Friday, May 29, 2015

capitulo 10

Por un instante su mente peleó contra su cuerpo diciéndole que no... que no era correcto, que no estaba permitido... y sin embargo sus dedos se clavaron en la cálida piel morena, tocando, casi apretando en un movimiento de negación pero sin llegar a realizarlo. Y en cuanto lo hizo supo que estaba perdida. Para Lali, el tiempo se había detenido.
Peter deslizó un largo brazo bajo ella y la atrajo hacia él para dejar que su lengua se enterrara más entre sus labios con apasionada demanda.. Un gemido convulso se escapó de los labios de ella mientras él le hacía el amor a su boca. Ella se apretó contra él con el pulso retumbando en sus oídos.
—No hay comparación, ¿verdad querida?
La ronca y casi helada carcajada le produjo un escalofrío pero todo lo que supo fue que era una gloria estar en sus brazos. Sus dedos temblorosos se enterraron en la lujuriosa seda de su pelo negro en la base del cuello.
—¿Peter? —murmuré luchando por recuperar la razón.
La masculina mano se deslizó por la curva de su seno que sólo estaba contenido por el fino algodón. Lali cerró los ojos con fuerza cuando sus pezones se erizaron como duras crestas quitándole el aliento y la voz al mismo tiempo. Poseyendo su boca con renovada ansia, Peter enterró los dedos en el ancho escote de la camiseta y tiré de ella hacia abajo.
Mientras sus manos firmes abarcaban sus inflamados senos, Lali se sintió consumida por una exquisita agonía. Sus dedos flotaron sobre sus pezones erizados haciéndola tensarse hacia él con un gemido de miedo ante el poder de aquella sensación. Su boca siguió la fina columna arqueada de su cuello dejando un rastro ardiente de besos en su carne trémula antes de capturar una sensible cresta rosada con áspera resolución
Lali gimió mientras clavaba los dedos en sus hombros.
Su lengua giró y jugueteé con erótica experiencia antes de meterse la inflamada punta entre los dientes chupando con ardor mientras ella se retorcía y gemía desbordada por la sensualidad y el horror. Un fuego líquido ardió y se derramó de forma insoportable entre sus piernas temblorosas. Cuando Peter movió su atlético cuerpo para saborear el otro pezón, le entreabrió las piernas con la rodilla y con delicadeza la apretó contra el colchón.
—Dios..., tienes el cuerpo más exquisito y sexy... —entonó con voz espesa deslizando las manos
con aprecio bajo la generosa curva de sus caderas antes de sumergirse de nuevo en sus labios.
Cuando los largos dedos se introdujeron entre la húmeda mata de rizos castaños que guardaban el vértice de entre sus piernas, Lali se puso rígida y lanzó un gemido cuando él encontró su lugar más secreto. Salvajemente fuera de control desde ese momento en adelante, Lali se retorció con impotencia en una cascada de pasión, atormentada por las sensaciones y jadeante entre cegadoras oleadas de creciente éxtasis.
Peter la apretó cuando ya se encontraba en la cresta del placer. Durante un segundo, él pareció vacilar y ella abrió los ojos captando la desnuda satisfacción marcada en sus oscuras facciones antes de abrirle las piernas y penetrarla con una sola sacudida. El dolor y el placer se mezclaron en el grito amargo y dulce que provocó aquella poderosa invasión antes de que él lo ahogara con su boca de nuevo en una tormentosa posesión.
Era salvaje; no se parecía a nada que ella hubiera imaginado siquiera. Una pasión desbordante la sacudió ahogando aquella punzada de dolor. Deseaba, necesitaba, ansiaba cada urgente movimiento de su duro y caliente cuerpo sobre el de ella. Lali estaba volando hasta el sol con cada fibra de su ser, quemándose de desesperada necesidad. Peter se sumergió en ella más y más aprisa, arrastrándola cada vez más arriba hasta que el fiero ardor y la aún más fiera necesidad colisionaron dentro de ella en una estremecedora descarga de alivio.
El universo seguía dando vueltas cuando Lali abrió los ojos de nuevo. Una bruma de desconocido placer sensual la mantenía paralizada por completo. Los brazos de Peter seguían apretados alrededor de ella. El alzó la rizada cabeza morena y bajó la vista hacia ella sin mover un músculo de su morena cara impenetrable.
—Gracias —dijo sin ninguna expresión—. Has sido todo lo que yo esperaba que fueras.

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