Thursday, May 28, 2015

capitulo 3

Sintió un fuerte temblor. Peter volvió con un cuenco con desinfectante y el agudo olor le revolvió el estómago. El cruzó la habitación dominándola con su tamaño y presencia, con movimientos armónicos. El silencio no parecía molestarle. Si su aparición podía haberle sorprendido, todavía no había dado señales de ello... y qué profundamente irónico era el hecho de no haber acudido al funeral de Freddy para evitarlo y acabar en una situación mucho más íntima con él.
En un abrir y cerrar de ojos, Peter extrajo el cristal, limpió la sangre y le puso una tinta. Para un hombre que había realizado viajes por los sitios más peligrosos de la tierra, un corte en una rodilla debía de ser una insignificancia. O la inesperada llegada de una ex mujer. Pero también era cierto que ella nunca había sido la mujer de Peter, no su mujer de verdad; al día siguiente de la boda, la había dejado en ridículo ante todos los medios de comunicación.
Cuando Peter se incorporó de nuevo, clavó en ella sus impasibles ojos verdes enmarcados por
unas pestañas de ébano.
—Pensé que eras un ladrón. Siento haberte dado un susto.., pero, ¿tienes que mirarme como si
fuera una cobra a punto de atacar?
Lali bajó los párpados y se sonrojó. Oyó al fondo el tintineo del cristal y vio una copa de coñac delante de ella. Levantando una mano temblorosa, la alcanzó. El coñac dejo un rastro de fuego en su garganta. Conmocionada, todavía seguía Conmocionada.
—¿Te das cuenta de que todavía no has pronunciado una sola palabra? —masculló Peter con
controlada paciencia.
Lali se humedeció los labios resecos con la punta de la lengua.
—Me has dejado casi sin aliento...
En cuanto las palabras salieron de sus labios, la piel le ardió de vergüenza y deseó que se la
tragara la tierra.
Aquellas habían sido las palabras exactas que había usado cuando le habla confesado por primera vez lo mucho que lo amaba, desvelando lo que él nunca había desvelado incluso después de haberla pedido en matrimonio. Peter nunca decía mentiras, pero era un consumado maestro de la evasión.
—¿Cómo has llegado hasta aquí? Estaba dormido, pero desde luego, el motor de un coche me
habría despertado.
Lali dio otro sorbo de coñac intentando aplacar sus nervios desatados.
—El coche resbaló en la carretera y subí la colina a pie. Pensé que el ama de llaves de Freddy
todavía estaría aquí.
—¿Estás de broma? Desde hace treinta y tantos años la señora Mac sube cada mañana en su vieja bicicleta.
Freddy no hubiera aguantado tener a nadie aquí. Era un fanático de su intimidad. Ella comía en la
cocina y él aquí. Sólo hablaban cuando era imprescindible.
Era una respuesta más completa de la que ella había esperado. Captó el leve rastro de dolor en la profunda voz de Peter por el acento italiano que se acentuaba con las emociones, el único barómetro que ella había tenido para saber lo que ocurría dentro de él. Lali inclinó la cabeza sabiendo que, aparte de Euguenia Suares, la única otra persona en el mundo que había estado cerca de Peter había sido Freddy.
—Llamé al timbre de la puerta.
—Lleva años sin funcionar.
—No vi ninguna luz...
—No había ninguna encendida. Supongo que habrás venido a recoger tu herencia en persona...
Le dije al abogado que vendría antes, pero... pero me surgió un imprevisto.
Bajó la vista hacia la malla desgarrada y su rodilla al aire con aquella infantil tirita y se sintió tonta y torpe, como siempre se sentía en presencia de Lali y sin creer todavía que estaba allí con él. Y aún peor, tomando parte en una conversación trivial entre dos personas que se habían separado con la más violenta enemistad y que nunca se habían vuelto a ver.
—Me temo que has desperdiciado el viaje —dijo Peter con suavidad haciéndola levantar la cabeza—. La vasija no está aquí. Te la han enviado por correo.
Lali se sonrojó de nuevo cargada de intensa incomodidad por lo que implicaban sus palabras.
—Pareces una muerta resucitada. Te sugiero que te des un baño —murmuró Peter.
Lali tomó la invitación como una vía de escape y se levantó al instante.
—Sí, estoy bastante mojada y helada. El cuarto de baño está arriba, ¿verdad?
—¿Sabes llegar tú sola? —preguntó él tras ella mientras encendía la luz del recibidor iluminando la estrecha escalera.
—Sí, gracias —murmuró ella antes de salir volando.
La primera a la izquierda al llegar a lo alto, recordó. También recordó aquel día, antes de casarse, en que se había escabullido escaleras abajo y se había quedado escuchando frente a la puerta del estudio de Freddy. El anciano había suspirado y había dicho:
—Ella es tan dulce e inocente como un cachorro de labrador, Peter. Una chica de campo con el rubor todavía en las mejillas. Puedo entender la atracción, pero, ¿tiene la menor idea de en lo que se
está metiendo y tú la paciencia de mantener el rumbo?
—No, si escucha detrás de las puertas como los sirvientes —había murmurado Peter abriendo la puerta de par en par para sorprenderla con las mejillas sonrojadas y la mirada de culpabilidad—. Contesta por ti misma, cara. ¿Tienes el valor de aceptarme?

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