Saturday, August 22, 2015

capitulo 18

  Lali sintió un cosquilleo en la nariz y fingió buscar un pañuelo que, sabía, no tenía. Peter le ofreció el suyo.
—Gracias -dijo estornudando y comenzando a toser—: Lo siento, creo que... que he pillado un resfriado.
—En cuanto lleguemos te vas directa a la cama.
— ¿Pero es que crees que puedo quedarme aquí hasta el Año Nuevo?
—Si me dejas quedarme contigo, no volverás a ver la luz del día hasta la primavera.
  Lali se le quedó mirando. Peter sonreía con aquellos labios sensuales y vibrantes. Era incapaz de apartar la vista de él. No era solo sexo por parte de Peter, pensó Lali optimista y aliviada. Ella le gustaba, entendía sus bromas, parecía feliz a su lado. Se puso tensa, su mirada ensoñadora se transformó en un amargo reproche. En aquel entonces, se había engañado, había creído que Peter sentía lo mismo que ella. Desvió la vista hacia la ventanilla. Al reconocer la carretera su corazón comenzó a latir acelerado. Minutos más tarde, la limusina entraba en Deveraux Court. Lali se recliné tensa sobre el asiento.
—Relájate. Lali —aconsejó Peter—. Estás en tu casa.
¿Su casa? Sí, por muy doloroso e irónico que resultara, hubo un tiempo en el que amó aquel lugar más que nada. El camino de grava giraba dando la vuelta a la casa, una mansión de ladrillo de estilo isabelino. La limusina se detuvo. Lali solo tenía ojos para la imponente puerta de entrada. Santino se despertó y comenzó a agitarse contento al ver a Peter desabrocharle el cinturón y tomarlo en brazos.
  Lali ni siquiera le prestó atención. Por primera vez en su vida, estaba ciega y sorda a las necesidades de su hijo. Salió del coche y caminó lentamente hacia la puerta. Entonces, vio a su padre de pie, esperando, vestido con un traje de mayordomo pasado de moda, con poco más de sesenta años. Parecía tan tenso, tan inaccesible, que Lali sintió una punzada de dolor repentina aunque familiar.
—Papá...
—Buenas tardes, señorita, caballero... —murmuró Nicolas con rostro inexpresivo, haciendo un saludo cortés practicado durante años ante sus superiores—. Espero que hayan tenido ustedes un buen viaje. Hace una tarde maravillosa, ¿no es verdad?
  Lali se quedó inmóvil, helada. Hasta Peter se quedó de piedra ante aquel recibimiento. Luego, tomó al niño con una sola mano y puso un brazo protector sobre los hombros de Lali.
—Esposito…
—El señor Lanzani está esperándolos, señor —continuó Nicolas con exquisita corrección— ¿Quiere usted que lleve a su invitada a su habitación?
—Yo la llevaré cuando llegue el momento, Nicolas—contestó Peter con frialdad—. Primero iremos a ver a mi abuelo, no hace falta que nos anuncies.
—Como desee el señor —contestó el mayordomo.

  Lali observó a su padre alejarse. Peter dejó a Santino en el suelo.
—Alejo debe de estar en el salón.
— ¡No te atrevas a fingir que no ha ocurrido lo que ha ocurrido! —exclamó Lali llorando—. ¿Acaso Alejo o tú habíais tenido en cuenta cómo iba a reaccionar mí padre?
—Lamento terriblemente que alguien se sienta obligado a llegar tan lejos para demostrar su desaprobación—contestó Peter—. Pero esa escena ha sido una farsa.
—Papá no cree que mi sitio esté en este lado de la casa..., de hecho es evidente que no me quiere bajo este techo de ninguna de las maneras, ¿y de quién es la culpa?
—De Agustin —soltó Peter—. Aunque, en buena parte, también es culpa tuya. Tus relaciones con tu padre era ya tensas antes de marcharte,
—Siempre fueron tensas —musito Lali con sinceridad—. Si hubieras conocido a tu padre a los trece años, siendo un completo extraño para ti, ya verías.
—Nicolas acabará por ceder..., no le queda más alternativa —aseguró Peter con convicción.
—No te atrevas a decirle nada., ¡no te atrevas a humillarlo diciéndole nada sobre esto! —advirtió Lali enfadada, con ansiedad—. No me importa si me trata como, si fuera invisible, puedo soportarlo, pero no te atrevas a interferir, Peter. El tiene su vida privada y su familia, y no es asunto tuyo.
  Peter escrutó su rostro fascinado. Lali demostraba pasión en la defensa de su padre.
— ¡Dios mío..., cómo quieres a tu padre!
  Santino, olvidado, no hacía más que tirarle a Peter de los pantalones, pidiendo que lo tomaran en brazos:
— ¡Peter! —Lali se quedó mirándolo—. Quiero brazos —repitió el niño en tono de ruego. Lali fue a levantarlo, pero el niño se resistió—. No, tú no, Peter,
—No está acostumbrado a los hombres —se apresuró Lali a disculparlo—. Benjamin apenas estaba en casa, y con sus hijos tenía más que de sobra.
— ¿Por qué te disculpas? Santino y yo nos hemos hecho amigos mientras tú dormías.
—No quiero que te moleste— musitó Lali
—Me gustan los niños... y no me enorgullece mi primera reacción ante tu hijo, así que no insistas.
  Lali observó a su hijo abrir los brazos efusivamente hacia Peter e imitarlo en sus movimientos y gestos. Aquello la ponía histérica, la hacía sentirse culpable. Alejo era un anciano perspicaz. ¿Qué ocurriría si notaba el parecido y descubría su mentira? O, peor aún, ¿y si al ver al niño moreno, afirmaba no creer que fuera su bisnieto, el hijo de su nieto rubio y de ojos negros?
  Peter abrió la puerta del salón. Nerviosa y aprensiva, Lali lo precedió de la mano del niño. El abuelo de Leo estaba de pie con un bastón en la mano, delante de la chimenea, con porte orgulloso. Lali se quedó inmóvil. Peter la hizo pasar y cerró la puerta. Alejo observó al niño, que se soltó de su mano y echó a correr hacia un perro en medio de un tenso silencio. Entonces. Lali corrió tras él, pero Alejo levantó una mano para detenerla .

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