Sunday, May 31, 2015

capitulo 19

—No, Peter. Eso fue un momento de locura.., deja que sea mi excusa. Nada sería capaz de convencerme de que compartiera una cama contigo. ¡No me portaría como una ramera sólo para sacar de apuros a mi hermano!
—Un momento de locura —repitió Peter con mucha suavidad arrastrando las sílabas mientras su mirada helada se deslizaba sobre la cara ardiente de Lali—. ¿Estás completamente segura de que no fue nada más?
Lali le lanzó una mirada de desprecio.
—Fue un accidente, un error. ¿Qué otra cosa crees que podría haber sido?
Peter la examinó con helada intensidad.
—Puede que todavía lo descubras, querida.
Lali inspiró con fuerza para tranquilizarse al sentir las piernas temblorosas.
—No sé de qué estás hablando, pero antes de que te vayas, vas a escuchar lo que tengo que decir acerca de Vico. Tú le diste una enorme cantidad de dinero a un chico de veintitrés años que dejó la escuela a los dieciséis sin haber pasado siquiera un examen. No tenía experiencia para los negocios, ni preparación, guía o supervisión...
—¡Por el amor de Dios!
—Vico ni siquiera sabe hacer un balance, Peter —jadeó, resuelta a continuar volviendo al cabeza antes de que le pudiera ver el brillo de las lágrimas—. Pero sabe todo lo que hace falta saber en el campo de la horticultura y es incapaz de cometer un fraude a propósito. ¡Y tu tienes la culpa del lío en que está metido ahora! Fue una locura dejarle a Vico todo ese dinero y dejarlo solo para que nadara o se hundiera.
—¿Señorita Esposito? —Lali se dio la vuelta con desmayo. El señor Woods estaba en el umbral de la puerta de su despacho—. ¿Qué está pasando aquí? —preguntó con el ceño fruncido de incredulidad.
Con la mandíbula tensa como el acero, Peter exhaló el aliento con lentitud. Después de dirigir a Lali una mirada intensa, desvió la atención a su jefe.
—Mis disculpas por haberle molestado —dijo antes de darse la vuelta para salir sin decir una
palabra más.
Lali se desplomó en una silla. Su jefe la miró un momento, notó las lágrimas que tenía en los ojos y se acercó a buscar su gabardina. Al oír sus pasos alejarse por las escaleras, Lali soltó una carcajada. Había estado esperando un buen sermón, pero el pobre señor Woods había salido huyendo de una secretaria llorosa.
En el diminuto cuarto de baño, se salpicó agua en la cara y con bastante dificultad se recompuso. ¿Cómo podría haber ido Peter allí, en medio de la pesadilla familiar que estaban viviendo, para invitarla simplemente a almorzar? ¿Es que no tenía ninguna sensibilidad? ¿Lo habría llevado allí el mismo deseo de venganza? ¿Querría regodearse con la satisfacción de que su compromiso estaba roto? Sin duda se reiría si supiera que Benjamin ni siquiera sabia que por un día ella sí había llevado el anillo con la intención de casarse con él.
Pero, ¿qué diablos habría querido decir Peter cuando le había preguntado que si no había sido nada más que un acto de locura cuando habían hecho el amor? ¿Qué había esperado que respondiera ella?
Después de trabajar, se fue a casa de Vico y de Stefani. Unos pilares dignos de una mansión embellecían toda la fachada principal y habían añadido una gran extensión a la casa en la parte trasera. No quedaba ni rastro de la vieja granja del abuelo, solo lujo y derroche. Su sobrina mayor, SalIy, estaba sentada en el escalón trasero del invernadero con la cara tiznada y llorosa. Lali se agachó al lado de la niña de ocho años y la miró con ansiedad.
—¿Qué pasa?
—Mamá dice que tendré que ir a una nueva escuela... y no tendré amigos allí —balbuceó Sally
con voz temblorosa—. No quiero ir a una nueva escuela. Me gusta la mia.
Lali entró en la desordenada cocina que hasta entonces había sido el orgullo y alegría de su cuñada. Pero últimamente el aspecto de la casa era el mismo que el estado de ánimo de Stefani. Su cuñada, pequeña y delgada, con el pelo rubio despeinado, le dirigió a Lali una mirada por entre los párpados hinchados.
—Sally me ha contado que va a cambiar de escuela.
—No podemos encontrar nada que podamos permitirnos por aquí —murmuró con tensión—. Y la lista de espera para la escuela del condado es muy larga. Le dijimos a tu padrastro que si nos podría ayudar una temporada, pero empezó a culpar a Vico y ha habido una pelea horrible.
Debían de estar muy desesperados para pensar siquiera en pedirle ayuda a su padrastro, pensó sombría Lali.  se había vuelto a casar dos años después de la muerte de su madre y ahora estaba disfrutando de su jubilación en el bonito chalet de su nueva mujer a unas millas de distancia del pueblo, pero nunca había invitado a sus hijastros allí.
—¿Dónde está Vico?
—No lo sé. Se fue esta mañana a primera hora al centro de jardinería y había un hombre esperando por él allí. El hombre le pidió las llaves y le dijo que ahora estaba él al cargo y Vico no ha vuelto a casa —recitó Stefani con la voz quebrada por las lágrimas—. Así que por fin ha empezado todo. Han puesto a un director para que lleve el negocio hasta que puedan venderlo.., y el próximo
mes será la casa. Vico estaba muy afectado.., simplemente se llevó mi coche y no ha vuelto. Y no sé a quién dirigirme porque nunca creí que esto llegara a pasar de verdad.

capitulo 18

—¡Qué oficina tan deprimente!
Peter echó un vistazo a la sórdida zona de recepción con los viejos archivadores y una única ventana con vistas a los tejados del vecindario.
—Mis empleados se pondrían en huelga si tuvieran que trabajar en un sitio así. Y supongo que te explotarán. Probablemente creas que es mejor para tu carácter.
Todavía paralizada, Lali siguió mirándolo con el corazón desbocado y la boca seca como la
arena.
—¿Cómo diablos has descubierto dónde trabajaba?
—Me lo dijo Freddy —Peter le dirigió una mirada indescifrable—. Tenía la costumbre de contar cosas que no le preguntaban y yo tengo buena memoria.
Lali se sonrojó nerviosa preguntándose cuántas cosas le habría contado Freddy antes de que dejaran de escribirse.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Eso ya lo he contestado.
Pero, ¿para que querría invitarla a comer? Lali enarcó las finas cejas mientras se levantaba luchando contra la vergüenza con todo su ser.
—¿Ha pasado algo que...?
—¿Se lo tomó mal Benjamin?
Dándose cuenta de que se había fijado en que no llevaba el anillo de compromiso, Lali sacudió la cabeza con rabia.
—¡Eso no es asunto tuyo!
.—Entre los dos ya lo hemos hecho asunto mío —contestó Peter con suavidad—. No suelo
seducir a mujeres prometidas a otros hombres.
Lali se sonrojó aún más.
—Benjamin y yo hemos tenido una discusión sensata y simplemente decidimos que no éramos apropiados el uno para el otro —dijo con tenso nerviosismo.
Un aire de sombría diversión suavizó a las duras líneas de sus rasgos. —Supongo que no le contarlas lo poco sensata que fuiste conmigo.
-Yo...
—No es que me alegre, cara, pero valoro la sinceridad —le dijo Peter con sequedad—. Y en otra época tú también. Sin embargo, me diste una bofetada y me dijiste que no me deseabas cuando sé muy bien que sí.
Completamente desconcertada por aquella seguridad, Lali se quedó traspuesta. Su rebelde memoria eligió en ese instante la imagen de su precioso cuerpo moreno contra las sábanas blancas y el salvaje y exquisito tormento de sus caricias, que la habían vuelto loca de excitación.
Y entonces recordó cómo habla jugado con ella sin piedad, humillándola cruelmente y el calor que sentía se transformó en gelidez por el instintivo miedo repentino. Volvió la cabeza rompiendo la desbordante necesidad de mirarlo con sensación de odio hacia si misma.
—No tengo nada que decir al respecto —le informó sin entonación.
—Dios, siempre que mientes se te nota.
En esos momentos, lo odió. Odio y desprecio, eso le había dicho a Benjamin. Y eso no había sido una mentira. Ella tenía la susceptibilidad de un adicto a la droga en lo que se refería a Peter, pero él le había hecho enfrentarse a toda la extensión destructiva de su propia debilidad y ahora Lali llevaba aquella experiencia como una coraza protectora.
Sin embargo, si hubiera la más remota posibilidad de que Peter estuviera allí para hablar de la situación de su hermano, debía intentar hacer un esfuerzo. Se dio la vuelta hacia él con la cara pálida y tensa y sus ojos negros lo examinaron con ansiedad.
—Has hablado de comer. Sin embargo, en este mismo momento, tus representantes están embargando la casa y el negocio de mi hermano —le recordó Lali con incomodidad—. Si has venido a hablar de los problemas de Vico..
—Pues no... y no respondo muy bien al chantaje.
—¿Chantaje? —Lali lanzó una seca carcajada de resentimiento—. ¿Y con qué iba a poder chantajearte? Déjame decirte algo, Peter... si no fuera por el hecho de que Vico tiene problemas, ni siquiera estaría hablando contigo... de hecho, ya te habría acompañado a la puerta..
—¿,De verdad?
—Sí —confirmó Lali con voz temblorosa por la rabia que sentía ante su frialdad—. Tienes todo el derecho legal de hacer lo que le estás haciendo a Vico, pero no esperes que te respete por ello. Ahora mismo, cruzaría la calle con tal de evitarte. ¡Dios bendito! ¿Es que no tienes ningún sentido de la decencia? ¡Tu presencia aquí es un insulto y un abuso de poder!
—No creo haber sido culpable nunca de abuso de poder... ¿o estás diciendo que te acostaste
conmigo con la esperanza de que cambiara de idea acerca de tu hermano?
Peter estaba extrañamente pálido.
Lali alzó la barbilla y se aclaró la garganta.

capitulo 16 y 17

—Y sé que no te ofenderás si te admito que, después de haberlo pensado con mucho cuidado, me alegro de que hayas decidido que no somos adecuados el uno para el otro. Sigo deseando tener una esposa que me reciba cada noche cuando llegue a mi casa. Me siento solo —admitió sin sentimentalismo—, pero tú eres demasiado joven como para embarcarte en un tipo de matrimonio como ése. Me temo que mi proposición fue egoísta, pero por favor, no te sientas incómoda conmigo por haberla hecho.
Su amistad y comprensión enternecieron a Lali.
—Y también espero poder seguir hablando como amigos —continué Benjamin. Lali... por tu
propio bien, empieza a vivir el presente y olvida que Peter ha existido alguna vez. Es la única forma de superarlo y sé de que estoy hablando.
Tanto el recuerdo como el consejo le hicieron a Lali morderse el labio inferior. La mujer a la que Benjamin habia amado había correspondido a sus sentimientos, pero se había echado atrás ante la perspectiva de convertirse en la mujer de un pastor. La relación había pasado por meses amargos hasta que Benjamin había conseguido la fuerza de terminarla definitivamente
—Yo no sigo enamorada de Peter, Benjamin —Lali alzó la barbilla con fiero orgullo-. De hecho,
me desagrada y hasta lo desprecio.
—Sin embargo, te ha transformado en una persona diferente ahora que has estado con él — Benjamin suspiró—. Te utiliza como a un juguete y después te deja trémula como un alma perdida. Lali se estremeció como si una mano de hielo le acariciara la espina dorsal.
—Esa no es una analogía muy reconfortante
—Pero es cierta. No te olvides de que yo fui espectador del efecto que te produjo la primera vez. Te he visto así antes.., un día lo amabas y al siguiente lo odiabas con la misma pasión.
Lali se puso pálida y apreté el brazo del sillón hasta que los nudillos se le pusieron blancos. No tenía deseos de recordar aquellos oscuros días en que la agonía de la humillación casi la había desgarrado
—Por desgracia, nadie te dio un consejo imparcial-dijo arrepentido Benjamin... La gente en la que confiabas te animó a tomar una actitud hostil por razones propias.A tu padre le desagradaba Peter y quedó encantado y tu madre le apoyó. Y esa chica, Cande, tu supuesta mejor amiga... —Benjamin apretó los labios antes de proseguir—. Cande estaba amargamente celosa de ti desde el día en que conociste a Peter y desde luego no fue nada objetiva.
Lali se puso rígida a la defensiva.
—Yo sabía exactamente lo que estaba haciendo, Benjamin, y la opinión de otras personas no me
influyó.
—Bueno... Ya he dicho suficiente por ahora y tengo que hacer otra llamada antes de terminar la tarde —Benjamin se levantó con calma—. ¿Pero se te ha ocurrido pensar que, si le hubieras dejado a Peter explicar su versión, todo habría sido menos doloroso?
Lali recordó su consejo. Benjamin le había sugerido que hablara con Peter, pero ella se había sentido profundamente ofendida por que él no tomara en cuenta que ella era la víctima. Sólo cuando había llegado a conocer mejor a Benjamin, había empezado a entender que siempre era sincero y desde luego un amigo que merecía la pena.
Salió a despedirle hasta el coche. Benjamin le hablé animado acerca de sus vacaciones de seis semanas y de la visita a sus familiares a Nueva Zelanda. Llevaba ahorrando mucho tiempo para hacer el viaje y estaba entusiasmado.
Mientras Lali se preparaba para meterse en la cama, comprendió que Benjamin no había hecho una sola referencia al pleito de su hermano Vico. Y si embargo, había simpatizado con él hasta que le había contado la revelación de Peter. Quizá Benjamin pensara ahora que el tonto de su hermano tenía lo que se merecía por gastarse el dinero del crédito. Pero a Lali le dolía la situación de Vico y de su familia.
Vico siempre había sido honrado y se había estremecido cuando ella le había presentado la acusación de fraude. Al final había admitido que no había tenido intención de cometer fraude y que no había pensado que no pudiera utilizar el dinero para lo que quisiera. Pero tampoco había estudiado las cláusulas del contrato de préstamo, una admisión que hizo que a Lali, secretaria en un despacho de abogados, le rechinaran los dientes de exasperación.
A la mañana siguiente, Lali se sentía aún más cansada que el día anterior. Condujo las cinco millas que la separaban del pequeño centro comercial de la ciudad donde estaba el bufete de abogados y subió las escaleras con pesadez. Su jefe, el señor Woods, con muy poca paciencia para los errores, la recibió con un amplio dossier que debía mecanografiar de nuevo por haber escrito mal el nombre del cliente.
Poco antes de la una, oyó unos pasos en las escaleras y alzó la mirada con un fruncimiento de
ceño esperando que no fuera un cliente porque al señor Woods no le gustaba que saliera a comer si había alguien en la oficina. Por otra parte, a pesar de la hora que saliera, él siempre imponía que estuviera de vuelta a las dos.
La puerta de cristal opaco se balanceó y apareció Peter en el umbral. Conmocionada, Lali sintió un vuelco en el corazón y una oleada de pánico. Estaba devastadoramente atractivo con aquel soberbio traje gris que resaltaba sus poderosos hombros y sus estrechas caderas. El pelo negro le brillaba como la seda y lo tenía retirado hacia atrás, la seda blanca de la camisa acentuando el tono de su piel. Todo le decía que no debía, que no podía volver a sentir aquella oleada de atracción.
Los ojos verdes descansaron en ella antes de esbozar una sonrisa de lobo.
-¿Estás libre para comer?
—¿Co... comer? —preguntó Lali con incredulidad ante de humedecerse la lengua con los labios mientras luchaba por suprimir una terrible oleada de excitación.

Saturday, May 30, 2015

capitulo 15

—No pensaba tocarte cuando me metí en la cama —susurró Peter con suavidad.
La mano de Lali cayó y se sonrojó de mortificación.
—Un impulso incontrolable... ¿No fue una especie de broma? —se escuchó decir con una
amargura que la conmovió—. ¿Una broma tan pesada como nuestro matrimonio?
 Peter se puso rígido, desconcertado por su sarcasmo y, cuando se acercó, Lali extendió los brazos con gesto de furiosa advertencia.
—¡No te atrevas a acercarte a mí!
—Pégame si te hace sentirte mejor.
Lali no quería hacer nada que él quisiera que hiciera. No se permitiría explotar y perder el poco control que le quedaba. Se cruzó de nuevo de brazos apretándose los costados como un soldado que hubiera roto la línea y se hubiera ganado una reprimenda.
—Cuando te besé, sí era un juego... no pretendía que llegara más lejos —confesó Peter con un
leve deje sombrío.
Pero Lali ya se había dado la vuelta como forma de autodefensa.
¿Un juego? Peter había descubierto que su respuesta podía ser igual que la que podría haber
obtenido cuando estaba enamorada de él. ¿Le habría eso seducido a continuar aquella broma sádica? —Dio —exclamó él con aquel sensual acento italiano-. Te deseaba de verdad.
—Me siento mucho mejor sabiendo eso.
La había deseado de verdad. ¿Es que al menos no podía haber ocultado el tono de sorpresa en
aquella admisión?
Y ella no era estúpida. ¿Es que tenía que hablarle como si lo fuera? El deseo sexual no era algo intelectual. Su abandonada respuesta lo había excitado y después de eso sólo había respondido a la pura lascivia masculina. No necesitaba que le confesaran aquella verdad. Pero Peter había sabido exactamente lo que estaba haciendo. No se había detenido porque no había encontrado la razón para hacerlo. Y ella nunca olvidaría aquella mirada de salvaje satisfacción en el momento en que había invadido su cuerpo.
—Y tú me deseabas —afirmó Peter con fría y total convicción.
Lali se quedó paralizada de la conmoción..
—No recuerdo haber utilizado la persuasión —continuó provocando Peter—. De hecho, si no lo hubieras deseado, nunca habría sucedido lo que sucedió.
Lali lo abofeteó con tal fuerza que la mano le cosquilleó de dolor. Entonces dio un paso atrás,
devastada por la violencia que había traicionado su control.
—Yo no te deseaba... y no quiero volver a saber nada de ti en toda mi vida —remarcó fijando la
mirada en sus brillantes ojos esmeraldas fríos como el hielo.
Durante una fracción de segundo, no pudo romper el hechizo de aquel escrutinio y eso le produjo aún más pánico. Entonces, recogiendo sus cosas, se dirigió a la puerta trasera a toda velocidad.
Estaba temblando como una hoja cuando se metió tras el volante, pero condujo con exagerado cuidado. Entonces se fijó en las flores que reposaban en el asiento del pasajero, el ramo que había pensado dejar en la tumba de Freddy. La pequeña iglesia estaba sólo a un par kilómetros carretera abajo. Realizó su cometido indiferente a la lluvia que había empezado a caer de nuevo.
—El es demasiado orgulloso y está demasiado enfadado como para perseguirte —le había escrito Freddy en una carta urgente después de la grotesca publicidad que había seguido a la rotura de su matrimonio-. Si quieres que Peter vuelva, el primer movimiento tendrá que ser tuyo.
Y ella había respondido con toda una sarta de mentiras para salvar la cara. Pero Freddy se merecía algo mejor, así que unas cuantas semanas después, se había sentado a escribirle de nuevo. Había sido una especie de liberación contarle a Freddy que el amor no era siempre suficiente y que ella no hubiera podido vivir nunca siendo la segunda.
—Es muy bonita —concedió Benjamin al posar la delicada vasija en la estantería—. Pero es una
pena que no sea de ese tinte azul que los chinos consiguen tan bien. ¿Crees que deberías tasarla?
—No... me encanta, pero no creo que valga mucho.
Me gustó mucho la primera vez que la vi y Freddy se quejó de que su ama de llaves no le había
dejado tirarla porque era el único ornamento de toda la casa.
La sonrisa de Lali ante el recuerdo se desvaneció de nuevo. Habían pasado quince días desde que había vuelto a casa y,aquel mismo día le había devuelto el anillo a Benjamin. El había aceptado su decisión sin cuestionarla, pero ella había notado su preocupación ante la desolación que ella intentaba ocultar.
Benjamin era un hombre fuerte, con pelo canoso y cálidos ojos azules. Se acomodó en el sofá del
pequeño recibidor y la miró pensativo.
—La verdad es que no me gusta entrometerme en lo que no me importa, pero...
—¡Pues entonces no lo hagas! —Lali se sonrojé y se pasó una mano temblorosa por el pelo-. Lo siento, no estoy de muy buen humor. Mi hermano y su mujer están viviendo una pesadilla y yo me siento tan impotente...
—Pero ésa no es la única razón por la que te sientes así -con instintivo tacto Benjamin desvié la
mirada de su cara congestionada—. No tengo ni idea de lo que pasó entre Peter y tú, pero es evidente que ese encuentro ha sido el causante de tu agitación.
Lali lo miró con creciente nerviosismo. Benjamin parecía tan sosegado, que no asumía que a la gente le sorprendía su sinceridad y su naturaleza recta. Era inmensamente popular con sus feligreses. De hecho, desde la jubilación de su padrastro y la incorporación de Benjamin como párroco, la congregación había aumentado.
—Benjamin...

capitulo 14

Lali se despertó sobresaltada. Los acontecimientos de la noche anterior la asaltaron y no pudo creer que hubieran sucedido. Eran ya las diez de la mañana. Saltó de la cama y corrió las cortinas. Durante la noche, le había parecido oír el golpeteo de la lluvia contra los cristales.Ya no estaba lloviendo y la nieve había desaparecido con la misma rapidez con que había llegado.
El jersey y la falda que había dejado abajo estaban ahora en la silla y, al lado, un nuevo par de medias negras. ¿De dónde las habría sacado Peter? Recordó la tienda de la asolinera donde ella había parado la noche anterior. Se puso nerviosa ante la idea de que él hubiera entrado en la habitación mientras ella dormía, pero agradeció no tener que bajar vestida con la ropa de él.
Cruzó el rellano hasta el cuarto de baño y se dio un tal baño relajante. Se dijo a sí misma que eran imaginaciones suyas el que la piel todavía le oliera a Peter. Imaginaciones y culpabilidad, reflexionó dolida frotándose con el jabón y deseando poder borrar el dolor íntimo que todavía sentía, inevitable recuerdo de su posesión
De repente se quedó paralizada. ¿Habría tomado alguna precaución Peter? Con la misma rapidez se riñó a sí misma por el infantil ataque de pánico. Desde luego que Peter habría previsto que su calculada seducción no acabara en un embarazo. Evidentemente, eso era lo último a lo que él se hubiera arriesgado. El que ella no recordara nada no significaba gran cosa. Apretó los dientes. Abandonada a la intensa excitación física, había perdido todo poder de observación y sentido común.
Diez minutos más tarde, en lo alto de las escaleras, inspiró con fuerza para calmarse y enderezó los hombros. Mientras descendía, Peter apareció en la puerta la sala. Lali clavó la vista a propósito en un punto alejado a la izquierda de él.
—¿Te apetece desayunar? —preguntó él.
La oferta la sorprendió lo suficiente como para mirarlo, pero la terrible pena desgarradora que había temido no se materializó. Se sentía abotargada y vacía, ehxausta por al amargo arrepentimiento de lo que había sucedido por la noche.
—Deberíamos hablar, Lali.
—Lo único que no quiero hacer es hablar contigo -dijo ella con tensión antes de pasar por delante
de él.
No había comido nada desde la noche anterior. Le sorprendió que con todo lo que le estaba pasando todavía sintiera las punzadas del hambre. Cuando llegó a la cocina puso el agua a calentar. En la encimera había un.paquete de croissants rellenos de chocolate. Peter adoraba el chocolate. Era una de las pequeñas costumbres él que a ella le habían gustado más. Mientras apartaba la mirada, vio un brillo de un rojo familiar a través del cristal opaco de la puerta trasera. Abrió la puerta y contempló su coche.
—¿Cómo ha llegado mi coche hasta aquí?
—Tenía las ruedas traseras enterradas en el barro. Lo arrastré hasta aquí.
—¿Con qué?
—Con el todoterreno. No lo viste porque estaba en el garaje... tienes las llaves del coche en tu
chaqueta.
Lali aparté la mirada de nuevo. No podía soportar darle las gracias después de lo que le había hecho. Su intimidad no se había debido al arrebato, sino que había ido planeada como vengaza con cruel deliberación. abrió el paquete en silencio. El orgullo no le permitiría desaparecer corriendo aunque tuviera el coche en la entrada, pero sin duda él se alegraría de que se fuera.
Perdida en sus turbadores pensamientos estaba mirando en blanco a los azulejos cuando Peter
pasó a su lado para quitar el agua hirviendo. Después sacó el croissant del horno. ‘-Estás disgustada. Siéntate. Te prepararé el café.
—No estoy disgustada.
Pero estaba temblando de frío y se cruzó de brazos. Con un rápido movimiento, Peter se quitó el jersey y se lo pasó, con los brillantes ojos clavados en su perfil. Lali examinó la prenda con ansiedad y retrocedió hasta la sala para sentarse a la mesa.
El croissant le supo a serrín en la boca y tuvo que obligarse a tragarlo. Habla perdido el apetito misteriosamente. Se encontró mirando a hurtadillas a Peter. Le había subido la ropa, le había comprado unas medias y había recuperado su coche. Pero todas aquellas atenciones eran para acelerar su marcha. Eran los modales sofisticados de un macho que sabía que el sexo estaba en ella en pleno apogeo de nuevo. Lo de la noche anterior no debería haber sucedido nunca.
Y sin embargo, la noche anterior Peter había revelado más emoción que la que ella podía haber soñado que poseyera. Y ahora se notaba una ligera tensión en su expresión y en sus labios apretados. El silencio se extendió y ella estaba tan incómoda como él. Apartando su plato, Lali se levantó y estiró la mano hacia su cazadora.

Friday, May 29, 2015

capitulo 13

Por un instante, Peter y Euguenia habían permanecido hombro con hombro y cuando Lali los había observado por primera vez, se había quedado sin aliento. Uno muy moreno y la otra muy rubia, pero los dos poseían aquel tipo de belleza física que hacía volverse las cabezas, de fascinación. Nunca se había sentido tan consciente de su cara desprovista de maquillaje y de aquel vestido de algodón que había conocido mejores tiempos.
—Los Henderson —había repetido Euguenia con impaciencia.
—Tendrás que disculpar a mi prima Euguenia. No es muy amable con los desconocidos —había
murmurado Peter mientras le extendía la mano a Lali—. Peter Lanzani. ¿A dónde vas?
—A casa.
Su mirada vacilante se había quedado atrapada en los ojos esmeralda al estrecharle la mano. Y él no la había soltado. Había seguido sujetándole mano con un débil fruncimiento de ceño mientras ella se sonrojaba con violencia.
—¡Peter, llegamos tarde! —había interrumpido Euguenia.
—¿Cómo te llamas? —había preguntado Peter como si su prima ni siquiera existiera.
—Lali... Lali Esposito.
—Lali... —había repetido él con suavidad esbozando una sonrisa devastadora que la había
dejado temblorosa.
Mientras él se agachaba para recoger la bicicleta y examinaba la rueda torcida y el desastre de los huevos rotos, ella lo había contemplado con fascinación deseando como una colegiala tener unas piernas larguísimas, unos senos más pequeños, unas caderas más estrechas y una cara de ensueño.
En definitiva, en aquel momento, habría vendido su alma al diablo por tener el físico que atrajera a un hombre del calibre de Peter. Pero no esperaba que sucediera tal milagro. Peter tenía el porte de una estrella de cine y parecía inalcanzable.
—Creo que lo mejor será reponer estos huevos —había dicho Peter con seriedad mientras se
incorporaba de nuevo.
—¡Dale algo de dinero, por Dios bendito! —le había apremiado Euguenia con incredulidad.
—No hace falta que me los restituya —había dicho apresurada Lali—. Y desde luego, no quiero
nada de dinero...
—Y después te tendremos que llevar a casa con la bicicleta —había continuado Peter con suavidad ignorando las objeciones de Lali tanto como las de su prima—. ¿Dónde viven los Henderson?
—Subiendo la colina, hay que atravesar el pueblo y después seguir unos quinientos metros hasta unos portones grandes a la izquierda.
—Bueno, dejaremos primero a mi prima.., ya que tiene tanta prisa —había murmurado Peter con
suavidad—. Pero me temo que tendrás que apretarte un poco en ese asiento trasero.
—No hace falta que me lleve.., ni soñarlo. ¡Puedo ir andando a casa desde aquí —había balbuceado apresurada al notar la mirada de furia de Euguenia. ante la idea de que subiera a aquel coche.
Pero Peter no se había dejado convencer. Había dejado a su prima en la mansión de los Henderson y había hecho ocupar a Lali el asiento del pasajero en su lugar.
—Explícales que hemos tenido un accidente y ofréceles mis disculpas —había ordenado con
frialdad a la furiosa Euguenia.
Entonces, había regresado al pueblo con Lali, había comprado los huevos, habían vuelto donde estaba la bicicleta y la había acompañado hasta la vicaría. Era un corto paseo de una milla y ella hubiera deseado que hubieran sido cien. Peter y Euguenia estaban invitados a una fiesta en la casa de los Henderson y Lali se había comportado como si se encontrara a menudo con gente que volara en Concorde desde Nueva York y condujera brillantes deportivos para pasar un fin de semana en el campo.
No había esperado volver a verlo nunca cuando se habían despedido a las puertas de la vicaría. Se había quedado asombrada cuando el anfitrión de Peter la había llamado por la tarde para invitarla a jugar un partido de tenis el día siguiente. Aunque los Henderson organizaban fiestas anuales para la iglesia en su impresionante mansión, no tenían por costumbre invitar a los vecinos.
Lali sabía que aquella invitación sólo podía deberse a Peter. De hecho, él se lo había confirmado con naturalidad cuando había ido a recogerla y ella se sintió incómoda al notar la extraordinaria deferencia del anfitrión para con ella.
Los Henderson trataban a Peter como si estuvieran tratando con la realeza y él no parecía notar su ansiedad por agradarle. Era evidente que estaba acostumbrado a aquel tipo de atenciones pero sus modales eran impecables y, por suerte, aquel día Lali era completamente ignorante de la inmensa fortuna de Peter y de la forma en que el dinero afectaba a la gente.
Hacía demasiado calor como para jugar al tenis, pero a Peter no parecía importarle y los demás no se atrevieron a quejarse. Lali disfruté de un duro partido de dobles hasta que vio su reflejo en una ventana cuando habían terminado y se estremeció ante la imagen de su pelo húmedo, la nariz brillante y las mejillas sonrojadas. Peter se detuvo detrás de ella y pareció leerle el pensamiento.
—Estás preciosa, cara. Las mujeres que sólo piensan en su aspecto físico son una compañía muy
aburrida.
Euguenia se había pasado la tarde coqueteando con dos hombres diferentes. Apenas dirigió la vista a Lali. Esta ya se había dado cuenta de que Euguenia no dedicaba su tiempo a las personas de su sexo. El día anterior había visto a Peter tratarla como a una hermana pequeña mimada. Lali no la consideraba una amenaza y se sentía muy halagada por el aparente interés de Peter en ella...

capitulo 12

No había sido ella la que había hecho las declaraciones, aunque sabía quién lo había hecho. Furiosa por Lali, Cande, su mejor amiga, le había hecho aquellas confidencias a un periodista ansioso. Lali no le había dado permiso para hacerlo, pero no podía negar que había experimentado una satisfacción amarga cuando la prensa había crucificado a Euguenia por su papel en la ruptura de aquel matrimonio.
—Y le diste carnaza a todo el circo de los medios —la condenó Peter apartándose de la cama.
—No, eso lo hiciste tú —contradijo Lali con voz trémula mientras doblaba la cabeza contra las rodillas—. Lo hiciste cuando te fotografiaron saliendo de casa de Euguenia al amanecer en tu noche de bodas.
—Tú eras mi mujer. Tenía derecho a esperar un poco de confianza —dijo Peter desde la
chimenea.
Lali apenas podía absorber lo que le estaba diciendo porque estaba devastada por la cruel realidad de lo que subyacía bajo su seducción. Ella nunca había aceptado que Peter pudiera ser tan brutal como le hablan dibujado y sólo en esos momentos se daba cuenta de que, en los años posteriores a la anulación, hasta le había excusado por el daño que le había causado. En alguna parte de su inconsciente había empezado a creer que quizá se habría casado con ella en un intento deses-perado por romper su relación con Euguenia, pero que ella no lo había consentido.
—Tuviste lo que te merecías —murmuró con dolor—. Exactamente lo que te merecías. Llegué a pensar que quizá no habías podido remediarlo, pero lo de ahora me ha demostrado lo contrario. Yo confié en ti y fui una estúpida, pero prefiero cruzar por la vida siendo una estúpida antes que convertirme en una persona fría y sin sentimientos.
—Dios, sin sentimientos nunca —interrumpió Peter con énfasis desde la puerta—. Pero la venganza es un plato que se toma mejor frío y realmente no podía tragar la idea de que te casaras con Benjamin. Lo que he hecho era lo que me correspondía por mi noche de bodas. Bueno, si él te acepta ahora, hazle saber que fuiste mía antes.
Lali se estremeció de disgusto. Peter volvió a mirarla con los ojos brillantes de desafío. No sentía ninguna vergüenza de los primitivos sentimientos que acababa de expresar y esa fue otra revelación para Lali. Cuatro años atrás, se había casado sin saberlo con un salvaje sin principios y había creído que Peter era el epítome de la frialdad y el control.
Cuando la puerta se cerró, se quedó mirando a las brasas. Las llamas habían muerto como la falsa pasión y pronto sólo quedarían las cenizas. Peter sólo la había seducido por pura venganza. De repente, Lali agradeció no estar enamorada de Benjamin y que él no lo estuviera de ella.
Benjamin quedaría decepcionado, pero no herido, cuando le devolviera el anillo. Le había propuesto el compromiso el fin de semana anterior y le había pedido que lo pensara con mucho cuidado antes de darle la respuesta final. Lali había pasado la noche anterior despierta y se había puesto el anillo por la mañana con la idea de comunicarle su decisión cuando volviera del viaje. Pero ahora eso parecía haber pasado en otra una vida y Peter acababa de destruir lo que hubiera podido tener con Benjamin. Estaba profundamente avergonzada de su debilidad física. Una mujer que podía sucumbir con tanta facilidad al atractivo sexual de un hombre, no tenía derecho a considerar siquiera una relación seria con otro.
Una aventura barata de una noche. Eso era lo que habla hecho de sí misma. ¡Y hasta se había atrevido a culparla de lo que Euguenia había sufrido!. Pero claro, ella había atacado a la mujer que él amaba. De hecho, esa noche Peter le había enseñado lo que era el verdadero odio. Pero lo que todavía le parecía increíble era que Peter la culpara a ella de romper su matrimonio y que cuestionara su lealtad y confianza. Porque, histérica o no en su noche de bodas, ella había dejado sus sentimientos bastante claros...
—¡Si vas con ella, no estaré aquí cuando vuelvas! —le había dicho incapaz de dar crédito a que un hombre pudiera salir por la puerta dejando a una esposa llorosa y disgustada para irse con otra en su noche de bodas.
Y Peter había hecho su elección sin vacilar. Si había ido en su busca después de aquello..., bueno, ya había sido demasiado tarde. Cuando Lali había visto aquella foto de él saliendo de la casa de Euguenia al amanecer, se había enfrentado a la humillante prueba pública de que él había pasado toda la noche con su prima y ya no había querido volver a verlo nunca. La agonía de la traición había sido terrible.
Y sin embargo, habían empezado su relación de forma tan prometedora, admitió dolida luchando contra los recuerdos porque lo último que le hacía falta ahora era sufrir por el pasado distante. Pero de alguna manera, la tentación de recordar un pasado más feliz fue irresistible.
Ella había conocido a Peter en una de aquellas tardes calurosas estivales en las que cualquier acto físico parecía un esfuerzo exagerado. Bajaba con su bicicleta por la colina con la cesta llena de huevos de la tienda del pueblo cuando un deportivo negro había aparecido frente a ella. Sus frenéticos movimientos para esquivarlo la habían hecho aterrizar de cabeza en el arcén. Cuando en-focó la vista, Peter estaba saliendo del coche y la estaba ayudando a liberarse de los hierros lanzando exclamaciones al ver sus arañazos y disculpándose.
Una lánguida voz femenina había emergido del coche deportivo.
—Pregúntale dónde viven los Henderson...
—Siento que te hayas caído de la bicicleta, pero deberías haber mirado por dónde ibas —Peter se
había dado la vuelta para mirar a la rubia con helada reprobación—. Venías conduciendo como una loca.

capitulo 11

De un solo movimiento, Peter liberó a Lali de su peso y salió de la cama. Completamente
relajado, se estiró. En tormentoso silencio se puso un par de calzoncillos negros y alcanzó los vaque-ros con completa frialdad.
Lali se incorporó con torpeza y lo miró. Se aclaré la garganta y murmuré con inseguridad:
—¿Peter?
—Dormiré en la silla de abajo ahora -explicó él mientras se abrochaba la cremallera.
—¿Qué?
No entendía nada. Lali estaba demasiado agitada como para pensar con claridad.
Peter deslizó los brazos por una camisa de seda, se la abroché y se puso un jersey negro. Entonces se acercó al borde de la cama y curvé sus largos dedos alrededor de uno de los barrotes labrados. Examinó su rígida figura tendida en el centro fijándose en su pelo salvajemente revuelto, en sus ojos neblinosos y en sus labios inflamados. —Dios... He esperado tanto tiempo para verte así —confió con suavidad.
Esa vez, Lali sintió su fría amenaza.
—Y me lo has puesto tan condenadamente fácil que debería avergonzarme por haberme aprovechado de una virgen confiada... pero no estoy avergonzado —afirmó Peter sin la menor culpabilidad mientras observaba cómo ella palidecía—. Ya pagué por este placer hace cuatro años cuando me casé contigo.
¿ Te acuerdas todavía?
de la ceremonia de la boda, Lali? ¿Te acuerdas alguna vez de las promesa que hiciste entonces? ¿Y todavía te acuerdas de cómo hiciste tus maletas esa misma noche para salir huyendo a casa de tus padres?
Lali estaba temblando, todavía demasiado conmocionada por lo que había permitido que pasara entre ellos.
—¿Es... estás diciendo... que has decidido hacerme el amor deliberadamente?
—Hacer el amor es lo que habrías tenido si hubiera sido en nuestra noche de bodas —respondió Peter con ironía—. Esta noche has tenido sexo.
Conmocionada por aquella descripción de la intimidad que hablan compartido, no pudo
contenerse.
—Pensé que te habías dejado llevar.., como yo.
Un inesperado y leve rubor tiñó los fuertes pómulos de Peter, pero enarcó una ceja con cinismo.
—¿Crees de verdad que eso es probable?
Lali se sonrojó con violencia. Apoyé los hombros contra las rodillas dobladas. ¿Cómo se podría haber imaginado ni por un momento que Peter podría haber reaccionado ante su atractivo sexual inexistente? Y, por supuesto, un hombre de su experiencia, simplemente no se rendiría a la tentación como un impetuoso adolescente sin control. Pero la mera idea de que Peter se hubiera metido en su cama con aquella frialdad calculada con el único propósito de hacerle perder la virginidad la hacia sentirse enferma.
—No lo entiendo —confesó alterada sin querer entender pero sabiendo que necesitaba saber por
qué Peter habría decidido hacerle aquello.
Lali contempló sus largos y bien formados dedos contra la madera, los nudillos ligeramente
blancos.
—Me parece increíble que no lo entiendas —admitió él con el acento italiano más pronunciado—. Ahora, ¿por dónde empezamos? Quizá el deseo de venganza naciera cuando me encontré amenazado por la policía por haber intentado perseguir a mi esposa huida.
—¿Policía? —repitió ella alzando la cabeza con asombro.
—Tu padrastro los llamó. Me acusaron de escándalo público. No creo que fuera culpa mía que los paparazzi acamparan a la entrada de la casa de tus padres o que se volvieran locos cuando yo llegué... de alguna manera, me echaron la culpa a mí.
La frialdad de su acusación y el gesto cínico le indicaron a Lali lo furioso que se habla sentido con la experiencia.
Lali se había enterado de la visita que él había hecho a su casa, pero no sabía nada de la policía. Y ni siquiera la fuerza física la hubiera persuadido entonces de volver a su lado, aunque lo cierto era que no se encontraba en casa de sus padres. No era tan ingenua como para recurrir a la simpatía de su padrastro ni de su madre cuando su matrimonio había salido tan horrenda y públicamente mal.
—El deseo de venganza podría haber muerto en cuanto me convencí de que aquello era lo mejor que podía haber pasado —continué Peter con brutal sinceridad—. Pero fue lo que le hiciste a mi prima, Euguenia, lo que nunca pude perdonar ni olvidar.
—¿Euguenia? —repitió Lali con asco al pronunciar aquel nombre.
—La prensa la destrozó. Sus amigos dejaron de llamarla. Euguenia, la devoradora de hombres, la bruja promiscua que se suponía le había robado el novio a Lali, la pobre novia mártir... así la retrataron. ¿Y por qué? Sólo porque tú les contaste a los periodistas una serie de asquerosas mentiras.
—¡No lo hice! —protestó Lali conteniendo un sollozo y desviando la mirada.

capitulo 10

Por un instante su mente peleó contra su cuerpo diciéndole que no... que no era correcto, que no estaba permitido... y sin embargo sus dedos se clavaron en la cálida piel morena, tocando, casi apretando en un movimiento de negación pero sin llegar a realizarlo. Y en cuanto lo hizo supo que estaba perdida. Para Lali, el tiempo se había detenido.
Peter deslizó un largo brazo bajo ella y la atrajo hacia él para dejar que su lengua se enterrara más entre sus labios con apasionada demanda.. Un gemido convulso se escapó de los labios de ella mientras él le hacía el amor a su boca. Ella se apretó contra él con el pulso retumbando en sus oídos.
—No hay comparación, ¿verdad querida?
La ronca y casi helada carcajada le produjo un escalofrío pero todo lo que supo fue que era una gloria estar en sus brazos. Sus dedos temblorosos se enterraron en la lujuriosa seda de su pelo negro en la base del cuello.
—¿Peter? —murmuré luchando por recuperar la razón.
La masculina mano se deslizó por la curva de su seno que sólo estaba contenido por el fino algodón. Lali cerró los ojos con fuerza cuando sus pezones se erizaron como duras crestas quitándole el aliento y la voz al mismo tiempo. Poseyendo su boca con renovada ansia, Peter enterró los dedos en el ancho escote de la camiseta y tiré de ella hacia abajo.
Mientras sus manos firmes abarcaban sus inflamados senos, Lali se sintió consumida por una exquisita agonía. Sus dedos flotaron sobre sus pezones erizados haciéndola tensarse hacia él con un gemido de miedo ante el poder de aquella sensación. Su boca siguió la fina columna arqueada de su cuello dejando un rastro ardiente de besos en su carne trémula antes de capturar una sensible cresta rosada con áspera resolución
Lali gimió mientras clavaba los dedos en sus hombros.
Su lengua giró y jugueteé con erótica experiencia antes de meterse la inflamada punta entre los dientes chupando con ardor mientras ella se retorcía y gemía desbordada por la sensualidad y el horror. Un fuego líquido ardió y se derramó de forma insoportable entre sus piernas temblorosas. Cuando Peter movió su atlético cuerpo para saborear el otro pezón, le entreabrió las piernas con la rodilla y con delicadeza la apretó contra el colchón.
—Dios..., tienes el cuerpo más exquisito y sexy... —entonó con voz espesa deslizando las manos
con aprecio bajo la generosa curva de sus caderas antes de sumergirse de nuevo en sus labios.
Cuando los largos dedos se introdujeron entre la húmeda mata de rizos castaños que guardaban el vértice de entre sus piernas, Lali se puso rígida y lanzó un gemido cuando él encontró su lugar más secreto. Salvajemente fuera de control desde ese momento en adelante, Lali se retorció con impotencia en una cascada de pasión, atormentada por las sensaciones y jadeante entre cegadoras oleadas de creciente éxtasis.
Peter la apretó cuando ya se encontraba en la cresta del placer. Durante un segundo, él pareció vacilar y ella abrió los ojos captando la desnuda satisfacción marcada en sus oscuras facciones antes de abrirle las piernas y penetrarla con una sola sacudida. El dolor y el placer se mezclaron en el grito amargo y dulce que provocó aquella poderosa invasión antes de que él lo ahogara con su boca de nuevo en una tormentosa posesión.
Era salvaje; no se parecía a nada que ella hubiera imaginado siquiera. Una pasión desbordante la sacudió ahogando aquella punzada de dolor. Deseaba, necesitaba, ansiaba cada urgente movimiento de su duro y caliente cuerpo sobre el de ella. Lali estaba volando hasta el sol con cada fibra de su ser, quemándose de desesperada necesidad. Peter se sumergió en ella más y más aprisa, arrastrándola cada vez más arriba hasta que el fiero ardor y la aún más fiera necesidad colisionaron dentro de ella en una estremecedora descarga de alivio.
El universo seguía dando vueltas cuando Lali abrió los ojos de nuevo. Una bruma de desconocido placer sensual la mantenía paralizada por completo. Los brazos de Peter seguían apretados alrededor de ella. El alzó la rizada cabeza morena y bajó la vista hacia ella sin mover un músculo de su morena cara impenetrable.
—Gracias —dijo sin ninguna expresión—. Has sido todo lo que yo esperaba que fueras.

capitulo 9

—¿Qué has venido tú a hacer aquí? —susurró de repente.
—Freddy me ha dejado la correspondencia familiar de medio siglo para que la clasifique y quería
ver la casa por última vez antes de venderla.
Lali enterró la mejilla en la almohada deseando no haber empezado la conversación y poder
dormirse.
—Y ahora, por tu propio bien, me alegro mucho de haberlo hecho.
—¿Por mi bien? —preguntó ella sin saber si había oído bien.
—Estás cometiendo un gran error con Benjamin.
Desconcertada y enfadada por aquella afirmación fría y medida, Lali se quedó inmóvil mirando
al techo con tensión.
—Tú no lo conoces y no es asunto tu...
—Él completará el trabajo que empezó tu padrastro. Estarás horneando bizcochos y sonriendo
cuando lo que sentirás será ganas de gritar para el resto de tus días... eso si no acabas derrumbándote bajo la presión de vivir una mentira porque no estás enamorada de él.
Lali inspiró con fuerza.
—¿Y cómo diablos lo sabes tú?
—¿Y quién podría saberlo mejor? —masculló Peter con indignante frialdad—. En otro tiempo estuviste loca por mí. Todo pasión, celos y posesión... como un cartucho de dinamita esperando por una cerilla bajo ese falso aspecto calmado que mantienes. Una mezcla peligrosamente volátil pero con una considerable promesa de excitación, solía pensar yo.
—¿Cómo te atreves a hablarme así?
La voz le tembló de censura e incredulidad mientras se incorporaba sobre un codo.
—Cuidado —la advirtió Peter con pereza entrecerrando los ojos brillantes ante su cara sonrojada de furia antes de posar la vista en el cuello de la camiseta que se le había resbalado por el hombro—.
Estás enseñando algo de piel desnuda.
Lali se alzó el cuello de un rápido movimiento y se incorporé de nuevo.
—Me gusta mucho Benjamin.
—Hace falta más que eso para mantener un matrimonio. Sin embargo, estoy seguro de que tu
padrastro lo aprobará. Estará en su elemento con un yerno al que pueda manipular y dirigir.
—Sólo porque tú no le cayeras bien..,
—Benjamin es demasiado viejo para ti y no puede tener ni la más remota idea de lo que tú necesitas.
—Deja de hablar de mí como si fuera una estúpida
—Lali lo miró con rabia apretando los puños—. Yo confío en Benjamin. ¡Lo conozco! Y él nunca
me decepcionará ni me engañará.
—¿Y yo sí lo hice? ¿Es eso lo que crees?
Lali se paralizó como si la hubiera golpeado. El silencio pesaba. Era como estar atrapada en un oscuro túnel escuchando el amenazador rugido de un tren acercándose. Al tropezar con la mirada esmeralda de Peter, el estómago se le encogió y bajó los párpados. De alguna manera, se habían metido en un terreno muy peligroso. Debilitada ahora y petrificada por el remolino emocional, empezó a echarse de nuevo.
—Estoy cansada... Voy a dormirme.
—¿,Crees que voy a decirte buenas noches y bonitos sueños? —Peter se deslizó acortando el espacio entre ellos de un rápido movimiento—. Escúchate a ti misma. Estás hablando como una niña bien educada deseando las buenas noches a sus padres.
—Peter... esta estúpida conversación ya ha ido demasiado lejos.
Peter la miró con una sonrisa y deslizó un dedo hacia su brillante melena derramada por la
almohada.
—Pero si yo todavía no he empezado, querida.
Lali parpadeó con completo asombro. Aquella devastadora sonrisa que le había encogido el corazón, tan rara y tan preciosa en otro tiempo, los dedos jugando con su pelo... Se le borraron todos los pensamientos racionales.
—¿,Empezar qué?
—Si te has olvidado de lo que había entre nosotros, necesitas que alguien te lo recuerde —
murmuré Peter con suavidad mientras bajaba su arrogante cabeza morena.
Lali frunció el ceño confusa y clavé los ojos en él con inseguridad. Tenía unos ojos espectaculares, claros con reflejos grises, enmarcados por aquellas espesas pestañas y con una intensidad que la tenían atrapada. No podía creer que fuera a besarla, porque, ¿para qué iba a hacer tal cosa? Y entonces lo hizo. Aquella boca sensual se pegó contra la de ella como en un sueño, así que cuando tomó sus suaves labios entreabiertos y deslizó con erotismo la punta de la lengua, Lali se quedó sin defensas ante la devastadora carga de excitación que la sacudió.
Aturdida, intentó apartarlo. Estiró la mano y se encontró con un musculoso hombro tan suave
como el satén pero infinitamente más tentador.

capitulo 8

—Que tienes más miedo que una pequeña puritana. ¿Qué crees que voy a hacer? ¿Abalanzarme sobre ti en cuanto se apaguen las luces?
Enferma de mortificación, Lali aparto la mirada de sus ojos, que brillaban como la esmeralda pura.
-No.
—O quizá sea que no te fías de ti misma. ¿No seré yo el que corro peligro? —preguntó Peter aún
con más sequedad.
—No seas ridículo.
Lali se encontró sumergiéndose más en la cama poco a poco hasta reposar la cabeza en la almohada de nuevo. De repente, el embozo a su lado se corrió hacia adelante. Por el rabillo del ojo, capté su larga espalda dorada al salir de la cama. La puerta se abrió y Lali giró de medio lado agradecida de que se fuera, pero al instante sintió una desesperada decepción.
Cerró los ojos con fuerza, aterrada al notar que ya no tenía ningún control sobre sus emociones. Una prenda aterrizó sobre su pecho.
—¿Qué?
—Una camiseta, querida.., y yo también me pondré algo encima —explicó Peter con un mortificante tono irónico.
Era un inesperado compromiso y Lali sabía que no debía aceptarlo. Pero la perspectiva de quedarse morada de frío en aquella habitación gélida de abajo era poco tentadora. Metió la prenda bajo las sábanas y se retorció para ponérsela por la cabeza y estirarla sobre las cadeza. La cama se hundió bajo el peso de Peter cuando se echó de nuevo. Lali permaneció rígida como una columna de mármol sabiendo que cada átomo de sentido común que le quedaba la apremiaba a que saliera de allí corriendo, pero sin mover un dedo ahora que estaba decentemente cubierta.
Una puritana. Bueno, quizá lo fuera. La acusación le dolía, pero sinceramente no podía negarla.
Lali no recordaba a su padre. Había muerto cuando ella era un bebé y su madre se había casado con el reverendo Mariano Torre dos años más tarde. Su padrastro había sido muy estricto. Lali se había criado en un hogar muy reprimido donde la vista de la piel desnuda se tomaba como una indecencia y donde cualquier referencia a la intimidad física entre un hombre y una mujer se ligaba a la procreación.
Peter carecía de tales inhibiciones, pero a él no le había enseñado los hechos de la vida una madre a la que todo le parecía impúdico. Ni le habían dicho que la obligación de una mujer era aguantarlo aunque no le gustara. Y cuando Lali había contado con todo su candor que se sentía en la gloria en los brazos de Peter, su madre la había mirado con disgusto como diciendo que no había nada glorioso en el último acto de intimidad.
Incómoda con el derrotero sexual de sus pensamientos, se dio la vuelta intentando con esfuerzo no sentir el calor que emanaba del cuerpo masculino tendido a su lado. Era como una prueba, se dijo a sí misma. Una prueba de si había madurado algo desde aquella anulación. En otro tiempo, Peter parecía haber sido la respuesta a todos sus sueños juveniles y ella se había comportado como una adolescente embelesada hasta que había llegado el dolor y la humillación y había tenido que despertar a la cruda realidad.
Y sin embargo, nunca había conseguido olvidarlo. Los recuerdos la acosaban.., él la acosaba. La sensación de amarga pérdida todavía la acompañaba. Y sin embargo, ¿qué había perdido en realidad? Entonces, ¿cómo podía seguir atrayéndola? Su aspecto tenía mucho que ver con ello, se dijo a sí misma con creciente desesperación. Era increíblemente duro ser indiferente ante un hombre atractivo como un pecado al que había amado con toda su pasión.
Peter se removió y ella se puso tensa.
—Sólo estamos tú y yo y el temporal fuera —murmuro él casi con deleite.
Lali suponía que estaba disfrutando del pequeño desafío que le había proporcionado el mal tiempo. Y aún le hubiera gustado más estar allí fuera. Freddy le había contado una vez que él necesitaba enfrentarse a las duras condiciones físicas del medio ambiente porque sólo allí encontraba el genuino desafío.
Así que Peter se había lanzado a hacer submarinismo en aguas plagadas de tiburones o había viajado hasta lo más profundo de las selvas de Indonesia en exploraciones científicas disfrutando de
los descubrimientos desde muy temprana edad. Pero eso era lo que hacia para divertirse, un leve alivio del reto aún más duro de mantener a la empresa Lanzani Investments Inc. en lo más alto. Por eso, ahora que lo pensaba, era extraordinario encontrarlo en las profundidades invernales de Lake District aparentemente sin hacer nada.

capitulo 7

En una tempestad de tormentosas emociones, Lali encendió la lámpara de la mesilla al lado de la enorme cama victoriana. El cabecero de caoba labrada llegaba casi hasta el techo y sospechaba que tenía más de un colchón.
Un pequeño fuego ardía en la chimenea de la pared de enfrente. ¡Qué amable por parte de Peter
dejarle la habitación que pensaba ocupar él mismo! ¡Que consideración tan repentina!
Agarrando la bolsa con mano temblorosa, la dejó encima de la cama. ¿Perdonarle? Se quitó los pantalones y tiró del jersey hacia arriba y entonces, penosamente, se lo llevó a la cara para olerlo. El leve aroma de él la envolvió como una peligrosa droga adictiva. Se odió a sí misma por ello y lo odió a él por ejercer aquel poder evocador sobre ella después de tanto tiempo. Tiró el jersey a un lado horriblemente avergonzada de su falta de control. Naturalmente, a Benjamin no le preocupaba que estuviera allí sola con aquel hombre. Peter podría tener una peligrosa reputación con las mujeres, pero Benjamin, y de hecho todo el mundo, sabía que la única mujer de la que Peter había mantenido las manos apartadas era ella. Incluso cuando habían estado prometidos, nunca había intentado seducirla.
Profundamente humillada, Lali se metió desnuda en la gran cama y se sumergió en lo que parecían capas y capas de plumas. ¡Pensar que en aquella época había estado ingenuamente agradecida por lo que había creído una muestra de respeto por parte de Peter! Pero simplemente él no la había deseado lo suficiente. Y también era posible, aunque se retorcía ante la sospecha, que hubiera tenido otra forma de satisfacer sus necesidades sexuales.
Oyó unos pasos ligeros en el piso de abajo, el suave crujido de la puerta del baño y enterré la cabeza en la almohada. La tentación la asaltó y se resistió. Benjamin tenía razón. ¿Cómo podía avanzar si no podía superar aquella vergonzosa fascinación por un hombre que le había dado el corazón a otra mujer hacía tanto tiempo? Y aquella mujer podía no ser su mujer o ni siquiera su amante, pero seguía reteniendo a Peter con más seguridad que los barrotes de una prisión.
Lali retrocedió con un grito cuando sintió que tiraban hacia un lado de la ropa de cama con la
que se había tapado. La lamparilla volvió a encenderse y quedó momentáneamente cegada por la luz.
—¿Qué diablos...?
Peter estaba reclinado contra los almohadones como un tigre indolente a su lado. El suave brillo
de la lámpara iluminaba sus poderosos músculos pectorales y el vello de su torso.
Sintió una contracción en la parte baja del vientre y de repente se sintió paralizada de
incredulidad.
—Esta es la única cama de toda la casa —le informó Peter con suavidad.
—No... no puede ser —susurré Lali con debilidad.
—Freddy tenía horror a que los visitantes pudieran quedarse a pasar la noche y la otra habitación no tiene siquiera una silla —dijo Peter estirando las largas piernas—. Y abajo sólo hay sillas de madera. En una noche tan fría como ésta, no estoy preparado para pasar toda la noche sentado esperando a que amanezca.
Lali tiró de la sábana y se tapé hasta los hombros.
¡vas a compartir esta cama conmigo! El enarcó una ceja.
—¿Por qué será que estoy experimentando un fuerte sentido de haber vivido esto ya?
Irritada por su comentario, Lali empezó a sonrojarse al comprender.
—Sí... la noche de bodas que nunca tuvimos —prosiguió Peter con el mismo tono vacío de emociones—. Todas aquellas semanas y semanas de anticipación y entonces... Nada. Fue algo así como un anticlímax, querida.
A Lali le dio un vuelco el corazón. Recordó aquella noche en un relampagueo involuntario, su fría y silenciosa furia cuando ella intentó encerrarse en la habitación, la rabia histérica de ella y sus lágrimas. Con un brusco movimiento defensivo, desvié la cara intentando apartar con fiereza aquel recuerdo de su mente.
—Si te das la vuelta, me levantaré para vestirme de nuevo. A mí no me importa pasar la noche en
una silla
—dijo con rigidez esperando avergonzarlo para que lo hiciera él.
—¿Que me dé la vuelta? —repitió Peter con incredulidad—. Lali, ¿tienes quince años o
veinticuatro?
Al sonrojarse de nuevo maldijo su piel tan blanca y apretó los dientes.
—No llevo nada puesto.
—Ni yo tampoco, pero no soy tan orgulloso como para imaginar que un vistazo a mi piel desnuda
te incite a una lascivia insaciable.
—¡No te rías de mí!
—Dio, cara... —murmuró Peter como un tigre indolente echado al sol—. ¿Tienes miedo de que
no pueda controlarme a la vista de un cuerpo femenino desnudo?
—Por supuesto que no, pero...
—Entonces, ¿qué es lo que te preocupa?
Lali apretó la ropa de la cama.
—No podemos dormir en la misma cama. No estaría bien.
—¿Y quién lo va a saber?
—¡Yo lo sabría! Ese no es el asunto. El asunto es que...

Thursday, May 28, 2015

capitulo 6

—¿Dónde voy a dormir? —preguntó sin rodeos.
—La puerta de enfrente al subir las escaleras —respondió Peter con una voz tan suave como la
seda.
Lali llegó hasta la puerta.
—¿Quién es tu prometido?
Ella no volvió la cabeza.
—Lo viste una vez, pero no creo que te acuerdes de él. Se llama Benjamin Amadeo.
—¿El coadjutor de tu padre? —preguntó Peter con incredulidad.
—Lo conozco desde hace mucho tiempo y es una persona muy especial —se defendió con resentimiento Lali—. Buenas noches, Peter. Solucionaré lo del coche a primera hora de la mañana. No está averiado, pero necesitaré una grúa.
—Dios bendito. ¿Piensas casarte con un hombre al que llamabas Pato donald?
Lali cerró la puerta tan fuertemente que el portazo resonó.
Benjamin... No estaba en casa cuando había intentado llamarlo por teléfono antes. Debería llamarlo para decirle dónde se encontraba. Echó un vistazo a su alrededor en el recibidor. No recordaba haber visto nunca un teléfono. Miró en la sala y volvió con desgana al estudio. Resistió la tentación de llamar y abrió directamente la puerta.
Peter se volvió con los ojos brillantes como esmeraldas ardientes y una expresión como si le
hubieran dado un puñetazo.
—Dios mío, ¿qué quieres ahora?
Lali se quedo helada ante su repentina rudeza.
—Estaba buscando un teléfono.
—Freddy los desconectó cuando lo ingresaron en el hospital.
—¿Podría usar tu móvil?
Peter exhaló el aliento casi como un silbido.
—¿A quién tienes que llamar?
—A Benjamin.
La mano de Peter se detuvo a medio camino de la mesa donde descansaba el móvil y, entonces,
con una suave y heladora carcajada, se lo puso con descuido en las manos.
—Cuando quieras —dijo con la cara totalmente inexpresiva. Salió de la habitación.
Benjamin contestó después de sonar unas diez veces. Lali le contó lo que pasaba y dónde estaba y
él sólo emitió sonidos afirmativos.
—¡Peter está aquí también! —explotó con innecesaria fuerza.
—Me alegro de que no estés allí sola con este temporal —admitió Benjamin después de una breve pausa para pensarlo—. ¡Supongo que a un hombre que ha escalado el Everest no le detendrá un poco de nieve en su puerta! Así te podrá ayudar con el coche.
Lali apretó los dientes.
—De alguna manera, no me imagino a Peter empujándome el coche, Benjamin. ¿No crees que
estás siendo un poco insensible?
La tensión asomó a su voz.
—Me gustaría que no me hubieras hecho esa pregunta, Lali. Y también desearía que no estuvieras tan disgustada —Benjamin suspiró—. Es una reacción exagerada después de tanto tiempo.
Deberías ocuparte de arreglar tus diferencias con él.
—¿Arreglar mis diferencias? —repitió Lali alucinada.
—Sería infinitamente más inteligente que continuar enfadada —la aconsejó Benjamin con su infinito candor—. Deja el pasado donde pertenece, Lali. Te sentirás mucho mejor si lo haces y si hicieras un esfuerzo especial por perdonar a Peter...
Lali se llevó la mano a la boca sin atreverse a hablar.
—Supongo que la idea te horrorizará, pero sinceramente creo que un acto de perdón resolvería el
problema
—continuó Benjamin con determinación—. Da un paso más, Lali y te dará la paz mental que necesitas.
Por primera vez, Benjamin la había decepcionado. ¡No comprendía el tormento que estaba sufriendo! Verse enfrentada a Peter de nuevo, ser tratada con su inhumana indiferencia la estaba desgarrando. Habría podido soportar la rabia, el desprecio y la hostilidad con más facilidad, pero aquella falta de respuesta daba la impresión de que ella sólo había sido un molesto estornudo en su vida, un error rápidamente olvidado después de haberle roto el corazón. Se sentía estúpida, obsesionada con un hombre que la había abandonado con un deseo contra el que todavía luchaba todos los días con todo su aliento.
En su rápida salida del estudio, casi tropezó contra Peter.
—¡Toma! —exclamó lanzándole el teléfono móvil con un gesto febril de rechazo antes de subir
las escaleras de dos en dos con los ojos cargados de lágrimas de rabia y odio hacia sí misma.

capitulo 5

Peter apoyó una de sus esbeltas caderas contra el borde de la mesa y bajó la vista hacia ella, demasiado cerca para su tranquilidad.
—¿Cómo averiguaste que estaba aquí?
Lali parpadeó confusa.
—No tenía la más remota idea de que estuvieras aquí.
—¿Por qué has hecho un viaje de varios cientos de kilómetros para recoger una vasija cuando el
abogado te había dicho que te la enviarían? —preguntó Peter con sequedad.
Lali bajó la cabeza y contempló el enorme agujero de la alfombra.
—Quería dejar unas flores en su tumba.
El silencio se alargó.
—No te creo, Lali. Tu hermano ha intentado repetidas veces ponerse en contacto conmigo. Y
ahora, a las tantas de la noche, apareces en el umbral de mi puerta.
—¡En el de la puerta de Freddy! —la rabia y el dolor se mezclaron al notar por donde iban sus sospechas—. Si quieres saberlo, me negué a hablar contigo cuando Vico me lo pidió porque sabía que no serviría de nada y no veía motivos para ponerme en ridículo sólo para que tú te divirtieras.
—Le puedes decir a tu hermano que ha tenido mucha suerte de que no le haya denunciado por
fraude. Y, lo creas o no, esa generosidad se debe a nuestra antigua relación.
Lali se levantó, tropezó contra el borde de la bandeja y el café se derramó.
—¿Fraude? —repitió con incredulidad—. ¿De qué diablos estás acusando a Vico?
Peter apartó la bandeja para dejarla a salvo a un lado. Bajó la vista hacia su cara enfadada y
entrecerró los párpados.
—¿Peter?
Lali alzó la mirada con debilidad hacia sus sombrías facciones. Tenía unos pómulos altos, una aristocrática nariz y una boca jugosa y apasionada como el pecado. El corazón le dio un vuelco. Casi enferma de vergüenza ante su respuesta al magnetismo animal de él, bajó la cabeza de nuevo.
—Lo que estoy diciendo es que le hice un préstamo comercial en términos extremadamente generosos y no esperaba que se gastara los intereses en renovar y ampliar su casa y en comprarse un Mercedes.
Lali se quedó con la boca abierta y se sentó de nuevo despacio.
—Pero la casa es parte de la propiedad... y el Mercedes lo ha vendido hace un par de meses —
murmuró con inseguridad—. ¿Es fraude usar el dinero de esa manera?
—Sí —confirmó él con frialdad—. Como empresario, Vico no está cumpliendo su acuerdo y yo no tengo intención de perder más dinero. Y si he decidido no demandarle, es para no atraer la atención de la prensa que tanto me desagrada.
Su frialdad inhumana la hizo temblar. Lali se mordió la parte interior del labio invadida por una gran debilidad mientras retorcía el anillo de Benjamin en el dedo como si fuera un talismán. Ella había creído sinceramente que Vico no había malgastado el dinero que evidentemente era parte del préstamo. Nadie le había contado aquel vergonzoso detalle.
—Supongo que debió dejarse tentar... con todo ese dinero —susurró con un poco más de fuerza— . ¿Peter?
—No me avergüences, Lali. No tengo tiempo para nadie que intente engañarme. Vico usó ese préstamo como si fuera su cuenta corriente y ha seguido dejando deudas por todas partes. Si los problemas le hubieran surgido por otra causa, yo hubiera renegociado el préstamo, pero sólo un tonto tira su dinero y yo no soy ningún tonto.
Después de asimilar su tono de absoluta resolución, a Lali no le hubiera sorprendido descubrir que Peter pasara por encima de ella como si fuera un felpudo. Ella se sentía como si lo fuera. Una intensa mortificación la embargaba y su distanciamiento era horriblemente humillante. Era como si para él nunca hubieran tenido una relación.
Peter había comprendido su error antes de que la tinta del contrato matrimonial estuviera siquiera seca. Desesperada por devolver el daño de la forma que fuera, Lali había intentado alegar adulterio para el divorcio, pero había recibido una orden de anulación porque el matrimonio no había sido consumado. La prensa amarilla se había regodeado en aquella escabrosa revelación y los abogados de él la habían aplastado y habían destruido por completo su autoestima: «Peter repudia a la novia frígida», habían sido los humillantes titulares.
—¿Cuándo te has prometido? —preguntó Peter con increíble brusquedad.
Como si estuviera en un sueño, Lali bajó la vista hacia el pequeño solitario tan nuevo que
todavía no se había acostumbrado. Había pertenecido a la madre de Benjamin.
—Mira a ver si te gusta llevarlo —había sugerido Benjamin con timidez.
Ni la pasión ni el romance habían tenido nada que ver en su amistad. Pero en ese momento, y de forma insoportable, estaba recordando el otro caro anillo de compromiso de esmeraldas que Peter le había regalado y los sentimientos que había despertado en ella entonces... su salvaje excitación, el júbilo y la bendita oleada del amor. El estómago se le encogió ante el recuerdo y se levantó.

capitulo 4

Peter Lanzani pertenecía a una de las más importantes dinastías financieras italianas. A los dieciocho años había heredado una cuantiosa fortuna. Se lo imaginó ahora abajo mientras se llenaba la bañera. Los ajustados vaqueros negros marcando sus larguísimas piernas, el jersey de color crema acentuando su piel olivácea y el lujurioso pelo negro resaltando sus magnéticos ojos claros.
¿Qué estaba haciendo en la pequeña casa desangelada de Freddy? Peter tenía sirvientes para hacérselo todo, media docena de lujosas residencias diseminadas por todo el globo y una vida aristocrática que le resultaba tan natural como para otros respirar. Temblando, se quitó la ropa mojada y se sumergió en el agua caliente.
Quizá, si lo pidiera con mucha fe, Peter habría desaparecido para cuando ella terminara de
bañarse.
Cobardía... completa cobardía... Pero le producía terror exponer sus emociones a un hombre que ocultaba las suyas con tanto éxito. Tenía que ser educada y distante pero lo que realmente deseaba era gritar: ¿por qué lo hiciste? ¿Por qué te casaste conmigo para volver con ella?
Pero ya tenía miedo de saber la respuesta. Después.... cuando todo había pasado... sólo entonces había empezado a sospechar el verdadero significado de los suaves susurros que una vez había escuchado. La comprensión había llegado tarde, demasiado tarde para evitar todo el dolor que había padecido. La joven chica de pueblo inocente, ciega y confiada estaba enamorada hasta el alma.
Con una brusca llamada, la puerta del cuarto de baño se abrió y Lali giró la cabeza horrorizada.
—Pensé que podía venirte bien algo caliente y seco para ponerte.
Con un gesto gracioso, Peter dejó un par de prendas dobladas en la silla de al lado de la puerta.
—¡Sal de aquí! —gritó Lali horrorizada levantado los brazos para tapar sus redondos senos mientras se sumergía más en el agua sintiéndose gorda y fea y pensando en Euguenia con repentina angustia, esbelta como una gacela.
La puerta se cerró y Lali salió apresurada del baño. Se secó y se miró en el pequeño espejo que había sobre el lavabo. El pelo revuelto del color de las hojas otoñales le caía por los hombros enmarcando su cara en forma de corazón y sus ojos del color negro de la noche. Era una chica del montón. Había tenido suerte de que Peter la reconociera. El día de su boda llevaba el pelo rubio y muy corto, como un chico. Intentando estar guapa para Peter con la turbadora presencia de Euguenia al fondo, había tomado medidas desesperadas y extrañas en ella.
Los pantalones de Peter y el jersey le estaban enormes. Después de atarse los vaqueros a la cintura, se dio varias vueltas a las perneras. El jersey verde le llegaba hasta las rodillas y tenía los zapatos tan empapados que no se los podía poner de ninguna manera. Parecía la refugiada de algún desastre natural.
Cuando bajó, la sala estaba vacía. Colgó la ropa mojada en el respaldo de una silla y puso los zapatos al lado del fuego. Desde el estudio de la puerta de al lado oyó el débil sonido de un cajón al cerrarse y se fue a la cocina. En la ventana rota ya había un cartón impidiendo que entrara el viento gélido. Prepararía un café. Eso era civilizado. No demostraría ni el dolor ni el odio ni la amargura. Imitaría la sublime indiferencia de él aunque le costara la vida.
Pero, ¿qué había de su hermano Vico y del maldito crédito? Cuatro años atrás, poco después de su boda, Peter le había hecho a Vico un préstamo. Su hermano había usado el dinero en convertir el pequeño invernadero de su abuelo en un moderno centro de jardinería, pero el año anterior había tenido pérdidas y no había podido pagar la cuota del préstamo. Los banqueros de Peter se habían negado a darle más tiempo para devolver aquellos pagos y ahora le amenazaban con embargarle el negocio y la casa.
Hasta ese momento, Lali se había negado a interceder por su hermano ante Peter. Vico se estaba agarrando a un clavo ardiendo en su inocente convicción de que su hermana podría hacer un milagro para salvarle a él y a su familia. Lali no tenía deseos de despertar falsas esperanzas o, para ser sincera, de tirar por tierra su orgullo para nada, porque estaba segura de que Peter no prestaría oídos a nada que ella dijera. Sin embargo, encontrándose bajo el mismo techo que él, sabía que no podría volver a mirar a la cara a su hermano si no hacía al menos un intento de persuadir a Peter de que la escuchara.
Empujó la puerta del estudio. Peter estaba de pie mirando por la ventana con una expresión sombría Lali hubiera deseado dejarle a solas. Su sensual boca se endureció y sus ojos se clavaron primero en la bandeja con tazas de café que ella llevaba y después en su cara sonrojada.
—La respuesta es no —dijo con helada claridad.
—No sé de qué estás hablando.
Pero Lali sintió con horror que sí lo sabía.
—Cuando mientes, te lo noto en los ojos. Solía pensar que era increíblemente dulce.
La cínica carcajada la hizo estremecerse y le temblaron ligeramente las manos mientras posaba la bandeja sobre la mesa victoriana que medio llenaba la habitación repleta ya de estanterías.
Lali se dio la vuelta para irse.
—Siéntate, Lali —Peter dio la vuelta a la silla giratoria con determinación y ella vaciló.
—Mira, yo...
—Siéntate- dijo de nuevo con una autoridad innata en su tono de voz. Lali se encogió de hombros.
—Bien.

capitulo 3

Sintió un fuerte temblor. Peter volvió con un cuenco con desinfectante y el agudo olor le revolvió el estómago. El cruzó la habitación dominándola con su tamaño y presencia, con movimientos armónicos. El silencio no parecía molestarle. Si su aparición podía haberle sorprendido, todavía no había dado señales de ello... y qué profundamente irónico era el hecho de no haber acudido al funeral de Freddy para evitarlo y acabar en una situación mucho más íntima con él.
En un abrir y cerrar de ojos, Peter extrajo el cristal, limpió la sangre y le puso una tinta. Para un hombre que había realizado viajes por los sitios más peligrosos de la tierra, un corte en una rodilla debía de ser una insignificancia. O la inesperada llegada de una ex mujer. Pero también era cierto que ella nunca había sido la mujer de Peter, no su mujer de verdad; al día siguiente de la boda, la había dejado en ridículo ante todos los medios de comunicación.
Cuando Peter se incorporó de nuevo, clavó en ella sus impasibles ojos verdes enmarcados por
unas pestañas de ébano.
—Pensé que eras un ladrón. Siento haberte dado un susto.., pero, ¿tienes que mirarme como si
fuera una cobra a punto de atacar?
Lali bajó los párpados y se sonrojó. Oyó al fondo el tintineo del cristal y vio una copa de coñac delante de ella. Levantando una mano temblorosa, la alcanzó. El coñac dejo un rastro de fuego en su garganta. Conmocionada, todavía seguía Conmocionada.
—¿Te das cuenta de que todavía no has pronunciado una sola palabra? —masculló Peter con
controlada paciencia.
Lali se humedeció los labios resecos con la punta de la lengua.
—Me has dejado casi sin aliento...
En cuanto las palabras salieron de sus labios, la piel le ardió de vergüenza y deseó que se la
tragara la tierra.
Aquellas habían sido las palabras exactas que había usado cuando le habla confesado por primera vez lo mucho que lo amaba, desvelando lo que él nunca había desvelado incluso después de haberla pedido en matrimonio. Peter nunca decía mentiras, pero era un consumado maestro de la evasión.
—¿Cómo has llegado hasta aquí? Estaba dormido, pero desde luego, el motor de un coche me
habría despertado.
Lali dio otro sorbo de coñac intentando aplacar sus nervios desatados.
—El coche resbaló en la carretera y subí la colina a pie. Pensé que el ama de llaves de Freddy
todavía estaría aquí.
—¿Estás de broma? Desde hace treinta y tantos años la señora Mac sube cada mañana en su vieja bicicleta.
Freddy no hubiera aguantado tener a nadie aquí. Era un fanático de su intimidad. Ella comía en la
cocina y él aquí. Sólo hablaban cuando era imprescindible.
Era una respuesta más completa de la que ella había esperado. Captó el leve rastro de dolor en la profunda voz de Peter por el acento italiano que se acentuaba con las emociones, el único barómetro que ella había tenido para saber lo que ocurría dentro de él. Lali inclinó la cabeza sabiendo que, aparte de Euguenia Suares, la única otra persona en el mundo que había estado cerca de Peter había sido Freddy.
—Llamé al timbre de la puerta.
—Lleva años sin funcionar.
—No vi ninguna luz...
—No había ninguna encendida. Supongo que habrás venido a recoger tu herencia en persona...
Le dije al abogado que vendría antes, pero... pero me surgió un imprevisto.
Bajó la vista hacia la malla desgarrada y su rodilla al aire con aquella infantil tirita y se sintió tonta y torpe, como siempre se sentía en presencia de Lali y sin creer todavía que estaba allí con él. Y aún peor, tomando parte en una conversación trivial entre dos personas que se habían separado con la más violenta enemistad y que nunca se habían vuelto a ver.
—Me temo que has desperdiciado el viaje —dijo Peter con suavidad haciéndola levantar la cabeza—. La vasija no está aquí. Te la han enviado por correo.
Lali se sonrojó de nuevo cargada de intensa incomodidad por lo que implicaban sus palabras.
—Pareces una muerta resucitada. Te sugiero que te des un baño —murmuró Peter.
Lali tomó la invitación como una vía de escape y se levantó al instante.
—Sí, estoy bastante mojada y helada. El cuarto de baño está arriba, ¿verdad?
—¿Sabes llegar tú sola? —preguntó él tras ella mientras encendía la luz del recibidor iluminando la estrecha escalera.
—Sí, gracias —murmuró ella antes de salir volando.
La primera a la izquierda al llegar a lo alto, recordó. También recordó aquel día, antes de casarse, en que se había escabullido escaleras abajo y se había quedado escuchando frente a la puerta del estudio de Freddy. El anciano había suspirado y había dicho:
—Ella es tan dulce e inocente como un cachorro de labrador, Peter. Una chica de campo con el rubor todavía en las mejillas. Puedo entender la atracción, pero, ¿tiene la menor idea de en lo que se
está metiendo y tú la paciencia de mantener el rumbo?
—No, si escucha detrás de las puertas como los sirvientes —había murmurado Peter abriendo la puerta de par en par para sorprenderla con las mejillas sonrojadas y la mirada de culpabilidad—. Contesta por ti misma, cara. ¿Tienes el valor de aceptarme?

capitulo 2

El viento gélido traspasaba con crueldad su ropa poco adecuada para aquel tiempo cuando Lali apretó el antiguo timbre de campana. Un par de interminables minutos después, llamó de nuevo y aún más aprisa por tercera y cuarta vez. El pánico se adueñó de ella cuando miró a las ventanas oscuras en busca de una acogedora luz de bienvenida.
Había supuesto que el ama de llave se quedaría en la casa al menos una semana más. Pero quizá ni siquiera viviera en la casa. Mientras se le ocurría esa posibilidad por primera vez, se hubiera abofeteado por haber actuado por suposiciones. Podría congelarse y morir si intentaba pasar la noche en el coche. Ni siquiera había metido una manta de viaje. Cuando había salido de casa después de comer, brillaba un sol espléndido y no había prestado la mínima atención a las predicciones meteoro-lógicas.
Llevada por el pánico, Lali dio la vuelta a la casa. Era evidente que no había nadie dentro. Buscó en el suelo cubierto de nieve hasta encontrar un bulto que parecía una piedra. Con los dedos casi entumecidos, se quitó la cazadora para envolverse el brazo con ella, agarró la piedra con fuerza y se acercó a la pequeña ventana al lado de la puerta trasera. Inspirando con fuerza, lanzó el brazo con toda su fuerza y golpeó el cristal. Dio un paso atrás, se sacudió los cristales rotos de la cazadora y se la puso de nuevo.
Metió la mano con cuidado y corrió el cerrojo. Plantó las manos heladas en el alféizar y se alzó con un gemido de esfuerzo. Un grito de dolor se le escapó cuando se le clavó un cristal en la rodilla. Pero incluso inmovilizada al reconocer con exasperación su propia estupidez, sintió que algo grande avanzaba hacia ella en la oscuridad de la cocina.
Cuando un par de fuertes manos la levantaron en el aire, gritó con tanta fuerza que le dolió la garganta. Entonces notó que golpeaba el suelo de cara y se quedó sin aliento por el impacto agitando las manos de terror al sentir un peso sofocante en la espalda.
Unos dedos fuertes le apresaron los brazos y la soltaron con la misma rapidez.
Un murmullo de insultos en italiano asaltó sus oídos al mismo tiempo que la rodilla que le inmovilizaba la espalda se apartaba y se encendía la luz fluorescente que había en el techo.
—Madre di Dio... ¡Podría haberte roto todos los huesos del cuerpo! —gruñó Peter con tono de
condena.
Tan conmocionada que fue incapaz de responder, Lali clavó sus enormes ojos negros en la alta
figura masculina como si fuera una aparición.
Con una maldición sorda, Peter se agachó y deslizó sus esbeltas manos morenas por sus brazos y piernas con delicadeza. Sus facciones, asombrosamente atractivas, se contrajeron al fijarse en la sangre a través de las mallas desgarradas. Terminó su examen antes de apartarse.
Lali seguía sin poder moverse. Cerró los ojos lentamente con la intención de volver a abrirlos para comprobar si aún se encontraba allí, pero el roce impersonal de las manos de Peter todavía flotaba como un beso de fuego en su piel helada impidiéndole todo pensamiento racional. Habían pasado cuatro años desde la última vez que lo había visto, desde aquella aciaga noche en que se había ido de su lado para irse con su prima Euguenia. La parálisis cedió y empezó a temblar de forma incontrolable con una mezcla de conmoción y horror ante su aparición.
—¿A qué diablos estabas jugando? —Peter se inclinó y la levantó en brazos como si no pesara
más que una pluma—. ¿Y qué estás haciendo aquí a estas horas de la noche?
Lali se mordió la lengua sintiendo el sabor agridulce de la sangre en la boca seca. El dolor la ayudó a controlar el nudo que tenía en la garganta y el ácido picor de los ojos. Pero no se parecía en nada al dolor que recordaba. Aquel había sido un dolor como el de un cuchillo emponzoñado clavado con una cruel puñalada, que le había enseñado que lo peor estaba aún por llegar, que la mente humana podía sufrir tanta agonía como el cuerpo.
Peter la estaba posando en una silla y, distraída, pensó en el excéntrico desagrado que le había producido a Freddy cualquier tipo de comodidad. Sin calefacción central, las ventanas abiertas de par en par en invierno, y ni una sola pieza de mobiliario aparte de las imprescindibles. Cuando había entrado en aquella casa por primera vez como la prometida de Peter para que le presentaran a su anciano tío abuelo, Freddy, Lali se había sentido como si hubiera retrocedido en el tiempo.
Escuchó un rasguido cuando Peter desgarró más la tela de la malla para echar un vistazo a su rodilla. Con un respingo, apretó la espalda contra el respaldo rígido y clavó la vista en la morena cabeza inclinada de Peter. La luz del techo producía en su pelo negro una iridiscencia como de seda negra.
—Te haré daño cuando te saque el cristal —le informó él sin rodeos levantándose con fluidez para
acercarse a la desnuda salita que comunicaba con la cocina.
Lali miró al vacío haciendo un esfuerzo por recuperar el control de nuevo. De su aristocrática madre inglesa, Peter había heredado aquella profunda reserva, el innato pragmatismo y aquella glacial autodisciplina. Pero la otra rama de sus antepasados era ardientemente italiana.
Bajo el hielo ardía el fuego, pero ella nunca había encendido aquel fuego ni experimentado el
ardor de sus llamas. Su corazón y su precioso cuerpo nunca habían ardido por ella como ella había ardido por él. Traición, rechazo y una insoportable humillación.., todo eso había sufrido en sus manos.

capitulo 1

Mientras la nieve se convertía en una cegadora neblina blanca, los limpiaparabrisas se esforzaban por mantener parte del cristal limpio. Por fin, la estrecha carretera serpenteante empezó a ascender. Lali cambió la marcha rogando por que las llantas se pegaran al suelo en la traicionera y deslizante carretera.
El empleado de la gasolinera la había advertido de que sería una locura internarse en la carretera del lago con aquella nevada, pero Lali nunca había hecho mucho caso a los consejos de nadie. Y su obcecada resolución de llegar hasta la aislada casa de Freddy estaba bastante enraizada en la culpabilidad. Su prometido, Benjamin, se había ofrecido a ir con ella como apoyo moral, pero ni así se había atrevido ella a enfrentarse a aquella prueba.
El pequeño coche se deslizó lentamente hacia atrás y Lali apretó los dientes e intentó avanzar de nuevo. Ya casi había llegado. La casa se erigía en lo alto de la colina que daba al lago. Ya habían pasado más de cuatro años, pero todavía recordaba la brumosa vista de las tierras de pastos que rodeaban al lago. La expresión se le endureció y apretó los dedos alrededor del volante. También recordaba la forma servil en que había intentado seguir a Peter fuera de la habitación cuando lo ha-bían llamado. Freddy  la había retenido mirándola casi con lástima al ver su cara de ansiedad.
— No lo persigas, querida. Sólo pondrías alas en sus pies. No puede atrapar a un pájaro salvaje y meterlo en una jaula.... Peter no es un animal domesticado. Todo esto es nuevo para él. No le presiones.
Pero ella no le había escuchado. No había visto, no había sido capaz de concentrarse en nada salvo en su desesperada necesidad de estar cerca de Peter. Y cuanto más se alejaba Peter, más presionaba ella sin saber entonces, ni siquiera sospechar, que el corazón de Peter nunca podría ser suyo. Lali llevaba ahora el anillo de otro hombre, pero el recuerdo todavía le atenazaba el estómago y le producía temblores en las piernas cansadas haciendo que apretara de forma involuntaria el pie que tenía en el acelerador.
Se le escapó un grito de miedo cuando el coche se deslizó hacia un lado con violencia y después se salió de forma forzada de la carretera. El corazón se le desbocó hasta que por fin el coche se detuvo con los focos iluminando una vasta extensión de agua oscura a pocos metros de distancia. Tragando con fuerza, intentó dar marcha atrás, pero los neumáticos giraron en el suelo resbaladizo y el coche se quedó donde estaba.
Por fin, se desabrochó el cinturón de seguridad y salió al frío azote del viento. Subiría la colina a pie. ¡Dios bendito, podría haberse matado! El coche podría haber seguido avanzando y el lago era muy profundo.
Agarró su bolso de mano temblando de forma convulsa mientras el viento le lanzaba nieve contra la cara y le lanzaba el pelo contra los ojos. Se levantó la capucha de su ligera cazadora y cerró el coche. Eran poco más de las ocho. El ama de llaves de Freddy ni siquiera la esperaba y ahora Lali tendría que pedirle una cama para pasar la noche.
«Estúpida, estúpida», se castigó a sí misma mientras empezaba a ascender por la colina. ¿Por qué había evitado acudir al funeral para después conducir todo el camino hasta Lake District sólo para recoger la antigua vasija que Freddy le había dejado y poner flores en su tumba? Su hermano, Vico, se había quedado asombrado cuando se había enterado de que no acudiría al funeral y lo que después le había confesado habla dejado a Lali cargada de irracional culpabilidad.
—¿La oportunidad perfecta.., y no la aprovechas?~ la había condenado Vico con incredulidad— . ¡Pero Peter estará allí! Podrías hablar con él entonces.
— No, ...Vico —había rogado su mujer, Cande, con los ojos empañados en lágrimas-. Ese no es el
problema de Lali. Es nuestro.
—¿Te sentirás así cuando nuestros hijos no tengan un techo donde dormir? —había preguntado Vico con el estrés de tantos meses reflejado en su delgada cara juvenil—. ¿Qué le costaría a Lali ceder un poco? Yo lo haría... pero ni siquiera me dejaría acercarme a él.
Ahora la nieve era más espesa y crujía bajo sus pies helados. Sin ganas de pensar en los problemas
económicos de su hermano, Lali se metió las manos congeladas en el bolsillo y empezó a subir la colina. La oscura silueta de la casa se recortaba justo donde desaparecía la carretera y se sintió débil de alivio al verla. No se veían luces. En una noche tan mala como aquella una anciana estaría caliente y metida en la cama sin duda.

La noche de bodas

Lali y Peter se habían separado. La ruptura alcanzó los titulares de los periódicos, pero nadie sabía por qué no se había consumado su matrimonio.
Lali se había jurado que nada la convencería de compartir la cama de Peter, pero sabía que su hermano le debía una fuerte cantidad de dinero... Lali le propuso un trato: se olvidaría de la deuda si Lali consentía en irse a vivir con él.
Entonces, Lali se encontró con un nuevo dilema: era la ex mujer de Peter y su amante... y pronto sería la madre de su hijo.

capitulo 56

-Entonces, vas a tener que vivir con la idea de que te he perdonado -insistió Lali haciendo un esfuerzo para no sonreír-. No nos conocíamos bien cuando concebimos a nuestro hijo y ése fue el verdadero problema. Había entre nosotros una atracción física fortísima, pero no nos conocíamos de nada.
Peter se quedó pensativo.
-No se me había ocurrido verlo desde esa perspectiva. Tienes razón. Hace falta tiempo para confiar en otra persona. Desde que te vi, un deseo muy fuerte se apoderó de mí, era como un fuego que quemaba mi sentido común y mi control. Te veía y estaba perdido. Intenté luchar contra él, pero el fuego me atrapó y dio al traste con mis buenas intenciones.
-Yo tampoco te ayudé cuando te mentí y te dije que no era virgen. Por favor, deja de actuar como si solamente uno de nosotros fuera responsable de lo que sucedió.
Peter asintió y Lali decidió que había llegado el momento de cambiar de tema y hablar del asunto que realmente tenía en la cabeza desde hacía un buen rato.
-El día de nuestra boda, me dijiste que no estabas enamorado de Paula... Peter la miró sorprendido.
-Así es.
-Sí, pero yo no te creí. En aquel momento, pensé que lo decías para hacerme feliz.
-Yo jamás te engañaría -le aseguró Peter con candor.
¡Así que era cierto, así que era verdad que no estaba enamorado de Paula!
-A lo mejor, no soné muy convincente cuando te hablé de ella, pero me daba mucha vergüenza no haber estado nunca enamorado a mi edad y...
-¿Nunca? -exclamó Lali sorprendida.
-Hasta que te conocí. Cuando te conocí, me di cuenta de que las emociones que tú despertabas en mí eran mucho más fuertes de lo que yo jamás había sentido por ella. Entonces, me di cuenta de que me había equivocado, de que había tomado la admiración por amor.
Lali lo agarró de las manos y se las apretó con fuerza.
-¿Eso qué quiere decir?
Peter la miró intensamente a los ojos.
-Quiere decir que creo que soñaba con Paula para no tener que enfrentarme a la realidad de que no quería casarme.
-Eso ya da igual, lo importante es que cuando me leíste en el desierto todos aquellos poemas maravillosos estabas siendo romántico.
-Por supuesto.
-Estabas siendo romántico porque querías ser romántico y no porque creyeras que era lo que tenías que hacer durante nuestra luna de miel.
Peter la miró confundido.
-¡He sido tan boba! Si me hubieras dicho que me querías, yo te habría dicho que te quería también -añadió Kirsten desabrochándole la corbata.
-¿Entonces solamente tengo que decirte que te quiero? -contestó Peter con la respiración entrecortada.
-Sí, y yo te digo que yo también te quiero, ¿Qué te parece? Te he querido desde la primera vez que te vi en aquella moto cuando casi te llevaste a Squeak por delante.
A continuación, mirándose a los ojos, Peter se dio cuenta de que Lali sonreía encantada y ella se dio cuenca de que Peter estaba exultante de felicidad.
-Yo creo que yo también me enamoré de ti en aquel mismo instante. De verdad que no entiendo cómo puedes quererme cuando he cometido tantos errores -se lamentó Peter.
-Te quiero y punto.
-Yo creía que te habías casado conmigo solamente porque te habías quedado embarazada.
-Yo también creía que tú te habías casado conmigo por lo mismo.
-Pero la primera vez que te lo pedí, en el castillo, todavía no estabas embarazada -le recordó él.
-No, pero entonces creí que lo hacías porque te sentías culpable.
Peter la abrazó con fuerza.
-Admito que me sentía culpable, pero aquella propuesta nació del amor y del deseo. Desgraciadamente, aquel día no entendí a mi propio corazón y, cuando te acusaron de robo, me dejé llevar y eso me alejó de ti. Si eso no hubiera ocurrido, al cabo de unos días me habría dado cuenta de que eras la mujer con la que quería pasar el resto de mi vida, pero te decepcioné...
-No insistas en eso -lo reprendió Lali poniéndole un dedo sobre los labios.
-Te quiero tanto -dijo Peter besándola.
Dieciocho meses después, Lali estaba en la habitación de Santino, que por fin se había quedado dormido.
Aquel día, los príncipes habían dado una gran fiesta para el personal de servicio y sus vecinos y todos lo habían pasado en grande. El rey Mariano, que últimamente iba mucho por el castillo escocés en el que vivían su hijo y su nuera, se había reído de lo lindo con los payasos que habían contratado para entretener a los más pequeños.
Incluso los mellizos, Juan y Alegra, que dormían apaciblemente en la habitación de al lado, había aguantado toda la fiesta.
Su llegada había sido una completa sorpresa y ahora los niños tenían dos meses y hacían las delicias de sus padres. Peter lo había pasado un poco mal durante el parto, pero pronto se había repuesto.
El último año y medio de casados había sido la gloria para Lali pues estaba segura de contar con el amor y la admiración de su marido y ahora ya no tenía que preocuparse constantemente por ser la esposa perfecta.
Su hermano Gaston había terminado el doctorado y estaba trabajando en un proyecto de conservación en el Golfo Pérsico, lo que le permitía ir a Dhemen a visitarla cuando quería.
Lo único que había empañado momentáneamente su felicidad había sido que no había podido hacer las paces con su padre. Alejo le había devuelto sin abrir todas las cartas que le había enviado y había muerto repentinamente de un infarto seis meses atrás.
Gaston y ella habían ido a su entierro con la conciencia bien tranquila porque habían intentado hacer las paces con su progenitor
Ahora, Lali disfrutaba y valoraba más que nunca del amor, la bondad y el apoyo que había encontrado en la familia de Peter.
-Tenemos dos niñeras y un montón de personal de servicio, pero, ¿por qué sabía yo que te iba a encontrar aquí? -sonrió Peter desde la puerta.
-Exactamente en el mismo lugar donde te encuentro yo a ti muchas veces —sonrió Lali-. ¿Se ha acostado ya tu padre? -añadió abrazándolo de la cintura y caminando a su lado hacia su dormitorio.
-Sí -contestó Peter-. Les he dicho a los payasos que tienen que volver para su cumpleaños porque hacía años que no veía reírse tanto mi padre. Muchas gracias -añadió mirándola con cariño-. A mi padre nunca le ha gustado viajar, pero tú le haces sentir tan a gusto en esta casa, que por eso viene tan a menudo.
-Me alegro.
-Me encanta estar casado contigo -sonrió Peter con voz ronca mientras la agarraba de la cintura.
-¿De verdad? -contestó Lali con una sonrisa provocadora y femenina.
-Me vuelves loco -le aseguró Peter acariciándole las caderas.
-Yo también te quiero mucho -contestó Lali pasándole los brazos por el cuello.
Peter se inclinó sobre ella y la besó y Lali se estremeció de deseo. A continuación, Peter le dijo lo feliz que era a su lado y cómo su vida no tendría sentido sin ella y sin los niños.
Lali lo escuchó mientras Squeak bostezaba sin parar pues ya había visto aquella escena muchas veces, así que se fue a dormir a su cesta, situada en la habitación de al lado.
Fin