Thursday, August 27, 2015

capitulo 2

-Gas pensó que lo ibas aceptar mejor si te lo decía él. Además, te vas de vacaciones a Italia -comentó Euguenia, mientras se daba la vuelta, para contestar el teléfono.
Lali subió las escaleras del espacioso apartamento de dos habitaciones que había estado compartiendo con Gas, desde que Euguenia se había casado. Hacía tres años que trabajaba con los hermanos Dalmau. Con el dinero que consiguió de una póliza de seguro, compró acciones de la empresa. La agencia estaba situada en los bajos del edificio. Se sentía muy a gusto allí, porque se pasaba el tiempo viajando, viendo propiedades inmobiliarias y negociando.
El problema era que Gas había empezado a exteriorizar demasiado sus sentimientos. Sus familiaridades y requiebros no habían pasado desapercibidos para el resto de los compañeros. Los comentarios y cotilleos que se oían en la oficina la sacaban un poco de quicio. Hacía tiempo que había aprendido que las habladurías podían arruinarle a uno la vida. Al menos eso fue lo que le pasó a ella en una ocasión. Pero era mejor no acordarse de ello. ¿Se habría impuesto Gas el reto de conseguirla por cualquier medio? ¿Por qué se comportaban los hombres de esa forma?
Llamó por teléfono a su madre. Respondió la criada y le pasó la llamada.
-¿Mami? Me voy a ir de viaje antes de lo esperado -le dijo, disculpándose.
-Lali... ¿no crees que ya estás bastante crecidita como para seguir llamándome mami? -le espetó Emilia, con petulancia-. Me haces sentir como si ya estuviera cobrando la pensión.
-Lo siento -Lali se mordió el labio-. Tengo que marcharme...
-Yo también tengo que ir a la peluquería dentro de una hora -interrumpió Emilia-. Te llamaré el mes que viene.
Lali colgó el teléfono, temblándole un poco la mano. A pesar de la frecuencia, le seguía doliendo aquella respuesta de su madre. Recordaba todas y cada una de las excusas que le había dado a lo largo del tiempo. No era una persona que le gustara demostrar sus sentimientos. Todos los años que había pasado separada de ella, cuando Lali estuvo viviendo en Cerdeña, habían dañado la relación. El problema era que, en el fondo, temía que de no haber vuelto jamás, su madre ni se hubiera preocupado. No obstante, se avergonzó por pensar de esa manera.
Los ojos de Lali echaban chispas de desesperación. La tarde no había hecho más que empezar y ya estaba harta. Se suponía que, en esos momentos, debía estar en el transbordador con destino a Génova, Italia. ¿Dónde estaba? Metida en un Fiat ruidoso y pequeñísimo, viajando por las sinuosas carreteras de Cerdeña, a paso de tortuga. ¿Por qué? El señor Megras, el dueño de las villas, no se había dignado a quedar con ella en su casa.
El viaje se estaba prolongando más de lo esperado. Bien podría haber aceptado el ofrecimiento que le hizo Pietro, uno de los empleados. Un hombre con unos ojos azules impresionantes y sexualmente muy atractivo, muy inclinado a manifestar sus sentimientos con las manos. Estaba en Cerdeña, la tierra de los machos...
Trató de no pensar en esas cosas. Debía ser el efecto de las montañas, las mismas montañas en las que había pasado cinco años inolvidables. Se le ponía la carne de
gallina, al recordarlo. Pero aquello pertenecía al pasado. Ya tenía veintiún años y sabía controlar su destino.

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