Thursday, May 21, 2015

capitulo 58

Lali dejó escapar una risa rota. Como una muñeca de trapo, dejó que la aplastara contra su pecho fuerte y varonil y hundió la cara en su hombro. Él acarició su cabello con una mano temblorosa, emocionado.
-Siento haberte hecho pasar por esto -murmuró ella.
-Olvídalo. Acabo de comprender que vengo de un sitio al que tú ni siquiera has llegado -aseguró Peter, aunque Lali no entendió qué quería decir-. Pero no me casé contigo para liarme con otras mujeres. He tenido muchos años de libertad para hacer lo que quisiera, lo hice, ahora estoy preparado para algo distinto. Tienes que aceptar eso.
-¿Cuánta hambre tienes? -preguntó Peter roncamente.
-No... -en el instante en que Lali percibió el destello de deseo sexual que iluminaba sus ojos, convirtiéndolos en oro puro, se le cerró la garganta.
-Te deseo, yineka mou -admitió Peter, guiándola paso a paso hacia el dormitorio-. No tienes idea de hasta qué punto.
-¿Aún? -Lali sintió una intensa oleada de alivio.
-Es una obsesión continua -confirmó Peter, inclinando la cabeza y besándola con pasión.
Lali se derritió en sus brazos. Gimió con deseo y, de puntillas, se colgó de sus hombros. Peter, con un suspiro de frustración, la alzó en brazos y la colocó en el diván del dormitorio.
-Debería seguir enfadado contigo -gruñó-. No suelo perseguir a las mujeres por todo el país. Yo no hago ese tipo de cosas...
-Sí... -en ese momento llamaron a la puerta.
-¿Quién demonios será? -gruñó Peter.
-Seguramente es la cena que he pedido.
Peter la soltó y abrió la puerta. Un camarero entró con un carrito, sirvió la mesa y se marchó rápidamente, con una generosa propina en la mano, Lali miró a Peter encandilada por sus ojos, la vitalidad y fuerza de su atlético cuerpo, y, sobre todo, por ese autocontrol que le permitía manifestar tanto su ira como su ternura. Era un hombre maravilloso y no se lo merecía, no se atrevía a preguntarle si estaba dispuesto a perdonarla.
-No tendrás que volver a hacerlo -juró Lali.
-¿Podrías escribirlo y firmarlo por triplicado? -se burló Peter, capturando sus labios con ardor mientras le quitaba la bata. Se apartó de ella para desvestirse y contempló su cuerpo desnudo con admiración-. Eres bellísima -susurró, volviendo a su lado.
Volvió a atrapar su boca con pasión. Ella supo que nunca se cansaría de esa sensación maravillosa, de ese deseo que la consumía. Había pensado que nunca volverían a estar juntos y, recorriendo sus musculosos brazos con las manos, se arqueó hacia él, abriendo lo muslos instintivamente.
-No esperes -incitó, mordiendo su hombro suavemente. Peter alzó la cabeza con satisfacción.
-¿Tanto me deseas?
-Siempre... -gimió ella al notar su presión.
La penetró con lentitud y seguridad, y la sensación fue tan exquisita que se le llenaron los ojos de lágrimas. Se arqueó hacia él, obligándolo a acelerar el ritmo para que se acoplara al suyo. Cuando alcanzó la cima cegadora del placer, tuvo la sensación de que estallaba en olas de espuma cálida y sedosa.
-Supongo que ahora debería dejarte comer -suspiró Peter con desgana, robándole un último beso. La colocó encima de él y la abrazó posesivamente, estrechándola contra su cuerpo grande y húmedo-. Sé que no has comido desde que bajaste de ese avión esta mañana, ágape mou.
-¿Cómo lo sabes? -Lali emergió suavemente de su ensueño satisfecho y alzó la cabeza.
-Te siguieron desde la oficina. ¿Cómo crees que te encontré tan pronto? -la chispa burlona de sus ojos se apagó-. No vuelvas a despedir a tus guardaespaldas.
-Si me siguieron, no obedecieron mis órdenes -replicó Lali sonrojándose. Peter entrelazó los dedos en su alborotado cabello.
-Les agradecí mucho que no lo hicieran. En París, una noche dejaste ese maletín que llevas a todas partes abierto sobre el tocador y vi lo que hay dentro.
Lali se quedó helada y palideció. ¿Había visto el dinero que había pensado utilizar como fondo para huir de su matrimonio? No había sabido cómo deshacerse del dinero sin alertar a Peter de que había preparado la escapada del día de su boda con mucha antelación.
-Ese dinero debería estar en el banco, y los diamantes en una caja de seguridad -sugirió él.
Lali, con la boca seca, asintió de inmediato, esperando la pregunta obvia: ¿por qué acarreaba un maletín lleno de dinero y joyas? Pero Peter se limitó a esbozar esa sonrisa que la paralizaba el corazón. Apoyó la cabeza en su hombro, aliviada porque no la interrogara, pero con un gran peso en la conciencia. Nunca se
atrevería a confesar la verdad; si se enteraba de lo egoísta y estúpida que había sido antes de la boda, nunca la perdonaría.
-Bueno... -dijo Peter con estudiada indiferencia-. Fuiste a una casa antes de venir aquí. ¿Para qué?
-Era la casa de la familia de acogida de mi hermana melliza -Lali sonrió, olvidando sus remordimientos al pensar en su hermana-. Expliqué quién era y ahora... ¡Tengo el teléfono de Marianela!
-¿Qué dijo tu hermana cuando la llamaste? -Peter se incorporó de golpe, sobresaltándola.
-Aun no he llamado... me pareció que era demasiado tarde... -explicó. Peter soltó un suspiro exasperado e hizo que le contara exactamente lo que había dicho y a quién en Fossets.
-¿No te das cuenta de que tu melliza debe estar pegada al teléfono, esperando tu llamada? La gente no se calla ese tipo de información. Seguro que ya sabe que has ido a su antigua casa y tienes su teléfono.
-Llamaré mañana temprano -dijo Lali enrojeciendo.
Peter saltó de la cama, fue al salón y recogió el papel que había visto antes en la mesita de café. Se rio de sí
mismo. Había pensado que podía ser el teléfono de Gaston. Pero el hijo del pescador era historia pasada.

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