Tuesday, May 26, 2015

capitulo 34

¿Cómo había podido ser tan ingenua como para creer que su príncipe iba a acudir en su rescate como en un cuento de hadas?
De repente, el mundo se le antojó a Lali un lugar lúgubre e incierto y la herida que Peter le había infligido era lo que más le dolía de todo.
Lali era consciente de de que no quería quedarse en su casa, así que decidió meter sus pertenencias en una pequeña maleta e irse a casa de Cande con Squeak porque no quería dejar al viejo perro atrás por miedo a que su padre la pagara con él.
Lali dejó la bandeja llena de platos sobre la mesa de la cocina.
-No hace falta que hagas eso -le dijo Nicolas con amabilidad-. Tú ocúpate de cobrar, no del trabajo duro.
Lali asintió y esperó a que su jefe se hubiera ido para masajearse las lumbares, que la estaban matando de dolor.
A la hora de la cena siempre había un montón de gente y el resto de las camareras no daban abasto, así que a ella le resultaba imposible quedarse sentada junto a la caja registradora sin echar una mano a sus compañeras.
Hacía ya más de siete meses que se había ido de casa dejando tras de sí solamente una nota explicativa.
Nicolas era el hermano de Cande y él y su mujer, Gimena, se habían portado de maravilla con ella y la habían ayudado mucho.
El fin de semana siguiente a que Lali se fuera a de casa, Nicolas y Gimena se habían presentado allí para recoger sus cosas y la habían llevado a Londres, donde le habían alquilado una habitación en su propia casa y Nicolas le había dado trabajo como camarera en la cafetería que tenía.
Al principio, se había sentido muy perdida en la ciudad y el ruido y la cantidad de gente la habían apabullado. A menudo, echaba de menos la naturaleza, las montañas, la paz y el silencio del valle. Eso la había empujado a explorar los parques londinenses acompañada por Squeak.
Una de las primeras cosas que había hecho aparte de trabajar había sido informarse sobre diversos cursos y pronto había decidido que quería formarse como profesora de música.
Para empezar, estaba yendo a clase dos veces por semana porque, a pesar de que sus conocimientos musicales eran suficientes, tenía que pasar un examen de otras asignaturas antes de poder colocarse como profesora.
La idea de pasar varios años estudiando y viviendo con poco dinero hubiera deprimido a otra persona, pero a ella la llenaba de orgullo porque había tenido el valor de intentarlo y de sacar de la vida mucho más de lo que su padre le hubiera permitido tener jamás.
El futuro se le antojaba prometedor, pero pronto sus sueños se vieron truncados.
Patsy, una de sus compañeras, se puso a rellenar botes de kétchup y, cuando Lali intentó ayudarla, la otra camarera le indicó que se sentara y se estuviera quietecita.
-Estás tan delgada que, si viniera una ráfaga de viento un poco fuerte, saldrías volando -dijo la mujer agarrándola del antebrazo para enfatizar su preocupación—. ¿Cómo andas de salud? ¿Cuándo ha sido la última vez que has ido al médico?
-Siempre he sido muy delgada -le aseguró Lali sin querer contestar a su pregunta porque se había quedado dormida y no había ido a la última cita-. No te preocupes tanto por mí. No hace falta, de verdad.
-No lo puedo evitar. No tienes fuerzas ni para levantar una cucharilla y el bebé nacerá dentro de unas semanas -suspiró Patsy.
-Estoy bien -insistió Lali.
A continuación, se giró para atender a un cliente y se golpeó con la tripa en la mesa. Todavía no se había acostumbrado a su nuevo cuerpo y, a veces, cuando se miraba en algún escaparate por la calle, no se reconocía.

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