Saturday, October 31, 2015

capitulo 31

-Soy implacable cuando se trata de perdonar. Sólo quiero que me respondas a una pregunta:
¿la amaste? na expresión sombría apareció en los ojos de Peter.
-No.
Él no había mentido y Lali se sentía lo suficientemente débil como para desear que lo hiciera.
-Entonces recibiste tu merecido -sentenció en voz muy baja.
-Paula recibió lo que yo merecía -la contradijo con aspereza-. Nunca debí casarme con ella.
Una risita ahogada salió de los labios de Lali.
-No sé, Peter. Pero desde mi punto de vista tomaste una decisión muy conveniente. Viste una posibilidad, una oportunidad. La aprovechaste y ya no hubo ningún resquicio por donde yo pudiera entrar en tu vida.
La expresión de Peter se endureció.
-Exactamente, ¿qué estás diciendo?
-Si no te casaste por amor lo hiciste por dinero, y si no te resultó, entonces deberías estar agradecido -explicó con amargura.
-¿Eso crees? -la miró con ira-. Obviamente hay que tener en cuenta tu situación, Lali. El hecho de haberte vendido al mejor postor cuando tenías diecinueve años no me demuestra una manera de pensar mucho más sensible.
-¿Cómo de atreves a hablarme de ese modo?
Peter volvió la cabeza hacia la puerta delantera, que estaba entreabierta.
-Se acerca un coche.
Lali pasó de largo frente a Peter, temblando de indignación. Bob Greighton apareció para mirarlos con expresión interrogativa.
-No creí que todavía estuvieras aquí. No te preocupes, esperaré.
Su divertida y amable sonrisa tranquilizó a Lali, a pesar de la tensa situación. Ella le dio las gracias sin mucho entusiasmo.
-Vuelva cuando quiera, señorita Esposito -le dijo Bob cuando ella entraba en el coche de Peter.
Peter tardó algo en unírsele. Sin hacer caso al frío, salió lentamente de la casa. El doloroso intercambió de palabras había dejado a Lali débil y temblorosa. En cambio, Peter pudo hablar perfectamente con el administrador de la finca.
Cuando por fin tomó asiento junto a ella, Lali no pudo evitar preguntarle con tono mordaz:
-¿De qué se reía Bob?
-¿A ti qué te parece? Es lógico que esté preguntándose qué estábamos haciendo en la oscuridad. Yo no lo juzgaría con mucha dureza -declaró con tranquilidad-. Sus sospechas no han sido tan descabelladas.
-No quiero que la gente hable de nosotros.
-Siempre habrá gente que lo haga, pero no creo que sea precisamente de eso -replicó con frialdad. De manera absurda, esa frase le dolió especialmente a Lali. Era lo que ella tanto había querido oír, lo que su mente quería decirle. Ahora cualquier relación entre ellos sería poco menos que imposible. Y a pesar de eso se sentía muy dolida.
Peter aparcó el coche frente a la casa.
-Va a seguir nevando y es probable que te quedes incomunicada. Supongo que tienes buena provisión de comida y combustible.
-Sabré cuidarme.
-Si necesitas ayuda, pídela. No puedo imaginandote, golpeando tuberías heladas a taconazos -indicó secamente.
Lali salió del coche tan aprisa como pudo.
-Me las arreglaré.
-Quisiera creerte, pero resulta que tus antecedentes en cuanto a administrarte, no han sido nada bueno durante los ocho últimos años.
Ella se precipitó en el interior de la casa. En cuanto cerró la puerta se apoyo contra ella, exhausta. En la cocina se tomó un par de pastillas contra el dolor. Su jaqueca disminuyó casi al momento. Una hora despues encendió la chimenea y se sentó ante la máquina de escribir, llena de determinación. ¿Qué había escrito en dos semanas? Apenas un miserable capítulo. El capítulo siguiente empezaba con un violento duelo verbal entre dos desconocidos. Su estado de ánimo era muy apropiado para abordar esa difícil escena.
Ya entrada la noche, se frotó la dolorida espalda y contempló con satisfacción el buen fajo de hojas que había escrito. Estaba tomando un baño cuando el insistente timbre del teléfono
interrumpió sus pensamientos. Pero la alocada carrera para contestarlo tuvo como único resultado un frustrante «clic», debido a que se habían colgado.

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