Thursday, October 22, 2015

capitulo 39

A la mañana siguiente, Peter se levantó mís pronto que de costumbre y salió de la habitación mientras Lali seguía durmiendo. Cerró la puerta para evitar que cualquier cosa que dijera pudiera ser escuchada, y se dispuso a cancelar las citas que tenía para ese día. No era una tarea fácil puesto que muchas de aquellas reuniones habían sido fijadas hacía semanas.
Pero para cuando Lali apareció, con aquel diminuto camisón cafe que acentuaba sus ojos chocolate, su día había quedado libre y estaba dispuesto a poner su plan en acción.
Aunque deseaba ponerse en marcha en seguida, trató de comportarse con normalidad. Bebió café y leyó el periódico. Ella le obligó a comer algo de desayuno y accedió a tomarse media tortilla y unas salchichas que le pasó de su plato.
Una hora más tarde, se levantó de la mesa y volvió a repetir el mismo discurso del día anterior, que iba a estar ocupado hasta la cena y que saliera a divertirse a su costa. Volvió a darle la misma tarjeta dorada de crédito y el fajo de billetes que ella había dejado sobre la cómoda.
Una vez fuera de la habitación, Peter tomó el ascensor hasta el vestíbulo, pero en lugar de marcharse, se quedó apostado tras unas máquinas tragaperras desde las que podía observar la entrada sin ser visto.
Esperó más de lo que pensaba, comprobando la hora a cada poco. Una hora más tarde, Lali salió del ascensor en dirección a las puertas, con unas oscuras gafas de sol en la cabeza y un gran bolso. Llevaba zapatos de tacón marrones, a conjunto con unos pantalones de lino y una blusa de amplias mangas.
Peter se levantó de su asiento y la siguió a cierta distancia para que no lo viera. Nada más salir, Lali se detuvo en la acera y se puso las gafas de sol. Miró a un lado y a otro, y comenzó a caminar.
Las aceras estaban llenas de turistas, y a Peter le pareció que llevaba una eternidad caminando por la calle. Bajo su traje de mil dólares, comenzó a sudar.
No le resultaba extraño pasar calor, puesto que había crecido en una granja de Texas, donde podía llegar a hacer tanto calor como en Nevada. Aunque había elegido otro camino y tenía más dinero que Croesus, todavía disfrutaba ayudando a sus padres y a su hermano a trabajar en la finca, preparando a los caballos, apilando la paja, arreglando las vallas... El caso es que no solía hacer aquellas cosas con un elegante traje italiano que costaba más que la silla de montar de su hermano.
Si Lali no llegaba pronto a su destino, iba a tener que darse por vencido y tomar un taxi de vuelta al hotel. Pero enseguida la vio entrar en una tienda y se quedó fuera, observándola desde el escaparate.
Así que después de todo, había ido de compras, pensó. Lo extraño era que no fuera una tienda de lujo con zapatos y ropa de marca. Era una tienda de dulces y juguetes que hubiera hecho feliz a cualquier niño.

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