Thursday, May 28, 2015

capitulo 54

LOS delicados dedos de Lali acariciaban las teclas del piano, arrancándole unas notas preciosas que invadían el salón y salían al pasillo, donde el personal de servicio escuchaba extasiado.
-Si no te hubieras casado con Peter y te hubieras convertido en una esposa y madre devota, podrías haber sido una gran concertista -observó Gaston arrellanándose en su butaca mientras se tomaba una limonada.
Lali sonrió.
Habían abierto las puertas correderas de cristal y entraba en el salón el sol y el aroma del jardín. Levantándose del piano, fue a ver qué tal estaba Squeak, que dormitaba tranquilo, y se sentó junto al carrito de Santino.
-No toco tan bien.
-Claro que sí, pero has decidido que preferías convertirte en princesa, tener varios palacios, legiones de criados y un estupendo piano de cola -bromeó su hermano.
-Todos los bienes materiales me dan igual, lo único importante es que soy feliz -sonrió Lali.
Gaston sonrió también y se despidió de su hermana para volver a Londres. Era el tercer fin de semana que iba a visitarlos en dos meses, desde que Peter le había entregado un billete abierto que podía utilizar siempre que quisiera.
Desde que habían vuelto del desierto, Lali se había hecho muy amiga de Jimena y lo cierto era que toda la familia de Peter la había recibido con los brazos abiertos.
A veces, se le hacía increíble pensar que ya llevaba dos meses viviendo en Dhemen. Las primeras semanas, aquellas que habían pasado en Zurak sin separarse ni un solo momento, habían sido pura gloria, semanas en las que la pasión desenfrenada había convertido los días en noches y las noches en días.
Nadie hubiera creído jamás que Peter no estaba enamorado de su mujer porque era el centro de su vida... y no solamente en la cama. Peter la había llevado al desierto a ver atardecer y allí le había leído maravillosos poemas de Kahlil Gibran.
Era raro el día en el que llegaba a casa sin un regalo para ella o para el niño. A veces, sólo era una sencilla flor, un libro o un juguete y otras una joya, pero lo cierto era que Peter era increíblemente generoso con ella.
Peter le había hablado de la férrea disciplina que le habían impuesto en la escuela militar en la que había estudiado y de cómo le había sorprendido la libertad total de la que había disfrutado en Harvard. Lali entendía mejor ahora las fuerzas que habían influido en forjar su carácter reservado.
Durante una visita a un campamento beduino, lo había visto participar en un baile con espadas y en una carrera de camellos y le había encantado ver aquel lado salvaje de su temperamento volátil, que normalmente mantenía bajo control.
En aquella ocasión, habían pasado la noche en una tienda cuyo suelo estaba cubierto por alfombras antiguas y Peter le había hecho el amor de manera apasionada sobre ellas. Al día siguiente, lo había acompañado a hacer volar a su halcón, que volaba muy alto, y Peter le había dicho que así era como ella lo hacía sentir cuando hacían el amor.
Lali estaba completamente enamorada de su marido e intentaba no pensar demasiado a menudo en ello porque se entristecía al pensar que él no estaba enamorado de ella. Intentaba no recordar lo que le había dicho el día de su boda sobre que ya no estaba enamorado de Paula.
Suponía que jamás le habría confesado su amor a su hermana de leche y, aunque era feliz a su lado, lo cierto era que una pequeña parte de su corazón se sentía profundamente herido.
Por eso, intentaba estar siempre perfecta, comportarse constantemente como la mujer ideal, se tomaba muchas molestias para que su apariencia fuera perfecta y había puesto mucho esmero en ser una buena compañera de cama.
A juzgar por cómo Peter tomaba un avión desde Londres para estar con ella apenas un par de horas antes de volver a tenerse que ir por motivos de trabajo, en ese aspecto no tenía queja.
-¿Lali...? -la llamó Peter desde la puerta.
Lali levantó la mirada ansiosa, lo miró y salió corriendo a recibirlo. Al llegar junto a él, Peter la tomó en brazos, como solía hacer, pero no la besó como de costumbre sino que la dejó en el suelo y la miró muy serio.
-¿Qué ocurre? -quiso saber Lali.
-Rocio igarzabal está aquí -contestó Peter-. Quiere hablar contigo para pedirte perdón.
-¿Lady Rocio? -se sorprendió Lali-. ¿Pedirme perdón a mí? ¿Y eso?
-Morag Stevens confesó ayer que Rocio la sobornó para que pusiera el colgante de diamantes en tu taquilla y luego dijera que te había visto ponerlo a ti -le explicó Peter-. Temiendo que su falso testigo cediera ante la presión de mis investigaciones, Rocio cometió el error de amenazar a Morag, que sintiéndose acorralada entró en pánico y confesó todo.
-Entonces, ¿mi nombre ha quedado limpio?
-Por supuesto.
Lali sonrió encantada.
-¿Y para qué quiere verme?
-La voy a llevar a juicio. Sabe que conmigo no tiene nada que hacer porque no me inspira la más mínima compasión, así que ha decidido hablar contigo por si tiene más suerte. Supongo que querrá despertar tu compasión. Recuerda que ella no tuvo ninguna contigo.
-No sé...
-Si no quieres recibirla, no tienes obligación.
-Sí, sí quiero verla, quiero que me cuente en persona por qué lo hizo, pero no quiero que entre en nuestro hogar -contestó Lali.
-No será necesario.
Peter la acompañó al edificio en el que estaban situadas las oficinas de palacio y la hizo pasar a una pequeña sala de audiencias. Una vez allí, Lali le indicó que prefería entrevistarse con Rocio a solas.
-Como quieras... -contestó Peter.
Su formalidad ofendió a Lali. Estaba encantada porque, por fin, su reputación había quedado impoluta y su inocencia demostrada y, sin embargo, su marido se mostraba como si hubiera muerto alguien.
Llevaron a Rocio ante ella. La aristócrata estaba visiblemente cansada y con toda la ropa arrugada por el viaje, nada que ver con Lali, que lucía fresca y espléndida un precioso conjunto en tonos turquesas y rosas con pendientes y collar de perlas.
-Alteza... -la saludó Rocio arrodillándose ante ella sin dudar-. Gracias por recibirme.
-Sólo quiero saber por qué lo hiciste.
Rocio la miró con incredulidad.
-Obviamente, porque el príncipe Peter estaba enamorado de ti. ¿Por qué iba a
ser?
Lali se quedó de piedra.
-¿Perdón?
-Yo también estaba perdidamente enamorada de él y no podía soportar que tú te pusieras en medio.
-¿Estabas celosa?
-Vi al príncipe contigo en dos ocasiones, en la limusina aquel día que te recogimos y te llevamos a tu casa y el día que lo invité a tomar el té conmigo. Por cómo te miraba, me di cuenta rápidamente de que estaba enamorado de ti y tú ni siquiera te percatabas.
-Si no me podías ni ver, ¿por qué me pediste que te ayudara con los preparativos de la fiesta?
Rocio suspiró.

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