Thursday, October 29, 2015

capitulo 20

-Bajo tu exterior, arrolladoramente femenino, eres acero templado. Cuando no estás tratando de acallarme me atacas. Me pregunto si esta va a ser siempre nuestra relación.
De pronto Lali se quedó sin aliento, llena de miedo, y le dio la espalda.
-¿Por qué? -le preguntó él-. Suponiendo que consiguiera que renunciaras a esa apariencia brillante, superficial. ¿Crees que aparecería la joven cuyo recuerdo no puedo borrar de mi mente?
Peter volvió a acercársele y una oleada de deseo empezó a cobrar fuerza en su interior. Ante su mirada, sus senos comenzaron a responder con tensión. Esa arrolladora corriente sexual la obligó a bajar la escalera, pero algo invisible la llevaba de regreso a él.
-Lali...
Nadie había pronunciado su nombre con tan exacta inflexión. Esforzándose por conservar el equilibrio, ella le preguntó:
-¿Qué habrías hecho si hubiera aceptado tu hospitalidad?
-Me habría duchado infinidad de veces con agua fría -el reconocimiento fue sincero pero no encontró disculpa alguna-. Cada vez que te veo mi impulso es llevarte a la cama o al sofá más próximo. Creo que tomaste la mejor decisión.
La locura que estaba jugando con los sentidos de Lali se disipó. Pensó que Peter siempre había tenido la capacidad de detenerse a voluntad, la joven tamborileó con los dedos sobre la camisa de él.
-Algún día, Peter, te enseñaré a lanzar piropos más elaborados.
De la cocina llegaron voces cada vez más fuertes. Peter maldijo y se apartó.
-Gaston me ha contado lo sucedido. He venido de inmediato. ¿Está Tina en su cuarto? Tengo que subir a verla.
Lali reconoció de inmediato aquella voz áspera y sin aliento. Una morena alta de curvas generosas, cabello rizado y largas y bien torneadas piernas, destacadas por una falda corta, salió de la cocina rumbo al vestíbulo. Sus ojos azules y brillantes descubrieron a Lali y su mirada se endureció.
-Belen, te presento a Lali -murmuró Peter.
Belen dejó escapar una risita que pretendía ser simpática.
-No creo que necesite que me la presentes. Todo el mundo en un radio de doscientos kilómetros te reconocería enseguida, después de tanta publicidad como te han hecho -volvió a reír y luego dedicó a Peter toda su atención-. Debo subir a ver a Tina.
Los ojos de Peter se posaron en el sonriente rostro de Belen.
-Está dormida. Lali la ha tranquilizado.
Lali cerró los puños, hasta hundirse las uñas en las palmas de las manos. Belen se sonrojó.
-Debo irme ya -anunció Lali.
-Te acompañaré hasta tu coche -repuso Peter.
-¿Es tuyo ese coche tan viejo? -inquirió Belen, mostrando una sorpresa mal disimulada-.
Discúlpame, no ha sido mi intención ser grosera.
-¿Por qué habría de pensarlo? -preguntó a su vez Lali.
-Creía que se quedaría a comer -comentó Jessie, saliendo de la cocina.
-Me quedaré yo -intervino Belen-. Sería una gran tontería de mi parte regresar a casa cuando vamos a ir a Scarborough esta misma tarde.
Peter se adelantó a Lali, le abrió la puerta del coche y comentó:
-Disculpa lo ocurrido. Ahora quiero agradecerte sinceramente que hayas sido tan paciente con Tina.
-Habría hecho lo mismo por cualquier otro niño -respondió Lali con una expresiva sonrisa.
Al pasar junto al gran coche de Belen, aparcado a un lado del todoterreno, sintió una terrible punzada de vergüenza. Belen tenía toda la razón del mundo para estar molesta. Y no había hecho el menor esfuerzo por disimular su hostilidad.
¿Cuánto tiempo hacía que Peter y Belen vivían juntos? Sin duda lo suficiente para que la chica entrara en Torbeck con toda confianza y se comportara como un miembro más de la familia. ¿Se quedaría Belen en la casa en ausencia de la señora Lanzani? Lali pensó que alguien debía quedarse en la casa para cuidar a Tina. ¿Quién mejor que Belen? La imagen dolorosa de Belen y Peter, abrazados, le provocó una náusea cuando salió del coche, en Lower Ridge. Ni una sola vez se había visto tan tentada por las necesidades físicas como para no poder vencerlas. Pero Peter se había revolcado con ella en un montón de paja hasta volverla loca de deseo. Él era el único que podía hacer eso. El caso es que ella se había portado como una
mujerzuela pero, ¿no era cierto que ella deseaba dar esa impresión? «¿Qué quieres de mí?», le había preguntado él, poniendo así al descubierto el primer cambio sutil en su actitud. Peter empezaba a hacer preguntas.

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