capitulo 66

-Soy Gaston Dalmau -dijo el joven-. Me preguntaba si podría ver a Lali.
Peter se quedó helado y sin habla un instante. Era su peor pesadilla hecha realidad en el peor momento. El hijo del pescador, el único amor de Lali, del que su padre la había obligado a separarse. No puedo evitar que su rostro reflejara su reacción.
-Veo que reconoce mi nombre -Gaston mantuvo el tipo, pero parecía muy joven y lleno de aprensión.
Lali se había quedado en el salón mientras Gimena salía al mirador con sus amigas. La puerta se abrió y alzó los ojos. Cuando vio a Gaston, pensó que sus ojos la engañaban; se puso en pie. Su atención se centró en los rasgos tensos del joven, al que conocía desde su infancia, y no vio a Peter entrar tras él.
-Eres tú...
-Sí -farfulló Gaston, tan emocionado como ella.
-¿Dónde has estado? -susurró Lali, con los ojos llenos de lágrimas pero resplandeciente de felicidad.
-En Kosovo, con un equipo de auxilio médico. Me enteré de que te había casado cuando vine a casa de permiso.
Gimena, entrando al salón desde el mirador, reconoció al inesperado visitante y su rostro no ocultó su sorpresa y desaprobación. Lanzó una mirada a Peter y se acercó a su lado.
-¿Qué hace el chico de los
Dalmau aquí? -susurró.
-Quería ver a Lali.
-¿Y tú lo has permitido? -Gimena miró al marido de su sobrina como si se hubiera vuelto loco.
El sentido del honor de Peter había triunfado sobre sus instintos más primarios. Imaginaba el valor que había necesitado Gaston para atreverse a ir al hogar de los Esposito, y lo respetaba por ello, aunque hubiera preferido
Verlo en el infierno. Pero lo que estaba contemplando no recompensaba su generosidad: era un castigo y una tortura. Nunca había visto a Lali tan relajada y natural con una persona que no fuera él mismo; había pasado de las lágrimas a la risa y conversaba intensamente con su anti-guo novio. Peter, con los puños cerrados, era consciente de que Lali ni siquiera había advertido su presencia.
Lali invitó a Gaston a sentarse y, entonces, vio a Peter en el umbral. Una simple ojeada a su rostro hizo que el corazón le diera un vuelco, pero al ver su expresión adusta contuvo la sonrisa de alivio y bienve-nida que estaba a punto de esboza.
-Peter... -dijo, preguntándose cuánto tiempo llevaba observándola hablar con Gaston y sintiéndose in-cómoda.
-Estoy seguro de que el doctor Dalmau y tú tenéis mucho de qué hablar. Te veré en la cena -dijo Peter y salió de la habitación.
-Vamos a dar un paseo -sugirió Lali después de que Gaston y su tía se saludaran, deseando hablar con él en privado.
Cruzaron los jardines y fueron hacia la playa, pues Gaston no podía quedarse mucho tiempo en la isla. Con su independencia habitual, había rechazado la oferta de regresar en el helicóptero de los Esposito, y no quena perder el ferry, que solo paraba un par de horas en la isla, para descargar suministros.
-¿Fue decisión tuya casarte con Peter Lanzani? -preguntó Gaston cuando caminaban por el paseo que desembocaba en el puerto-. Por eso queria verte. Temía que tu padre te hubiera obligado a casarte.
-Quiero a Peter -respondió Lali sencillamente.
-Me alegro por ti -Gaston sonrió-. ¡Ya he notado que él te quiere con locura!
-¿De veras? -a Lali le hizo gracia la seguridad y convicción de la voz de su amigo.
-En cuanto Peter comprendió quién era, me consideró una amenaza. No quería dejar que te viera, pero es un hombre decente. ¿Qué le has contado de nosotros para que reaccionara así? Nunca estuviste enamorada de mí -le recordó Gaston con una sonrisa sobria-. Como mucho, fuimos buenos amigos. Es curioso, a veces, aunque uno no lo crea así en el momento, ciertas cosas son para bien.
Pablo, a espaldas de su padre, había ayudado a la familia Dalmau a establecerse en el continente, pero Gaston admitió que a sus padres les gustaría volver a la isla. Lali le aseguró que serían bien recibidos y que haría que airearan y pintaran su antigua casa, que llevaba cerrada desde que tuvieron que huir apresuradamente. Observó a Gaston partir en el ferry y volvió a casa paseando lentamente, sumida en sus pensamientos.
Sabía que tenía que dejar de esconderse tras su orgullo cuando hablara con Peter. En realidad no había hecho ningún esfuerzo real por solventar el daño que la revelación de Gimena había hecho a su matrimonio. Decirle a Peter que lo esperaría despierta hacía una semana, no tenía
ningún mérito. Reconoció, aver-gonzada, que no había sido más que una invitación a compartir su cama, a disimular las grietas de su relación con sexo. Había sido una actitud superficial, y no podía culparlo por haber reaccionado con desdén. Peter, deseando que hubiera unos prismáticos que permitieran ver el puerto a traves de las colinas, iba por su tercera copa de coñac diviso la diminuta figura de Lali. Dio un salto de alegria. La habia visto partir con Gaston, sin tener idea de adonde iban, y la espera había sido un infierno. Se la había imaginado subiendo al barco con él, dispuesta a cumplir un sueño idílico. Dejarla partir había sido lo más difícil que había hecho en su vida. Aunque lo había hecho por ella, en el momento en que desapareció de su vida, había empezado a parecerle una locura y una estupidez.
-Has venido a casa... -dijo, cruzando el enorme porche para recibirla. Lali sin entender el comentario, miró sus ojos esmeralda y perdió toda capacidad de pensar. Tuvo que hacer un esfuerzo consciente para no lanzarse a sus brazos-. ¿Vas a quedarte? -preguntó Peter con voz ronca. Lali asintió en silencio, incapaz de plantearse el por qué de esa
pregunta. Él acarició su mejilla con ter-nura, y luego enredó los dedos en su cabello. Lali se quedó sin aliento. Súbitamente, Peter la atrajo hacia sí y la besó en la boca con hambre y pasión desbordada.
Toda la incertidumbre de la última semana se liberó en el curso de ese beso salvaje. Alzándola en brazos, la llevó al dormitorio. Sin dejar que recuperara el aliento, Peter se
arrancó la corbata y se quitó la cha-queta, intentando hacer demasiadas cosas al mismo tiempo, pero sin dejar de besarla con fervor.
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