Thursday, October 22, 2015

capitulo 40

Lali recorrió la tienda, estudiando los paquetes de caramelos y chocolatinas, las pistolas de agua y las joyas de plástico. Una dependienta se le acercó, y ella sonrió y señaló algunas cosas.
¿Qué demonios estaba haciendo? Peter se ajustó las gafas de sol y trató de disimular para no descubrirse.
Siguió observando cómo apilaba juguetes en el mostrador y cómo la dependienta los iba envolviendo, siguiendo las instrucciones de Lali. Después, entregó la tarjeta de crédito. Pero no era la tarjeta dorada que le había dejado, sino otra.
Lali guardó las compras en su bolso en lugar de usar las bolsas de la tienda y se despidió de la dependienta, antes de salir de nuevo a la calle. Peter se giró rápidamente hacia el escaparate de la tienda contigua. Esta vez,  Lali tomó un taxi, y él temió perderla, pero enseguida tomó otro.
—Siga a ese taxi —ordenó como si estuviera en una película de acción.
Unos minutos más tarde, llegaron ante un edificio de ladrillo, rodeado por una verja. Se quedó observando desde la manzana anterior mientras Lali salía del taxi y entraba por una puerta. Peter le pidió al conductor que esperara y salió del coche.
No tuvo que ir muy lejos. Tras pasar la puerta, Lali no había entrado en el edificio y se encontraba sentada en un banco en lo que parecía el patio de un colegio. Quedándose oculto, observó cómo niños de todas las edades la rodeaban, mientras ella reía, tratando de acariciar a todos en la cabeza o en la mano.
Algo le hizo estremecerse al verla tan feliz. Hablaba y bromeaba, moviendo con energía las manos. Después, abrió el bolso y sacó las cosas que había comprado en la tienda.
Le llevó unos minutos percatarse de que aquellos niños no eran lo ruidosos que debían ser y de que el movimiento de las manos de Lali no era simplemente por su estado de alegría. Estaba hablando con el lenguaje de los signos. Los niños que la rodeaban no podían oír. Peter miró a su alrededor, y sus ojos se detuvieron en el cartel de entrada al edificio. Era un colegio para sordos. Aun así, Lali se comunicaba con ellos como con cualquier otra persona, si no mejor.
No, no quería ver aquello. Ni siquiera quería saber nada de ello. Se dio la vuelta y miró al taxi que estaba esperándolo.
Aquellos niños la querían y adoraban la atención que les prestaba.
Y eso no le gustaba puesto que aquélla era la prueba de que Lali no era la misma muchacha caprichosa y superficial que había conocido veinte años atrás.
Su cabeza daba vueltas. Se subió en el taxi y le pidió al conductor que lo llevara de regreso al hotel.
Estaba furioso. No quería enfrentarse a todo aquello, no quería ver a Lali como una mujer dulce y considerada que conocía el lenguaje de los signos y que prefería pasar sus días en Las Vegas visitando a niños en vez de comprando y gastando con su tarjeta de crédito.

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