Thursday, May 21, 2015

capitulo 59

Minutos después, Lali se encontró con el auricular en la mano mientras su esposo, en calzoncillos, la observaba con los brazos cruzados.
-Es más de medianoche -protestó-. No está bien llamar a estas horas.
-Estás asustada y
probablemente ella también. Llama -ordenó Peter.
-Soy Lali Esposito -balbuceó cuando una agitada voz femenina respondió al teléfono inmediatamente-.
¿Eres Marianela?
-Sí. ¿Eres mi melliza? -preguntó la voz.
-Sí. No sé qué decir... ahora que te he encontrado...
-Yo también estoy confusa, pero encantada. Me aterrorizaba que no llamaras y no me podía creer que la prima de Birdie dejara que te fueses sin pedirte tu nombre y tu dirección -la voz de Marianela comenzó a sonar brillante y ansiosa-. Si te organizamos un vuelo es-pecial, ¿podrías venir esta noche? Lali abrió los ojos con sorpresa y se volvió hacia Peter para comentárselo en griego.
-No -rechazó él inmediatamente-. Ya estás agotada. Dile que iremos mañana a primera hora.
-¿Con quién estás? -preguntó Marianela con curiosidad-. ¿En qué idioma estás hablando?
Desde ese momento, perdieron la noción del tiempo. Peter pidió comida recién hecha para los dos, Lali se acurrucó en el sofá y comenzó a contestar las preguntas de su melliza; cuando adquirió confianza, ella también empezó a preguntar.Peter fue a ducharse. Llegó la cena, pero Lali se
limitó a picotear con una mano, incapaz de dejar de hablar. Finalmente, accedió a separarse de su hermana durante unas horas cuando se dio cuenta de que tenía que ahogar un bostezo entre frase y frase. Se desmoronó en el sofá con una
sonrisa feliz.,
-Mí hermana vive en un castillo -le dijo a Peter.
Peter alzó a su esposa en brazos, la llevó al dormitorio y la acostó. Fue al salón a recuperar los anillos que había visto en la mesita de café y, cuando regresó, estaba profundamente dormida.
Volvió a ponerle la alianza, preguntándose por qué le parecía tan importante hacerlo.
Lali burbujeaba de expectación y nervios cuando el helicóptero se posó en la pista de aterrizaje privada del Castillo Eyre.
-Marianela va a adorarte -predijo Peter, agarrándole la mano para ayudarla a bajar.
Toda la atención de Lali se centró en la mujer que se aproximaba con una cálida sonrisa de bienvenida. Corrió hacia ellos con piernas largas y ágiles y el cabello rojizo revuelto por la brisa.
-Deja que te mire... -unos ojos de color negros examinaron fascinados a su melliza, más pequeña y nerviosa-. Oh, Dios mío, eres diminuta... y muy, muy guapa -exclamó, moviendo la cabeza de lado a lado-. Eres la vivo imagen de nuestra abuela paterna. Nuestro padre tiene un retrato de ella. Fue una belleza legendaria de los años treinta.
Lali, al ver los ojos de su hermana, llenos de lágrimas como los
suyos y oír esas palabras que, por pri-mera vez, la conectaban con otra familia, sintió una gran emoción. Sin saber cómo, se abrazaron, riendo y llorando al mismo tiempo. Después, Marianela la rodeó con un brazo, la guió hacia un coche deportivo y, sin dejar de parlotear, emprendió el regreso al castillo.
Entretanto, Simon y Peter se habían presentado, quedándose aparte para no interferir en ese reencuentro que tenía lugar después de veinte años.
-¡Será posible! -masculló Simon al ver al coche alejarse-. ¡Marianela nos ha dejado aquí!
En silencio, los dos esperaron a que el coche disminuyera la velocidad y volviera por ellos. Unos segundos después Peter y Simon intercambiaron una mirada de incredulidad masculina, pero no les pareció necesario comentar que les habían olvidado como si fueran un par de maletas superfluas.
Volvieron al castillo paseando y Simon explicó que había otra hermana más, llamada Rocio. Había nacido del primer matrimonio de la madre de Lali y Marianela, y estaba casada con el príncipe heredero de Quamar.
-También habla mucho -comentó Simon-. Marianela la llamó por teléfono esta madrugada, así que sospecho que no tardarás en conocer a Rocio.
-Cuantos más, mejor -rio Peter-. No tiene mucha familia, que digamos.
-¿Alejo Esposito? -tras admitir que era consciente de quién era Lali exactamente, Simon observó la adusta expresión que cruzó el rostro de Peter y se relajó del todo-. Sugiero que vayamos a comer...
-Que las dejemos disfrutar de su reunión y tardemos en volver -Peter esbozó una sonrisa de compli-cidad-. ¿Cuánto tiempo crees que tardarán nuestras esposas en echarnos de menos?
Acurrucadas en los dos extremos del mismo sofá mientras tomaban café, Marianela y Lali solo recordaron a sus esposos cuando Murdo, el mayordomo, entró a anunciar el almuerzo y a preguntar si los señores volverían a tiempo para comer. Marianela y Lali se miraron consternadas y después estallaron en risitas culpables al comprender lo que habían hecho.
-¿Te habías olvidado de Simon alguna vez? -preguntó Lali.
-No, y supongo que está furioso -rezongó Marianela-. ¿Qué me dices de Peter?
-No creo que le haya gustado mucho -confió Lali. Pero cuando Murdo les dijo que sus maridos habían regresado al castillo y después se habían marchado en el todoterreno de Simon, ambas se relajaron. Marianela le habló a Lali de su madre, Mercedes Funes, ya fallecida, y de su relación con el padre de ambas, . Cristóbal Bauer A Lali le encantó saber que tenía otra hermana más, Rocio, mayor que ellas. El resto de la tarde transcurrió plácidamente, con su sobrino bruno, sentado en su regazo, charlando y conociéndose.
Al atardecer, Lali contemplando la puesta de sol sobre el lago desde la ventana gótica de su dormitorio, lanzó una suspiro de alegría. Peter, que había regresado con Simon justo a tiempo para la
cena, la rodeó con sus brazos y la giró hacia así.

3 comments:

  1. masssssssssssss

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  2. me dio risa la parte que las hermanas dejaron a sus esposos ay tirados jajaajaja mas

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  3. jajajajaj estan re emocionadas ni se dieron cuenta solo imaginarme la cara de peter y simon de sorpresa alli abandonados y olvidados ajjaj

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