Saturday, October 31, 2015

capitulo 33

Halagada y a la vez mortificada por sus palabras, Lali se quedó boquiabierta. Por fortuna Peter no la estaba mirando en ese momento, ya que estaba ocupado con el corcho de la botella. Sus
manos tenían ahora menos destreza de la usual. Una oleada de traicionera ternura invadió a Lali. Se dijo que no debía quedarse. Sencillamente debía irse. No era admisible que él se presentara cuando le diera la gana, que sacara una botella de champán y que esperara compartir su lecho esa noche. Pero precisamente eso era lo que estaba haciendo.
-¿Por qué has venido? -alcanzó a decir sin aliento-. Pensé que...
-Pensar es peligroso. Cuando se trata de algo que nos interesa, debería declararse totalmente fuera de la ley. Lo sé -levantó la botella y llenó las copas.
La observó con una sensualidad innegable. El corazón de Lali se aceleró y su estómago se revolvió, sobresaltado.
-Podria darte una docena de razones para explicarte por qué, pero todos pierden su fuerza al llegar al mismo punto. No podía continuar estando lejos de ti -confesó con repentina sinceridad- Además, tenía la sensación de que estabas contemplando la posibilidad de considerarme un cobarde.
Kitty se humedeció los labios.
-¿Un cobarde?
Peter le entregó una copa.
-Ya huiste de mí una vez. Volviste cuando saliste de la vida de Maxwell, pero será difícil que hagas lo mismo conmigo. No dejaré que lo hagas.
La tenacidad de su mirada la mantenía cautiva en una emoción casi hipnótica. De pronto ella rompió el silencio.
-Estaremos mejor en la planta baja. Podríamos charlar...
-¿Charlar? -su risa tenía un matiz de amargura-. ¿Quieres que hablemos de ocho años que ninguno de los dos desea revivir? Por mi parte fue bastante estúpido pensar que podíamos hablar. Sea como fuere, yo no tengo frío, Lali, y te aseguro que tú tampoco lo sentirás -añadió esbozando una sonrisa radiante.
Después de quitarse la chaqueta, levantó su copa, en cambio, Lali se esforzaba torpemente por quitar fuerza a una situación explosiva. Entre los dedos hacía girar la copa continuamente, en un ademán que revelaba su turbación interior. Lo que quería era imposible. Deseaba echarlo, pero también que se quedara. Con una perspicacia que ahora le daba seguridad y comodidad, comprendía que su propia conducta debía de haberle parecido tremendamente provocativa a Peter.
Con aire burlón, él estudio la tensa inmovilidad de Lali en la cama.
-Perdóname que piense que ahora que crees tenerme a tu merced no sabes qué hacer conmigo. ¿Te parece una idea descabellada? -murmuró entre dientes.
Ella quiso reírse pero no pudo. Sus ojos delataban confusión.
-¿Telefoneaste antes?
-No. Yo no fui. Estaba ocupadísimo recorriendo ochenta kilómetros para conseguir una buena botella de champán. En realidad no sé por qué le he dado tanta importancia -su mirada la envolvió en un repentino relámpago de deseo-. Pero ahora que estoy aquí, resulta que ya no tengo ganas de beber, ni de pensar en el mañana. Simplemente te quiero a ti... o aquello que sea tuyo en la medida en que quieras dármelo -le pidió con voz áspera.
-Creo entender la imagen que he podido haberte dado, pero debo decirte que no tengo por costumbre saltar a una cama para gozar de un hombre.
Peter le quitó con destreza la copa de las manos, y le pidió que repitiera la última frase. -La verdad es que no necesitas saltar a ninguna cama. Estás exactamente en el mismísimo lugar en que quiero que estés.
Hundiéndose nuevamente en la cama, él se inclinó hacia adelante. Apoyó las manos en la almohada, a ambos lados del rostro de ella. Su tibio aliento le abanicaba las mejillas. Lentamente, con la punta de la lengua recorrió los húmedos labios de Lali, hasta que la joven creyó hundirse en un remolino de vértigo.
-Peter... -murmuró ofuscada.
-Es imposible que seas tímida conmigo -le acarició el cuello y la besó con una arrolladora urgencia sexual, que hizo que su mente no albergara ningún pensamiento racional durante varios minutos.
Cuando abrió los ojos, Peter se estaba quitando la camisa, mostrando su torso velludo. Los principios morales de Lali la incitaban a dirigirse a la puerta... pero su cuerpo se quedó tozudamente en la cama. Se había quedado estupefacta ante su masculina belleza. Una tez bronceada que resaltaba perfectamente sus músculos tensos y vigorosos.

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