Monday, November 30, 2015

capitulo 11

Lali tomó el documento que, afortunadamente, estaba escrito en su idioma. Era un documento legal en el que se mencionaba una enorme suma de dinero que, supuestamente, Marianela debía devolverle a Nicolas. Según el documento, su hermana había recibido dinero de Nicolas durante los últimos cinco años. Y el documento la obligaba a devolverlo inmediatamente.
Lali se sintió desfallecer. Lo creyera o no aquel monstruo, aquello era un malentendido. Marianela había creído que su suegro era rico y si le había pedido dinero era porque creia sinceramente que Nicolas podía enviárselo.
Nicolas tenía setenta anos. Con el salario de un capataz, debía haber tardado toda su vida en reunir aquella cantidad. Pero el dinero se habia evaporado y con él, la tranquilidad del anciano. ¿Cómo iban a devolverle esa enorme suma de dinero?
El apartamento que Marianela había comprado para Lali y su madre estaba en venta, recordó entonces. Pero aunque lo vendieran inmediatamente, eso ni siquiera cubriría la mitad de la deuda.
<Ya sé que gasto demasiado», solia decir su hermana. <Rama se enfada mucho conmigo, pero es que el ha tenido una vida muy fácil. No tiene ni idea de lo que era vivir con papá. Rama nunca tuvo que pedir dinero prestado para comprar comida porque su padre se lo gastara en alcohol>.
El recuerdo de aquella conversación era como un dedo acusador. Lali no había tenido que sufrir a su padre, enloquecido por el alcohol, y siempre habia vivido protegida por su madre.
-¿Va a firmar, señora? -la retó Peter.
Lali empezó a temblar. Se sentía tentada de decirle que estaba reteniendo a la hermana equivocada. Pero sabía que no podía hacerlo. La confesión de su verdadera identidad lo pondría aún más furioso. Y Lali se había dado cuenta de que Peter no era un simple empleado.
El documento que tenía en la mano había sido redactado por un importante bufete de Londres y Peter había hecho averiguaciones sobre su hermana, seguramente a través de una agencia de detectives. Todo eso costaba mucho dinero. Además, llevaba un Rolex, uno de los relojes más caros del mercado y los hombres del bar se habían quitado el sombrero como sepal de respeto. -¿Quién es usted? -preguntó, asustada.
-Ya sabe quien soy, señora.
-Lo único que se de usted es su nombre.
-No tiene que saber nada más -dijo Peter con desdén-. ¿Va a firmar el documento o no?
Lali levantó la barbilla.
-No pienso firmar nada hasta que deje de presionarme.
-Muy bien. Ya veremos que dice dentro de una semana -dijo el entonces.
-¿La semana que viene? Supongo que lo dirá de broma.
-¿Por qué iba a ser una broma?
-¡No puede dejarme aquí una semana!
-¿Por qué no?
-Porque no quiero estar aquí y usted no tiene ningún derecho a retenerme contra mi voluntad...¡Podría llamar a la policia! -exclamó Lali, levantándose de la silla con las rodillas temblorosas.
-¿Y de qué va a acusarme, señora? -preguntó Peter, irónico-. Ni siquiera esta en mis tierras. Ha venido a Guatemala por deseo propio y esta viviendo en la casa de su suegro. ¿Qué tiene eso que ver conmigo?

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