Sunday, October 25, 2015

capitulo 63

Así que cuando vio que tomaba el desvio de entrada a una mansión y se detenía en la puerta, se le quedó la boca abierta.
—¿Es ésta tu casa? —preguntó sin tratar de disimular su sorpresa, mientras él apagaba el motor.
El se acomodó en su asiento y sonrió.
—Sí, ¿por qué? ¿Pensabas que vivía en un hotel barato? ¿O creías que dormía en mi escritorio?
Ella se sonrojó por lo cerca que había estado de adivinar su pensamiento, y se alegró de que fuera de noche y no pudiera verla bien.
—No. Es sólo que pensé que no tenías una casa propia. Es fantástica.
—Gracias. Aunque no es como la casa en la que creciste.
Peter abrió la puerta y salió del coche. Lali hizo lo mismo.
—Sí, bueno, pero reconozco que mi padre se excedió al construirla. Era el primer miembro de su familia que conseguía algo por sí mismo, y creo que confundió la casa de Lo que el viento se llevó con la casa que soñaba.
Él rió y la guió hasta la puerta de entrada de la casa. Una vez dentro, apretó un interruptor y el vestíbulo y parte del jardín se iluminaron.
—¿Quieres que te la enseñe?
Ella asintió, fascinada por lo poco que había visto.
Le enseñó el comedor, la cocina y el cuarto de estar y, desde unas puertas correderas, le explicó cómo era el patio de atrás, ya que apenas se veía a aquella hora de la noche. También había una piscina interior y un pequeño gimnasio.
Después, la llevó al piso de arriba y le enseñó varias habitaciones de invitados, maravillosamente decoradas.
Al final del pasillo estaba la habitación principal, que era el doble de grande que las otras, decorada en colores oscuros y masculinos. La cama tenía dosel y estaba cubierta con una colcha en colores verdes y azules. A cada lado de la cama había una mesilla. A la derecha de la cama estaba la puerta que daba al cuarto de baño, con un jacuzzi y dos lavabos en mitad de una gran encimera de mármol.
Por si no estaba suficientemente impresionada ya, le contó que él mismo se había ocupado del diseño y de la decoración de toda la casa. Tenía que admitir que aquel hombre tenía muy buen gusto.
Era una lástima que viviera solo. Parecía una pena que aquella casa tan grande fuera ocupada por tan sólo una persona.
—Bueno, ¿te gustaría una copa de vino o cualquier otra cosa para beber?
Estaban en medio del dormitorio y de repente se sintió nerviosa. Se le vino a la mente la razón para estar a aquella hora de la noche en su casa, a solas con él, y su corazón le dio un vuelco.
—No, gracias —dijo, sacudiendo la cabeza.

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