidad, Peter seguía abrazado a ella, con el rostro escondido en su cabello. De pronto sintió la imperiosa necesidad de apagar sus ansias con besos de gratitud y palabras de amor.
Liberándola de su peso, la miró inquisitivo.
-Estuviste nerviosa porque fue un desastre la última vez.
-¿Sí? -ella no quería hablar, simplemente retenerlo entre sus brazos.
-Si mi memoria no me engaña, te hice mucho daño. Estaba ebrio y no tenía mucha experiencia.
Me enloquecía la posibilidad de poseerte y perdí la cabeza.
-¿Es preciso que hablemos de eso, Peter?
Él le apartó el cabello de la cara.
-No es necesario que hables. Limítate a escuchar.
Le dio la espalda, molesta por comprender que una vez más se había entregado a él con demasiada facilidad.
-Tampoco quiero escuchar.
Con una mano, Peter la tomó de un hombro y la obligó a tumbarse boca arriba.
-Quédate quieta y escucha. En mi conciencia, en mi interior he vivido esa noche desde hace mucho tiempo. Me he odiado por ello. Tú eras tierna e inocente, y de ningún modo estabas preparada para una relación física, pero si en mil kilómetros a la redonda hay un varón que hubiera podido resistirse a ti aquella noche, me gustaría conocerlo.
Un silencio absoluto fue la única respuesta a sus palabras y eso lo molestó. Apretó los labios y luego añadió:
-Simplemente te estoy pidiendo que contemples esa noche desde otra perspectiva. Cuando escapaste de tu casa, mi preocupación por ti me sacó de quicio. Entonces me culpé y todavía me sigo culpando. ¿No respondes nada? ¿Es que de nuevo no me tomas en cuenta?

capitulo 33

Halagada y a la vez mortificada por sus palabras, Lali se quedó boquiabierta. Por fortuna Peter no la estaba mirando en ese momento, ya que estaba ocupado con el corcho de la botella. Sus
manos tenían ahora menos destreza de la usual. Una oleada de traicionera ternura invadió a Lali. Se dijo que no debía quedarse. Sencillamente debía irse. No era admisible que él se presentara cuando le diera la gana, que sacara una botella de champán y que esperara compartir su lecho esa noche. Pero precisamente eso era lo que estaba haciendo.
-¿Por qué has venido? -alcanzó a decir sin aliento-. Pensé que...
-Pensar es peligroso. Cuando se trata de algo que nos interesa, debería declararse totalmente fuera de la ley. Lo sé -levantó la botella y llenó las copas.
La observó con una sensualidad innegable. El corazón de Lali se aceleró y su estómago se revolvió, sobresaltado.
-Podria darte una docena de razones para explicarte por qué, pero todos pierden su fuerza al llegar al mismo punto. No podía continuar estando lejos de ti -confesó con repentina sinceridad- Además, tenía la sensación de que estabas contemplando la posibilidad de considerarme un cobarde.
Kitty se humedeció los labios.
-¿Un cobarde?
Peter le entregó una copa.
-Ya huiste de mí una vez. Volviste cuando saliste de la vida de Maxwell, pero será difícil que hagas lo mismo conmigo. No dejaré que lo hagas.
La tenacidad de su mirada la mantenía cautiva en una emoción casi hipnótica. De pronto ella rompió el silencio.
-Estaremos mejor en la planta baja. Podríamos charlar...
-¿Charlar? -su risa tenía un matiz de amargura-. ¿Quieres que hablemos de ocho años que ninguno de los dos desea revivir? Por mi parte fue bastante estúpido pensar que podíamos hablar. Sea como fuere, yo no tengo frío, Lali, y te aseguro que tú tampoco lo sentirás -añadió esbozando una sonrisa radiante.
Después de quitarse la chaqueta, levantó su copa, en cambio, Lali se esforzaba torpemente por quitar fuerza a una situación explosiva. Entre los dedos hacía girar la copa continuamente, en un ademán que revelaba su turbación interior. Lo que quería era imposible. Deseaba echarlo, pero también que se quedara. Con una perspicacia que ahora le daba seguridad y comodidad, comprendía que su propia conducta debía de haberle parecido tremendamente provocativa a Peter.
Con aire burlón, él estudio la tensa inmovilidad de Lali en la cama.
-Perdóname que piense que ahora que crees tenerme a tu merced no sabes qué hacer conmigo. ¿Te parece una idea descabellada? -murmuró entre dientes.
Ella quiso reírse pero no pudo. Sus ojos delataban confusión.
-¿Telefoneaste antes?
-No. Yo no fui. Estaba ocupadísimo recorriendo ochenta kilómetros para conseguir una buena botella de champán. En realidad no sé por qué le he dado tanta importancia -su mirada la envolvió en un repentino relámpago de deseo-. Pero ahora que estoy aquí, resulta que ya no tengo ganas de beber, ni de pensar en el mañana. Simplemente te quiero a ti... o aquello que sea tuyo en la medida en que quieras dármelo -le pidió con voz áspera.
-Creo entender la imagen que he podido haberte dado, pero debo decirte que no tengo por costumbre saltar a una cama para gozar de un hombre.
Peter le quitó con destreza la copa de las manos, y le pidió que repitiera la última frase. -La verdad es que no necesitas saltar a ninguna cama. Estás exactamente en el mismísimo lugar en que quiero que estés.
Hundiéndose nuevamente en la cama, él se inclinó hacia adelante. Apoyó las manos en la almohada, a ambos lados del rostro de ella. Su tibio aliento le abanicaba las mejillas. Lentamente, con la punta de la lengua recorrió los húmedos labios de Lali, hasta que la joven creyó hundirse en un remolino de vértigo.
-Peter... -murmuró ofuscada.
-Es imposible que seas tímida conmigo -le acarició el cuello y la besó con una arrolladora urgencia sexual, que hizo que su mente no albergara ningún pensamiento racional durante varios minutos.
Cuando abrió los ojos, Peter se estaba quitando la camisa, mostrando su torso velludo. Los principios morales de Lali la incitaban a dirigirse a la puerta... pero su cuerpo se quedó tozudamente en la cama. Se había quedado estupefacta ante su masculina belleza. Una tez bronceada que resaltaba perfectamente sus músculos tensos y vigorosos.

capitulo 32

Ya en su cama, acompañada de su radio, llegó a la decisión de la que tanto se había enorgullecido la semana anterior. Saldría de viaje al día siguiente por la mañana. Vendería Lower Ridge y tal vez incluso la Finca. No le quedaría vínculo alguno ni tampoco excusas para regresar. Ya había dejado de excitar su orgullo mediante falsos fingimientos.
La elección que hizo Peter cuando tenía veintidós años no había matado su amor por él. Durante mucho tiempo había escondido sus emociones en una cárcel de amargura, y ahora se desplomaban las murallas de su castillo. Su débil visión del pasado se había disuelto en las sombras.
Aunque el destino les había dado oportunidad y mutua atracción, y los había empujado a lo que siguió, Peter había hecho un intento notablemente torpe por enfrentarse a la situación, y por último, atormentado por su conciencia, había salido derrotado. Él tenía una gran fortaleza, muy poco común, que con frecuencia se complementaba con un grado muy elevado de terquedad. Además siempre había sido terriblemente leal a su familia. Había llenado los vacíos que su padre había querido llenar. Lali, a sus diecisiete años, había advertido su instintiva protección hacia su madre, que se empeñaba por sostener un matrimonio muerto desde hacía mucho tiempo. Cuando llegó la ruptura, sus hermanas y su madre se aferraron a él como si fuera su única solución.
Lali saboreó toda la violencia de su propia debilidad. En caso de que fuera necesario defender a Peter, ella sería la mejor defensora. De repente, un ruido procedente del otro lado de su cuarto la hizo levantar la cabeza. Frunciendo el ceño apagó la radio. Cuando la puerta se abrió de golpe, sin previo aviso, se estremeció de terror. Transcurrió un segundo antes de que se diera cuenta de que era Peter quien la miraba desde el umbral.
-Estuve llamando a la puerta, pero seguramente no me oíste por la música. No tomas las precauciones debidas. No voy a disculparme por haberte asustado. Pudo haber entrado cualquiera.
-Se me olvidó cerrar con llave -alcanzó a decir. Respiraba con dificultad y de hecho no pensaba en nada. Ya era más de medianoche. ¿Qué demonios quería él?
Peter llevaba un ajustado pantalón vaquero, que realzaba su cuerpo con perturbadora fidelidad. Llevaba también una chaqueta impermeable de color verde oscuro.
Tenía un aspecto abrumadoramente sensual, y al tiempo que lo pensaba se avergonzó de su propia susceptibilidad.
-Salta a la vista que no debo preguntarte si tienes frío -declaró Peter con tono burlón, avanzando lentamente hacia ella.
-¿Te importaría decirme qué demonios estás haciendo aquí? -quiso que su reproche sonara burlón, pero le traicionó la voz.
El fulgor de la lámpara reveló un inquietante rubor en su rostro. Sus verdes ojos tenían un brillo indescriptible, pero su forzada sonrisa traicionaba su aparente aire de tranquilidad. De uno de los bolsillos de su chaqueta sacó una botella y la puso sobre el escritorio; del otro sacó un par de copas de champán, que entregó a la desprevenida Lali.
-Peter... ¿qué se supone que debo hacer con esto?
-Trato de convertir este momento en una celebración -sin soltar la botella, se sentó tranquilamente a un lado de la cama y sacó un sacacorchos.
-¿Una celebración?
-Tal vez tú estés acostumbrada a hacerlo. Yo no. Y no, de ningún modo ha sido mi intención insultarte u ofenderte...
-No necesitas tener esa intención, porque lo estás haciendo estupendamente -tragó saliva y se volvió bruscamente para dejar las copas sobre la mesilla. Peter ladeó la cabeza y agregó en tono íntimo:
-Mucho nos ayudaría que dejaras de retroceder y refugiarte detrás de las almohadas como haría una virgen de educación victoriana ante un violento intruso. Esta noche no estoy de humor para esas cosas.

capitulo 31

-Soy implacable cuando se trata de perdonar. Sólo quiero que me respondas a una pregunta:
¿la amaste? na expresión sombría apareció en los ojos de Peter.
-No.
Él no había mentido y Lali se sentía lo suficientemente débil como para desear que lo hiciera.
-Entonces recibiste tu merecido -sentenció en voz muy baja.
-Paula recibió lo que yo merecía -la contradijo con aspereza-. Nunca debí casarme con ella.
Una risita ahogada salió de los labios de Lali.
-No sé, Peter. Pero desde mi punto de vista tomaste una decisión muy conveniente. Viste una posibilidad, una oportunidad. La aprovechaste y ya no hubo ningún resquicio por donde yo pudiera entrar en tu vida.
La expresión de Peter se endureció.
-Exactamente, ¿qué estás diciendo?
-Si no te casaste por amor lo hiciste por dinero, y si no te resultó, entonces deberías estar agradecido -explicó con amargura.
-¿Eso crees? -la miró con ira-. Obviamente hay que tener en cuenta tu situación, Lali. El hecho de haberte vendido al mejor postor cuando tenías diecinueve años no me demuestra una manera de pensar mucho más sensible.
-¿Cómo de atreves a hablarme de ese modo?
Peter volvió la cabeza hacia la puerta delantera, que estaba entreabierta.
-Se acerca un coche.
Lali pasó de largo frente a Peter, temblando de indignación. Bob Greighton apareció para mirarlos con expresión interrogativa.
-No creí que todavía estuvieras aquí. No te preocupes, esperaré.
Su divertida y amable sonrisa tranquilizó a Lali, a pesar de la tensa situación. Ella le dio las gracias sin mucho entusiasmo.
-Vuelva cuando quiera, señorita Esposito -le dijo Bob cuando ella entraba en el coche de Peter.
Peter tardó algo en unírsele. Sin hacer caso al frío, salió lentamente de la casa. El doloroso intercambió de palabras había dejado a Lali débil y temblorosa. En cambio, Peter pudo hablar perfectamente con el administrador de la finca.
Cuando por fin tomó asiento junto a ella, Lali no pudo evitar preguntarle con tono mordaz:
-¿De qué se reía Bob?
-¿A ti qué te parece? Es lógico que esté preguntándose qué estábamos haciendo en la oscuridad. Yo no lo juzgaría con mucha dureza -declaró con tranquilidad-. Sus sospechas no han sido tan descabelladas.
-No quiero que la gente hable de nosotros.
-Siempre habrá gente que lo haga, pero no creo que sea precisamente de eso -replicó con frialdad. De manera absurda, esa frase le dolió especialmente a Lali. Era lo que ella tanto había querido oír, lo que su mente quería decirle. Ahora cualquier relación entre ellos sería poco menos que imposible. Y a pesar de eso se sentía muy dolida.
Peter aparcó el coche frente a la casa.
-Va a seguir nevando y es probable que te quedes incomunicada. Supongo que tienes buena provisión de comida y combustible.
-Sabré cuidarme.
-Si necesitas ayuda, pídela. No puedo imaginandote, golpeando tuberías heladas a taconazos -indicó secamente.
Lali salió del coche tan aprisa como pudo.
-Me las arreglaré.
-Quisiera creerte, pero resulta que tus antecedentes en cuanto a administrarte, no han sido nada bueno durante los ocho últimos años.
Ella se precipitó en el interior de la casa. En cuanto cerró la puerta se apoyo contra ella, exhausta. En la cocina se tomó un par de pastillas contra el dolor. Su jaqueca disminuyó casi al momento. Una hora despues encendió la chimenea y se sentó ante la máquina de escribir, llena de determinación. ¿Qué había escrito en dos semanas? Apenas un miserable capítulo. El capítulo siguiente empezaba con un violento duelo verbal entre dos desconocidos. Su estado de ánimo era muy apropiado para abordar esa difícil escena.
Ya entrada la noche, se frotó la dolorida espalda y contempló con satisfacción el buen fajo de hojas que había escrito. Estaba tomando un baño cuando el insistente timbre del teléfono
interrumpió sus pensamientos. Pero la alocada carrera para contestarlo tuvo como único resultado un frustrante «clic», debido a que se habían colgado.

Friday, October 30, 2015

capitulo 30

Dado que esas dos sugerencias se le habían presentado años atrás, a Lali le resultó imposible sostener la mirada de Peter. Por insistencia suya, la granja había continuado siendo una casa particular. La joven tragó saliva y declaró: -¿Te preocupa la situación de la casa, verdad?
-Probablemente se deba a que siempre conservare la pequeña duda de si no me preocupé por ella lo suficiente -confesó él con desgana-. ¿Cómo sigue tu tobillo? ¿Puedes ponerte de pie?
Apoyándose en Peter, Lali se calzó el zapato.
-Está muy bien. Debemos irnos. El señor Greighton no tardará en enviar gente a buscarnos.
Peter la cogió de la mano sin dejar de mirarla.
-Tú empezaste esto y ahora no puedes detenerlo
-Por favor, dime, ¿dónde entra Belen en este ménage a trois?
-No entra. Belen y yo llegamos a un acuerdo que está a punto de terminar. Ella aprecia su libertad más que yo. La conozco desde hace poco y nunca fuimos amantes, Lali. Si lo que buscas es una salida, no la vas a encontrar por medio de Belen.
Lali se volvió, pues estaba muy confundida. De repente recordó algo que le proporcionó una decorosa salida.
-Creo que me he dejado el bolso arriba.
Peter le dijo suspirando:
-Iré a buscarlo.
Momentáneamente ella se apoyó contra la pared. ¿Qué le estaba pasando? Diez minutos antes se había deplomado por completo y Peter había acudido en su auxilio. Ocho años atrás había podido controlar sus emociones, pero en ese momento se desbordaban sin previo aviso. Él le pertenecía, aunque ahora Peter no la necesitaba como antes. ¡Qué locura la suya! Qué ceguera y qué absurdo el hecho de seguir necesitándolo, aun cuando conocía su posición.
Sus sentimientos hacia Peter tenían una tenacidad increíble. Pensó que liberarse sería como bajar por esas escaleras: un paso, luego otro, cada vez un poco más difícil. Sería una silenciosa pelea en la cual no intervendría su instinto de supervivencia.
En la escuela le habían enseñado que el amor es un don, el mayor regalo que Dios podía otorgar, pero resultaba que también era una carga y una agonía.
¿Significaba eso que estaba a merced de elementos fuera de su control? «No», se repetía una y otra vez con fiereza. Estaba dispuesta a terminar con esa locura antes de que cobrara más fuerza, y para reforzar esa necesidad recordaba con dolor al niño que tanto había deseado traer al mundo.
-¡Peter! -su voz resonó en el oscuro vestíbulo. Poco después escuchó sus pasos. Él se acercó a ella y le entregó el bolso.
-Había olvidado lo hermosa que es la vista desde arriba.
El rubor de sus mejillas, la fuerza, la aspereza de su voz refutaban sus palabras. Realmente no había nada que admirar desde ese cuarto. Peter podía sentir como ella la influencia de lo que les rodeaba.
-Quiero darte mi versión de lo que ocurrió entonces -añadió él en tono perezoso.
-¿Hay algo que decir...? Los dos cometimos un error.
-No hubo error de parte mía.
-El paso del tiempo ha debido de hacerte más sincero.
-Mira Lali... -le espetó-. Deliberadamente me lo estás poniendo difícil.
-Probablemente se debe a que no quiero hablar de la prehistoria. El solo hecho de pensarlo me desagrada enormemente -replicó con frialdad.
-Cuando sientas la necesidad de hacer frases tan irónicas, te recomiendo que se lo digas a quien no te conoció desde que eras una niña.
A Lali se le encendió el rostro. Se dio la vuelta y expresó:
-Ya ha oscurecido, Peter, y estoy cansada.
-Mientras no te diga por qué me casé con Paula, lo que ocurrió hace ocho años continuará interponiéndose entre nosotros -exclamó con impaciencia-. Ahora bien, ¿vas a facilitarme las cosas o vas a hacerlas más difíciles de lo que ya son? Se volvió hacia él.

capitulo 29

Sin aliento echó la cabeza hacia atrás, antes de que esa terrible debilidad se apoderara de sus defensas. El bajó la mano para apoyarla en un hombro de Lali, y entonces la joven percibió la necesidad irrefrenable de tocarlo y profundizar ese contacto.
Con el pulgar Peter le acarició suavemente una oreja, derritiéndola.
-¡No! -alcanzó a musitar ella.
-Se te ha escapado el juego de las manos, ¿no es cierto? -en sus ojos destellaba un despiadado fulgor.
-No es ningún juego -lo interrumpió violenta, pero él ya no la escuchaba.
-En esto estás tan atrapada como yo. Recuerda que en los deportes nunca fui un simple espectador. Tampoco estoy en desventaja ni soy el último de los hombres.
Lali echó la cabeza hacia atrás.
-No me relacionaría contigo aunque fueras el último hombre sobre la tierra -expresó burlona.
Él la acarició el cabello y luego repuso:
-Bueno, eso es lo que quería decirte: mientras esté aquí, soy el último hombre sobre la tierra. No comparto, y tampoco me importa, la manera en que te portaste con Maxwell, pero te juro por Dios que conmigo será diferente.
-¡Estás loco!
-Las reglas del juego no son de tu agrado, ¿verdad? Simplemente las tomas o las dejas -por momentos el tono de su voz se iba haciendo más duro-. Mira Lali, no estoy arrodillado ni nunca lo estaré, de modo que si eso es lo que estás buscando vas a llevarte un buen desengaño.
En el mismo instante en que ella trató de liberarse, algo extraño le sucedió a Peter. Con una mirada salvaje la acorraló contra la pared y se apoderó de sus labios fieramente, privándola de todo sentido.
Cuando él se apretó contra ella, Lali pudo percibir su grado excitación. Finalmente, Peter liberó su boca al tiempo que emitía un gemido.
-¡Por Dios! Aquí no... en cualquier otra parte, pero aquí no.
Como pudo Lali se liberó del abrazo y corrió hacia la escalera, pero al bajar el primer tramo, resbaló y perdió el equilibrio, torciéndose un tobillo. Los ojos se le inundaron de lágrimas. -Has podido romperte la cabeza -indicó él, acercándose-. Debe de dolerte mucho.
-¡Vete! -sollozó.
Él la levantó en brazos para luego sentarla en la escalera y acunarla en su regazo como si fuera una niña. Débilmente, ella le golpeó el pecho con el puño.
-¡No! -alcanzó a decir.
El dolor de su tobillo parecía desaparecer con el suave masaje de los dedos de Peter. Ella trató de recuperar el aliento. Su aroma masculino ahogaba sus minadas defensas. Se sentía débil y derrotada, totalmente incapaz de negár el ridículo sentimiento de seguridad que la invadía. El la sostuvo en sus brazos hasta que su respiración se normalizó.
-¿Echas de menos este lugar? -susurró Lali en medio de un silencio extrañamente tranquilizador.
Él la tomó de la barbilla y le levantó el rostro.
-¿Tú qué crees? -una sonrisa mal disimulada se dibujó en sus labios, acelerando de esa forma el corazón de Lali-. Doscientos años de herencia familiar han existido bajo estos techos. Cuando mi padre murió comprendí que nunca podría conservar la propiedad, lo cual no me hizo más fácil dejarla.
-¿No había manera alguna de que pudieras haber conservado la casa?
-Ni siquiera podía hacer frente al mantenimiento. Un buen arreglo parecía lo más prudente -respondió con sinceridad-. Mira a tu alrededor. Si de inmediato no se adoptan ciertas medidas, en unos cuantos años la casa estará en ruinas.
Lali protestó:
-No exageres, no está tan mal.
-No tienes idea de la rapidez con que una casa se arruina cuando está vacía. La humedad se apodera de ella, el techo y las ventanas exigen ser renovadas y ese gasto apenas es el principio. Dudo que el consorcio, que ahora es el dueño de la finca, piense que se gasto merece la pena. Difícilmente se puede justificar.
-Es una casa muy atractiva, poco común -aseguró ella, agobiada por el peso de su desengaño. Peter hizo un gesto muy expresivo y agregó:
-Mira, es una locura de estilo victoriano que exige media docena de criados, y que además no es cómoda. Es una verdadera sorpresa que la testamentaría todavía no haya encontrado un mejor uso para ella. Puede convertirse en varios apartamentos, o incluso un modesto hotel.

capitulo 28

Sonrió al ver las persianas del cuarto de recepción. Pensó que, cuando lo arreglara, la luz entraría a raudales. Pondría cortinas de tonos alegres en las ventanas, compraría una alfombra persa y mobiliario apropiado.
Sin embargo el suelo estaba en muy mal estado. Subió por la escalera al piso superior. Inconscientemente entró en el cuarto donde ella durmió aquella noche, en una época que en ese momento le parecía muy remota.
Tembló y cruzó los brazos sobre el pecho, tratando de esa forma de contener la tremenda fuerza de sus temores. ¿Seguía amando a Peter? ¿Podría seguir siendo tan estúpida? Conforme le iban llegando las respuestas, fue refugiándose en sí misma, y salió a toda prisa de la habitación.
Afuera, en el descansillo, se detuvo paralizada.
Al pie de la escalera se encontraba Peter, apoyado contra una pared y mirándola fijamente. Una curiosa satisfacción jugueteaba en su mirada implacable, despiadada y dominante.

-Sabía que volverías a la escena del crimen.
Ver un fantasma sin cabeza, arrastrando las cadenas, no habría podido impresionar más a Lali. La vergüenza la devoraba. Con el corazón latiéndole acelerado, miró fijamente a Peter.
-Para mí esta es una de las raras ocasiones en que se espera con ansia un retorno. Sabes, si fuera un caballero no me aprovecharía de ello -murmuró al tiempo que apoyaba una mano en la barandilla de la escalera-. Pero resulta que no tengo nada de caballero...
-No te acerques -al gritar, recobró el habla. Él subió los escalones de tres en tres.
-Estás al borde de la histeria, Lali.
-Gaston debe de estar preguntándose dónde estoy -musitó mientras se alisaba el cabello. -No tengo miedo. Hace diez minutos que se ha ido. Le he asegurado que llegarías a tu casa sana y salva -afirmó él en tono suave.
-¿Le dijiste que se marchara y lo hizo? ¿Así, sin más? -preguntó incrédula.
-Reconozco que necesité algo de convencimiento, pero Gaston puede seguir un consejo como cualquier otra persona -avanzó con cierta pereza, como un cazador que ya tuviera acorralada a su presa.
-¿Creías que estaba jugando? -preguntó ella.
-Sabes, Lali, entre tú y yo hay una diferencia sutil yo no estoy jugando.
-Entonces, ¿qué estás haciendo aquí?
-Estaba buscándote. Primero fui a Lower Ridge, luego vine aquí. De no haberte encontrado, habria agotado todas las posibilidades hasta dar contigo. En pocas palabras, estaba decidido a hablar, a tener un encuentro.
-Pero yo no quiero. No quiero tener nada que ver contigo.
-En tal caso me parece que te has refugiado en un rincón muy estrecho. Aquí no hay nadie que te oiga o que pueda venir a salvarte. Puedo asegurarte que no te irás hasta que termine contigo.
-Si te atreves a tocarme... -repuso temblando.
-Te tocaré y te pondré las manos encima. No nos engañemos diciendo que se trata de una amenaza a utilizar la violencia.
-Esto no me parece divertido -la perturbadora proximidad de Peter la hizo retroceder. No confiaba en su propio cuerpo.
-No bromeo. Y no te valgas de Gaston para deferderte. A él déjalo fuera de lo nuestro.
-No pensaba valerme de Gaston, en absoluto. Pero verdaderamente no necesito darte explicaciones. Eres demasiado egoísta.
-¿De verdad? -preguntó Peter, desdeñoso-. No quieres a Gaston.
-Tampoco te quiero a ti, si es lo que quieres saber -forzó una sonrisa-. Ahora, por favor, apártate de mi camino. Quiero irme a casa -exigió con voz temblorosa.
Él se quedó quieto donde estaba, muy seguro de sí mismo. Con la punta de un dedo le recorrió una mejilla.
-¿Dónde se oculta tu valor cuando estamos solos? -No me toques.

capitulo 27

La inconfundible voz de Peter sonaba burlona. Lali cerro los puños. Él la miró y sonrió forzadamente. Un cambio siempre es bueno -contestó riendo Gaston, al parecer indiferente a la sonrisa sardónica de Peter-. Y dada la compañía y el tiempo infernal que hace afuera, me siento contento.
-Gaston me ha estado contando algunas cosas muy divertidas -Lali dedicó a Peter una lánguida sonrisa. Él no podía controlar la necesidad de mirarla fijamente. Lali apuró su copa de un solo trago.
-Me despido -repuso Peter en voz baja. Cruzó el salón y se dirigió a otra mesa, donde se hallaban sentados dos hombres mayores.
-Por lo que veo, no está con Belen -comentó Gaston.
-¿Pensabas que debía de estar con ella? ¿Por eso me trajiste aquí?
La expresión de Gaston se ensombreció por una oleada de rubor. Una vez satisfecha su curiosidad, Lali decidió aflojar la presión.
-¿Lleváis mucho tiempo juntos?
Gaston estudió su copa antes de contestarle.
-Belen vino aquí en otoño. Acababa de salir bien librada de un divorcio muy problemático. En ese tiempo no pensaba que estuviera buscando un compromiso serio, pero sospecho que sus sentimientos han cambiado. Aunque, por otra parte, creo que ella estaría mejor sin él.
El dueño del negocio los interrumpió para informarles que su mesa estaba lista. Gaston no volvió a hablar de Belen. Estaban tomando el café cuando una joven norteamericana se acercó a la mesa para pedirle a Lali un autógrafo.
-¿De verdad usted y Grant han terminado? -preguntó alzando tanto la voz, que la gente del salón guardó un momentáneo silencio-. Espero que se reconcilien, de verdad. Siempre me ha parecido que estaban hechos el uno para el otro.
Cuando la mujer se alejaba con renuencia, Gaston declaró: -Retiro lo dicho sobre envidiar tu condición de celebridad.
-Ya estoy acostumbrada. Es inevitable.
Mientras se dirigían hacia el coche, Gaston le comentó:
-Debo ir a la finca. ¿Me permites hacerlo ahora?
Ella asintió con la cabeza.
En las afueras del pueblo, Gaston entró en una antigua finca flanqueada por dos pilares de piedra con sendos leones.
Gaston salió bruscamente del camino principal. La antigua casa del vigilante era ahora la oficina de la finca. Mientras aparcaba el coche, Lali le preguntó si al señor Creighton le molestaría que echara un vistazo.
-Me encantaría volver a verla, y como está vacía...
-Claro que no. A mí también me gustaría verla. No tardaré mucho con Bob. Él se dedica a revisar todas las ventas que le enviamos. Podré acompañarte en cuanto termine con él. Lali no quería compañía, pero disimuló su desagrado.
El administrador era un hombre corpulento, de poco más de cuarenta años. Se mostró muy cordial, y la habría retenido charlando si Gaston no le hubiera transmitido su deseo de ver la finca. Bob Creighton le hizó una mirada de sorpresa.
-Aquí no hay nada que merezca la pena ver. Es un rnorme granero que además no está amueblado. El ultimo inquilino pensaba que el mantenimiento era muy caro, pero claro, con mucho gusto les entregaré las llaves.
Las consecuencias del secreto en que tanto había insistido la hicieron sonrojarse. No le parecía correcto tratar a ese hombre sin confesarle que ella era su jefe.
Un empleado la acompañó hasta el sendero, para luego dejarla gustoso con su deseo de explorar. Al recorrer una habitación tras otra, descubrió graves signos de abandono. Se sintió muy mal. Para ella, en aquel entonces, esa casa había sido la última palabra en cuanto a lujo. Indudablemente, los muebles antiguos y el buen gusto de Mercedes habían ocultado todos esos defectos. A Lali no le sorprendía que no hubiera nadie interesado por la finca, que obviamente necesitaba una buena renovación.

capitulo 26

-No creo que puedas culparte por eso -declaró Lali en voz baja.
-¿Tú crees? Paula vivía en la periferia de mi vida y siempre lo supo. Tener a Tina fue el último intento de reconciliación, pero no funcionó -reconoció bruscamente-. Paula se sintió atrapada por Tina y luego tuvo una aventura. A decir verdad; a mí no me importó.
Lali palideció ante el fiero destello de sus ojos, mientras él continuaba:
-A veces la maldije por la manera en que trataba a Tina. Cuando se fue, nunca más volvió a visitarla. Tina se sintió abrumada. Comencé a tramitar el divorcio. Paula me telefoneó para decirme que iba a abandonar al hombre con quien estaba viviendo y que quería volver conmigo. Se dirigía a Torbeck cuando sufrió un accidente.
-Obviamente no fue culpa tuya. Se necesitan dos personas para estropear una relación.
-También se necesitan dos para que vuelva a funcionar.
Lali esquivó su mirada. Había empezado a llover.
-Creo que ahora necesitamos ese refugio.
Lali llegó a Tor un minuto después que él. La ayudó a bajar de la silla.
-Oye, estás empapada.
La lluvia caía a menos de un metro de distancia del abrigo rocoso bajo el que estaban refugiados. Lali tiritaba bajo su grueso suéter de lana, y parpadeando se sacudió el agua de los ojos. Peter se quitó su impermeable.
-Quítatelo.
-Es que no llevo nada debajo.
Peter se echó a reír, mientras el corazón de Lali se aceleraba.
-Compréndelo, por favor, no te estoy proponiendo que te quedes desnuda bajo la lluvia.
-Se me secará puesto -musitó, abrazándose.
-No te engañes -murmuró él envolviéndola con su chaqueta.
-Creo que esta lluvia durará todo el día. No tiene sentido quedarnos aquí.
De pronto Lali se encontró entre sus brazos.
-¡No me toques! Sabes bien que detesto que me toques.
-¡Santo Dios! ¡Qué mentirosa eres! -murmuró con malicia.
Lali se aferró al cuello de Peter, atrayéndolo febrilmente hacia sí, como si deseara ser absorbida por él. A unos metros, Misty empezó a inquietarse y la joven se apartó de Peter, que volvió a atraparla.
-Cálmate.
-¡No! No permitiré que me lo hagas -declaró a la defensiva.
-¿Alguna vez aceptarás responsabilizarte de tus ansiedades sexuales, o es que siempre te considerarás una víctima de elementos y circunstancias incontrolables? -preguntó burlón.
-Quiero irme a casa. Nunca debí aceptar venir aquí.
La lluvia estaba amainando y Lali se dirigió hacia Misty. Al llegar a Torbeck, desmontó y se dirigió a su coche.
-¿Aceptarías cenar conmigo esta noche?
Sorprendida por su invitación, se dio la vuelta. Temblando respondió:
-No.
-No volveré a insistir -replicó él, endureciendo su expresión.
Lali soltó una risita forzada. Estaba a punto de llorar. Como pudo, subió a su coche y se alejó. Al día siguiente, Gaston llegó muy puntual para invitarla a comer fuera. Lali se había olvidado de esa invitación. Durante veinticuatro largas horas, sus pensamientos habían girado sin parar dentro de su cabeza.
La chimenea del vestíbulo de la posada Bardsley les dio una cálida bienvenida.
Inmediatamente un camarero les sirvió unas copas. Gaston le sonrió.
-¡Vaya servicio! Estoy seguro de que no es por mí.
No había nadie en el bar. Lali estiró las piernas y lentamente se relajó en un cómodo sillón. La conversación superficial de Gaston aplacó sus tensos nervios. De repente entraron otros clientes.
-Esto no se parece en absoluto a una comida usual, Gaston.

capitulo 25

Lali tardó una eternidad en dormirse. Casi era mediodía cuando despertó.
Cuando terminó de comer le devolvieron su coche. El mecánico le entregó las llaves. -Ha quedado como nuevo, señorita Esposito. No ha sido un trabajo muy difícil.
-¿Cuánto le debo?
El mecánico la miró sorprendido.
-Peter Lanzani nos ha pagado por la mañana.
A Lali le ardía la piel. ¿Cómo se había atrevido a hacerlo? Rápidamente fue hacia su coche. En un instante llegó a Torbeck.
Peter salía de los establos.
-Pensaba ir a buscarte dentro de media hora.
-No he venido para ir a ninguna parte contigo -le espetó-. Quiero pagarte lo de mi coche.
¿Cuánto te debo?
-Bien, podías empezar disculpándote.
-¿Disculpándome? -preguntó con sorna.
-El taller sólo entrega los vehículos cuando se ha pagado la cuenta. Ya te he evitado la molestia de ir al taller. El recibo está en mi oficina. Y no recuerdo la cantidad exacta.
-Según parece, he cometido un error.
-En eso siempre te llevas un premio -la miró con acritud y entró en los establos.
-Discúlpame -declaró ella.
-Dime una cosa. ¿Siempre te vales de cualquier excusa para pelear y mantenerte a distancia, o se trata (de algo que no puedes dominar?
-Te he pedido disculpas...
Él la miró fijamente y luego se apartó de la yegua que estaba ensillando.
-Me gustaría que diéramos un paseo a caballo.
-Peter, no puedo quedarme -musitó.
La estudió y en seguida ella empezó a justificarse.
-No tengo botas adecuadas.
-Yo tengo de sobra -le sugirió con tono cordial-. ¿Cuánto tiempo hace que no montas?
-Grant tiene un rancho en Texas. Casi siempre vamos allí en primavera -tragó saliva.
Peter salió llevando de las riendas a un semental mientras ella montaba una yegua. -¿Cómo se llama? -preguntó Lali.
-Misty.
-¿Es de Mercedes?
-No. A veces la monta, pero yo la compré para Paula.
En cuanto salieron a campo abierto, Peter soltó las riendas de su caballo y Lali hizo lo mismo. Estaba tan segura en la silla de montar como lo había estado en sus primeros años. Misty respondió con un galope entusiasta que a pesar de todo no le sirvió para alcanzar al corcel de Peter. Una vez en el páramo, él se detuvo para esperarla.
-Va a llover. Debemos regresar.
-¡No! Me lo estoy pasando maravillosamente bien.
-Como quieras. Entonces iremos a Tor -señaló las rocas del despeñadero de la colina-. Allí nos protegeremos.
-¿Cómo está Tina? -preguntó ella con voz amable.
-Ayer pilló un resfriado, pero hoy ha amanecido mejor.
-Es muy... tímida -comentó Lali, escogiendo con cuidado las palabras.
-Paula no fue una buena madre. En cuanto se disipó la novedad de tener una hija, cuidarla le pareció una carga, lo cual hizo muy insegura a la niña.
La mente de Lali era un torbellino. Los años transcurridos empezaban a pesarle.
-Dime... ¿Paula te dejó?
-Paula era hija única. Cuando nos casamos estuvo a la altura de sus deberes en cuanto al trabajo y las responsabilidades. Yo no tenía tiempo suficiente para darle la atención necesaria, por lo
cual la buscó en otra parte. Sus coqueteos tenían por finalidad obligarme a dedicarle más atención, pero la verdad es que no reaccioné como ella supuso que debía hacerlo -sonrió con amargura-. Yo tenía veintitrés años y me faltaba paciencia. Paula anhelaba vivir en el campo, pero en cuanto descubrió lo que era en realidad, me pidió que lo vendiera todo y que nos mudáramos. En aquel tiempo no podía permitirme el lujo de hacerlo. Trabajaba dieciocho horas diarias y en mi casa me esperaban escenas de histeria. En cierto momento dejé de hacerle caso. Me desconecté.

capitulo 24

-Ha ido a traerme una copa. ¿Dónde estabas que no te vi antes?
-Belen y yo llegamos tarde. Dime una cosa, ¿siempre bailas a medio metro de distancia de tu compañero? -con una mano la atrajo hacia sí, obligándola a que posara las manos en sus hombros.
Un calor incontenible la invadió. El latido del deseo que corría por sus venas destruía su autocontrol, fundiéndola con él en una dolorosa angustia.
Terminó la música y él la apartó cruelmente de la fuente de esa necesidad. Un sexto sentido le dijo a Lali que muchos ojos los estaban espiando, y con una risa chispeante se alejó de Peter. Mary la esperaba.
-A Gaston lo han llamado para atender a un cerdito -comentó entre dientes-. Dijo que estaría aquí dentro de una hora, más o menos. Pobre Gaston. Nada le sale bien.
-¿De verdad?
Lali no la oía. Belen, radiante con su vestido rojo que realzaba su encanto, bailaba animadamente con Peter. Luego se puso de puntillas para besarlo levemente en los labios y echó hacia atrás la cabeza con un desafiante aire triunfal.
Lali tomó una copa de una bandeja; estaba muy celosa.
-Gaston es mi primo -declaró Mary, acercándose para dar un toque confidencial a sus palabras-. Está loco por Belen, pero de momento no tiene ninguna oportunidad. Belen va detrás de una presa mayor.
Lali se enfrentó a la mirada maliciosa de Mary.
-Peter y yo somos amigos desde hace muchos años.
-Si Pablo tuviera una amiga así, le sacaría los ojos. Tú has dejado a Belen en la línea de salida -sonrió Mary-. El caso es que Peter las prefiere rubias. Paula era una rubia alta, parecida a ti a simple vista.
Las palabras se quedaron flotando en el aire.
-¿De verdad?
Mary la estudió con gran intensidad.
-Sí. Fue el matrimonio más extraño del mundo. Ella habría matado por conseguirlo, pero la verdad es que no pudo soportar la altivez de Peter. Trató de ponerlo celoso, pero él ni se inmutaba. Las mujeres se estrellaban contra un muro. Peter no es un inofensivo gatito al que se puede provocar sin peligro.
Mike, el hermano de Mary, interrumpió la conversación para pedirle a Lali que bailara con él. Ella asintió con alivio y eso le dio algún tiempo de descanso. Luego fue al cuarto de baño, se refrescó un poco y por último se refugió en el invernadero.
-Y Dios creó a la mujer...
Lali se volvió. Peter surgió de entre las enredaderas que flanqueaban la puerta.
-Pero Maxwell creó a Lali -concluyó en voz baja.
-Sí. Me enseñó a caminar, a hablar, a vestirme...
-La muñequita de Maxwell -declaró con cierto tono de pena.
-No le veo la gracia.
-No es gracioso, es triste. ¿Te diviertes cuando actúas de todo corazón? Evidentemente a ti te encanta. No aprecio el arte de la actuación, aun suponiendo que todo fuera de mi agrado.
-¿Tu agrado? -lo interrumpió con violencia. Peter le sonrió con ternura.
-Lali, no me engañes. Me puedes asestar una puñalada en el corazón y seguiría riendo. Creo que ha llegado el momento de hacer una tregua.
-No me había dado cuenta de que estuviéramos peleando.
Peter cogió entre los dedos un mechón de su cabello. El brillo de sus ojos la dejó paralizada.
-No puedes luchar contra ti misma, Lali. Sólo lograrás desgarrarte en dos partes. Y si peleas contra mí perderás, porque siempre he sido más fuerte que tú... -trató de provocarla-. Te llevaré a dar un paseo mañana por la tarde. Aunque el tiempo no está para dar paseos, ¿verdad?
A pesar del provocativo susurro de Peter, Lali respondió con un «no» rotundo. Él la soltó. -Gracias a Dios por eso. ¿Crees que Pablo daría rienda suelta a sus fantasías de Tarzán entre estas enredaderas?
Lali se echó a reír de buena gana.
-Lo que debemos hacer es ir a buscar a nuestros respectivos compañeros. Él aceptó con una mueca y Lali consiguió recuperarse del todo.
Gaston se encontraba en el salón charlando con Pablo. Durante todo el camino de vuelta a casa estuvo disculpándose.
-Permíteme que te invite a comer el viernes -le rogó con tal insistencia, que ella no tuvo otro remedio que aceptar.

capitulo 23

-Pablo y yo damos fiestas espectaculares y nos encantaría verte -la interrumpió Mary, para luego insistir con más fuerza-: Pero ahora no puedo hablar más. Nos veremos mañana por la noche.
Después de despedirse, Mary se dirigió al deportivo blanco que estaba aparcado en la puerta. -Mary y los conductores que huyen cuando atropellan a alguien tienen mucho en común -intervino Gaston , con una amplia sonrisa-. Reconozco en tu cara esa expresión. Ella ejerce sobre mí el mismo efecto.
Lali sonrió.
-¿Ya ha llegado Peter?
-Está afuera. Voy a llamarlo. ¿Te parece?
Por la ventana Lali vio a Peter y a Belen charlando en el aparcamiento trasero. Negó con la cabeza.
-Puedo esperar.
-Deberías ir a la fiesta de los Martines. Yo iré, solo... Si quieres...
Lali seguía mirando por la ventana. La mano de Belen descansaba sobre el brazo de Peter. La chica volvió la cabeza de golpe, con un nudo en la garganta.
-Pasaría a recogerte a las ocho -continuó Gaston.
-¿A las ocho? -preguntó, como un eco.
-Para ir a la fiesta. No hay razón para que vayamos solos. Bien, ¿qué dices? Lali se vio dominada por un súbito impulso. Esbozó una sonrisa radiante.
-Claro que sí.
En ese momento sonó el teléfono y Gaston fue a contestar. Peter entró en la habitación.
-Perdona mi retraso. ¿Llevas mucho tiempo esperándome?
-Unos minutos -respondió fríamente.
-Le ruego me disculpe, milady -respondió él, aparentemente indiferente a su tono de voz. Ya fuera del pueblo,Peter dio un brusco volantazo para evitar atropellar a un perro. El movimiento lanzó a Lali sobre él y ella extendió una mano, que fue a dar al duro y fuerte muslo de Peter. Una oleada de ardiente deseo volvió a invadirla.
Una necesidad irresistible de romper el silencio la obligó a preguntar:
-¿Crees que seguirá nevando durante mucho tiempo?
Peter se echó hacia atrás y rió con todas sus ganas, dedicándole una mirada de ardiente complicidad.
-¿Por qué no hablas de lo que estás pensando? En una mujer como tú, que acepta, que disfruta mucho haciendo el amor, tu reticencia resulta extraña.
Lali se ruborizó. Los ojos de Peter expresaban una descarada invitación, subrayada por su boca sensual.
-No tenemos nada de qué hablar -respondió con tono cortante.
Peter se detuvo en la puerta de la casa.
-Al menos no de algo que puedas hablar sin sentir que corres algún riesgo -terminó la frase con un tono perezoso y provocativo.

La misma ropa que Lali había llevado desde Los Ángeles, la había acompañado al norte de Inglaterra. Para la fiesta había escogido un vestido negro y azul, que habría sido un verdadero desastre en alguien que no tuviera un cuerpo tan perfecto como el de ella.
Los Martines vivían en una moderna casa de dos pisos, situada al otro lado de la población. Mary y su marido, se dirigieron hacia Lali en cuanto entró.
-Estaré muy orgullosa de presentarte a todo el mundo. ¡Oye, qué vestido más bonito! ¿Valentino, verdad? En esta temporada yo sigo a Saint Laurent.
Era una fiesta de categoría. Lali percibió pequeños y bruscos silencios, así como frases rápidas mientras su anfitriona la presentaba. La joven sonrió y charló hasta cansarse.
Al final todo se volvió en su contra. Se encontraba bailando en los brazos de Pablo, que había bebido más de la cuenta, cuando de pronto apareció Peter y los interrumpió. -Con tu permiso, Pablo -hábilmente la liberó de Pablo, y luego se dirigió a ella-. Dentro de poco tu anfitriona se pondrá como una fiera.
-Debió ponerle un collar y una cadena, aunque te diré que podría haberme librado sin necesidad del escuadrón de rescate -declaró malhumorada.
-¿Dónde está Gaston?

capitulo 22

Lali se arrodilló frente a Tina y le hizo ver el peligro que significaba cruzar la calzada con descuido.
-Es que te vi de repente y quise alcanzarte -explicó la niña, sollozando.
Lali la tomó en sus brazos.
-No lo vuelvas a hacer, Tina.
Luego le contó a Jessie lo que le había ocurrido a su coche.
-Bueno, si Peter ha dicho una hora, lo más probable es que sean dos. Hoy es mi día libre. Podría usted venir a casa y tomar el té conmigo.
Cinco minutos después charlaban animadamente en la terraza de la casa de Jessie. La mujer se ofreció a coger el impermeable de Lali, al mismo tiempo que dirigía una mirada impaciente a Tina, que se aferraba posesivamente a la prenda. Con sumo cuidado Lali le retiró la manita.
-Todo se debe a que me ha visto en televisión. Soy una novedad.
Jessie dejó a la niña jugando con un rompecabezas y volvió para charlar con Lali. Pero Tina no tardó en seguirla.
-Quiero estar con Lali.
-Dime, Jessie, ¿por qué te la dejan en tu día de descanso?
-Mercedes debería estar con ella, pero tiene una cita en el hospital.
-Debe de resultarte difícil cuando la señora Lanzani está ausente -observó Lali.
-Realmente no quiso pegarle tan fuerte a Tina -explicó Jessie con tono brusco-. No tiene paciencia. No está acostumbrada a batallar con niños.
Lali asintió, y por su parte Jessie se tranquilizó.
-No me molesta que se vaya. Estar un tiempo con su hermana le sentará bien. Ella no sabe que usted está viviendo en Lower Ridge.
-¿Por qué habría de saberlo? -preguntó Lali, encogiéndose de hombros.
-Yo misma se lo habría dicho si el propio Peter no me lo hubiera prohibido. Sucede que aquello que Mercedes detesta es precisamente aquello que debe soportar. Peter sigue su propio camino.
Tina hizo el intento de subirse al regazo de Lali.
-¿Es que no puedes dejar a Lali en paz? -gruñó Jessie y Tina salió huyendo, antes de que Lali pudiera intervenir. La mujer suspiró-. No está bien que se encariñe demasiado con usted.
-Ciertamente está más apegada a Belen, ¿no?
-Ella no la trata con tanto cariño como usted.
Incapaz de seguir oyendo los sollozos de Tina en la habitación contigua, Lali se levantó y fue a buscarla.
-¿Ve usted lo que quiero decir? No le haga daño a él.
-¿A él? -Lali comprendió que se refería a Peter. De inmediato pensó que él era invulnerable.
Tal vez pudiera importunarlo, pero nada más.
Jessie tenía un aire de tenacidad.
-Los conozco a los dos desde que eran niños. Sé de qué estoy hablando. Entre ustedes hay un vínculo y siempre lo habrá.
-Tal vez lo hubo cuando éramos más jóvenes -Lali sintió un agudo dolor al recordar al niño que había perdido. Ese último golpe había puesto fin a su obsesión por Peter...
Lali sólo necesitó cruzar la calle para llegar al consultorio del veterinario. Se guió por el ruido de las voces que provenían de la sala de espera. Una esbelta pelirroja que se encontraba en el corredor exclamó:
-¡Lali! Me habían dicho que estabas aquí pero no podía creerlo. ¿Te vas a quedar? ¿Cuánto tiempo? Oye, ¿no me reconoces? Fuimos juntas a la escuela.
Lali sonrió.
-¿Mary?
-Mary Martines. La misma, aunque ahora llevo el apellido Martines -explicó orgullosa. Lali tuvo que rebuscar en su memoria para recordar que los Martines tenían una cadena de hoteles en la costa de Yorkshire.
-Mira, vamos a hacer una gran fiesta mañana por la noche. Y me gustaría mucho que asistieras.
-Pero es que...

capitulo 21

Tal vez en algún rincón de su subconsciente había regresado a Yorkshire buscando un confrontamiento con Peter. Y de ser así, ¿qué estaba haciendo allí en ese momento? Peter nunca la había amado, pese a lo cual durante un tiempo había estado segura de ese amor nunca confesado. Fue ese pensamiento lo que había hecho pedazos su vida.
¿Dónde estaba el odio que creía sentir por Peter? ¿Había sido verdadero? Pero ese odio ya no era un mecanismo de defensa. Había pensado y reaccionado como una quinceañera desde el mismo instante en que volvió. Él todavía la atraía; así de sencillo. Y el problema debía solucionarse. Belen podría respirar tranquila, pues Lali sabría mantener la distancia.
Ya entrada la tarde, la lluvia se convirtió en nieve. No era el tiempo más apropiado para pasar un día en Scarborough, reflexionó Lali, y en seguida se irritó consigo misma. A la mañana siguiente se despertó en un mundo que se había vuelto blanco. Tras una noche inquieta, se sentía cansada y amodorrada. La habitación estaba muy fría. Pensó en ir al pueblo cuando terminara de desayunar. Se le había terminado la comida y ya no tenía sentido ocultarse, ¿o sí? Habiendo concluido la telenovela y sin ninguna vinculación con Grant, pensó que a nadie le interesaría lo que ella pudiera hacer.
No había recorrido ni siquiera cinco kilómetros cuando el motor de su coche hizo un ruido extraño. Poco a poco fue disminuyendo la velocidad hasta detenerse por completo. Maldijo su suerte. No llevaba ropa adecuada para soportar una caminata con ese tiempo. Llevaba cerca de veinte minutos batallando contra la nieve, cuando oyó que un coche se aproximaba. Su sentimiento de alivio duró muy poco, pues el todoterreno de Peter se detuvo a su lado. Después de abrir la puerta, le preguntó:
-Vi tu coche allí atrás. ¿Qué ha pasado?
-No sé, pero parece que es algo serio -repuso, castañeteando los dientes.
Le dirigió una sonrisa burlona, contemplando su cabello mojado y despeinado.
-No estás preparada para un tiempo tan infernal como este, ¿no es cierto? Supongo que necesitas ayuda.
Dándose cuenta de lo ridículo de su aspecto, murmuró furiosa:
-Por supuesto que no. Llegaré perfectamente al pueblo -metió las manos en los bolsillos de su impermeable y se dio la vuelta.
-No seas ridícula -expresó Peter, impaciente. -Sube y te llevaré al taller mecánico.
-No, gracias -le espetó-. ¿Por qué no te ocupas de tus cosas y te mantienes lejos de mi vida? Peter la miró de arriba abajo.
-Si eso es lo que quieres...
Y arrancó. Lali miró fijamente el vehículo que se alejaba. Durante unos segundos no pudo creer que la hubiera dejado allí. «Sí, eso es lo que quiero», murmuró, algo sorprendida por su propia conducta.
Había recorrido penosamente otros cien metros, cuando el todoterreno regresó. La puerta se abrió en silencio ante ella. Mordiéndose el labio, se deslizó al tibio interior.
-No me habría gustado que te congelaras -declaró él sin miramientos.
-No he debido perder la cabeza -cada palabra se le clavaba en su herido orgullo.
-Aceptemos que ninguno de los dos estuvo a la altura de las circunstancias -concluyó Peter.
Y eso fue todo, lo único que hablaron hasta llegar al taller de reparación. Lali le entregó las llaves al mecánico, quien le sugirió que lo llamara al día siguiente, por la tarde. Cuando Peter volvió al todoterreno la fuerte brisa le despeinó el cabello. Al mirarlo, Lali sintió que algo se le anudaba en el vientre, algo que le impedía respirar.
-Tengo algunos asuntos que atender. Si me esperas, te llevaré de vuelta -anunció él.
La dejó en la puerta de la oficina de correos. La conversación de las mujeres que estaban frente al mostrador se interrumpió de repente, pero al poco rato se reanudó. Lali subía por una calle empinada cuando el violento frenazo de un coche rompió el silencio.
Tina, cruzando imprudentemente la calle, había estado a punto de ser atropellada. El rostro del conductor del vehículo reflejaba terror. Tocó la bocina con impaciencia y luego se alejó. Luego apareció Jessie, sin aliento, sacudiendo la cabeza.

Thursday, October 29, 2015

capitulo 20

-Bajo tu exterior, arrolladoramente femenino, eres acero templado. Cuando no estás tratando de acallarme me atacas. Me pregunto si esta va a ser siempre nuestra relación.
De pronto Lali se quedó sin aliento, llena de miedo, y le dio la espalda.
-¿Por qué? -le preguntó él-. Suponiendo que consiguiera que renunciaras a esa apariencia brillante, superficial. ¿Crees que aparecería la joven cuyo recuerdo no puedo borrar de mi mente?
Peter volvió a acercársele y una oleada de deseo empezó a cobrar fuerza en su interior. Ante su mirada, sus senos comenzaron a responder con tensión. Esa arrolladora corriente sexual la obligó a bajar la escalera, pero algo invisible la llevaba de regreso a él.
-Lali...
Nadie había pronunciado su nombre con tan exacta inflexión. Esforzándose por conservar el equilibrio, ella le preguntó:
-¿Qué habrías hecho si hubiera aceptado tu hospitalidad?
-Me habría duchado infinidad de veces con agua fría -el reconocimiento fue sincero pero no encontró disculpa alguna-. Cada vez que te veo mi impulso es llevarte a la cama o al sofá más próximo. Creo que tomaste la mejor decisión.
La locura que estaba jugando con los sentidos de Lali se disipó. Pensó que Peter siempre había tenido la capacidad de detenerse a voluntad, la joven tamborileó con los dedos sobre la camisa de él.
-Algún día, Peter, te enseñaré a lanzar piropos más elaborados.
De la cocina llegaron voces cada vez más fuertes. Peter maldijo y se apartó.
-Gaston me ha contado lo sucedido. He venido de inmediato. ¿Está Tina en su cuarto? Tengo que subir a verla.
Lali reconoció de inmediato aquella voz áspera y sin aliento. Una morena alta de curvas generosas, cabello rizado y largas y bien torneadas piernas, destacadas por una falda corta, salió de la cocina rumbo al vestíbulo. Sus ojos azules y brillantes descubrieron a Lali y su mirada se endureció.
-Belen, te presento a Lali -murmuró Peter.
Belen dejó escapar una risita que pretendía ser simpática.
-No creo que necesite que me la presentes. Todo el mundo en un radio de doscientos kilómetros te reconocería enseguida, después de tanta publicidad como te han hecho -volvió a reír y luego dedicó a Peter toda su atención-. Debo subir a ver a Tina.
Los ojos de Peter se posaron en el sonriente rostro de Belen.
-Está dormida. Lali la ha tranquilizado.
Lali cerró los puños, hasta hundirse las uñas en las palmas de las manos. Belen se sonrojó.
-Debo irme ya -anunció Lali.
-Te acompañaré hasta tu coche -repuso Peter.
-¿Es tuyo ese coche tan viejo? -inquirió Belen, mostrando una sorpresa mal disimulada-.
Discúlpame, no ha sido mi intención ser grosera.
-¿Por qué habría de pensarlo? -preguntó a su vez Lali.
-Creía que se quedaría a comer -comentó Jessie, saliendo de la cocina.
-Me quedaré yo -intervino Belen-. Sería una gran tontería de mi parte regresar a casa cuando vamos a ir a Scarborough esta misma tarde.
Peter se adelantó a Lali, le abrió la puerta del coche y comentó:
-Disculpa lo ocurrido. Ahora quiero agradecerte sinceramente que hayas sido tan paciente con Tina.
-Habría hecho lo mismo por cualquier otro niño -respondió Lali con una expresiva sonrisa.
Al pasar junto al gran coche de Belen, aparcado a un lado del todoterreno, sintió una terrible punzada de vergüenza. Belen tenía toda la razón del mundo para estar molesta. Y no había hecho el menor esfuerzo por disimular su hostilidad.
¿Cuánto tiempo hacía que Peter y Belen vivían juntos? Sin duda lo suficiente para que la chica entrara en Torbeck con toda confianza y se comportara como un miembro más de la familia. ¿Se quedaría Belen en la casa en ausencia de la señora Lanzani? Lali pensó que alguien debía quedarse en la casa para cuidar a Tina. ¿Quién mejor que Belen? La imagen dolorosa de Belen y Peter, abrazados, le provocó una náusea cuando salió del coche, en Lower Ridge. Ni una sola vez se había visto tan tentada por las necesidades físicas como para no poder vencerlas. Pero Peter se había revolcado con ella en un montón de paja hasta volverla loca de deseo. Él era el único que podía hacer eso. El caso es que ella se había portado como una
mujerzuela pero, ¿no era cierto que ella deseaba dar esa impresión? «¿Qué quieres de mí?», le había preguntado él, poniendo así al descubierto el primer cambio sutil en su actitud. Peter empezaba a hacer preguntas.

capitulo 19

-Claro que lo sabes -declaró burlón-. Desde nuestro primer encuentro, en el cementerio, has estado absolutamente segura de que puedes obligarme a desearte. No se me olvida cómo te contoneabas allí, en la puerta, simplemente para saber si me atrevería a tocarte.
-¿Qué dices? -inquirió, indefensa ante ese ataque.
-No lo he dicho como un cumplido -dejó escapar una risotada-. De hecho, ese día fui lo bastante estúpido como para pensar que todo había sido fingido. El paseo, la sonrisa preñada de emoción, tu mirada que me decía «acércate y quémate». Te había visto hacerlo en la televisión -pronunció con desdén.
Cuando ella hizo un intento desesperado por alejarse, Peter la mantuvo cautiva.
-¡Déjame ir! -repuso furiosa y aterrada.
-Hace un instante no tenías a dónde ir. No me salgas ahora con que tienes prisa.
La chica se ruborizó intensamente.
-¡Vaya sorpresa! Lali todavía se sonroja. Por supuesto, hay algo de vulgaridad en este escenario, un establo. Ahora dime, ¿en qué momento decidiste pedir tiempo? Por mi parte, te habría poseído, sin importarme las consecuencias.
Lali tragó saliva.
-Orgulloso, estú...
Con la otra mano, él la aprisionó contra la pared.
-¿Eso crees tú? Hace poco, alguien me dijo que todo era cuestión de oprimir el botón adecuado. Debe de ser cierto. ¿Qué es lo que está mal, Lali? ¿Te sientes amenazada por mí?- con voz suave y sedosa correspondió a su provocación.
Lali cerró los ojos con fuerza, deseando que la dejara en paz. A pesar de su frialdad, percibía una ardorosa y contenida violencia bajo la superficie.
-De niña te sonrojabas, pero ahora has crecido y se supone que puedes cuidar de ti misma, pero te sigo deseando tanto que me causas dolor. ¿Te halaga oírlo? Resulta que le estoy restando fuerza a Maxwell aunque no pienso ocupar su lugar. Dime... ¿qué quieres de mí? Pese a que Jessie se acercaba, taconeando deliberadamente, no la oyeron llegar. Cuando tosió con fuerza, volvieron la vista. Peter se apartó, con lo que Lali pudo respirar normalmente. -Acabo de acostar a Tina para que duerma una siestecita, pero pide que Lali la acompañe. Se ha encariñado mucho con usted, Lali. Quítate esas pajas del cabello -le aconsejó, tras lanzarle una significativa mirada.
-Gracias, Jessie -intervino Peter con voz fría.
-Por cierto, si quieren dar un espectáculo en el patio, por favor, corran las cortinas de la cocina.
No estoy ciega -les advirtió bruscamente.
Ruborizada, Lali se quitó las pajas que se le habían quedado prendidas en el cabello.
-Te acompañaré al piso de arriba -indicó Peter, franqueándole la entrada.
Plenamente consciente de su cercanía, Lali sintió un escalofrío. La evocación del deseo que la había consumido hasta casi paralizarla, la hizo sentirse débil.
-Yo me encargaré -indicó Jessie, interponiéndose. La figura de Tina parecía perdida en la enorme cama. Miró a Lali por encima del borde de la sábana y sonrió.
-¿Puedo contarte un cuento?
A continuación le entregó un ejemplar del cuento El Patito Feo.
-Papá dice que cuando sea mayor seré un cisne muy bonito -expresó con timidez. En cuanto Lali comenzó a leer, añadió-: Si quieres puedes abrazarme. Así lo hace papá. Es muy bonito -Lali lo hizo y la niña expresó-: Te quiero -dudó un instante y luego preguntó-: ¿Me quieres tú? -Por supuesto que sí -Lali pensó que el cuento no estaba a la altura de la necesidad de cariño y seguridad de Tina.
La niña se quedó dormida poco antes del final de la historia. Cuando Lali se levantó, distinguió la silueta de Peter en el umbral de la puerta. Se preguntó cuánto tiempo llevaría allí, mirándola. -Has hecho una imitación magistral de una «mamá pata» adoptiva.
Lali respondió airada:
-Ya sabes que me gustan los niños.
Una sonrisa irónica se dibujó en los labios de Peter.
-¿No te parece extraño que haya tenido la impresión de que te desagradaría cualquier hijo mío?
Ella se quedó sin aliento, pero alcanzó a protestar:
-Es una tontería -replicó, acentuando su desdén. Sin hacer caso de su burlona respuesta, Peter la miró fijamente.

capitulo 18

-A veces no entiendo qué es lo que pasa por la mente de Tina -añadió él.
-¿No? -preguntó Lali.
El endureció su expresión.
-La están coaccionando demasiado. Jessie es demasiado estricta.
-No fue por culpa de Jessie que la niña se asustó y salió corriendo -Lali se volvió, dispuesta a no prolongar más esa conversación.
-¿Qué quieres decir?
-Es obvio -musitó.
Peter la sujetó de un hombro, obligándola a darse la vuelta.
-¿Quieres decir que la culpa fue mía? Ni siquiera estaba en casa.
-Por lo que he oído estás muy poco con ella; de todas formas, no es asunto de mi incumbencia-le espetó.
-Tienes razón -la furia se dibujó en su rostro-. Para no haber querido ni siquiera ver a Tina la semana pasada, de repente te interesas mucho por ella.
Ella se sintió culpable. En su primera visita a Tina, una inmensa amargura la había invadido. Ese día había reaccionado por instinto ante una criatura desamparada que necesitaba ayuda. Debido a que quería mucho a los niños, se avergonzó de su reacción inicial y también de que Peter hubiera descubierto su reveladora falta de cariño.
-Nunca tuve mucho que ver con los niños pequeños -se disculpó ella con timidez.
-A pesar de lo cual te crees con la experiencia necesaria para decirme que soy un mal padre.
Sin perder la compostura, Lali le dedicó una sonrisa desdeñosa.
-Pues bien, siendo completamente franca, no me ha impresionado nada lo que he visto hasta ahora, y mucho menos que hayas dejado a Jessie al cuidado de tu hija -hizo una pausa-. No Peter, tú ves la paja en el ojo ajeno. No te gusta que se te condene si no tienes un juicio imparcial. Ahora podrás entender cuánto me hiciste sufrir en el pasado.
-Una mujer que tiene una relación, particularmente pública, con un hombre de la edad de Maxwell, con su reputación, no puede ser tan delicada -la miró fijamente, con insolencia.
Ella lo abofeteó y él ni siquiera se inmutó.
-Ya veo que lo eres -se burló. El ambiente se llenó de un aire hostil.

Lali temblaba, pues había perdido completamente el control.
-Tengo que hacer cosas mucho más importantes que quedarme aquí, intercambiando insultos.
Él la sujetó de las muñecas.
-Tengo una idea mucho mejor para pasar el rato -declaró Peter, molesto.
Empleando con facilidad una ventaja que encendía aún más su rabia, venció todos los esfuerzos de ella por liberarse y la obligó a apretarse contra él. El calor de su cuerpo penetró su ropa. Todas sus terminales nerviosas acumularon una carga instantánea de percepción física. La mano que se deslizaba por su espalda la obligaba a un contacto inquietante. Los duros muslos de Peter vencieron por completo la resistencia de sus piernas.
-No... -alcanzó a murmurar.
Lali se encontraba en los brazos de Peter, sin saber cómo había llegado a ellos. No podía pensar, pero sí sentir. Hundió los dedos en el oscuro cabello de Peter, y en un estado de total abandono se dio cuenta que la levantaba en brazos y echaba a andar. Se dirigió a un establo cercano. Cuando finalmente la bajó de nuevo, sintió algo en la espalda. Con movimientos rápidos él hizo a un lado la ropa que se interponía entre ellos y le acarició un seno desnudo con los labios. Lali emitió un suave grito de sorpresa.
En un murmullo pronunció su nombre y volvió a sentir una vez más sus labios. Era un apetito que no tenía principio ni fin.
El aire frío hizo estremecer su piel desnuda. De repente la voz de Jessie resonó en el patio, fuerte y clara como un clarín. Lali recuperó la conciencia y como pudo se bajó el suéter y se alisó la falda.
-Haces que me sienta como si fuera un animal -le confesó él-. Pero eso es lo que querías desde el principio. ¿No es cierto?
A Lali le temblaban las piernas como si hubiera sido víctima de algún accidente.
-Acéptalo -la obligó a alzar la barbilla. -No sé a dónde quieres llegar.

capitulo 17

Otra bolita de papel fue a parar al suelo. Fastidiada, Lali dejó a un lado la máquina de escribir. Durante una larga semana había estado trabajando con ella. Durante varios días sólo había visto esas cuatro paredes. Se puso un impermeable y salió a dar un paseo.
Pensó que tal vez Grant tenía razón y la historia anterior había sido simplemente un golpe de suerte. Caminó bajo la pertinaz lluvia, sumida en sus pensamientos. Estaba junto al muro que limitaba el antiguo huerto. Recorrió el patio con la mirada, sintiendo un cosquilleo de inquietud en la nuca. No había viento. El granero estaba bien cerrado con candados. A un lado se hallaba una casucha que en otros tiempos había sido utilizada para guardar tractores, y en el mismo momento en que estaba a punto de volverse, sonriendo ante sus propias fantasías, volvió a escuchar el extraño sonido.
Lali aguzó la vista. En un rincón, sobre un montón de sacos distinguió una forma extraña, recostada. La observó con asombro y descubrió que era Tina, que chorreaba agua y tenía la camisa desgarrada y llena de barro. Con la carita congestionada, estalló en sollozos.
-No te asustes. No te haré daño -se puso en cuclillas frente a ella-. Estás muy lejos de tu casa. ¿Cómo has llegado hasta aquí?
-Caminando -alcanzó a decir Tina entre sollozos. «Corriendo», corrigió Lali, al ver la manga rota de la blusa y los arañazos de los brazos. Pensó que debió de haberse caído, para acabar en tan lamentable estado.
-Me has asustado -declaró Lali.
-¿Yo? -la niña ahogó un sollozo.
Lali asintió con la cabeza y le preguntó:
-¿No crees que ha sido una tontería de mi parte?
-No. A mí me asustan muchas cosas.
-Pero a mí no me tienes que tener miedo -la abrazó.
Tina se puso rígida pero luego se calmó y la abrazó también. Lali la llevó a su casa, le quitó la ropa mojada y se sorprendió al descubrir huellas de golpes en sus piernas. Sintió ira. Luego cogió su agenda de teléfonos.
-Voy a llamar a tu casa. Tu abuelita debe de estar preocupada.
-No quiero volver a casa -musitó la niña.
-¿No quieres ver a tu papá?
-Sólo está en casa cuando estoy dormida. No quiero ir a casa. Me van a pegar otra vez.
Jessie contestó el teléfono. Su voz indicaba una fuerte tensión.
-Soy Lali. ¿No han echado de menos a Tina? Está conmigo, en Lower Ridge.
-¡Gracias al cielo! ¿Está bien? La he estado buscando, por todas partes.
-Está muy bien. Un poco asustada y mojada, pero bien.
-Ha sido un día muy difícil. Yo estaba preparando ,el equipaje de Mercedes, porque se va a visitar a su hermana y de repente Tina rompió algo en la sala. Mercedes perdio elcontrol... En cuanto ella se fue, subí al cuarto de Tina pero se había escapado -Jessie volvió a revivir la experiencia.
-¿Cuánto tiempo ha faltado?
-¿No podrías traerla tú? -la interrumpió-. No sé dónde está Peter.
Lali persuadió a la niña de que se bañara. Entre gemidos, Tina le contó lo del objeto roto. Después de tomar una taza de chocolate caliente, perdió la timidez. Sin embargo, en el momento en que se enteró de que Lali iba a llevarla a su casa, comenzó a llorar y la joven tuvo que meterla casi a rastras en el coche.
Lali vio el todoterreno aparcado en Torbeck. Suponiendo que Peter estaría usando el otro vehículo, la chica sacó a Tina del coche, pero antes de llegar a la puerta, Peter salió de la casa con visible mal humor. Cuando las vio, se quedó de una pieza.
-Ahora mismo iba a buscarla.
Jessie salió rápidamente de la casa y dejando atrás a Peter, de inmediato se hizo cargo de Tina.
-Vaya susto que me has dado -gruñó.
La niña dejó escapar un sollozo y frenéticamente se abrazó a Lali.
-Siento mucho que te hayas tomado tantas molestias.
Lali se dijo que era obvio que esa disculpa le había costado mucho a Peter. No podía disimular que habría preferido que su hija hubiera buscado refugio en otro lado y no en Lower Ridge.

capitulo 16

-Estoy viviendo en Lower Ridge -respondió alegremente Lali.
-He oído hablar de esa finca pero nunca he estado allí.
-¿Qué es lo que ha oído? -le preguntó.
-Que allí nació un gran talento.
Lali se acomodó tranquilamente. Torbeck iba quedando atrás. La joven contempló detenidamente el paisaje, se había dado cuenta de los cambios operados en el terreno.
-¿Qué les ha pasado a los árboles que había aquí? -preguntó, frunciendo el ceño.
-Bob Creighton los mandó talar. Está a cargo de la antigua finca Lanzani. Los taló a pesar de la oposición local.
-No debe de ser un hombre muy popular, ¿verdad?
-En realidad, la finca da mucho trabajo a la gente. Está administrada para producir todo lo posible. Bob debe conseguir buenos resultados si quiere conservar su empleo. Dice que sus jefes sólo entienden los resultados en balances. Los ve poco, pues residen en Londres.
-Han debido darle mucha libertad de acción.
Gaston la miró sorprendido.
-¿Has hablado con Peter? Se molestó mucho por lo de los árboles, pero se negó a encabezar la oposición.
-Entonces no debió molestarse mucho.
Gaston manifestó su desacuerdo.
-Realmente se vio en una situación muy difícil cuando se vendió la finca. Aun ahora, es mucha la gente que no acepta que Peter no tenga capacidad de intervención. Tienden a involucrarlo en sus problemas.
Lali comentó, alzando la barbilla:
-Ya cuando todavía vivía su padre tenía muchos problemas.
-La situación es similar. Un terrateniente ausente. No se puede subestimar lo que el nombre Lanzani significa para todo el pueblo.
-Claro que no. Estoy segura que habrá muchísimos campesinos que se descubrirán cuando Peter pase junto a ellos.
De pronto Gaston se echó a reír, tomando a broma su comentario.
-Así es. Me he acostumbrado a que algunos de nuestros clientes me consideren como una especie de segundo de a bordo.
-¿Quién vive en la granja? -preguntó, inquieta.
-Está vacía desde hace mucho tiempo.
Ella insistió en que la dejara al comienzo del camino, comentando que quería caminar.
Pensó preocupada en lo que le habían dicho acerca de cómo vería la finca la gente de la localidad. Sus consultores de inversiones habían aceptado a Colwell Holdings, la empresa que administraba la finca en su nombre. Le enviaban informes regulares que pocas veces había estudiado, y de pronto deseó no haberse esforzado tanto en ocultar el hecho de que ella era la dueña. Ni siquiera Creighton sabía quién estaba detrás de Colwell Holdings. Le dolía mucho que la compararan con Charles Lanzani, pero realmente no podía negar que tenía interés en la finca.
Haggerston Grange estaba vacía, reflexionó. Bien pudría ir a echar un vistazo a la vieja casona. ¿Quién se lo impediría? Era suya.
Entró en la casa, y ya no sintió la fuerte renuencia del día anterior. Contra viento y marea el edificio se mantenía en pie. Las objeciones de Peter solamente habían fortalecido su determinación. Todos los fantasmas, que pudiera haber allí eran de su creación. ¿Por qué había permitido que Peter y Jessie la trastornaran tanto?
Pensó que Peter no había cambiado. Su conducta pasada debió influir mucho en su conciencia. ¿Por qué se había visto forzado a ofrecerle una mano caritativa?
«Un amigo», había dicho. ¿Pero dónde había estado esa amistad cuando la necesitó desesperadamente? Después de haberse acostado con ella, le enseñó de la manera más cruel que también la amistad había terminado. Se le llenaron los ojos de lágrimas.
Ironicamente, Mercedes había destacado lo que Lali veía ahora como su mayor debilidad: ser demasiado apasionada. Cualquier mujer normal habría dejado atrás lo pasado. ¿Por qué se encontraba allí? ¿Por qué todavía el pasado la seguía hiriendo? No pudo contestar esas preguntas.