Friday, May 29, 2015

capitulo 7

En una tempestad de tormentosas emociones, Lali encendió la lámpara de la mesilla al lado de la enorme cama victoriana. El cabecero de caoba labrada llegaba casi hasta el techo y sospechaba que tenía más de un colchón.
Un pequeño fuego ardía en la chimenea de la pared de enfrente. ¡Qué amable por parte de Peter
dejarle la habitación que pensaba ocupar él mismo! ¡Que consideración tan repentina!
Agarrando la bolsa con mano temblorosa, la dejó encima de la cama. ¿Perdonarle? Se quitó los pantalones y tiró del jersey hacia arriba y entonces, penosamente, se lo llevó a la cara para olerlo. El leve aroma de él la envolvió como una peligrosa droga adictiva. Se odió a sí misma por ello y lo odió a él por ejercer aquel poder evocador sobre ella después de tanto tiempo. Tiró el jersey a un lado horriblemente avergonzada de su falta de control. Naturalmente, a Benjamin no le preocupaba que estuviera allí sola con aquel hombre. Peter podría tener una peligrosa reputación con las mujeres, pero Benjamin, y de hecho todo el mundo, sabía que la única mujer de la que Peter había mantenido las manos apartadas era ella. Incluso cuando habían estado prometidos, nunca había intentado seducirla.
Profundamente humillada, Lali se metió desnuda en la gran cama y se sumergió en lo que parecían capas y capas de plumas. ¡Pensar que en aquella época había estado ingenuamente agradecida por lo que había creído una muestra de respeto por parte de Peter! Pero simplemente él no la había deseado lo suficiente. Y también era posible, aunque se retorcía ante la sospecha, que hubiera tenido otra forma de satisfacer sus necesidades sexuales.
Oyó unos pasos ligeros en el piso de abajo, el suave crujido de la puerta del baño y enterré la cabeza en la almohada. La tentación la asaltó y se resistió. Benjamin tenía razón. ¿Cómo podía avanzar si no podía superar aquella vergonzosa fascinación por un hombre que le había dado el corazón a otra mujer hacía tanto tiempo? Y aquella mujer podía no ser su mujer o ni siquiera su amante, pero seguía reteniendo a Peter con más seguridad que los barrotes de una prisión.
Lali retrocedió con un grito cuando sintió que tiraban hacia un lado de la ropa de cama con la
que se había tapado. La lamparilla volvió a encenderse y quedó momentáneamente cegada por la luz.
—¿Qué diablos...?
Peter estaba reclinado contra los almohadones como un tigre indolente a su lado. El suave brillo
de la lámpara iluminaba sus poderosos músculos pectorales y el vello de su torso.
Sintió una contracción en la parte baja del vientre y de repente se sintió paralizada de
incredulidad.
—Esta es la única cama de toda la casa —le informó Peter con suavidad.
—No... no puede ser —susurré Lali con debilidad.
—Freddy tenía horror a que los visitantes pudieran quedarse a pasar la noche y la otra habitación no tiene siquiera una silla —dijo Peter estirando las largas piernas—. Y abajo sólo hay sillas de madera. En una noche tan fría como ésta, no estoy preparado para pasar toda la noche sentado esperando a que amanezca.
Lali tiró de la sábana y se tapé hasta los hombros.
¡vas a compartir esta cama conmigo! El enarcó una ceja.
—¿Por qué será que estoy experimentando un fuerte sentido de haber vivido esto ya?
Irritada por su comentario, Lali empezó a sonrojarse al comprender.
—Sí... la noche de bodas que nunca tuvimos —prosiguió Peter con el mismo tono vacío de emociones—. Todas aquellas semanas y semanas de anticipación y entonces... Nada. Fue algo así como un anticlímax, querida.
A Lali le dio un vuelco el corazón. Recordó aquella noche en un relampagueo involuntario, su fría y silenciosa furia cuando ella intentó encerrarse en la habitación, la rabia histérica de ella y sus lágrimas. Con un brusco movimiento defensivo, desvié la cara intentando apartar con fiereza aquel recuerdo de su mente.
—Si te das la vuelta, me levantaré para vestirme de nuevo. A mí no me importa pasar la noche en
una silla
—dijo con rigidez esperando avergonzarlo para que lo hiciera él.
—¿Que me dé la vuelta? —repitió Peter con incredulidad—. Lali, ¿tienes quince años o
veinticuatro?
Al sonrojarse de nuevo maldijo su piel tan blanca y apretó los dientes.
—No llevo nada puesto.
—Ni yo tampoco, pero no soy tan orgulloso como para imaginar que un vistazo a mi piel desnuda
te incite a una lascivia insaciable.
—¡No te rías de mí!
—Dio, cara... —murmuró Peter como un tigre indolente echado al sol—. ¿Tienes miedo de que
no pueda controlarme a la vista de un cuerpo femenino desnudo?
—Por supuesto que no, pero...
—Entonces, ¿qué es lo que te preocupa?
Lali apretó la ropa de la cama.
—No podemos dormir en la misma cama. No estaría bien.
—¿Y quién lo va a saber?
—¡Yo lo sabría! Ese no es el asunto. El asunto es que...

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