Tuesday, November 24, 2015

capitulo 21

Minutos después del orgasmo más largo de su vida, Peter no podía hacer nada más que intentar llevar aire a sus pulmones, tumbado encima de Lali.
Ella seguía teniendo las uñas clavadas en su espalda y él los dedos clavados en sus nalgas.
Y sólo podía pensar que acababa de hacer el amor, de una manera increíble, con la única mujer a la que había jurado no tocar nunca.
Las paredes del ascensor, la oscuridad, empezaban a ahogarlo de nuevo. Pero de otra manera. Sí, el ascensor era demasiado pequeño y se preguntó si tendrían oxígeno suficiente para sobrevivir hasta que volviera la luz.
Pero todo eso se desvaneció al pensar en las repercusiones de lo que acababa de pasar.
Podría perderla como ayudante... y eso sería más que una pérdida personal, sería un golpe para el futuro de su empresa. Lali no sólo aportaba ideas, sino que hacía posible que trabajara sin interrupciones.
Podría perderla como amiga. Y Lali era su única amiga. El resto de sus amigos eran hombres. Sería horrible no tenerla cerca todos los días. No poder hablar con ella, no poder bromear con ella, no poder pedirle su opinión sobre cualquier tema, desde el nombre de sus juegos a qué calcetines debía ponerse cada día.
No quería ni pensarlo.
La otra cara de la moneda era que Lali podía querer una relación después de aquello. Podía pensar que aquella reacción espontánea en un momento de estrés era algo más, quizá incluso esperaría que él pensara lo mismo. Podría querer un compromiso, casarse...
La posibilidad hizo que Peter sintiera miedo. ¿No era eso precisamente lo que intentaba evitar? Sería un marido terrible, un padre desastroso.
Ni siquiera creía poder ser un novio decente en aquel momento.
Pero si eso era lo que hacía falta para que Lali no se fuera, para que no dejara el trabajo o buscara otro hombre que pudiera darle lo que necesitaba, lo intentaría.
Pero sabía que iba a fracasar. Estaba en sus genes.
Haría el papel de amante atento... y disfrutaría de cada segundo, seguro. Pero pronto se cansaría de él, de las horas de trabajo, del poco tiempo libre que tenía. Y entonces empezaría a echárselo en cara, lo odiaría y, por fin, no sentiría nada en absoluto más que indiferencia.
¿No había pasado exactamente lo mismo entre su padre y su madre?
El suspiro de Lali hizo que volviera al presente. Seguramente estaba aplastándola.
—Debo estar ahogándote, perdona —murmuró, apartándose de mala gana.
—No pasa nada. Me gusta.

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