Sunday, May 24, 2015

capitulo 21

SI hubiera podido, Lali no habría ido a trabajar a la mañana siguiente, pues tenía el pómulo amoratado e hinchado y estaba segura de que alguien le iba a preguntar qué le había ocurrido.
También estaba segura de que, si no quería denunciar a su padre a la policía, iba a tener que mentir.
Si en el momento del impacto no hubiera girado la cabeza, lo más seguro sería que tuviera también la nariz rota.
El hecho de que su padre se hubiera atrevido a pegarle una vez quería decir, sin ningún género de duda, que podría volverlo a hacer.
Lali sintió que se le formaba una bola de angustia en la boca del estómago al recordar la furia de su padre y lo poco que le había importado hacerle daño, algo que aparentemente no le había hecho sentirse en absoluto avergonzado.
Al oír gritar a Lali, Mercedes había bajado las escaleras a toda velocidad y se había quedado de piedra al ver la escena, pero al cabo de una hora ya le estaba echando la culpa a la visita de Bruno Judd y justificando la violencia de su marido.
Lali sentía los ojos hinchados y doloridos por las lágrimas que había derramado en silencio la noche anterior porque, aunque su padre nunca había sido un hombre de carácter fácil, tampoco se había mostrado nunca tan violento.
Obviamente, Cande tenía razón en pensar que era imposible que Lali consiguiera irse de casa con la aprobación de su padre y, sin embargo, ahora más que nunca necesitaba salir de allí, así que no le iba a quedar más remedio que irse en secreto. Para colmo, apenas tenía dinero y lo único que se le ocurría era hacer horas extras.
-Madre mía, pero, ¿qué te ha pasado en la cara? -le preguntó Rocio en cuanto la vio aparecer.
-Nada, que ayer me tropecé y me di con el borde de una mesa -contestó Lali encogiéndose de hombros-. Menos mal que no me he roto nada.
-Pues sí, menos mal -dijo la aristócrata mirándola sin rastro de sospecha-. Pobrecilla. Hoy solamente voy a necesitarte una hora, así que, cuando hayas terminado de limpiar y de organizar mi habitación, puedes incorporarte a tus ocupaciones normales.
Lali se sintió profundamente decepcionada y resentida porque, de nuevo, otro día en el que no le iban a permitir ayudar a organizar la fiesta. Era obvio que la aristócrata había preferido tomarla como doncella personal, algo que desagradaba profundamente a Lali.
Peter se quedó mirando la carta que había recibido aquella mañana de un primo suyo y apretó las mandíbulas. A continuación, se rió con amargura, hizo una bola con el papel y lo tiró a la papelera.
Aquello, desde luego, era la guinda del pastel.
Acababa de enterarse de que Paula, la única mujer a la que había amado, se acababa de casar con otro hombre.
¡Y él sin saber siquiera que estuviera prometida!
Debido a la reciente muerte de un pariente, la boda de Paula había sido pequeña y familiar y se había llevado a cabo a toda velocidad para que la pareja pudiera irse cuanto antes a Londres, donde el novio trabajaba como cirujano.

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