Wednesday, October 28, 2015

capitulo 3

El viento le revolvió el cabello, y el frío intenso la hizo temblar. Todos los Esposito estaba sepultados en la parte más antigua del cementerio. Lali era la última Esposito, e irónicamente, la única dueña de la tierra. Cuando la finca Lanzani fue vendida, su abuelo viajó a Londres para pedirle dinero para comprar la hacienda, pero por orgullo le dijo que pondría la tierra a nombre de ella.
Una de las cartas que había recibido de su abogado contenía una oferta para comprar Lower Ridge. La expresión de su rostro se tornó amarga. No vendería. Lower Ridge nunca volvería a ser de los Lanzani.
Arregló los rosales de la tumba. Lo único que podía ofrecer era ese pequeño detalle. Todo lo que su abuelo le habia pedido. Nada más. Respeto y obediencia.
Al salir fue cuando descubrió el viejo Land Rover, aparcado detrás de un coche. Un gran árbol le había ocultado el vehículo así como a su conductor: un hombre moreno, alto y delgado. Los Lanzani solían decir que un antepasado suyo se casó con una mujer de estirpe gitana. Peter tenía todo el porte de esa herencia gitana, que contrastaba con la fisonomía de sus parientes. Su cabello era negro y largo, y tenía los ojos verdes.
Lali procuró disimular su nerviosismo. Eso era lo único que le importaba: no mostrar nunca debilidad ante un enemigo.
Respuesta de la sorpresa inicial, se acercó a él. Peter extendió una mano y cubrió con ella la de Lali, que mantenia cerrada sobre su regazo. Sorprendida, miró su mano, reflexionó sobre ese gesto de simpatía expresada en silencio. Ese mismo hombre la había desdeñado seis años atrás, en el sepelio de su abuelo. Instintivamente retrocedió y rompió el contacto.
-Te vi cuando atravesabas el pueblo en coche.
La voz profunda y distinguida que ella recordaba tan bien, en ese momento le pareció singularmente débil.
Lali arqueó una ceja.
-¿Y? -preguntó, retadora.
-¿Tuve yo la culpa de que no asistieras al sepelio de tu abuela ?
-¿Tú?-expresó-. Sigues siendo un Lanzani hasta la médula. Sigues engañándote sobre tu propia importancia. No asistí al entierro, Peter, simplemente porque no me enteré.
Peter metió las manos en los bolsillos de la chaqueta.
-Hablé con Maxwell por teléfono unas horas después del sepelio. Pensaba que estabas en Londres, porque te vi en una entrevista de televisión.
-Había sido grabada previamente.
-Te aseguro que quise hablar contigo personalmente, pero Maxwell no me ayudó -declaró, bastante molesto-. Sin embargo, supuse que te transmitiría el mensaje.
Lali encogió los hombros.
-Me lo dio cuando le convino. No sabía que habías telefoneado. Fue un detalle por tu parte, propio de la benevolencia de un Lanzani hacia los más desafortunados de la comunidad.
-Recuerda que yo era vuestro vecino más cercano -la interrumpió con acritud.
-En la medida de lo que vale... -suspendió la frase-. Gracias.
Peter apoyó una mano en la jamba de la puerta, con lo cual la acorraló con su cuerpo. -Mira, no creas que te he seguido hasta aquí para jugar a las preguntas y respuestas.
Contenta de haberlo molestado, Lali se apoyó contra la jamba de la puerta.
-Dime exactamente por qué razón me has seguido.
Lanzándole una mirada dura, se alejó de ella.
-Muy bien, te debo una disculpa por lo que dije en el entierro de Nat -el tono de su voz era áspero, sin nada de disculpa.
-¿Algo más? -inquirió con frialdad-. Debo ver al cliente de Grant.
-Sucede que yo tengo el único juego de llaves de Lower Ridge.
-¿Por qué? -preguntó con incredulidad.
-He estado vigilando este lugar, no por gusto, sino por que tu abuela me nombró albacea de su testamento.
Lali soltó una risita nerviosa. -¿De verdad?

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