Thursday, May 21, 2015

capitulo 63

-Cambiaste de opinión porque me enfrenté a ti -refutó Peter con firmeza.
-No... antes de que me encontraras en el aeropuerto, ¡ya estaba arrepintiéndome de mi decisión! -protestó Lali-. Me sentía fatal, no quería abandonarte...
-Quizá a esas alturas te asustara la idea de ese enorme mundo lleno de libertad. No acepto que un sentimiento de lealtad o decencia influyera en tu com-portamiento. Nunca sabremos si habrías subido a ese vuelo, ¿verdad? -arguyo Peter con un fiero tono de condena.
-Yo ya tenía sentimientos por ti... ¡luchaba contra ellos! -balbuceó Lali cada vez más nerviosa. Empe-zaba a captar que había perdido por completo la fe en ella.
-Me utilizaste como si fuera un objeto -acusó él, con ojos oscuros como la noche-. Acabas de probar que no te hace falta un vínculo de sangre para ser una Esposito de pies a cabeza... ¡solo una Esposito actuaría con esa desconsideración hacia los demás!
Lali apartó la mirada con vergüenza, porque no tenía excusas. Su intención había sido utilizar el matrimonio para huir, y había abandonado su plan demasiado tarde. Quizá si hubiera vuelto del aeropuerto antes de que él la encontrara, el día de su boda, podría justificarse, pero no lo había hecho.
-Me merezco eso, pero después no podía decirte la verdad...
-Si hubieras admitido la verdad ese día, en el hotel del aeropuerto, te habría dejado marchar -interrumpió Peter con voz fría y convencida-. Habríamos anulado el matrimonio. ¡Nada me habría convencido para que te diera una segunda oportunidad!
-Yo anhelaba esa segunda oportunidad, Peter -musitó ella. Peter movió la cabeza de lado a lado.
-¡He sido un estúpido! Tu comportamiento en la boda..., el dinero y las joyas del maletín..., tus excusas. Me convencí de que estaba tratando con una virgen nerviosa. Estaba dispuesto a dejarme engañar. ¿Sabes por qué? Lali, temiendo sus próximas
palabras, negó con la cabeza.
-Ninguna mujer me había dejado antes, y al menos una docena habían intentado llevarme al altar -confió Peter con expresión desdeñosa-. Estaba dispuesto a aceptar cualquier excusa antes que admitir la humillante verdad: que la mujer que había elegido como esposa, la mujer con la que pensaba envejecer, ¡era capaz de abandonarme unas horas después de la boda!
-No me juzgues por lo que hice hace semanas, cuando apenas te conocía -suplicó Lali desesperada-. Ya no soy la misma persona y nuestro matrimonio es lo más importante de mi vida. Tú me importas...
-Tanto que la mínima sospecha de infidelidad hizo que abandonaras la relación una segunda vez -intervino Peter con frialdad.
Esas palabras destructivas exacerbaron la desesperación de Lali. Nada de lo que había dicho parecía ha-berle causado ni la más mínima impresión. Además, la revelación de
Gimena había conseguido que Peter viera los acontecimientos más recientes con una perspectiva aún más negativa.
-Nuestra relación es una mentira... -Peter abrió las manos con un gesto exento de su gracia habitual-. Desde el principio...
-No... ¡no es así! -gritó ella con frenesí. Peter le lanzó una mirada asesina.
-¿Acaso quieres que crea que alguna vez tuviste una foto mía en tu armario del colegio? -tras ese ines-perado e inquietante comentario, Peter salió de la habitación.
Lali se dejó caer en la silla, enterró el rostro entre las manos y lloró a lágrima viva. Intentaba no pensar en la multitud de veces que había mirado, a escondidas, las fotos de Peter que tenía su compañera en el armario. Unos minutos después alguien le apretó el hombro con compasión. Alzó la cabeza y la desconcertó ver a su tía mirándola con preocupación y culpabilidad.
-No quería causar problemas entre tu marido y tú -declaró Gimena-. Me gusta Peter. Ahora es parte de la familia. Estaba enfadada contigo. Pero no habría dicho nada si hubiera sabido que él podía oírme.
-Lo sé -concedió Lali con tristeza.
-Entonces, vamos las dos a sentarnos con tu padre -sugirió Gimena con más energía de la habitual, aliviada porque su sobrina no se hubiera enfrentado a ella.
Alejo murió a última hora de la mañana. Peter pasó unos
minutos con Lali y dijo e hizo todo lo que podía esperarse de él. Gimena se deshizo en lágrimas en sus brazos. Lali le agradeció su apoyo, pero era muy consciente de la mirada inexpresiva de sus ojos y de la distancia que ponía entre ellos. Tenía la esperanza de poder hablar con él esa tarde, pero la aflicción de Gimena, la organización del funeral privado y las exigencias de negocios lo impidieron. Cuando Lali cayó en la cama, exhausta, Peter seguía trabajando; cuando se despertó a la mañana siguiente, la única evidencia de que había compartido la cama con ella algunas horas era la marca que su cabeza había dejado en la almohada.
Ese día, Peter se reunió con su esposa y la tía de esta para almorzar. No hubo ninguna oportunidad de conversar en privado, y Lali se preguntó si sería esa la razón de que Peter hubiera comparecido. No podía hablar con el en su despacho, pues siempre estaba rodeado de gente. Lali, intentando dilucidar lo que le pa-saba por la cabeza, se preguntaba si no sería más inteligente no forzar otra discusión en una situación tan tensa. Lo cierto era que no había nada que no le hubiera dicho ya, pero quedarse callada cuando la distancia entre ellos se acrecentaba hora a hora, la horrori-zaba.
A medianoche Peter aún no había llegado al dormitorio Lali, incapaz de soportar su ausencia un momento más, salió de la cama, se puso una bata de seda y fue al despacho. Peter estaba tan inmerso en su trabajo que ni siquiera notó su llegada.
Lali, durante un momento, se limitó a festejar sus ojos con la visión
de su perfil bronceado y el espesor de sus pestañas oscuras y su cabello negro azulado, mientras él miraba la pantalla de su ordenador portátil. Recordando que la había acusado de escapar cuando surgió la primera dificultad en su matrimonio, cuadró los hombros. No quería perderlo. La mera idea de perder a Peter la horrorizaba.

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