Friday, May 22, 2015

capitulo 4

-Desde luego, a pesar de todos los rezos y las plegarias, no dudó en cortejar a otra mujer muy poco después de que tu madre muriera. La gente dice que le gusta que le tengan bien atendida la casa -rió la casta ña-. Menudo doble rasero. ¡El puede hacer lo que quiera, pero a ti no te va a consentir que te vayas de casa porque trabajas y llevas tu sueldo y todos por aquí sabemos lo avaro que es Alejo Esposito!
Lali tuvo que hacer un gran esfuerzo para no hacer una mueca de disgusto al enterarse de de que la austeridad de su padre era de dominio público.
Las francas opiniones de Cande y su poco tacto eran causa habitual de fricción con otros miembros del servicio, pero Lali se lo perdonaba porque sabía que en el fondo tenía buen corazón.
-Cande...
-Sabes que tengo razón. Me he enterado de un par de cosas de tu casa y la verdad es que me parece terrible.
-Yo nunca hablo de mi vida familiar -objetó Lali.
Cande puso los ojos en blanco.
-Me apuesto el cuello a que tú cocinas y limpias la casa, y así es imposible que Mercedes quiera que te vayas. Lali, tienes veintidós años y ya es hora de que comprendas que la única manera de librarte de todo eso y de tener una vida propia es que salgas corriendo de aquí a toda velocidad.
-Ya lo veremos -contestó Lali.
Lali era consciente de que necesitaría mucho dinero para poder independizarse, y huir de casa de su padre le parecía una cobardía. Además, hacerlo sólo la llevaría a la pobreza más terrible y ella quería alquilar una casa decente y tener un buen futuro.
Lali se dijo por enésima vez que lo que tenía que hacer era tener paciencia. Hacía solamente un mes y medio que había comenzado a trabajar y, dado que su padre se quedaba con la mayor parte de su sueldo para mantenerla, iba a tardar todavía unos meses en poder ahorrar algo para irse.
Tenía que aguantar. Su trabajo, aunque era muy humilde, era muy preciado para ella. A Lali le encantaba trabajar rodeada del esplendor medieval del castillo, cuyos magníficos alrededores eran una fuente de fascinación sin fin para ella.
Ir a su lugar de trabajo todas las mañanas en bicicleta le daba un sentimiento de libertad que hacía mucho tiempo que le había sido negado y el poder mezclarse con otras personas también le agradaba sobremanera, pero también era consciente de que no quería pasarse toda la vida limpiando, y de que para poder acceder a algo mejor necesitaba cualificación y estudios.
Sin embargo, la idea de tener que enfrentarse abiertamente a las rígidas normas de su padre le daba miedo, ya que desde pequeña había sido educada en la obediencia más ciega hacia él, que era un hombre frío y distante, de carácter violento e intimidatorio. Julia Esposito había enfermado cuando ella tenía trece años y Lali la había cuidado desde entonces porque su padre había dicho que aquello eran «cosas de mujeres».
Lali se había visto a tan tierna edad con una gran responsabilidad. Aunque tenía un hermano, Gaston, cuidar de su madre había sido sólo tarea de ella porque él ya tenía bastante con ocuparse de la granja en la que vivían.
Así había sido cómo Lali, que siempre había sido la mejor estudiante de su clase, había comenzado a faltar al colegio y sus notas habían comenzado a empeorar paulatinamente.
Su hermano había terminado por discutir con su padre por la falta de libertad que imponía en su hogar y, al final, se había ido de casa.

4 comments: