Friday, May 22, 2015

capitulo 68

-Me destrozó saber que habías reservado el vuelo días antes de casarnos porque, mientras tú hacías eso, yo contaba los días que faltaban para la boda. No sabía qué hacer... qué decir. Llevo toda la semana intentando no pensar en eso entregándome al trabajo.
-Estabas tan distante... -Lali estallaba de felicidad, él la amaba. La amaba de verdad.
-¿Cómo se puede actuar cuando se descubre que la persona a la que se ama se ha casado por obligación? ¿Qué se puede decir cuando todo lo que ha hecho parece comprensible? Estaba muy dolido y me sentí como un estúpido por no haberlo descubierto al principio, pero en realidad no quería descubrirlo -admitió Peter. Su sinceridad solo consiguió que Lali comenzara a llorar a lágrima viva. Él la abrazo y le alisó el pelo con torpeza-. Cuando me dijiste la verdad, creí que ya no tenía derecho a estar contigo, ni derecho a considerarte mi esposa... ¡no habías tenido eleccion!
-Yo también te quiero -sollozó ella-. Te quiero tanto. Tenía miedo de decirte la verdad por si te perdía...
-¿Tú también me quieres? -Peter echó su cabeza hacia atrás y escrutó sus ojos intensamente.Lali asintió-. Entonces, ¿por qué lloras? -preguntó él perplejo.
-Me he sentido tan triste al darme cuenta de lo mal que lo has pasado toda la semana...
-Eso da igual... -Peter la echó sobre la almohada-. ¿Dices que me quieres porque te doy lástima?
-N...no -sollozó Lali-. Es
-¡Estoy loca por ti! -gritó Lali irritada porque no la creyera y dejando de llorar.
-¿Cómo de loca? -el rostro de Peter se iluminó con una sonrisa radiante.
-No puedo vivir sin ti, loca... de la cabeza a los pies -exclamó ella burbujeante, derritiéndose bajo la cálida mirada de su marido.
-Nunca habrá otra mujer en mi vida, ágape mou. Te quiero tanto que duele.
La besó y ella se dejó llevar por la intensa oleada de amor que la
envolvió. La pasión que siguió fue tor-mentosa y salvaje, porque ambos deseaban expresar ese amor que los consumía. Después, se quedaron abrazados, disfrutando de su renovada intimidad.
-Entonces... -murmuró Lali pensativa, relajada entre sus brazos-, ¿qué hay del tema de «lo que es tuyo es mío»?
Peter se tensó y la miró con cierta incomodidad.
-No podía soportar que pensaras que podía aprovecharme de ti. Era mi orgullo el que hablaba... el poco que me quedó después de oír a Gimena. No soy un cazafortunas...
-Mi fortuna eres tú -dijo Lali con ternura-. Te necesito tanto como el aire que respiro.
-Te adoro... pero te juro que en cinco o diez años, ¡seré yo quien te mantenga!
-¡No quiero que te mates a trabajar y no verte nunca! -protestó Lali con desconsuelo.
-Si estoy más de una hora sin verte, te echo de menos. . . confía en mí -rio Peter, poniéndola sobre él.
que he pasado toda la semana sintiendo lástima de mí...
Lali descubrió que ya lo hacía, confiaba en él plenamente, con cada fibra de su ser.
Dieciocho meses después, en su casa de Londres, Lali sonrió maternalmente al mirar las dos cunas que había ante sí. Aunque ya habían pasado tres meses desde el nacimiento de los mellizos, niño y niña, aún no acababa de creérselo. Santino tenía los ojos grandes
-¿De verdad me quieres?
y Verdes, el pelo oscuro y rizado, y dormía como un bendito. Alegra era más pequeña, dormía menos y exigía más atención. Pero sus orgullosos padres los adoraban por esa personalidad tan distinta que ya empezaban a manifestar.
Lali sonrió con malicia. Ella y sus hermanas habían decidido que sería maravilloso tener hijos de edades similares, para que pudieran hacerse amigos. No habían considerado necesario mencionar ese plan a sus maridos. Rocio les llevaba ventaja, con Ben y Karim, y acababa de dar a luz a Ázima, una niña preciosa. Marianela estaba embarazada de ocho meses, esperaba un niño que sería el compañero perfecto para Bruno. A Lali la había encantado saber que tendría gemelos, y que fueran un niño y una niña había sido la guinda.
Peter se había preocupado al saber que eran dos, y más cuando ella estuvo agotada las últimas semanas, pero no había habido ninguna complicación. Para Lali fue maravilloso saber que Marianela y Rocio esperaban fuera tan nerviosas como Peter.
Su relación con sus hermanas era muy importante para Lali, que había llevado una vida muy solitaria. Había conocido a su padre, Cristobal, pero no sentía ningún vínculo especial con él; en cambio, se llevaba muy bien con su mujer, Jenny. Pero sus hermanas no la habían decepcionado, Marianela era más viva y divertida, pero ambas eran igual de cariñosas.
Seis meses antes, Peter había dado una fabulosa fiesta sorpresa para celebrar su vigésimo cuarto cumpleaños y el de su melliza. Esa tarde, Marianela había llegado con una caja de zapatos entre los brazos, con una cierta tensión en el rostro.
-Tengo que haceros una confesión -le dijo con voz de culpabilidad-. Hay una cosa de nuestro pasado que nunca os he contado. Nuestra madre, Mercedes, se casó cuando yo aún era pequeña. No me atrevía a decíroslo porque es lo que más daño me hizo de su comportamiento. Mientras me prometía que iba a intentar llevarme a vivir con ella y retirarme del programa de acogida, ¡estaba casada con un hombre que yo ni siquiera sabía que existía!
Marianela, cada vez más inquieta por haberlo ocultado, había decidido descubrir más información sobre su madre para compensarlas. Rocio era quien había descubierto cuándo y dónde murió Mercedes, pero no sabían cómo había vivido desde que abandonó a las mellizas hasta que murió sola en una pensión. Marianela investigó hasta encontrar a la casera de su madre con la esperanza de que recordara a Mercedes y se había quedado anonadada cuando esta le entregó una vieja caja de zapatos.
-Me pareció cruel tirar sus recuerdos a la basura y no tenía a quién dárselos porque nunca tenía visitas. Siempre me pregunté quienes serían las niñas de las fotos -explicó la anciana.
En la bolsa había recuerdos que habían suavizado la actitud de todas ellas hacia la mujer que las había traído al mundo, para después abandonarlas. Encontraron fotos de bebés en sobres, con un mechón de pelo de cada una de ellas. Pero la gran sorpresa fue encon-trar «cuatro» sobres, no tres. En el cuarto había un mechón de pelo castaño y una foto de una niña de dos años, con una sonrisa tímida y encantadora, que su madre probablemente también había abandonado.
-Creo que tenemos otra hermana en algún lugar -dijo Marianela-. Podría haber nacido durante el segundo matrimonio de Mercedes, pero no sabemos el nombre de su marido, ni qué hizo todos esos años; no tenemos ninguna pista y dudo que ella sepa que existimos. Podría ser mucho más joven que nosotras... Mercedes tenía poco más de veinte años cuando nacimos... ¿y si nuestra hermanita siguiera en una casa de acogida?
Cuando Marianela expuso todas las horribles posibilidades que se le habían ocurrido, Simon, Peter y Nicolas, juraron que harían todo lo posible por encontrar a esa hermana. Pero aún no habían encontrado ningún dato que pudiera ayudarlos a conseguirlo.
Lali sintió que un fuerte brazo se curvaba sobre sus hombros y
volvió al presente.
-Ya estás admirando a los niños otra vez -recriminó Peter con un suspiro burlón.
-¿Por qué no? Esto de ser mamá es nuevo para mí.
-Eres una madre fantástica -le aseguró Peter.
Lali sonrió al verlo examinar a sus hijos con orgullo y satisfacción.Sabía lo afortunada que era al haber encontrado el amor verdadero con el hombre de sus sueños y cada vez que Peter la miraba, sabía que él compartía esos sentimientos.
Pasaban mucho tiempo en la casa de Londres que una vez había pertenecido a su hermano. Contaba con una espectacular piscina acristalada en el sótano, con una cascada y una mini isla, digna de una película. Habían redecorado el resto de la casa, que era muy estridente, y consideraban Londres, junto con la casa de campo, su hogar.
Utilizaban la casa de Lexos para las vacaciones, alguna reunión de negocios y para prestársela a Rocio y Nicolas o a Marianela y Simon para sus escapadas románticas. Por mucho que Lali amaba la isla, le parecía demasiado solitaria después de dos semanas de estancia. Era el sitio ideal para que toda la familia se reuniera, porque era enorme. También invitaban a los padres y a las hermanas de
Peter. Lali había llegado a quererlos tanto como a su recién descubierta familia.
-Hoy te he echado de menos -murmuró Peter, impidiéndole contestar con un beso apasionado. La agarró de la mano y la condujo al descansillo-. También he echado de menos a Santino y a Alegra... -volvió a besarla, arracando un gemido de pasión de Lali, lo que él consideró una invitación para tomarla en brazos y llevarla al dormitorio. Peter había tenido una reunión por la tarde, cosa que odiaba, y a Lali le encantaba saber que había estado deseando regresar a casa. Cuando la miró con amor posesivo en los ojos, notó algo extraño en su sonrisa, una expresión satisfecha que la intrigó.
-¿Qué ha pasado hoy? -preguntó Lali.
-Te lo contaré luego... -su sonrisa adquirió un tinte triunfal pero, como se quitó la camisa y empezó a alabar su belleza, Lali dejó de pensar en eso.
-Te adoro, señora Lanzani. No lo dudes nunca -murmuró Peter indolentemente una hora después, con ella aún entre sus brazos. Lali adormilada y satisfecha se sintió adorada-. Pero a veces soy muy egoísta. Llegué a casa deseando darte una noticia, pero cuando te miré y comprendí que te pasarías media noche al teléfono con Rocio y Marianela... decidí dejarlo para más tarde.
-¿Perdona? -Lali se apoyó en la almohada y lo miró perpleja, no sabía de qué estaba hablando. Peter colocó el teléfono sobre su regazo.
-Tengo una pista que quizá nos ayude a encontrar a la «cuarta» hermana...
-¡Oh, Dios mío! -exclamó Lali-. ¿Qué has descubierto?
Los ojos negros de Lali brillaron. Con un apellido, solo seria cuestion de tiempo encontrarla.
-Apuesto a que a Simon le fastidia que lo haya descubierto yo – predijo Peter.
-¿Por qué sois los hombres tan competitivos? –reprocho Lali.
-¿Vosotras no lo sois? –la miro de arriba abajo con ojos chispeantes-. Entonces, dime, por que sé que el año que viene te toca a ti volver a quedarte embarazada?
-Eso no es ser competitiva –Lali se ruborizo intensamente y Peter se estiro con pereza y sonrio.
-No te preocupes, agape mou. Simon, Nicolas y yo estamos de acuerdo en que disfrutamos bastante del proceso.
Lali, con el telefono de Marianela a medio marcar, le dio un suave puñetazo en las costillas. Él rio y volvio a tomarla entre sus brazos.
-Te quiero –susuro. Ella sintio tal oleada de felicidad que esa noche en particular no paso tanto tiempo hablando con sus hermanas como hubiera sido de esperar.   FIN

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