Sunday, May 24, 2015

capitulo 17

-Me encanta ayudar al príncipe a organizar sus recepciones, pero es mucho trabajo para una persona sola, así que me serás de gran ayuda.
-No sé si a la jefa de limpieza le hará mucha gracia -comentó Lali mordiéndose el labio.
A continuación, para su horror, se dio cuenta de que habían llegado a su casa y de que su padre los miraba con desprecio desde la puerta.
Peter, que no había dicho nada mientras las dos mujeres hablaban, lo estaba mirando con los ojos entrecerrados y los dientes apretados, fijándose en que Alejo Esposito parecía furioso.
Lali bajó del coche seguida de cerca por Peter, que le dijo al conductor que sacara la bicicleta del maletero. Mientras el hombre así lo hacía, Peter se presentó y le explicó al padre de Lali lo que había sucedido, lo que Alejo pareció aceptar.
-Así que ahora esa ramera trabaja para el príncipe, ¿eh? -comentó una vez a solas con su hija y con su mujer-. Obviamente, quiere meterse en su cama para recuperar el castillo que perteneció a su familia, pero no tiene nada que hacer porque seguro que el príncipe sabe que es una furcia que sólo busca su dinero.
-Por lo que me han dicho, no es fácil engañarlo -intervino Mercedes-. Todo el mundo sabe que, antes de quedarse viuda, lady Rocio se acostaba con quien le daba la gana. Obviamente, por eso sir Nico le dejó tan poco dinero a su muerte.
Lali miró a su perro con tristeza, deseando que su padre y su mujer fueran más compasivos con los demás.
Vivían en un pueblo pequeño en el que no había secretos y ella también conocía la historia de la aristócrata.
Lady Rocio se había casado hacía ya más de diez años con sir Nico Riera, un próspero hombre de negocios que le doblaba la edad. Una vez convertidos en marido y mujer, habían decidido volver a las tierras que antaño fueran propiedad de la familia de ella y pronto habían comenzado las habladurías.
Sir Nico tenía en aquel lugar un pabellón de caza que no solía utilizar muy a menudo y su mujer decidió reformarlo y utilizarlo como casa de vacaciones.
Sir Nico pasaba mucho tiempo en Londres y su mujer solía ir mucho por la finca con amigos.
Cuando su marido murió, los rumores se hicieron cada vez peores y la gente llegó a decir que les había dejado casi todo el dinero a los hijos que había tenido en su primer matrimonio como venganza por sus continuas infidelidades.
A pesar de todo aquello, Lali creía que lady Rocio merecía el beneficio de la duda, ya que le había parecido una mujer encantadora y ninguna persona que hablaba mal de ella tenía pruebas definitivas de que la aristócrata hubiera sido infiel a su marido o de que se hubiera casado con él por dinero.
-No tengo interés en que me hagan fotografías -proclamó Lali impaciente cuatro días después mientras cruzaba el patio del castillo.
Cande se rió al ver la cara de confusión de Bruno Judd.
-Si conociera usted al padre de Lali, señor Judd, entendería por qué se lo dice -le explicó al fotógrafo-, ¡Si conociera usted a Alejo Esposito, jamás le habría pedido a su hija que posara en minifalda! Yo soy amiga suya desde hace mucho tiempo y jamás le he visto las rodillas, así que no creo que usted vaya tener más suerte que yo.
-La oportunidad que le estoy ofreciendo es increíble. Le aseguro que no hay nada ofensivo en mi propuesta. Lo que pasa es que me da pena que se desperdicie una belleza
tan increíble -contestó el hombre frustrado-. Yo creo que Lali podría llegar a ser una modelo famosa...

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