Thursday, May 21, 2015

capitulo 64

-¿Vas a venir pronto a la cama? -preguntó con una voz que denotaba su tensión. Peter alzó los ojos, echó hacia atrás la silla y se puso en pie.
-Lo dudo. Los abogados de tu padre quieren leer su testamento mañana y necesitan estos datos.
-¿No puede hacerlo otra persona?
-Me temo que no. Sin ánimo de ofender -murmuró Peter-, la mayoría de los ejecutivos del imperio Esposito no serían capaces de atarse los cordones sin recibir una orden directa.
-A papá le gustaba tener el control -Lali se sonrojó.
- Si, pero eso significa que de momento no cuento con una infraestructura en la que apoyarme –Señalo Peter con calma.
Lali notó que utilizaba el mismo tono cortes y razonable que el día anterior. No había vuelto a hablarle con calidez e intimidad. Sintió en los ojos el escozor de las lágrimas sin derramar.
-¿Vas a perdonarme alguna
vez?
-¿Qué hay que perdonar? -preguntó él, cruzando la mirada con ella un segundo-. Tengo una idea bastante clara de cómo era tu vida. Te sentías impotente y elegiste el único medio a tu disposición para cambiar eso...
-Pero, ¿qué precio tiene eso para nosotros ahora? -interrumpió Lali, más preocupada que aliviada por su concesión-. Me estás diciendo que entiendes por qué hice lo que hice, pero eso no es lo que te he preguntado.
-He dicho que no había nada que perdonar -le recordó Peter-. Tu
decisión fue racional y, en tu caso, puede que hubiera hecho lo mismo. La ética no sirve de nada cuando entra en juego la supervivencia.
-Me atrajiste desde el principio, pero luché contra ello -dijo Lali, estaba tan nerviosa que le temblaban las piernas-. No podía permitirme confiar en ti... No podía permitirme pensar en lo que te estaba ha-ciendo...
-Creo que no hay necesidad de hablar de esto.
Ella miró su tenso mentón, en el que se percibía la sombra azulada de un principio de barba, y estuvo a punto de echarse a llorar. Había herido su orgullo, destrozado su confianza en ella y arruinado su matrimonio pero él estaba allí de pie, evitando el tema con decisión.
-Pero hay una cosa que sí debería mencionar... -continuó Peter con tono frío y calculador-. Me equivoqué al pedirte que pusieras tus bienes en fideicomiso para nuestros hijos. No tenía ningún derecho a exigir un sacrificio como ese, ahora me parece bastante ridiculo.
-No, no era ridículo -interrumpió Lali con voz entrecortada, dispuesta a entregarlo todo en ese mismo momento si así podía salvar el abismo que se había abierto entre ellos.
-Claro que lo era -Peter le dirigió una sonrisa burlona y cansada-. Mañana te convertirás en una de las mujeres más ricas del mundo.
-Todo lo mío es tuyo -protestó Lali desesperada.
-Firmé un acuerdo para ocuparme del imperio Espostio y
beneficiarme solo a través de mi asociación con tu padre. Ahora que él ya no está, no aceptaré nada que sea tuyo -declaró Peter con dignidad.
-Si eso va a convertirse en otra barrera entre nosotros, ¡lo regalaré todo! -amenazó Lali.
-Tienes un deber de compromiso y responsabilidad con miles de empleados -silabeó Peter con censura-. Si el imperio Esposito se divide y otras empresas lo absorbe, habrá muchos despidos -Lali lo miró desolada y él añadió-. Además, creo que también deberías tener en cuenta que ser pobre supondría un gran reto para ti.
Lali percibió el tono ligeramente divertido de su voz y comprendió que lo que había dicho, sin pensarlo, era una tontería. Como era el primer atisbo de humor que veía en él, decidió aprovecharlo.
-Te esperaré despierta -dijo, retrocediendo hacia la puerta-. Y, por cierto, esas fotos tuyas no estaban en «mi» armario, pero ¡las miraba a escondidas!
Al oír esa referencia a sus amargas palabras, Peter se puso rígido. Sus ojos la miraron con un destello de la airada desazón que había intentado ocultarle, pero, involuntariamente, se detuvieron en el cabello suelto y las curvas femeninas que realzaba la seda. Cuando sus ojos se encontraron, ella percibió una corriente de excitación casi eléctrica. Sonó el teléfono, él se volvió para contestar y el momento se perdió.
Lali volvió a la cama con el corazón golpeteándole en el pecho. Aún la deseaba y ella estaba dispuesta a aprovechar esa debilidad. Quizá debería haberse tumbado
encima de la mesa y ofrecerse a él. O quizá debería haberle dicho cuánto lo amaba y necesitaba.
Pero todos esos pensamientos frenéticos y confusos no fueron más que una pérdida de tiempo y energía. Al amanecer, Lali seguía sola y más desesperada que antes. Peter había ignorado su invitación. Peter, que nunca antes le había dicho que no, la había rechazado por primera vez.Lali empezó a preguntarse si estaría pensando en divorciarse de ella cuando hubiera resuelto los complicados asuntos de su padre. ¿Sería esa la razón de que le hubiera dicho tan explícitamente que no aceptaría nada que fuera suyo?

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