El corto vuelo a Nevada fue cómodo en primera clase y muy tranquilo. Durante el viaje mantuvieron una cordial conversación sobre temas poco importantes.
Pero eso no impidió que ella se sintiera nerviosa. De hecho, cuanto más se acercaban al hotel, más aumentaba su ansiedad.
Le había dicho que no saltaría sobre ella hasta que llegaran al hotel. ¿Significaba eso que lo haría nada más llegar al vestíbulo? ¿La abordaría en el ascensor o tan pronto como estuviesen dentro del cuarto?
Lali sabía que estaba siendo irracional. En todo el tiempo que había pasado con Peter, no lo había visto hacer nada que fuese impulsivo. Por alguna razón, no se lo imaginaba tan dominado por la lujuria como para acorralarla en el vestíbulo o realizar alguna muestra de afecto en público. Era un hombre muy serio y contenido, al que le gustaba mostrase en control.
Pero nada de eso evitaba que en su cabeza siguieran formándose una docena de confusas imágenes carnales. Podía sentir su cuerpo como un arco bien estirado, esperando el momento en que él la tocase, la besase, demandando el cumplimiento de su trato sobre las sábanas de una cama.
Y ella se maldecía por el deseo que se estaba acumulando en su interior como un tornado en el centro de su cuerpo. Sencillamente lo deseaba, cuando lo cierto es que debería estar despreciándolo por forzarla a una situación inaceptable.
Un gran vehículo negro los recogió en el aeropuerto y los llevó directamente al hotel. El Wynn era un lujoso hotel con suelos de mármol, grandes lámparas colgando del techo y mucho dorado y madera oscura y encerada. Aunque había un casino a uno de los lados, era evidente que aquel hotel estaba destinado a los visitantes ricos de la ciudad, más que a aquéllos que buscaban algo de diversión y libertinaje para el fin de semana.
Poco sospechaban los dueños del hotel que esos clientes ricos podían estar tan interesados en el libertinaje como aquéllos con recursos más limitados. Sencillamente, se les daba mejor ocultar sus verdaderas intenciones.
Un botones vestido de uniforme marrón con adornos dorados acompañó a Peter y a Lali a su suite. Abrió la puerta, los acompañó dentro y luego llevó el equipaje en su carro hasta la habitación.
La suite era grande e incluía una pequeña cocina, un baño principal y otro más privado en la habitación doble, que estaba al otro lado de la puerta doble de la sala de estar.
Lali había crecido en una familia con dinero y había estado en unos cuantos hoteles de lujo, pero incluso ella sintió que la opulencia de aquella suite en particular era un poco aplastante.
Una gran cama ocupaba el centro de la habitación, rodeada por tocadores esculpidos ornamentalmente y un muro de espejos que ocultaba el gran armario. El
baño tenía una ducha y un jacuzzi separado, ambos demasiado grandes a juicio de Lali, ya que cabían tres o cuatro personas.
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