Monday, November 23, 2015

capitulo 11

Su padre había intentado tener las dos cosas y fracasó miserablemente. Su empresa había sido un éxito, desde luego, pero su vida familiar no. Estaba todo el día en la oficina, ponía toda su energía en el trabajo, en los negocios... y Peter y su madre sufrieron por ello.
Peter había visto angustia en los ojos de su madre muchas veces. La pena, la soledad que veía en ella cada vez que su marido llamaba para decir que no iba a cenar o para cancelar algún plan, le rompían el corazón.
Y Peter no quería hacerle lo mismo a otra mujer.
El matrimonio, la familia, lo de «felices para siempre»... eso no era para él. El estaba concentrado en levantar su negocio diseñando software que pudiera rivalizar con el de la competencia. Y por eso no tenía tiempo para relaciones amorosas.
Y aunque lo tuviera.., aunque Reyware funcionara tan bien como para poder relajarse y salir a diario.., no lo haría.
Para él, era todo o nada. Podía concentrar todos sus esfuerzos en el trabajo o en encontrar una mujer y formar una familia, pero no podía hacer ambas cosas. Y por ahora, probablemente durante veinte o treinta años, había elegido concentrarse en el trabajo.
Aunque era una lástima. Merecería la pena perder algún cliente por pasar un par de horas en la cama con Lali.
La noche de la cena benéfica, Lali se fue a casa a las cuatro y media. Peter iría a buscarla en una limusina a las siete, de modo que tenía dos horas y media para arreglarse.
Probablemente no debería tardar tanto, pero no estaba acostumbrada a asistir a cenas benéficas de ese tipo. Y la idea de acudir con Peter, .de ser confundida quizá con su última conquista, la tenía de los nervios.
Su apartamento a unas manzanas de la casa de Peter en Georgetown, era pequeño pero acogedor. Varios cuadros, que había comprado en una galería de arte local, y fotografías enmarcadas de su familia decoraban las paredes blancas. Un par de alfombras eran la nota de calor en el suelo de madera y los estampados africanos de su edredón daba a su dormitorio un aire exótico.
Y, por supuesto, estaba Coco, su preciosa gata, que siempre salía a recibirla pero huía de cualquier otra persona.
—Hola, guapa —sonrió Lali, abrazándola, sin preocuparse por los pelos que se estaban pegando a su chaqueta—. ¿Tienes hambre? Seguro que sí, como siempre.
Como era su costumbre, dejó a Coco sobre la mesa de la cocina mientras abría una lata de comida para gatos y la cortaba en trocitos para ponerla en un platito con su nombre.
—Disfruta de tu pollo con hígado —le dijo, besando su cabeza—. Esta noche tengo una fiesta y debo arreglarme.
Todo lo que iba a ponerse estaba encima de la cama, como en una exposición. Después de darse una ducha rápida, Lali se puso crema hidratante por todo el
cuerpo y un poquito de perfume detrás de las rodillas, en el hueco del codo y en el cuello. Luego se secó el pelo con el secador para dejarlo liso y brillante y volvió al dormitorio para vestirse.

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