capitulo 38

—Vas a matarme, Lali —dijo, girando la cabeza para mirarla, y sonrió—. Pero moriré siendo un hombre feliz.
Antes de que Lali pudiera responder, Peter se levantó de la cama al baño y cerró la puerta tras él.
De pronto, consciente de su desnudez y del hecho de que parecía una muñeca rota en aquella extraña posición, se levantó y se dirigió al armario para sacar un camisón.
Se lo puso y se miró en el espejo. Tenía las mejillas sonrosadas y el resto de la piel brillante. Tenía el pelo revuelto, y se pasó la mano para atusárselo. Justo cuando se dio media vuelta, la puerta del baño se abrió. Peter salió desnudo y, al verlo, su pulso se aceleró.
—No tenías por qué vestirte.
Ella sonrió, nerviosa.
—No estoy acostumbrada a pasearme desnuda.
—¡Qué lástima! —dijo él.
Se acercó y se detuvo frente a ella. La tomó de la barbilla y la hizo levantar la cabeza hasta encontrarse con sus ojos.
—Es algo por lo que pagaría dinero. Además, todavía no hemos terminado de tomar el postre. Tenemos que acabarnos las fresas y el champán.
—Bueno —comenzó Lali, sintiendo mariposas en el estómago mientras se llevaba las manos a los tirantes y comenzaba a bajárselos—. Es sólo un trozo de tela. Puedes quitármelo si quieres.
—¿De veras? —preguntó él, arqueando una ceja.
Le ayudó a quitarse el camisón y, en seguida, sus pechos quedaron al descubierto. Al momento, el camisón cayó al suelo.
—Bueno, bueno. Otra vez estás desnuda. Así es como más me gustas.
De pronto, él la tomó por la cintura y la levantó, colocándola sobre uno de sus hombros.
—¡Peter! ¿Qué estás haciendo?
La llevó hasta la cama y la dejó caer en medio del colchón. Luego, dio unos pasos y tomó la botella de champán.
—Esta vez, quiero descubrir a qué sabe el champán tomándolo directamente de tu ombligo.
—Está bien —asintió ella—. Siempre y cuando yo pueda hacer lo mismo contigo.