Tuesday, October 27, 2015

capitulo 81

Aquel lugar había dejado de ser tan confortable como solía ser, antes de que Lali pasara la noche allí, en su casa y en su cama.
Aunque no estuviera allí, podía sentir su presencia. Su perfume, el sonido de su voz... Podía olerla en el ambiente, en las toallas del baño, en las sábanas... Podía oír sus risas allí donde iba, tanto dentro como fuera de la casa.
Suspiró, frustrado, terminó de desnudarse de camino a la ducha. El agua caliente no hizo nada por suavizar su mal humor, y la fría, no logró calmar su excitación.
¿Qué debía hacer para quitársela de la cabeza y sacarla de su vida?
Justo cuando salía de la ducha, el teléfono sonó. Pensó si debía ignorarlo, pero en el último minuto, tomó la toalla y corrió a la mesilla.
—¿Sí?
—Peter —dijo una voz femenina.
Enseguida se dio cuenta de que era Lali. Sus músculos en seguida se tensaron, y todo su cuerpo se puso en alerta.
—Soy Lali —continuó—. Lo siento, pero no voy a poder seguir adelante con nuestro acuerdo. Yo...
Su voz se quebró y, en el fondo de su pecho, él también sintió que algo se rompía en su interior.
—No puedo. Te pediría que reconsideraras tus planes para hacerte con el negocio de mi padre, pero sé que eso no cambiaría nada. Adiós.
Sus palabras sonaron débiles, pero al final su tono se hizo firme. Peter se quedó sentado al borde de la cama, con el auricular contra su oreja, escuchando el sonido de la línea una vez Lali había colgado.
Allí tenía la respuesta: todo había terminado. Por fin estaría fuera de su vida, de su cama y de su cabeza.
Lo que era exactamente lo que quería. El sexo había sido estupendo, sin duda alguna, pero podía conseguir sexo cuando quisiera, sin las ataduras que una mujer como Lali conllevaba.
Colgó el auricular, se puso de pie y volvió al baño. Acabó de secarse y sacó unos calzoncillos limpios antes de meterse entre las sábanas.
Con Lali fuera de su vista, el pasado dejaría de perseguirlo y las cosas volverían a la normalidad.
Respiró hondo y cerró los ojos, preparándose para sentir la tranquilidad que tanto ansiaba. Pero el aroma de Lali llenó sus pulmones. Su pelo, su piel y su perfume inundaban su sentido del olfato.
Aunque se fuera de la cama y de la habitación, sabía que nada cambiaría. El olor de Lali no estaba en las sábanas limpias, sino en su sangre y en su cerebro. Y sospechaba que incluso en su corazón.

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