Tuesday, May 19, 2015

capitulo 45

Peter contempló a Lali salir del probador.
-¿Qué tal? -radiante, con un vestido negro   que complementaba perfectamente con sus ojos y su cabello rubio platino, Lali giró en redondo.
Peter buscó algún fallo, pero el vestido no era demasiado apretado ni demasiado corto, y solo dejaba al descubierto sus torneados brazos. Aún le parecía demasiado llamativa. París era una ciudad cosmopolita, pero fueran donde fueran todos los miraban. Lali tenía la confianza y elegancia natural que los parisinos admiraban pero, sobre todo, contaba con una excepcional belleza clásica, nada habitual.
-Este tiene que gustarte -insistió Lali con una sonrisa traviesa-. ¿Se puede saber qué te pasa?
Peter no lo sabía. No entendía por qué siempre quería verla tapada,
no era un hombre posesivo. Candela siempre había llevado ropa escandalosa y, aparte de que lo irritara su ansia constante de atención, eso nunca le había molestado. Pero Lali solo tenía que ofrecerle al chófer un atisbo de muslo cuando bajaba de la  limosína y se ponía tenso. Ella no era consciente de su belleza. Pero antes o después descubriría su poder, y Peter no quería que ocurriese cuando él no estuviera presente.
-¿Estás aburrido? -Lali hizo un mohín y se acercó.
-No. me encantan los desfiles... pero los prefiero en privado -confesó Peter, bajando el tono de la voz sus ojos, hechizada por sus atractivos rasgos. 'Se deleitó con ese aroma masculino que le resultaba tan fa-miliar. Tres semanas junto a Peter apenas habían mellado el júbilo que le producía verlo, y no la habían saciado en absoluto. La había
encantado que enviara a su equipo de guardaespaldas de vuelta a Grecia, sustituyéndolos por hombres que la trataban con respeto. De hecho, cuanto más tiempo pasaba con él, más se maravillaba de lo perfecta que era su unión.
Pero todos esos día y noches, Lali había sentido cada vez más el peso de su conciencia. Se preguntaba cómo se sentiría Peter si alguna vez descubría por qué se había casado con él. Si se enteraba de que había planeado huir desde el principio, se destruiría toda la confianza, respeto y afecto que sintiera por ella. Ningún hombre se merecía que una mujer lo utilizara para escapar de un hogar infeliz. Sintió un escalofrío de aprensión, al imaginarse lo que ocurriría si Peter descubría su bajeza.
Se esforzó por borrar esa idea de su mente y pensó en la maravillosa luna de miel que habían compartido. Peter había estudiado en Inglaterra, pero después cursó estudios universitarios en la Sorbona. Hablaba francés perfectamente y le había ofrecido una perspectiva muy real de la ciudad que amaba. Había permitido que ella le arrastrara al Museo Marmottan para ver las pinturas de Monet y, una semana después, la había deleitado con un viaje sorpresa a la casa de Monet, en Giverny. Le había encantado la casa rosada con contra-ventanas verdes, y los fantásticos jardines y estanques que el artista había creado como inspiración para su propia pintura.
Pero las imágenes que recordaría siempre eran más íntimas: empaparse de arriba abajo por los impredeci-bles chorros de agua del Parque Citroen y que Peter la besara a pesar de que
tenía aspecto de rata ahogada; pasear de la mano por la orilla del Sera mientras Peter le explicaba que nunca había sido romántico y, de repente, interrumpía su discurso para decirle que cuando la brisa le alborotaba el pelo parecía una don-cella salida de la leyenda del rey Arturo; mirar a los niños jugar con sus barcos en los jardines Luxemburgo y que Peter la rodeara con su brazos y gruñera «No sé que estás haciendo conmigo, pero por primera vez en mi vida me veo deseando tener un hijo con una mujer».

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