Thursday, October 22, 2015

capitulo 34

Se detuvieron ante la puerta, y Peter introdujo la tarjeta en la cerradura.
—¿Fresas y champán? —sugirió él, mientras abría la puerta—. O quizá helado con salsa de chocolate. Tengo entendido que el chocolate sabe aún mejor lamido de la piel de una bonita mujer.
Ella se estremeció al pensar en su lengua recorriéndole la piel.
—Entonces, ¿qué prefieres? —preguntó él mientras entraba en la habitación—. ¿Postre o directamente a la cama?
Su voz sonó lejana, y Lali se dio la vuelta. Estaba apoyado en la pared, entre el armario y la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho.
Al verlo allí, tan masculino y relajado, supo que no dormiría esa noche. Al menos en un buen rato.
—Preferiría irme directamente a la cama —dijo, fingiendo un bostezo.
Se llevó las manos al pelo y comenzó a quitarse las horquillas, mientras observaba la seguridad que irradiaba su expresión. Su reacción la sorprendió, pero no le hizo sufrir demasiado. Sacudió la cabeza, haciendo que el pelo cayera sobre su espalda.
—Con fresas, champán y helado con salsa de chocolate.
Lali se dio media vuelta, se dirigió al dormitorio, no sin antes advertir la amplia sonrisa que había aparecido en el rostro de Peter. No se habría sorprendido si en aquel momento se hubiera acercado a ella como un animal. De hecho, una parte de sí misma deseaba que lo hiciera, y se imaginó retozando allí mismo, sobre la alfombra.
Estuvo a punto de dejar escapar un gemido sólo de pensarlo, y sintió que las rodillas le temblaban. Se mordió el labio, preguntándose qué debía hacer para que aquello ocurriera.
Pero no se le ocurría qué. No estaba acostumbrada a seducir a hombres guapos y no sabía cómo atraer su atención.
Así que simplemente alzó los brazos y se desató el vestido que llevaba anudado al cuello. Las dos piezas de tela cayeron, y se cubrió con un brazo los pechos.
—Te ocuparás de llevar el postre a la habitación en cuanto llegue, ¿verdad? — preguntó con toda la seducción que pudo.
Después, sin esperar respuesta, se fue al dormitorio y cerró la puerta tras ella.
Su corazón latía con fuerza. Nunca antes había hecho nada como aquello: mofarse de un hombre, tratar de ponerlo frenético e incitarle a la cama.
Y ahora, tenía que darle algo. A la velocidad de la luz, atravesó la habitación, desnudándose. Se despojó de los zapatos y dejó caer el vestido al suelo. De camino al baño, se bajó las medias y se quitó el liguero, y los dejó en el suelo junto a sus bragas negras.
Desnuda frente al espejo, se cepilló los dientes, se lavó la cara y se peinó. Se puso una gota de perfume detrás de cada oreja y en las muñecas, y se fue a la cama.

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