capitulo 16

Lali tuvo que hacer un gran esfuerzo para disimular su sorpresa porque Peter no estaba flirteando con ella y ella se moría por que lo hiciera.
Tragando saliva, aceptó la tarjeta, se la guardó y volvió a su trabajo.
Aquella misma semana, volvía a casa una tarde en bicicleta cuando su rueda trasera pinchó.
Lo peor era que no llevaba bomba ni parches para arreglarla y estaba lloviendo.
A pesar de que intentó remolcar la bicicleta a toda velocidad, pronto se encontró calada hasta los huesos, así que, cuando un gran coche paró a su lado, se asustó porque no lo había visto.
-Hola, te llevo a casa -dijo Peter bajando la ventanilla.
A Lali le hubiera gustado negarse, pero resultó completamente imposible porque el conductor, siguiendo las instrucciones de Peter, estaba metiendo la bicicleta en el maletero.
-De verdad... no hacía falta que pararas. Podría haber ido andando perfectamente...
estoy calada y te voy a poner el coche perdido... -balbuceó Lali entrando en la limusina.
Sin embargo, al percatarse de que Peter no viajaba solo, calló inmediatamente y se sonrojó de pies a cabeza.
-Rocio -se presentó la elegante mujer que iba sentada junto a él-, ¿Con quién tengo el gusto de hablar?
-Lali Esposito -contestó Lali tímidamente.
Sabía perfectamente quién era aquella mujer, sabía perfectamente que su familia había construido el castillo de Strathcraig y había vivido en él durante unos doscientos años, pero que desgraciadamente el padre de Rocio se había visto forzado a vender la propiedad para pagar sus deudas, lo que había provocado que se fueran a vivir a Londres cuando ella era niña.
-Estás empapada -intervino Peter-. Toma -añadió entregándole un pañuelo blanco.
Lali se apartó un mechón de pelo mojado de la cara y se secó el rostro con el pañuelo. Mientras lo hacía, miró a Peter y, cuando sus miradas se encontraron, sintió que se le aceleraba el corazón.
-Gracias.
-De nada -murmuró Peter educadamente.
Lali sonrió encantada y Rocio carraspeó, lo que la hizo dejar de mirar a Peter. Al darse cuenta de que la otra mujer la había pillado mirándolo, se avergonzó y bajó la cabeza.
-El príncipe Peter me ha dicho que trabajas como limpiadora del castillo -remarcó lady Rocio-. Pareces una joven muy capaz. ¿No crees que podrías tener otro tipo de trabajo?
-Sí, eso espero, algún día... éste es mi primer trabajo -contestó Lali mirando por la ventanilla.
No quería que la llevaran hasta la puerta de su casa porque no quería ni imaginarse cómo se pondría su padre si se enterara de que había aceptado que alguien la llevara en coche.
-¡Se me acaba de ocurrir una idea estupenda! -exclamó lady Rocio-, ¿Por qué no me ayudas a organizar la fiesta que vamos a dar en el castillo?
-¿Yo? -exclamó Lali sorprendida.
-¿Por qué no? Me podrías ayudar a hacer algunos recados y a escribir las invitaciones a mano.
-Me encantaría -contestó Lali encantada ante la idea de hacer otra cosa que no fuera limpiar.
Lady Rocio sonrió.