Friday, October 23, 2015

capitulo 41

¿Acaso había conocido alguna vez a alguna mujer capaz de hacer lo mismo? Quizá su madre o su cuñada, pero ellas no contaban.
¿Qué le diría a Lali cuando la viera? No sería capaz de mirarla del mismo modo en que lo había hecho esa misma mañana, sin recordarla junto a aquellos niños.
Dado que Peter se había enfadado el día anterior por llegar tarde, Lali decidió regresar antes esta vez. Tenía calor, y estaba deseando darse una ducha antes de prepararse para la cena.
Para su sorpresa, la suite estaba vacía cuando llegó. Pensaba que se encontraría a Peter sentado en el escritorio, escribiendo en su ordenador portátil o en el dormitorio, vistiéndose. Sin embargo, no lo encontró por ningún sitio. Tampoco le había dejado ninguna nota diciendo dónde estaba o cuándo volvería.
Quizá alguna de sus reuniones se había alargado más de la cuenta.
Dejó el bolso en un rincón y se dirigió al cuarto de baño.
Media hora más tarde, salió limpia y fresca, con una toalla en el pelo y otra alrededor del pecho. No reparó en que Peter estaba en la habitación hasta que levantó la vista y lo vio sentado en la cama. Lali dio un respingo, llevándose la mano al corazón.
—¡Dios mío!, ¡qué susto me has dado! —dijo, sonrriendo.
Sintió un escalofrío al verlo. Estaba muy guapo con su traje azul, su pelo impecable y su colorida corbata. Estaba empezando a acostumbrarse a sus intensos ojos verdes y a su seria expresión.
—Deberías haberme avisado de que habías llegado —dijo, dirigiéndose al vestidor y sacando algunas prendas—. No tardaré mucho. Enseguida estoy lista.
—Ni te molestes.
Sus palabras, así como la frialdad de su tono, la hicieron detenerse.
—¿Cómo dices?
Peter no era exactamente la persona más amable que había conocido. Seguramente, había tenido un mal día y lo estaba pagando con ella.
—Tenemos otra cena esta noche, ¿no? ¿No quieres que me vista para impresionar a tus colegas? —preguntó ella, sonriendo y moviendo las caderas de manera seductora.
La expresión de Peter no se alteró. Parecía estar contemplando algo repugnante.
—He quedado para cenar —respondió él por fin, como si estuviera arrojándole un jarro de agua fría—. No es necesaria tu presencia —dijo, levantándose de la cama y rodeándola—. Volveré dentro de unas horas.
Ella se quedó donde estaba, sorprendida por aquel anuncio y su brusca partida.
Oyó cerrarse la puerta de la suite de un portazo, y supo que se había quedado sola.

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