capitulo 61

Lali, cuyo semblante reflejaba su sorpresa claramente, apartó las manos bruscamente.
-Papá se esta muriendo... tú lo sabías ¿y me lo ocultaste?
-Tu padre no quería que ni tú ni tu tía lo supierais. Iban a operarlo dentro de unas semanas. Ahora eso ha dejado de ser una opción -admitió Peter mientras Lali seguía mirándolo con ojos dolidos y acusadores-. Creí, igual que Alejo, que el punto crítico
tardaría en llegar.
-El punto crítico... -Lali se apartó de él temblorosa. Su padre tenía mala cara cuando había regresado de su último viaje, pero que ella lo había achacado a un exceso de trabajo. ¿Cómo podía no haberse dado cuenta? ¿Cómo podía Peter no haberla prevenido?
-Pensé que aún tenía mucho tiempo para prepararte -se disculpó Peter con remordimiento.
-¿Y tú eres el hombre que se atrevió a decirme que no estaba a la altura de tus estándares de honradez? -exclamó Lali indignada. Tenía remordimientos porque había estado tan absorta en sus propios problemas que no se había fijado en el declive de su padre; incluso había planeado dejar a la familia Esposito lo que hubiera supuesto una deshonra pública para su padre.
-No quería faltar a la promesa que le hice -explicó Peter, acompañando su declaración con un elocuente movimiento de las manos.
-¡Hasta mi padre tiene más derechos en este matrimonio que yo misma! -le echó en cara Lali, salién-dose pro la tangente-. Pones tu compromiso con él por encima de tu lealtad hacia mí. ¡Esto es un tema de familia, y tú no eres un Esposito!
Lali, temblando como una hoja, se derrumbó sobre el asiento. No se atrevía a mirarlo, porque sabía que estaba siendo injusta. Él sabía perfectamente cómo había sido su vida familiar. Pero, por primera vez en mu-chos años, Lali comprendió que no podía evitar querer a su padre y que se consideraba griega y miembro de los Esposito, porque allí estaban, y estarían para siempre, sus primeros recuerdos y sus raíces. La había alegrado mucho encontrar a su melliza, Marianela, pero se había sentido muy distante cuando hablaron sobre sus padres naturales: no podía olvidar ni dar de lado a veintitrés años de vida.
-Estarás en Lexos esta noche -le aseguró Peter.
-A papá no le gusta que estén encima de él -Lali tragó saliva-. Entiendo por qué te pidió que no nos dijeras nada a Gimena ni a mí. No es culpa tuya.
Era de madrugada cuando Lali salió del dormitorio de su padre, que estaba controlado por el personal mé-dico. Su padre estaba tan enfermo que no había percibido su presencia

durante las horas que había pasado a su lado. Para Lali había sido terrible ver tan débil a un hombre que siempre había dominado todo lo que lo rodeaba. Él médico le había confirmado que no habría ninguna mejoría: había sufrido un ataque al corazón de
Consciente de que no era una buena hora para ir a hablar con su tía, que estaba tan destrozada que ni si-quiera había hablado con ellos, Lali volvió a su suite.
Hacía muchas horas que no veía a Peter porque los abogados y ejecutivos lo esperaban con ansiedad. Peter estaba a cargo oficialmente del imperio Esposito Y lali era muy consciente del inconmensurable esfuerzo y tiempo que eso exigiría de él.
Entró a su sala y la sorprendió ver el balcón abierto. Se le aceleró el corazón al ver allí a Peter, con la camisa medio desabrochada.
-Imaginé que seguías trabajando...
-Tengo que volver al trabajo en muy pocas horas, ágape mou -Peter abrió los abrazos para acogerla y ella, con los ojos llenos de lágrimas, aceptó su cálida y reconfortante bienvenida.
-¿Cómo iba a irme a la cama sin admirar antes tu colección de ositos a la luz de la luna? -comentó Peter, mirando de reojo la habitación en la que los osos ocupaban cada hueco libre.Lali dejó escapar una risita. A veces lo quería tanto que casi le dolía estar tan cerca de él. Se estrechó contra él, absorbiendo energía de la calidez y fuerza de su cuerpo musculoso, aspirando el aroma masculino y especial de su piel.
-Pablo pensaba encargar vitrinas para todos ellos...
-Un hermano muy indulgente.
-Me gustan los osos, pero -Lali lo miró atribulada-, era Pablo quien estaba loco por ellos.
-¿Pablo? -Peter frunció el entrecejo.
-Era homosexual -murmuró Lali con un suspiro. Peter la miró con sorpresa-. Otro secreto de los Esposito que muy pocos conocen -admitió ella.
-¿Lo sabía Alejo?
-Claro que no. Papá siempre estaba diciéndole a Pablo que debía
casarse -el pálido y perfecto triángulo de su rostro se ensombreció-. Durante los últimos meses de su vida Pablo se sintió acosado, pero no fue capaz de decirle la verdad a papá.
-Imagino el reto que hubiera supuesto hacerlo.
-De maneras distintas -musitó Lali con voz trémula—, tanto yo como Pablo fuimos una gran decepción para mi padre... y ahora que lo veo tan...
-Shhh -Peter afirmó su abrazo-. Perder a alguien siempre hace que afloren los remordimientos, pero lo hecho, hecho está. Si hubiera aceptado eso, me habría sobrepuesto antes a la muerte de Candela. Pero en vez de hacerlo, me culpé por lo que le ocurrió.
-Pero, ¿por qué? -preguntó Lali sin entenderlo. Peter se apoyó en la balaustrada del balcón, con expresión pensativa.
-Candela y yo nos peleamos el día en que murió -su expresiva boca se tensó-. Quería que fijara una fecha para ía boda y yo me negué. Habíamos tenido la misma discusión varias veces. Pero esa noche estábamos en una casa en Corfú, junto a la playa.
-¿Por qué no fijaste una fecha? -Lali estudió su rostro con interés.
-Durante una de nuestras separaciones, tuvo una aventura -Peter se apartó el pelo de la frente y encogió un hombro-. Aunque quería estar con ella, no podía olvidarlo. Nuestros invitados de Corfú eran amigos suyos. Les gustaba beber y estar de fiesta la mayor parte del día y a mí me aburría. Los dejé y me fui a trabajar a otra habitación. No volví a verla viva.
Lali le tocó el brazo con un movimiento incierto; necesitaba
expresar su condolencia, pero no sabía cómo hacerlo con palabras.