Thursday, May 21, 2015

capitulo 60

-¿Ha sido un buen día?
-Maravilloso -replicó ella.
-Deberíamos comprar una casa aquí -sugirió él. Lali se puso tensa y, comprendiendo que ya era hora de que fuera más sincera con Peter, inhaló profundamente.
-No hace falta. Heredé la casa de Londres de Pablo, y mi madre adoptiva me dejó Caradore Park, la casa de campo de su familia. No he visitado ninguna de las dos propiedades, pero mi padre las utiliza cuando viene a Inglaterra.
-¿Y no se te había ocurrido mencionar esos detalles hasta ahora?
-preguntó Peter con voz tensa.
-No me pareció importante -Lali se encogió de hombros y evitó su mirada incrédula-. Creo que voy a bañarme -murmuró, dirigiéndose hacia el cuarto de baño a velocidad supersónica. Peter agarró la puerta antes de que se cerrara.
-Hay más, ¿verdad? -inquirió con firmeza.
-Mamá y Pablo me lo dejaron todo -confesó Lali, tragando saliva. Una ojeada al rostro de su ma-rido le confirmó que él tenía bastante claro lo que ese «todo» implicaba.
-Ya veo... -afirmó Peter vocalizando lentamente-. Lo pondrás todo en un fideicomiso para nuestros hijos.
-No... -musitó Lali, tras un breve silencio.
-Ya te expliqué lo que opinaba a ese respecto -declaró Peter con toda la fuerza de su personalidad, Lali palideció e inclinó la cabeza-. Un esposo griego considera que tiene el
derecho de mantener a su mujer -declaró con convicción y testarudez.
Lali apretó los dientes; el orgullo de Peter interfería con su inteligencia. Ella no confiaba en que la asociación con su padre durase mucho, e intentaba protegerlos a ambos. Antes o después, Alejo  haría algún negocio sucio que lo indignaría, y si Peter intentaba disolver la sociedad, Alejo haría lo posible por arruinarlo. Era muy posible que llegara el mo-mento en el que Peter se alegrase de tener una esposa económicamente independiente cuyos bienes no estu-vieran atados en un fideicomiso.
-No aceptaré ningún compromiso en ese sentido -advirtió Peter con un tono letal que hizo que ella sintiera un escalofrío-. Es una cuestión de lo que es «correcto» -concluyó, cerrando la puerta de golpe.
Cuando Lali salió del baño Peter ya estaba en la cama, apoyado en un montón de almohadas que había apilado. Sus ojos se encontraron y Lali se estremeció. Verlo siempre le provocaba un impacto que la dejaba sin aliento.
-Como yo lo veo, ágape mou -declaró Peter con voz tranquila-, esto también es una cuestión de confianza. ¿Tienes o no tienes confianza en mi capacidad de cuidar de ti?
Inmediatamente, Lali vio las desventajas de haberle dado tiempo a reflexionar hasta encontrar el ar-gumento más peligroso para ambos.
-¿Cómo puedes ser tan rastrero como para preguntarme eso? ¿Qué puedo contestar ante algo así?
-Sí... o no... -Peter se negó a dar marcha atrás.
Lali, comprendiendo que una negativa heriría profundamente su orgullo y socavaría su matrimonio, hizo algo que nunca antes había hecho: con un movimiento sensual e insinuante, se deshizo del camisón. Sintió el súbito ardor de la mirada de Peter, fija en sus pechos y sus estrechas caderas. La atmósfera cambió por completo. Sin apenas respirar, se acercó a la cama y se acostó a su lado, agitando su larga cabellera.
-Sí... claro que sí -susurró dulcemente.
-Eres una bruja -gruñó Peter, enredando los dedos en su cabello. La agarró con fuerza y la puso sobre sí, reclamando su boca con un beso ardiente y apasionado.
Durante el fin de semana, Lali habló largamente por teléfono con su hermanastra, Rocio, y acordó encontrarse con su padre natural, Cristobal, en su siguiente visita a Londres. Peter tenía que regresar a Grecia y, aunque le dolía dejar a su melliza, no quería separarse de él. Estaban recién casados y ella demasiado enamo-rada como para aceptar la invitación de Marianela, que quería que pasara unos días más en el castillo.
Minutos antes de embarcar en su vuelo a Atenas, Peter recibió una llamada urgente que atendió en privado. Después del despegue Lali notó las arrugas de tensión que surcaban su rostro y su mirada sombría.
-¿Qué ocurre? -preguntó.
Peter dejó escapar un largo suspiro. Seguía anonadado por la noticia que acababa de recibir. Su suegro había empeorado notablemente, los médicos habían decidido que ya no era viable otra operación y que no podían hacer más por él. Desolado al ver la mirada interrogante e inocente de Lali, se maldijo por no haber-solo contado desobedeciendo las órdenes de Alejo.
-Lali... tu padre esta muy grave –dijo.
-¿Desde... desde cuando? –pregunto Lali palida.
Peter tomo sus manos entre las suyas y le conto lo que Alejo le había confesado seis semanas antes.

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