Wednesday, October 21, 2015

capitulo 28

Por primera vez había percibido esa sensualidad en su voz, a la que él había hecho referencia, en forma de invitación. Ypor el brillo de sus ojos, él también se había percatado.
—Aquí no —respondió con voz profunda—. Pero encontraré algo para esta noche, aunque tenga que comprar cada revista y libro que se publique en la costa oeste.
Sostuvo su mirada, y fue lo único que pudo hacer para controlar sus nervios. No sabía cómo en tan poco tiempo aquel hombre le estaba afectando de aquella manera.
—Por desgracia —continuó, mirando su reloj—, tengo que irme o llegaré tarde a mi primera reunión. Estaré ocupado todo el día, así que me temo que tendrás que buscarte algo para mantenerte ocupada —añadió.
Se puso de pie y sacó una tarjeta de crédito y un fajo de billetes del bolsillo.
—Vete de compras y diviértete. Te veré a eso de las cuatro. Tenemos otra cena de negocios, y quiero que estés lista, ¿de acuerdo?
Ella tomó el dinero y la tarjeta, aunque aquello no le gustaba. El recibir dinero para entretenerse la hacía sentirse sucia, como si fuera una acompañante de pago. Pero suponía que aquello formaba parte del trato al haber accedido a convertirse en la amante de un hombre.
Peter dio el último sorbo a su café, cruzó la habitación para recoger su maletín y se dirigió a la puerta.
—Hasta luego —dijo distraídamente, con la mano en el pomo, antes de salir al pasillo.
La puerta se cerró, dejando a Lali sola en la suite. Bajó la mirada y observó el fajo de billetes en una mano y la tarjeta de crédito en la otra.
Aquello había pasado de interesante a frustrante en un abrir y cerrar de ojos, pensó. Pero aquello no eran unas vacaciones. Era una semana de trabajo para Peter y la realización del acuerdo al que había llegado con él.
Así que como buena amante encontraría algo que hacer en el día y regresaría a tiempo de arreglarse para la siguiente cena de negocios.
¿Dónde demonios estaba?
Peter se sentó en el escritorio de la habitación y se colocó la corbata por quinta o sexta vez.
Estaba duchado y vestido, listo para la cena. Ylo único que no tenía era a su acompañante.
Miró el reloj una vez más, a pesar de que tan sólo había pasado un minuto desde que lo había hecho, y maldijo entre dientes.
Le había dicho que volviera a las cuatro, y eran casi las cinco. Seguramente se habría entretenido comprando con su tarjeta de crédito ropa, zapatos y otras cosas.
¿Qué podía esperara de la caprichosa y egoísta Lali Esposito?

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