Monday, October 26, 2015

capitulo 74-75

Incluso aunque pudiera perdonarla, aunque los comentarios de Tisha hubieran abierto viejas heridas, necesitaba decirle que ella ya no era así.
Cuando el teléfono de su mesa sonó, se quedó de piedra y sintió que el estómago le daba un vuelco. Le daba miedo contestar y que no fuera él.
Después de cuatro llamadas, respiró hondo y descolgó.
—Lali Esposito —dijo como solía hacer cuando estaba trabajando.
—Señorita Esposito, soy Nancy, la asistente personal de Peter Lanzani. El señor Lanzani quiere que se encuentre con él en el restaurante Chez Pierre esta tarde a las siete. Va a acompañarlo a una cena de negocios, así que, por favor, vístase adecuadamente.
Lali pasó de la decepción de comprobar que no era Peter a sorprenderse ante las palabras de la mujer. Le llevó unos segundos asumir lo que acababa de decirle.
—¿Tiene alguna pregunta, señorita Esposito? —preguntó la mujer.
—No. Sí, quiero decir que sí —dijo, apretando con fuerza el auricular—. ¿Está Peter ahí? ,Puedo hablar con él, por favor?
—Lo siento —se disculpó la mujer—. El señor Lanzani está ocupado ahora mismo, pero la verá esta noche en Chez Pierre. No llegue tarde.
La línea se quedó en silencio, y Lali se quedó confundida.
Quería encontrarse con ella en una cena de negocios. ¿Qué quería decir eso? ¿Se habría repuesto de los duros comentarios de Tisha?
Ysi era así, ¿por qué no la había llamado él? ¿Por qué la había llamado su secretaria y se había mostrado tan fría, cuando en otras ocasiones había sido amable con ella?
No conocía las respuestas a aquellas preguntas, y no lo vería hasta dentro de cinco horas, pensó, mirando su reloj.
Cinco horas más hasta que volviera a ver a Peter otra vez y supiera cómo se sentía.
Desde donde estaba sentado, Peter vio a Lali entrar en el restaurante. Estaba fabulosa, como siempre, con una falda de estampado animal y una blusa marrón de amplio escote.
Pero esta vez no iba a dejar que su cuerpo o su sonrisa lo conmovieran. Estaría loco si dejara que volviera a afectarlo.
Convencerla de que compartiera su cama y de que lo acompañara a unas cuantas cenas de negocios no había sido una buena idea. ¿En qué había estado pensando?
Sí, sí lo sabía. Había pensado en vengarse de ella por la manera en que lo había tratado de adolescentes.
Tomó otro sorbo del vino que llevaba tomando durante la media hora en que llevaba allí, satisfecho de que Lali no lo hubiera visto todavía. Quizá fuera cruel por


su parte, pero no iba a levantar la mano para llamar su atención. Necesitaba todo el tiempo posible antes de tenerla a su lado de nuevo. Volvería a oler su perfume, su champú, volvería a ver su suave piel y recordaría su tacto y su sabor.
En contra de su voluntad, todo su cuerpo se tensó de deseo.
Maldita fuera su alma traidora por seguir deseándola.
No quería desearla. Quería castigarla por lo que le había hecho veinte años atrás y por lo que había pasado la otra noche.
Entrecerró los ojos, al sentir que la furia se apoderaba de él. Se estaba acercando a él, con una sonrisa en los labios. Podía imaginar los pensamientos de Lali, preguntándose con qué se encontraría cuando llegara junto a él.
¿Se levantaría y le daría un beso en la mejilla antes de invitarla a sentarse a su lado? ¿O se mantendría frío y sin hablar mientras esperaban al resto de los invitados?
Apartó a un lado el sentimiento de culpa que trataba de convencerlo para que la perdonase, para que olvidara lo que había pasado la otra noche en la fiesta y permitiera así que su relación continuara por el mismo camino que había tomado la noche que había pasado en su casa.
Pero aquel barco ya había partido y su cabeza volvía a estar en su sitio.
Lali era su amante hasta que su padre consiguiera arreglar las cosas en su negocio o hasta que ella decidiera que su trato había acabado. En cuyo caso, Peter compraría Suministros para Restaurantes Esposito, tal y como había planeado en un principio.
Pero hasta que una u otra cosa ocurriera, tenía planeado sacar el máximo beneficio a su acuerdo.
Lali llegó a la mesa, sonriente, junto al maitre, que le sujetó la silla para que se sentara, dejando dos asientos libres para sus acompañantes. Dejó el bolso a un lado y asintió cuando el camarero le ofreció una copa del mismo vino que Peter estaba tomando.
Lali sentía su corazón latir a toda velocidad, y sonreía tanto, que comenzaba a dolerle los músculos de la cara. Peter todavía no había dicho nada, con lo que cada vez sentía más nervios en el estómago.
—Hola —dijo ella.
El asintió, dando un sorbo a su copa.
—Me alegro de que me llamaras. O al menos que le pidieras a Nancy que llamara por ti —añadió.
Inclinándose hacia delante, bajó la voz e intentó tocar su mano. Pero antes de rozarlo, él levantó de nuevo su copa y se la llevó a los labios. Ella tragó saliva y retiró la mano.
Aquello no quería decir nada, se dijo Lali. Sólo porque no le hubiera dicho nada todavía, no quería decir que estuviera enfadado con ella ni dolido por lo de la otra noche.

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